jueves, 30 de septiembre de 2021

 

                            EL LENGUAJE DEL ODIO Y LA MENTIRA

                                 EN EL ESPACIO DEMOCRATICO

 

Por su indigencia y soledad, el hombre siempre necesita una ayuda, bien de la sociedad o del otro hombre, así afirma su identidad y su libertad.

 

Antonio Mercado Flórez. Filósofo y Ensayista.

 

En los últimos tiempos vemos que la democracia se degrada y uno de sus fenómenos más sobresalientes es, la proliferación de la política del lenguaje del odio y la mentira. El discurso político como continuación de la violencia por otros medios. El lenguaje del odio y de la mentira, lo utilizan el totalitarismo y el autoritarismo de derecha o de izquierda, los nacionalistas o los populistas, y se empeñan en destruir la democracia, la libertad y los valores democráticos desde dentro de las instituciones.

Por los medios masivos de comunicación, las plataformas digitales, los platós televisivos, la radio, la prensa, quieren imponer sus ideologías. Sorprende que han vuelto con una furia incontrolable para destruir la libertad, la tolerancia y la convivencia pacífica. Su lengua ponzoñosa denigra a las mujeres y a los homosexuales, a los inmigrantes y a los musulmanes, humillan a los judíos y las minorías étnicas, y así, de esa manera, pregonan en público el asco y el desprecio que les provocan sus contrincantes políticos.

Estamos viviendo en EE.UU. Brasil, Francia, Alemania, Bélgica, Hungría, Rusia, Polonia, España, Colombia, la misma situación que se vivió en Alemania en la década del 30 hasta la ascensión de Hitler al poder. El lenguaje del odio y la mentira construye <sentido> basado en idealismos y conceptos falsos y vacíos de contenido histórico. Que tienen como fin confundir la mente y la capacidad de juicio de los ciudadanos, para alcanzar sus objetivos políticos y de poder. El lenguaje en un Sistema democrático no debe implementar el odio, la exclusión y la destrucción del otro, sino el dialogo, el respeto, el consenso y la inclusión social y política de todos los ciudadanos. La coacción y el miedo que utilizan algunos políticos, destruye los valores culturales de la democracia y la libertad. Y esto es sumamente grave en un Estado democrático Social de Derecho.

Este <tipo> de lenguaje degrada el fin de la democracia parlamentaria, injuria, miente y odia, y traslada a los parlamentos la estigmatización, la humillación y la exclusión del opositor político. Cuando en un sistema parlamentario no se argumenta, sino que se descalifica, se elimina la réplica, entonces el dialogo político desaparece de la escena pública. Al señalar al otro indigno y sicofante de lampo lato, se obstruye el juego político que dinamiza la democracia y la libertad. Así que, el lenguaje totalitario y autoritario, designan al otro, vicho, gusano o escoria de la sociedad. Ellos encarnan lo inferior y repugnante de la sociedad y además carecen de toda protección ante las inclemencias del tiempo y de la vida.

Así hay individuos y políticos que provocan a las personas brutales a perpetrar actos de brutalidad. Ora, esa clase de angustia y de dolor se encontrará con frecuencia en gente que se halla enteramente poseída por el ansía de deleites gruesos, opulentos. Siempre ocurre que es el puro miedo el que provoca la violencia y los horrores. (Ernst Jünger). Por eso, quien vence el miedo está capacitado para ejercer el poder y el saber. Así pues, quien emprende la huida incita ya con ella misma a la persecución; el hombre que trama maldades se halla al acecho de su víctima. (Jünger). Los que ejercen el poder de la palabra y las acciones en el ámbito de lo político desconocen que, en nuestra condición de humanos disponemos de sellos de soberanía que son difíciles de romper si no los estropeamos nosotros mismos. (Jünger). Entonces, lo único que necesitamos saber es que somos invulnerables.

Los que practican el discurso del odio y del miedo son arrogantes, en defensa de una democracia mancillada, incitan al odio y a la exclusión social. Así lo que deberían saber es que la democracia parlamentaria es posible a partir de la oportunidad de réplica y discurso, del intercambio de argumentos o de opiniones o de razones políticas, bajo la forma de un respeto moral y ético respecto al adversario político. El lenguaje del argumento y la contestación política genuina está desapareciendo en favor de la descalificación, el desprestigio y el insulto: como traidores, enemigos, comunistas, socialistas, extremistas, castro chavista, todo forma parte del discurso dogmático que exalta la mentira y el odio, que mutila cualquier vestigio de conversación.

El Editorial del País-España del 07/11/2016 decía: el disenso es la condición de posibilidad para iniciar un diálogo, y la escucha, el prólogo de una conversación responsable. En una sociedad abierta, el enemigo no es quien piensa de otra manera o nos quiere convencer con sus argumentos, sino quien quiere destruir el diálogo y la mera posibilidad de discrepancia legítima. En este país, donde tanto y con tan funestas consecuencias se ha practicado el odio, deberíamos haber aprendido ya que el lenguaje del odio no produce nada, salvo más odio, desprecio y desafección política. Ese lenguaje debe ser desterrado de la política democrática, porque es incompatible con ella.

Uno de los principios fundamentales de la democracia parlamentaria es la pluralidad. La pluralidad de personas y de partidos conforman la política. Política, el cuidado de toda la sociedad humana o el arte de dominar sobre todos los hombres. Para que pueda mandar a los otros en relación con lo común (aquello que es común a todos), ha de poderse dominar a sí mismo como individuo, persona. Así, el dominio y el poder de la palabra donde el político se ejercita no para el insulto, el odio, el sinsentido del mundo, la vida y la sociedad, sino para darle un sentido a la realidad donde todos puedan convivir en paz y fraternidad.

La democracia y la pluralidad se entrelazan en aquello que es común a todos, la pluralidad de los hombres y los pueblos, la pluralidad de las ideas y de las acciones, y su desigualdad fundamental; sin esta pura multiplicidad no habría política, sin esta desigualdad fundamental no se necesitaría ninguna ley. En democracia el uno ha de contar ya siempre no con un segundo, sino con otros y está referido a ellos. (Hannah Arendt).

En la comunidad política todo es reciproco, <<mutuo>>. Así pues, la palabra no es el instrumento para destruir al otro, lo reciproco y común, sino la naturaleza que define al hombre para crear un mundo común. Algunos políticos han perdido el contacto: ya no son el exponente, los portavoces de este tiempo; la época ya no habla a través de ellos. Porque han vaciado los contenidos del lenguaje político y han hecho de ellos una sarta de mentiras e improperios. De ahí también la nueva falsedad de la comunicación social, distinta del mero poder de expresarse.

Como dijo Arendt en Diario filosófico, 1950 – 1973: <<Hay que ver como la flor retórica se transforma de nuevo en palabra, como de la metáfora sale de nuevo la verdad, pues la realidad se ha abierto. ¿Cómo se podría soportar el sobresalto de la realidad sin ese hacerse palabra? En ese momento en que la realidad se abre y surge la palabra, a fin de captarla y hacerla soportable para el hombre, surge la verdad>>. Quizás esto está como base para la acción y la política del hombre y los hombres. Como base no sólo para alcanzar la verdad, sino también la convivencia humana que destierra el lenguaje del odio y la mentira de la práctica política, de aquello que es común a todos.

                                                     Madrid-España a 30/09/2021

martes, 28 de septiembre de 2021

 

                         LA CRISIS DEL LENGUAJE EN LA ACTUALIDAD

                                                 GEORGE STEINER

 

               <<El Sistema democrático es un espacio público 

                                  constituido por los productos 

                       del trabajo, la cultura y las instituciones>>.

                                                                    Hannah Arendt

 

Antonio Mercado Flórez. Filósofo y Ensayista.

 

En la historia de la humanidad el lenguaje se ha ubicado en el centro del tejido del ser. Aristóteles define al hombre como un animal que habla; la lengua se ubica en el palpito de la naturaleza del ser. Vico piensa que hace parte de la conciencia y con ella forma un todo; Heidegger que es la casa del ser; Steiner piensa que el hombre es animal que habla. ¡Eso es el hombre! ¡Esa es nuestra humanidad! Pascal cree que en definitiva hay una trascendencia, la posibilidad de entendimiento humano y, ese entendimiento se produce entre los humanos, porque posee lengua; Benjamín piensa que lo que diferencia la lengua de los hombres de la lengua de las cosas, es la voz. Porque la lengua de éstas es un profundo lamento. Ahora bien, Steiner sugiere que entramos en una civilización de lo aleatorio, lo artificial, de la mentira, de la duda fundamental y total, sin apuestas, podría suceder que ciertas grandes categorías del arte, del sentido de la vida y de la realidad, ya no volvieran.

Estamos en los umbrales de un mundo diferente al de nuestros mayores. Donde el común de los mortales no tiene ni idea de lo que trama el Gran Poder. Se están tejiendo relaciones de poder entre la ciencia, la técnica, la política y la economía. Es el ámbito donde se ubica y se proyecta el hombre en la actualidad. Que el sentido de identidad, de diferencia con el otro, se está diluyendo en la técnica, la estadística y el poder. Que la gramática de los procesos vitales, el modelo orgánico de articulación secuencial y genética del que surgió el lenguaje, están seriamente cuestionados. En el mundo actual hemos olvidado que la historia del pensar es la historia del lenguaje.

Existe un paralelismo entre la crisis del lenguaje en el siglo XX y la del umbral del XXI. En el XX por la Primera y Segunda Guerra Mundial y, las guerras y violencias periféricas, el hombre llega a perder confianza en el lenguaje; en el XXI la primacía de la técnica y los lenguajes digitales en la vida biológica y mental de los seres humanos. El humanismo que había alimentado la consciencia europea y occidental, se desmoronó. Y esta inflexión en la historia occidental afectó los centros vitales de la cultura y la civilización.

Sabemos que las imágenes del mundo, del hombre, la naturaleza y la historia y la sociedad, son imágenes semánticas y lingüísticas. Imágenes que no responden a las necesidades humanas. Que todo lenguaje está en relación activa y eventualmente creadora con la realidad y el mundo. Y, si se pierde esa facultad lingüística del hombre, cae en el hoyo profundo y oscuro de la desesperanza, del odio, la violencia, el instinto y la muerte. Ahora bien, ¿qué desea el populista, el demagogo, el poder financiero e industrial y empresarial? No sólo el control del cuerpo humano, también la mente, los sentimientos, la sexualidad, el espíritu y el lenguaje. Desean que la relación de lenguaje y mundo, de lenguaje y realidad, de lenguaje y libertad, se convierta en algo aleatorio. En esta civilización técnica, del espectáculo y de masas, lo fundamental de la existencia pierde el sentido que le corresponde.

Así que, la crisis del lenguaje lo convierte en instrumento de opresión, coacción y dominio. Existen gobiernos, partidos políticos y personas, que desean extirpar el pasado de la memoria verbal; y ubicarnos en un presente sin pasado, así la memoria, el recuerdo y la rememoración, son borrados por decretos. Donde una colección de ficciones y mentiras, reemplacen la diversidad de la memoria individual. En la gramática del lenguaje autoritario, populista y demagogo, las conjunciones verbales se producen en un presente impersonal y un futuro utópico. Que hay que estar preparados para hacerle frente a estas relaciones de poder y para plantarles cara se necesita una concepción nueva de la libertad.

Como expresó Ernst Jünger en La emboscadura: el ser humano ha de ser consciente que ha de edificar no sobre los aparatos, sino extraer la energía de las fuentes que le son propias. El ser humano ha de saber cuáles son aquellos puntos donde no le es lícito traficar con su decisión soberana. La situación de animal doméstico arrastra consigo la situación de animal de matadero. Allende la civilización y las seguridades que son procuradas por ella, la salud y las esperanzas de vida dependen de que una cuando menos una de las raíces continúe nutriéndose directamente del reino telúrico.

Así que, Steiner en la década del 70 del siglo pasado predijo lo que ahora acontece. Que la prevalencia de la técnica, la sociedad de consumidores, la sociedad de masas y la cultura de masas, atentan contra la coherencia de la identidad y del lenguaje. Así pues, vivimos rodeados de oleadas de mendacidad. Millones de palabras y de imágenes, absolutamente vacías de significado nos rodean. El silencio se convierte en una prerrogativa de las elites o de los marginados enjaulados. Como resultado, las formas expresivas sufren una enorme inflación. Su precisión, su contenido claro y verificable, se ha degradado para comodidad de los usuarios.

Vemos una drástica disminución y estandarización del vocabulario y la sintaxis. Existe tanto derroche de las imágenes y las palabras, que experimentamos un vacío enorme de la existencia y el lenguaje. Esto ha provocado una crisis del lenguaje, del pensar y la esencia del hombre. Ahora el lenguaje se ha ubicado en su parte material y no comunica los contenidos espirituales que le corresponden. Parece que el lenguaje no fuera la <casa del ser> –al decir de Heidegger. Que Steiner llama: <un retraimiento de la palabra y el pensamiento>. Porque el pensamiento es una <<forma>> del lenguaje. Y la función del pensamiento es relacionar la verdad del ser y la esencia del hombre.

Asistimos a que la palabra vacía de demagogos y populistas, los códigos no verbales como las matemáticas y las imágenes, controlen y definan gran parte de la realidad. Ellos han posibilitado un aura nueva, una epidermis más sensible. Las ondas, en sí carentes de lenguaje, están a disposición de cualquier texto o imágenes, que golpean con la virulencia de la ola al romper –al decir de Jünger. Ora, las palabras que reposan en las fuentes profundas del lenguaje se están profanando en nombre de la publicidad, el consumo, la política y la economía. Nos preguntamos, ¿está la membrana viva del lenguaje alejándose de la identidad y la muerte del hombre? ¿han tomado el lugar del lenguaje y del pensar, las <<nuevas utopías de lo inmediato>>, que hacen que nuestras vidas sean insignificantes y estén destinadas al olvido?

Sabemos que a medida que crece el automatismo, el poder político y económico, y los poderes colectivos sustituyen a la persona individual, las instituciones y los valores de nuestros mayores, se sustituyen. Por eso, ante los espejismos de los poderes técnicos; de lo único que el hombre sale garante ahora es de sí mismo. Ahora es cuando se convierte en antagonista de Leviatán, más aún, en su domeñador, en su vencedor –dijo Jünger. No se trata de un concierto automático, de relaciones numéricas organizados por el Gran Poder -del cual no hay escapatoria-, sino de la libertad y la autonomía de la voluntad. Que el hombre siga bebiendo de las fuentes espirituales que manan del poder telúrico y divino que posibilitan ir allende del tiempo en busca de lo trascendente que mora en él. Para que se revele la justicia, la verdad, la libertad, la fraternidad, que mora en todos y cada uno de nosotros.

De ahí que las tecnocracias populistas, la sociedad de masas y la cultura de masas, deterioran la política, la libertad y el lenguaje. Vemos que no existe correspondencia entre la realidad y el lenguaje, la práctica política y las necesidades de la sociedad, porque la crisis del lenguaje se expresa en su cultura. Porque la cultura que predomina es, la publicidad y el consumo de masas, que trajo una especie de semialfabetismo. Así que, la preocupación por la situación actual y la vitalidad del lenguaje, no se puede considerar como algo <<coyuntural>>, ya que equivale a no comprender lo que sucede. La reducción de la sintaxis y el vocabulario, la semántica y la gramática, por los medios de comunicación de masas y los lenguajes digitales, tienen un cometido político y económico que intensifican los procesos de falsificación y deshumanización. Que escenifican las difíciles relaciones entre el lenguaje y la política. El <<fracaso de la palabra>> es un tema esencial en la literatura moderna, desde Lichtenberg y Kafka hasta Paul Celan y Beckett.

Estamos en los frontispicios de una alta civilización técnica y de masas, donde las humanidades pasan a una situación de pos- humanidades y se expresan en una <<general retirada de la palabra>>. Además, la palabra y el verbalismo se reemplazan por las imágenes y los números, que implementan la mediocridad y la cultura del artificio. También los sistemas políticos los podemos conocer por su lenguaje. El vocabulario que de alguna forma institucionaliza un sistema político nos dice mucho de las poderosas corrientes subterráneas que lo alimentan. Para Orwell y Steiner, las mentiras y la barbarie autoritaria o totalitaria, son fenómenos íntimamente ligados a la corrupción del lenguaje y a su vez exacerbados por esa misma corrupción. El lenguaje de la mentira y el odio, reemplaza al de la convivencia, la tolerancia, la paz y respeto a la otredad.

De ahí que el lenguaje autoritario, totalitario es diferente al lenguaje de la democracia. Palabras inclusivas: la Constitución, Estado de Derecho, solidaridad, libertad, partidos políticos, tolerancia, fraternidad, respeto, democracia, igualdades, diálogos, pactos, consensos; componen todo el vocabulario del Estado democrático Social de Derecho y del Sistema democrático. Ahora, en un Sistema democrático el poder de las palabras es importante, ya que el uso habitual de ellas, su socialización, sirve para interiorizar y afianzar los valores que designan. En este orden de ideas, las palabras trabajan a favor de la democracia y del Estado de Derecho. Entonces transforman en cultura los valores proclamados en el texto constitucional.

                                     Madrid-España a 28/09/2021

jueves, 23 de septiembre de 2021

GEORGE STEINER: UNA BIBLIOTECA HUMANA

 

 Al final, uno debe comenzar a amar para no enfermarse.

                                                        Sigmund Freud

 

Antonio Mercado Flórez. Filósofo y Ensayista.

 

George Steiner nace el 23 de abril de 1929, en Neuilly-sur-Seine, Francia y muere el 3 de febrero de 2020 en Cambrige, Inglaterra. De origen judío como es Hermann Cohen, Franz Rosenzweig, Walter Benjamín, Gershom Scholem, Hannah Arendt, Martín Buber, Ernst Bloch, Leo Strauss, Hans Jonas, Emmanuel Lévinas, Adorno, entre otros. Hijo de judíos vieneses. Sus padres por el auge del nazismo emigran a Francia y estudia en el Liceo Francés y ejerció como docente en las Universidad de Stanford, de Nueva York, de Princeton y desarrolla su carrera académica en Ginebra e Inglaterra.

Nos enseña que toda obra es una interrelación de energías psíquicas, morales, intelectuales, que expresan la relación del hombre y el mundo, el hombre y su identidad, el hombre y el universo, el hombre y Dios. Que ayudan al lector a observar y mirar, lo que está en el interior de todos y cada uno de nosotros. Indaga la crisis de los centros vitales de la cultura occidental, desde una multiplicidad de puntos de vista. Reflexiona sobre el objeto poético, el mito, la literatura, la obra pictórica, la música y la filosofía. Piensa que la obra de un pintor o de un filósofo no es ajena a la historia, la sensibilidad del autor, la atmósfera que se respira, tampoco al pensamiento y al lenguaje.

George Steiner fue el memorioso europeo, como Funes el de Jorge Luis Borges. Donde se deposita la historia de la cultura europea, capaz de rememorar la experiencia, el recuerdo y la reflexión. Una especie de depósito de la cultura y la civilización occidental. El hombre que divulgó las ideas, las artes y los sistemas filosóficos del viejo continente. Con la antorcha en las manos se vale de las palabras y la escritura y, va de Esquilo a Shakespeare, de Platón a Hegel o, a Heidegger.

Mientras vivió fue el genio particular del humanismo europeo. Porque supo mirar la esencia de la cultura y observó con estupefacción y horror, como la cultura portaba en sí el germen de la destrucción. Miró en las tinieblas y la oscuridad, que se expandieron en Europa como un viento oscuro y fétido como la peste, durante el siglo XX. Por eso pudo intuir la crisis del humanismo, de la esperanza del hombre racional y, describirla, pensarla, desde la estética, la historia y la filosofía. Expresó que después del derrumbamiento del humanismo cristiano, la cultura renacentista y el racionalismo clásico, ya nada volvió a ser lo mismo.

Como pensador de origen judío cree en la presencia de la idea de la divinidad en la obra de arte, o, de Dios en la gramática y la poética de los lenguajes humanos, como algo fundamental. Y, como la aparición en la historia de la humanidad del tiempo futuro del verbo, lo hipotético, la ambigüedad o el desarrollo del subjuntivo, fue un fenómeno único en la historia de los seres humanos.

Cree que ésta inflexión es lo que verdaderamente nos hace persona individual. Señalar en el discurso lo que no existe y que todas las cosas son posibles, referirse al tiempo por llegar, hablar sobre lo que será o es susceptible de acontecer, de ser, es el hecho histórico más importante que haya acontecido en el mundo. Y, aquí hace presencia algo, que no pudo haber existido sin la presencia de Dios. Dice que todo lo referente al lenguaje, lo que éste es y realiza, cualquier descripción del lenguaje humano para comunicar significados y sentimientos son, en un análisis final, escritos bajo la suposición de la presencia de Dios.

Lo que desea es explorar el lenguaje, la materia misma de la que está hecho el pensamiento y que, en su medida, le posibilite explorar el enigma de la existencia del hombre y de Dios. Los grandes creadores se convierten en interlocutores espirituales de las grandes obras de arte y que estas presencias reales les dan a las obras un tinte religioso. De ahí que el lenguaje es el órgano mediante el cual, se revela la imagen de Dios, una presencia de muchos nombres.

Se pregunta ¿cómo la barbarie prevaleció en la tierra del humanismo cristiano, la cultura renacentista y el racionalismo clásico? ¿cómo el frío mecanismo de la fuerza bruta, destruye los centros vitales de la cultura occidental? ¿cómo el ser humano cayó en ese engranaje sin posibilidad de escapatoria? De ahí que moral y éticamente fue un hecho terrible que afectó la esencia de la naturaleza humana. ¿Cómo la cultura, el arte, la historia, la filosofía, posibilitan comprender el mundo y la vida humana? Piensa: el ser humano es muy perezoso, de gustos primitivos y se adapta a las condiciones más extremas, sólo para supervivir y reproducirse; mientras la cultura es exigente, rigurosa, exige disciplina y dedicación, para la reflexión y la creación. Y, esto no es tan fácil como se cree.

El escritor Arthur Koestler, le comentó que estaba convencido de que el cerebro consta de dos mitades: una pequeña parte, ética y racional y una enorme trastienda cerebral, bestial, animal, territorial, cargada de miedos, de irracionalidades, de instintos asesinos, y que harían falta millones de años para que la evolución moral alcance nuestra condición, nuestras técnicas de destrucción y de agresión.

Por eso en El castillo de Barba Azul, plantea el interrogante: ¿Por qué? Porque no basta con describir la cosa. Hay que intentar comprenderla. Comprender por qué la cultura centro europea, no sólo no la comprendió, sino que alentó y enmascaró los campos de la muerte. Reflexiona que una larga paz es un enorme aburrimiento, una larga prosperidad –creada a partir del mal. Una suerte de tedio, de miasma.

Está convencido que el instinto de agresión y destrucción, es innato a la naturaleza del ser humano. Esas técnicas se expresan en el dolor, el sufrimiento, el odio y la muerte, que un hombre inflige a otro. Cree que al ser humano le produce placer, satisfacción, hacer el mal al otro y causarle el sufrimiento y la muerte. Allí, en ese acto, sale a la luz la <<trastienda cerebral, bestial, animal, territorial, cargada de miedos, de irracionalidades, de instintos asesinos>>, del cual habla Arthur Koestler.

Así que, la cultura centroeuropea se convirtió en fuente y expansión de la maldad y la crueldad del siglo XX. Ésta sólo era una máscara de lo que realmente contenía dentro de sí. Las masacres del totalitarismo nazi, del fascismo, del falangismo y del estalinismo, lo constatan. Ni la cultura, ni la religión, ni la moral, la ética occidental, pudo contener lo que realmente aconteció. Y, plantea el problema de la siguiente manera: Es posible que aún no hayamos podido encontrarle al hombre –al hombre sensual-, una salida para su enorme energía animal que, en la rutina de la monotonía, de la mediocridad sexual de la mayor parte de las vidas, busca afirmarse.

El progreso se convirtió en mito y lo reemplazó en la modernidad. De la interrelación del mito del progreso y la cultura, se generó la barbarie política del siglo XX. En otros términos, el sin sentido de la historia y del espíritu del hombre occidental. Así, el genio de la retórica de Hitler representó la muerte del lenguaje. La otra cara del lenguaje humano. El anti-lenguaje que trastoca el sentido de realidad y la vida, por el miedo y la muerte; los valores morales y éticos en anti-valores.

Con él se degradó no sólo el lenguaje, sino también los “centros vitales” de la cultura occidental. Niega la pregunta, ¿qué comunica el lenguaje? Contenidos espirituales. También que el lenguaje da sentido al mundo y a la vida. A la relación hombre y mundo, hombre y Dios. La retórica de Hitler, desgarró no sólo la naturaleza humana, falseo los contenidos lingüísticos; y negó la esencia del hombre como enteramente lingüística. Una esencia inmersa en la realidad del mundo, la naturaleza, la historia y la persona individual.

Así que, el lenguaje y la técnica, no son neutros, sino que responden al querer de la voluntad o, a relaciones de poder. Por tanto, el lenguaje no es ajeno a la historia, al espíritu de la época, a la biografía del autor, al sentido de realidad y que éste está poblado de una presencia real que se encuentra más allá y sólo podemos intuir. Así que, los demagogos y populistas de derecha y de extrema, en la actualidad, falsean el lenguaje, lo vacían de sus contenidos, para darle prioridad a las imágenes y a las mentiras que arrastran tras de sí. Y, lo llenan de odio, de intolerancia, de agresividad hacia el extranjero o, diferente, de xenofobia y, esto es grave en un Sistema democrático. Esto confirma que, el lugar de la liberta es completamente distinto del autoritarismo y del totalitarismo.

Sabemos por los anales de la historia que, después de la Gran Guerra, Europa no sólo quedó seriamente dañada en sus “centros vitales”. Sino que reservas de inteligencia, de flexibilidad intelectual, de capacidad política, quedaron aniquiladas. En consecuencia, el odio, el horror, el dolor, el sufrimiento, se interiorizaron en el hombre y las instituciones, generando en Europa un malestar mental, espiritual y material. Que más tarde posibilitaron la Segunda Guerra Mundial.

Nos enseñó que nada de lo que genere la cultura occidental reciente está exento de dolor, sufrimiento y muerte. El mito de la Caída y de la sangre primordial, predominó ante la cordura y la convivencia pacífica. Esa, que en sus posibilidades ofrece que, el hombre adquiera la cualificación de humano, la semejanza entre los hombres. Como dijo Ernst Jünger, en La emboscadura: Estamos refiriéndonos a la persona libre, tal como fue creada por Dios. Ese hombre no representa una excepción, no es una minoría selecta. Antes, al contrario, se haya oculto en el interior de todos y cada uno nosotros.

Cree que no nos encontramos aquí frente algún monstruoso accidente de la historia social moderna. El holocausto fue no el resultado de una patología meramente individual o de las neurosis de un Estado-Nación. Expresa que hay paralelos entre la técnica y la lengua del odio. No ontológicamente, no en el nivel de la intención filosófica. Y esa intención nos lleva al centro de ciertas inestabilidades que presenta la estructura de la cultura occidental, inestabilidades manifestadas en las relaciones entre vida instintual y vida religiosa. La mofa de Hitler, según la cual “la conciencia es un invento judío”, nos da la clave.

De ahí que el Estado Total producto de la tecnología y del capitalismo global, se ponga al servicio del dolor, del odio, el sufrimiento y la muerte. También la barbarie del siglo XX posibilitó que la luz fuera velada por la oscuridad; pero se olvidó que el hombre tiene un resto que la técnica es incapaz de disolver.

Ernst Jünger dijo que, aun en el supuesto de la peor de las catástrofes, siempre subsiste una diferencia, como la que se da entre la luz y las tinieblas. En el primer caso, el camino va ascendiendo hacia reinos que están en las alturas, hacia la muerte en sacrificio o hacia el destino de quien sucumbe con las armas en la mano; en el segundo caso, el de las tinieblas, el camino desciende hacia los hondones de los campos de esclavos y los mataderos, donde unos hombres primitivos se asocian criminalmente con la técnica. En este último caso no hay destino, lo único que hay son números. O bien poseer un destino propio o bien tener el valor de un número: esa es la disyuntiva que hoy nos viene impuesta a todos y a cada uno de nosotros, impuesta ciertamente a la fuerza; pero el decidirse por lo uno o por lo otro es algo que cada cual ha de hacer por sí solo.

Lo relevante de la investigación de Steiner se expresa en la idea de que, extremos de histeria colectiva y de salvajismo pueden coexistir con una conservación paralela y, es más con el desarrollo de las instituciones, las burocracias y los códigos de una cultura superior. No necesariamente las instituciones y la burocracia están exentas de la maldad, el odio y la muerte, que segrega el cuerpo social. Muchas veces éstas se convierten en el corredor que va de la sociedad a los agentes de violencia. Parece que, en la actualidad, las instituciones políticas y sociales, asimilaran la violencia y la barbarie como una segunda naturaleza.

Piensa lo vivido en Alemania durante la Segunda Guerra Mundial, que la palabra poética, las bibliotecas, las universidades, los centros de investigación científica, pueden prosperar en las proximidades de los campos de exterminio. Constata que los seres humanos y, el individuo en particular, puede coexistir con la barbarie y la abyección. Esta experiencia individual de los bajos fondos posibilita que el hombre que estuvo allí, ya no vuelva a ser el mismo.

Nos recuerda que, confiar en la cultura supone una actitud orgullosa y ciega respecto de las contracorrientes y nostalgias de destrucción que la cultura tenía en su seno. Que el desarrollo técnico contribuyó a crear el Infierno sobre la tierra, así que, el fracaso de la educación y la moral establecida sobre los valores cristiánanos y la Ilustración, se relacionan con la barbarie política.

Con el retorno del hombre ilustrado y tecnificado, al mito de la sangre y la Caída. Se demostró que la pérdida de la situación central, geográfica y psicológica, el abandono del axioma del progreso histórico, las graves deficiencias del conocimiento y la cultura, están en el seno de la barbarie política del siglo XX y principios del XXI.

Ahora se está perdiendo la confianza en el progreso, la idea de que la historia se movía hacia delante. En la última mitad del siglo XX pudimos constatar que, al lado del progreso, del desarrollo técnico, el ser humano vivía atrocidades, barbarie, hambre, deportaciones y muertes. Steiner piensa que el concepto Kierkegaardiano de “posibilidad total”, de una estructura de la realidad abierta en todos sus puntos al grito del absurdo y del desastre, ha llegado a ser para nosotros un lugar común.

Hemos vuelto a adoptar una política de tortura, de sufrimiento, de dolor, de rehenes y masacres, que afectan la naturaleza del ser humano y de la sociedad, del lenguaje y del pensamiento.  Así que, la violencia pública y privada corroe los fundamentos mismos de la sociedad, del hilo de la tradición y la cultura en general. Es decir, del Estado democrático Social de Derecho y del Sistema democrático.

                                             Madrid-España a 23/09/2021

sábado, 18 de septiembre de 2021

 

                          EL ARTE Y SU REPRODUCTIBILIDAD TÉCNICA

                                                  WALTER BENJAMÍN

 

<<En su origen la facultad peculiar de todos los objetos culturales es: la facultad de captar nuestra atención y conmovernos>>.

                                                                      Hannah Arendt

 

Antonio Mercado Flórez. Filósofo y Ensayista.

 

Walter Benjamín escribió sobre una pluralidad de temas -que abarcan desde el drama trágico alemán, el Romanticismo, la fotografía, el cine, la historia, el lenguaje, París, Baudelaire, Proust, el marxismo, la narración de historias, la traducción hasta la violencia. Así que, esto posibilitó que Benjamín se situara en el umbral de una nueva era intelectual. Pero las ideas sobre el progreso, la ciencia, la política, la economía y la técnica; sirven como fundamento para reflexionar sobre el problema de la técnica en la Edad Moderna. También sobre el problema de la cultura en la actualidad.

Lleva a cabo uno de los estudios más importante sobre la incidencia de la técnica en la obra de arte en la Época Contemporánea. El aporte que hace a la cultura occidental es la reflexión sobre la obra de arte en la época del predominio de la técnica en los asuntos humanos. Cómo la contemplación del aura de la obra de arte procede en su origen ligado al culto, primero se contempla en la esfera de lo mágico y más tarde en el culto. Por tanto, el rito es la manifestación en el que la obra de arte tuvo su valor originario. Expresa Benjamín que el halo de lo ritual entra en crisis con la reproductibilidad técnica de la obra de arte y su no retorno con la aparición de la fotografía.  Que luego se profundiza en el cine, un medio que se vale de las imágenes o, basado en la fotografía.

Así que, la imagen del culto, pertenece a otra esfera ontológica, esto es, su acercamiento obedece a múltiples mediaciones y actos especiales. Que, por así decir, exaltan su carácter esotérico y lejano. De ahí que los procesos de secularización de las sociedades occidentales, hacen compleja la irrepetibilidad de las obras de arte, que se desplazan de lo esotérico al ámbito de lo exotérico. Ora, lo irrepetible del creador, lo natural del “genio” o, el culto profano a la belleza, toman el espacio del uso ritual.

En este orden, la reproducción de la obra de arte, rompe el proceso del culto o, del rito, y la autenticidad de ésta entra en crisis; porque el aquí y el ahora, que sustentan la autenticidad, pierde relevancia. Desde esta inflexión de la reproductibilidad de la obra de arte, se constata la forma de existencia de las nuevas artes, es decir, la fotografía y el cine. Aquí prevalece el umbral expositivo sobre el umbral del culto. Desde este momento las formas de apropiación que caracterizan a las artes de la reproductibilidad técnica, permiten una visión ampliada y generalizada, donde lo importante es mirar, ser visto y hacer ver. Y, este cambio de percepción y visión sólo es posible en la sociedad y la cultura de masas. No se trata de que unos objetos de arte tengan o no aura, sino que se dan otras condiciones sensibles de los seres humanos y poseen su propia historicidad.

Podemos decir que las obras de arte únicas e investidas de aura, por el paso de lo mágico o ritual a lo secular, de una parte; y a vivir un proceso de “desauratización” determinado por su reproducción técnica, implica que el valor y el sentido de las obras de arte, no es esencia inmutable, sino que está concatenada a su materialidad –que sufre deterioro y cambios en el transcurso del tiempo-, y a las relaciones de propiedad y a las reproducciones que se han hecho de ella. Que el valor de la obra no está inscrito en ella de una vez y para siempre, sino que el devenir del tiempo lo constata.

Benjamín piensa que, dentro de largos períodos históricos, junto con el modo de existencia de los colectivos humanos, se transforma también la manera de su percepción sensorial. Que la percepción sensorial no ha quedado incólume en el devenir del tiempo histórico, sino que responde a las necesidades materiales y espirituales de los colectivos humanos. Critica la idea de la esencia inmutable de la obra de arte, independiente de las condiciones históricas, sociales, económicas, técnicas y culturales, que influyen en la producción y la percepción de ésta.

De otra parte, reflexiona sobre la estética como filosofía del arte. En él lo importante es observar las transformaciones que atraviesa el arte en los diversos periodos históricos y, en el caso que le concierne, percibir el declive del aura en la época que están determinadas por la reproducción técnica. Se propone, en última instancia, un retorno a la estética como reflexión de la percepción sensorial y, a la vez, su relación con los fenómenos socio-políticos en la sociedad y la cultura de masas, que pone de relieve la pérdida de la autonomía del arte.

Pero a partir de la fotografía y el cine, observa la necesidad de una reformulación de la concepción tradicional del arte. Aunque la imitatus (la imitación) siempre ha sido parte de la obra de arte, la imitación del discípulo al maestro o, las técnicas como la imprenta y la litografía. Pero la fotografía y posteriormente el cine hacen un punto de inflexión en el proceso de reproducción técnica de la obra de arte. Así que, en el pasado el concepto de autenticidad se relaciona al significado estético de una obra de arte que se refiere al momento inicial de su creación. Así, este punto de vista posibilita distinguir el original de una obra de arte de una copia. Además, con la técnica mecanizada la distinción entre una película o, una fotografía original, pierde sentido. Porque la obra adquiere lo que llamamos ubicuidad que la arranca del espacio-tiempo de la tradición.

Ahora bien, según Benjamín, lo que se marchita en la época de la reproductibilidad técnica es su aura. Que define como la aparición única de una lejanía por cercana que pueda estar. ¿A qué se refiere Benjamín con el quiebro del aura en la reproductibilidad técnica de la obra de arte? Que la trama espacio-temporal en que la lejanía (lo esencial, lo primordial) se hace presente en un aquí-ahora, decae la cualidad mágica del arte de producir experiencias únicas e iluminativas.

De ahí que el carácter aurático de la obra de arte no ha sido el mismo en todas las épocas de la historia del arte occidental. La desaparición del valor de culto de una obra de arte da paso al valor exhibitivo. Posibilita que, a partir del Renacimiento, las formas estéticas profanas se ponen al servicio de la belleza; ahora, en el mismo orden, el rito se seculariza y predomina el valor exibitivo de la obra de arte.

En el sentido profundo de la palabra, este tipo de lenguaje técnico no deja huellas, al hombre le han borrado sus huellas sobre la tierra. Porque esta alta civilización técnica y de masas, lo convirtió en número o en objeto. De ahí que sea huérfano del mundo y de sí mismo; alienado de su existencia y de las cosas, del trabajo y la libertad. Benjamín piensa que, dentro de largos períodos históricos, junto con el modo de existencia de colectivos humanos, transforman la manera de su percepción sensorial.

 Critica la idea de la esencia inmutable de la obra de arte, independiente de las condiciones históricas, sociales, económicas, técnicas y culturales, que influyen en la producción y la percepción de ésta. De otra parte, reflexiona sobre la estética como filosofía del arte. En él lo importante es observar las transformaciones que atraviesa el arte en los diversos periodos históricos y, en el caso que le concierne, percibir el declive del aura en la época que están determinadas por la reproducción técnica. Se propone, en última instancia, un retorno a la estética como reflexión de la percepción sensorial y, a la vez, su relación con los fenómenos socio-políticos en la sociedad y la cultura de masas, que pone de relieve la pérdida de la autonomía del arte.

 Así que, las diversas formas estéticas del siglo XX revelan que la realidad propiamente dicha ha derivado a ser funcional. La cosificación de las relaciones humanas, por ejemplo, la fábrica, no revela ya las últimas entre ellas. Por tanto, es un hecho que hay que construir algo artificial, fabricado. (Benjamín). Por lo cual, Benjamín invita a leer e interpretar la realidad teniendo presente un ligero desplazamiento de acento.

La técnica ha evolucionado tanto, al igual que su reproducción, hasta el punto de convertirse en lenguaje mundial. De ahí que las imágenes no sean simples ilustraciones, sino lo principal. Los efectos que ellas causan son más fuertes que las palabras. Las ondas en sí carentes de lenguaje, están a disposición de cualesquiera texto o imágenes, que golpean con la virulencia de la ola al romper. (Ernst Jünger). Por eso, en el estilo de la reproducción técnica de la obra de arte y la fotografía, no hay en ellas magia, con la técnica basta. Ésta ha degradado el sentido auratico y mágico de las cosas y la vida.

En este orden, el aura sólo se puede captar a través de las imágenes, la alegoría, la melancolía y la memoria. Pero sólo se puede llevar a cabo a través de las imágenes lingüísticas y la relación entre los signos y la realidad, objetos de reflexión de la filosofía del lenguaje. Entonces, ¿cuál es la tendencia de las sociedades de masas? Que el desmoronamiento del aura nos ayude, a saber, acercar espacial y humanamente las cosas y a superar la singularidad de cada cosa en la reproducción.

Desde la reproducción se le puede quitar la envoltura a cada obra y, esto significa, triturar su aura. Así el color, la sombra, la forma, los trazos, la mancha se concatenan al auge de las colectividades y su reproducción masiva de mercancías. De otra parte, el ámbito plástico como el de la teoría desembocan en el aumento de la importancia de las matemáticas y la estadística. En la actualidad el desarrollo técnico y el auge de la sociedad de masas y de la cultura de masas, se relacionan con el tiempo abstracto; o, en otras palabras, con relaciones de fuerza, de dominio y de control.

En esta alta época de desarrollo técnico y de masas, el arte no es ajeno sólo a la reproducción técnica de las obras de arte, sino que también se convierte en un instrumento político donde se expresan relaciones de poder y de fuerza. El arte y la cultura como instrumentos de dominación en una época de sociedades de masas y de cultura de masas, que no están preparadas para la percepción, el análisis y el juicio estético de los fenómenos naturales, sociales o individuales. Se necesita entonces que la sensibilidad y el espíritu se eleven por encima de las necesidades biológicas de los seres humanos y desvelen mundos alternativos al que vivimos. Un mundo más bello, más justo, más libre y más humano; sólo así el ser humano ocupa el lugar que le corresponde debido a su nombre.

                                           Madrid-España a 18/09/2021

lunes, 13 de septiembre de 2021

 

                                          EL MIEDO        

 

 Antonio Mercado Flórez. Filósofo y Ensayista.  

 

En la historia moderna de Occidente, la degradación del hombre se relaciona con un simbolismo rastrero y degradante. El nazismo, el fascismo, el nacionalcatolicismo, el autoritarismo de Latinoamérica en el Siglo XX, se valen del miedo, el sufrimiento y el dolor, para degradar al otro mental y físicamente. El nacionalismo y el populismo en la actualidad, se valen del miedo para implementar políticas homófonas y discriminatorias, que erosionan la cohesión social y la democracia. No hay libertad con miedo. Porque la libertad es la lucha contra el hambre, las injusticias sociales, las desigualdades entre los seres humanos, la violencia, la corrupción, y también la búsqueda de un mundo mejor, más justo e igualitario.

No es anómalo decir que el miedo se ha situado en el pálpito de la vida actual. Existen países donde se responde a las apetencias de la sociedad con la fuerza y la coacción. En este orden, el poder se concatena con maquinaciones malvadas, que expresan la descomposición de los recursos económicos, sociales y políticos de la sociedad. El miedo se convierte en elemento constitutivo del nacionalismo y el populismo actual. Que, de una u otra manera, se escurre y se expande en el Estado, las instituciones sociales y políticas, que expresan las atrocidades del Gran Poder. Entonces vemos a la persona particular entregada a las potencias del miedo, del odio y la discriminación. Y esto es grave en un Estado democrático Social de Derecho.

Puedo asegurar que la guerra que se libró en Colombia, en la segunda mitad del Siglo XX destruyó generaciones de talentos morales, éticos e intelectuales. Y, dejó a la vera del camino como escombros humanos, a muchas de las mejores personalidades del futuro del país. De ahí que todo lo que causa miedo, dolor y sufrimiento afecta nuestra sensibilidad, el pensamiento y la creatividad. También los centros vitales de la sociedad, la cultura y la civilización. Por eso, para luchar contra el miedo es necesaria la Palabra, el dialogo, el respeto a la vida, la justicia social y la paz.

El miedo es un síntoma de nuestro tiempo. Síntoma de una enfermedad que padecen todos los seres humanos, bien inoculadas por las fuerzas del Gran Poder, el dinero, los medios de información, los partidos o los Sistemas Políticos. Así, estos síntomas confirman que la consternación causada por el miedo es tanto mayor en cuanto que ese miedo viene acompañado de imágenes en movimiento, de palabras sin contenido o por balas y puñales que atraviesan el cuerpo humano. Pero los que causan miedo desconocen que, en su defecto, generan tanta impresión que arman al espíritu, para poder confrontarlo con tenacidad, o con ternura, o con amor, o con pasión, o con la libertad que llama desde lo hondo de la Condición Humana. En tiempos como estos es necesario que acudamos a la imaginación, al pensamiento, la experiencia, la cultura y la libertad.

En un artículo de 12 de Sept de 2021 del País – España, Joaquín Estefanía escribió: El miedo ha sido históricamente uno de los aliados más fieles de la extrema derecha, que intenta que la población viva inmersa en él. El miedo como arma de dominación. La creación artificial de atmósferas de miedo obliga a los ciudadanos más concernidos a blindarse, ya que trata de desarmarlos y paralizarlos en su acción pública. El historiador británico Tony Judt que estudió el ambiente de temor en Europa en el período de entre guerras mundiales, escribió una especie de testamento intelectual (Algo va mal; Taurus) en el que teorizó sobre la enfermedad social del miedo. Allí rebatía la tópica idea que el miedo es libre y describía cómo las crisis (políticas, económicas, sociales, de identidad…), lo multiplican por mil. En circunstancias difíciles como la que vivimos, el miedo resurge como un ingrediente activo de la vida de las democracias.

De lo que sí estamos seguros que el miedo tiene muchas máscaras como el demonio. Miedo al otro como diferente a Ti o a Mí, al extranjero que viene a quitarte el puesto de trabajo, al creyente de otra religión, al color de piel, de lengua o cultura allende de la occidental, a la velocidad del cambio tecnológico, a la exclusión social en la distribución de la renta y la riqueza en las sociedades del conocimiento, a la globalización y al multiculturalismo, a perder el control de las circunstancias y las rutinas de la vida cotidiana, al poder político que no responde a las verdaderas necesidades materiales, morales y espirituales de la sociedad, al autoritarismo que se viste con el traje del populismo y el nacionalismo. Miedo a manejar responsablemente la libertad, la capacidad de juicio y de pensar.

Así que, estamos lejos de dejar atrás los temores que nos acompañan desde la aurora de la humanidad, los temores del presente y del pasado, que desean controlar las vidas y domeñar las fuerzas del caos social, político, económico, religioso o cultural. De ahí que el miedo se presenta a la vida de los seres humanos como una segunda naturaleza; de ahí que quien vence al miedo es digno de la libertad y del poder que fluye de ella. En la actualidad predomina el miedo a hacer el ridículo y eso paraliza la acción, las reflexiones del pensamiento y las tomas de decisiones libres y sin coacción. Así, somos parte de una época de inseguridades y ésta produce miedo y éste diluye el tejido social, el Estado democrático Social de Derecho y el libre albedrio.

En Colombia, está latente en la atmósfera de la sociedad, el miedo a ser secuestrado, desaparecido, torturado, asesinado por fuerzas oscuras del Sistema o fuera de él; el miedo a los que propagan el odio, la fuerza, las palabras que torpedean las herramientas de la ley, las instituciones políticas o sociales. Es un deber moral y político desterrar de la vida cotidiana a los agentes que causan miedo. Estamos inmersos en el vaho oscuro y nauseabundo de aquellos que generan miedo en la sociedad; que despiertan en los ciudadanos los instintos de dolor y sangre que acompaña al hombre desde la aurora de la humanidad.  

George Steiner en el texto La barbarie de la ignorancia. Diálogo con Antoine Spire, dice lo siguiente: Freud creyó que el estrato entre cultura y barbarie era muy delgado. Como la costra de un volcán. Que jamás la cultura, la civilización podrían resistir a las pulsiones profundas de destrucción y sadismo. ¿Cómo el ser humano puede resistir las fantasías de destrucción, de aniquilación, de regresión animal a la barbarie? Si en la actualidad se ofrece a la vida cotidiana en los medios de información, las Plataformas Digitales, Twitter, WhatsApp; alentados por políticos nacionalistas y populistas de derecha o extrema derecha, que lo que desean es destruir la democracia y coactar la libertad desde dentro de las instituciones democráticas.

Por tanto, las redes sociales no están estructuradas, ni organizadas para crear consensos o acoger diálogos racionales. Tampoco para defender la libertad de expresión y la coexistencia pacífica en la vida real. En otras palabras, lo que buscan estos partidos de derecha o extrema derecha es crear caos, odio, violencia homófoba, la mentira como alimento mental, instintivo y espiritual para los ciudadanos. Por eso, debemos cuidar la democracia y la libertad como hace una madre con el recién nacido.

                                                           Madrid-España a 13/09/2021

jueves, 9 de septiembre de 2021


 Fragmentos acerca de Carta sobre el <<Humanismo>> de 

                                  Martín Heidegger.


Antonio Mercado Flórez. Filósofo y Ensayista.

 

El pensamiento de Heidegger es claro, el elemento primario del hombre en cuanto existente es pensar la verdad del ser. Es pensarla en el claro que adviene para que el hombre se aproxime a ella. Si éste no piensa la verdad del ser, el lenguaje no comunica los contenidos espirituales y se convierte en medio, algo exterior a sí mismo. Así pues, el lenguaje como imagen, como signo, como medio, sólo se sostiene por el Sistema General de la Información. Ya que el ámbito en el que transcurren las noticias es, el que verdaderamente importa. Como en la política lo importante no son los hechos, sino las opiniones; en la información rápida y simultanea lo que interesa no es la palabra, sino la imagen. Esa constancia que hay entre noticia y noticia tiene distractores, que evidentemente justifican el Sistema General de la Información. Como las Plataformas Digitales, las Redes Sociales, Twitter, la T.V., etc. Que responden a relaciones de poder y saber, del Estado y las instituciones, los grupos de presión expresados en el Gran Poder.

Benjamín opone a la velocidad de las imágenes y de la información, la narración. Se trata que en la narración se desande lo andado; que toda narración llegue hasta el punto del origen. Volver al origen y volver a empezar. Como hacen los niños en los juegos, la repetición posibilita la alteridad y la diferencia con el anterior. En la repetición se esconde la magia y la riqueza de la imaginación. Para Benjamín la narración asume el valor de eternidad. Porque el narrador y el tiempo, la palabra y sus elementos, siempre son diferentes. Aquí descansa la riqueza del pensar y del lenguaje, la imaginación y la experiencia. Mientras exista alguien que narre es un volver a empezar. Es la figura del eterno retorno de lo mismo, de Nietzsche. El tiempo cronológico se fragmenta y el presente hay que pensarlo desde el origen.

El pensar que pregunta por la verdad del ser y al hacerlo determina la estancia esencial del hombre a partir del ser y con la mira en el ser no es, ni ética ni ontología. El pensar consiste en rememorar al ser y nada más. El pensar ha sido arrojado por el ser a la guarda de su verdad y reclamado por ella, dicho pensar piensa el ser. Entonces, ¿cuál es el asunto del pensar? Guardar la verdad del ser y relacionar la esencia del hombre y la verdad del ser. El pensar trabaja en la construcción de la casa del ser que, como conjunción del ser, conjuga destinalmente la esencia del hombre en su morar en la verdad del ser. En Heidegger el pensar se circunscribe al espacio del ser y se refiere a éste en cuanto tal y nada más. El pensar no asume la función crítica del ser, ni del ente (partidos políticos, gobiernos, la sociedad civil libre y democrática o, un régimen totalitario, etc.). Así, la morada donde habita el ser (el lenguaje), no sólo es el hábitat de la esencia del hombre, sino también el medio de elevar el espíritu y el pensamiento, a su responsabilidad histórica. Para Heidegger, cuando el pensar representa a lo ente, a lo que se refiere es al ser. Pero lo que piensa de verdad y en todo momento es lo ente como tal y jamás el ser como tal. Entonces, la pregunta por el ser sigue siendo la pregunta por lo ente. Es decir, por las cosas existentes en el mundo –una casa, un coche, una piedra, un rio, un partido o un régimen político.

En el momento actual al asunto del pensar le corresponde la pregunta por la técnica. Como fenómeno originario de todo ente en el mundo de los entes. La pregunta por la técnica entonces posibilita la pregunta por las figuras de lo ente. Partiendo de la esencia del ser y pensada de modo adecuado y conforme a su asunto, un día podremos pensar qué sea <casa> y qué <morar>. Ahora, ¿qué aclara la pregunta por la técnica? Heidegger, en el texto La pregunta por la técnica, tiene presente tres principios: la determinación especifica de la época, la carencia y la reorientación. Desde una perspectiva metodológica, su reflexión no se reduce a la solución ni a la superación del problema de la técnica en la época actual. Se trata, por así decir, confrontar la penuria, el peligro, la carencia. Hacer frente a la penuria de la experiencia, del espíritu, de la imaginación, del lenguaje, del pensar o, de la condición humana. En este orden, el dominio de la técnica coincide con la penuria, que es, a la vez, vecina del peligro. Quien vive en la penuria, no sólo está al borde del peligro, sino de dejarse llevar por los espejismos de ésta.

En este orden de ideas, el hombre experimenta un vació enorme y al hacerlo, se convierte en una pieza más del engranaje. El ser humano cree que todo lo controla, pero la situación que vive es de pobreza total. De penuria materia, mental y espiritual, por así decir. Ora, <<la penuria es la <<ausencia de penuria>> en la vasta extensión de lo disponible>>. La disposición de recursos del hombre moderno, lo condujo a su miseria espiritual, mental y física. En medio de la abundancia, abunda la miseria, uno de los fines del hombre moderno. Aquí podemos darnos cuenta que, dentro del engranaje del sistema capitalista, el predominio de la técnica, cumple funciones establecidas por el Gran Poder y las selectas minorías. Además, al peligro que representa la técnica en la actualidad, al mundo de las existencias humanas desvela que cerca se ilumina lo que salva. Por tanto, podemos percibir en él un otorgar, un revelar, la carencia de las herramientas conceptuales, de la imaginación o, de la estética, para revelar la verdad misma de la esencia de la técnica moderna. El mundo moderno es pobre, demasiado pobre, en la percepción y la reflexión de la Condición Humana: el amor, la amistad, la solidaridad, la igualdad, lo justo, la violencia, la guerra, el respeto a la otredad y la diversidad, a la vida, los derechos y libertades del ser humana.  

Para Heidegger, estamos indefensos ante el poder que otorga la técnica, desnudos y desamparados ante ésta como instrumento de poder y de saber. Así pues, la tecnología es la forma en que el ser se manifiesta en la época actual. Además, por la primacía de la técnica en la vida del ser humano, el hombre experimenta los seres que lo rodean como objetos o números que puede someterlos a su control. Como consecuencia la tecnología se hace posible. En la actualidad el dominio del hombre sobre la naturaleza o, del otro hombre está determinado por la técnica. La tecnología en la actualidad se convierte en instrumento de dominio y control. El poder de la tecnología es <<planetaria>> en el sentido que esta manifestación del ser abarca todo el planeta y afecta la relación del hombre con la naturaleza, al propio hombre y al universo. De ahí que todas las <<figuras>> del ser en el planeta son abarcadas por la tecnología. En un mundo como el actual, es necesario el pensar, la imaginación y las <<formas>> estéticas, porque implican una respuesta auténtica del hombre a la revelación del ser. El cuestionamiento dice Heidegger es la piedad del pensamiento. Platón dijo: una vida que no se cuestiona no merece vivirla.

La reflexión de Heidegger en la historia de la metafísica occidental tiene presente, el <olvido del ser>. Por eso, la <<era de la técnica>> y el <<final de la metafísica>>, pertenecen al tejido de la historia de la cultura occidental. En Heidegger, el último estadio de la metafísica como olvido del ser viene dado por la filosofía nietzscheana de la voluntad de poder. Con ella el subjetivismo moderno llega a su máxima expresión. Piensa que la diferencia entre ser y ente se había perdido en la diferencia entre objeto y sujeto. Así que, la voluntad que se quiere a sí misma y lo es todo, es la última fase de esta sustitución. Al dominio de la voluntad de la voluntad se le puede llamar <<técnica>>. El superhombre, figura de la voluntad de poder, se expresa en el dominio mundial del hombre tecnificado. En otras palabras, del mundo técnico y del colectivo técnico, expresado en el Estado técnico absoluto.

Así que, el control de la técnica sobre el hombre, no puede reducirse sólo a algo técnico. En el dominio técnico de la vida, el humanismo salta por los aires como una costra seca, porque éste se entiende como el dominio del hombre sobre sí mismo. Lo cual en la época actual no se da. El dominio del hombre sobre sí, es otorgado a la función técnica. Técnica y humanismo son dos expresiones de la esencia de la técnica. Así que, la planificación de la vida – que corresponde con la objetivación, la numerificación, el pensar representativo, la abstracción, las imágenes en movimiento y el conocimiento científico-técnico - nos llevan a creer, que sabemos darle un orden a las cosas y la vida; incluso conseguir la felicidad. Aquí en este espacio socio-cultural, científico-técnico, político-económico- el libre albedrio, el orden de las cosas y la vida, se convierten en falacias del Gran Poder.

 Así pues, el mundo del artificio crea la ilusión de libertad, de autonomía de la voluntad y de felicidad del ser humano. Y, el Gran Poder induce al hombre a caminar por un desfiladero estrecho y funesto que lo conduce al vació total. Nos compelen a vivir en la esfera de la consciencia, de las relaciones artificiales, del dinero bancario, el consumo y, nos ocupamos de manera exagerada a pensar en la situación en que vivimos. Se trata, en última instancia, de arrebatar al hombre la capacidad de asombro y de soñar. Este tipo de hombre que responde a las apetencias de la técnica y del Gran Poder, no se arriesga a desandar lo andado o, a caminar por caminos no transitados.

Ernst Jünger pregunta: ¿qué será lo que el Weltgeist, el Espíritu del Mundo, ¿tendrá reservado hoy para sus soñadores y durmientes? Se trata de crear la ilusión psicológica que la condición humana es soportable para todos; lo cual es mentira. Es, uno de los senderos que ha de transitar el pensar reflexivo, develar las mentiras del poder. Reflexionar que la esencia de la técnica se extiende por doquier, la política, la economía, la cultura, la ecología, participan de esa esencia.

Lo que es lo mismo, es en el concepto cognitivo en lo que se basa toda fabricación y producción. Lo que interesa no es el movimiento de las manipulaciones de los instrumentos como actividad, sino entender los procedimientos técnicos. De ahí que la esencia de la técnica porte en sí la iluminación y la verdad del ser. Por tanto, las esferas de la esencia de la técnica no son indiferentes al arte, la literatura, la música, la poesía, al lenguaje, la filosofía y a la cultura en general. De ahí que hay que percibir la técnica como instrumento y la esencia que la determina, en su cultura.

 

                                            Madrid-España a 07/09/2021

 

Nota: Estos fragmentos hacen parte del libro que escribo referente a la Carta sobre el <<Humanismo>>.