lunes, 18 de febrero de 2019

REFLEXIÓN SOBRE COLOMBIA.

 


                              



                                        La política de seguridad de Duque,
                                          una copia para cometer errores.
                                          (El País, 12 de Febrero de 2018).



Antonio Mercado Flórez.


Dice El País de Madrid-España, que el Presidente Iván Duque lanzó la Política de Defensa y Seguridad (PDS), un documento que refrenda lo que dijo en campaña electoral basado en el miedo y la inseguridad: una promesa de luchar contra el crimen y combatir todo aquello que transgreda la legalidad y la legitimidad del Estado, el quehacer político y social de los colombianos. Entre ellos el problema con Venezuela y la seguridad fronteriza en particular.

Así, dentro de las políticas de seguridad nacional están las del cambio climático y la política territorial del Estado; o, lo que es lo mismo, se entiende la seguridad más allá de la presencia militar y policial. De ahí que, las amenazas se aglutinen en sectores creadores de violencia: el ELN, el Clan del Golfo, las organizaciones criminales y las economías ilegales. Pero, a la vez, existe otro tipo de amenazas: la ciberseguridad, la protección de los sistemas de información y puntos vulnerables del país. También, incluye los crímenes trasnacionales y la amenaza que representan los regímenes no democráticos y la presencia de potencias que no son de la región.

Ahora, se contempla el Plan de Acción del Estado, que prácticamente es idéntico al Plan Consolidación que se creó en la administración Uribe (2002-2006 y 2006-2010). Dicho plan fracasó porque se constituyó en un instrumento de espiar a la población dirigido por los las Fuerzas Militares. Así, la población civil se excluyó del control y las tomas de decisiones. Como en un régimen totalitario se utilizaba a la población para sacarle información de la contraparte y así, controlar a la sociedad de lo que el poder consideraba políticamente incorrecto o ilegal.

Así, el PDS del Presidente Duque, es ambiguo y cuestionable, porque vulnera la libertad, y los principios fundamentales de la Constitución de Colombia. También los derechos humanos de los colombianos. Y si se crea la Red de Cooperación como se creó en la época de Uribe, sería un exabrupto. Ya que todos los colombianos sabemos que se extendió a los <falsos positivos>, a <ejecuciones extrajudiciales> y violaciones de los derechos civiles y políticos de las personas. Esto es sumamente grave en un Estado democrático Social de Derecho.

El PDS es un documento que no reconoce la reducción de los índices de violencia, por el Proceso de Paz del Presidente Juan Manuel Santos. Sino que da todos los méritos a los dos gobiernos de Álvaro Uribe. Es un documento tangencial y le falta objetividad histórica. Es importante recordar que, ya no vivimos en el plano inmanente de los instintos o de la sinrazón de la violencia o del odio, sino de acuerdo con los valores que consideramos condiciones básicas la existencia. De igual modo, se trata de eliminar al ser humano del centro de las cosas y extraerlo de las estructuras objetivas de poder, y desmontar al individuo y reducirlo a simples impulsos.

Se trata de tener consciencia que el mundo ya no nos pertenece. “Ni siquiera este tiempo transitorio, este terreno provisional, este cuerpo caduco en el cual y por el cual vivimos”. Entonces, ¿qué nos pertenece en la futilidad de la historia y de la vida? La objetivación del mundo y de la existencia como venganza y el destino de convertirnos en número o en objetos. El Gran Poder abre un abismo entre la razón humana y la vida humana que imposibilita tender puente, “pues la existencia misma del abismo y su naturaleza” coartan la libertad de actuar y de existir. Por tanto, el poder que trata de legitimarse mediante la masa, el Estado y las instituciones, elimina cualquier forma de existencia superior, de crítica y de reflexión de la realidad. Este es el fenómeno del siglo XXI.

En los últimos años en Colombia “no es el lamento lo que se perdió / Ni la nostalgia, sino la expresión de la propia perdida”. La expresión de la pérdida en su cultura como objeto de indagación. Por eso, no se trata de matarnos entre los colombianos, ni poner nuestro territorio como plataforma de guerra contra Venezuela, a favor de EE. UU. Sino de respetar la Constitución Nacional, el Derecho Internacional, el Orden Jurídico y la hermandad con el pueblo venezolano. Porque sabemos cómo empieza una guerra, pero no sabemos cómo termina. Más allá del Régimen o el Sistema de gobierno venezolano, lo que debe primar es la sensatez, el entendimiento, el dialogo entre las partes, para resolver el conflicto. Ora, tengamos presente a Iraq, Afganistán, Siria o Libia. ¿Es cierto que los seres humanos estamos destinados a repetir algunos hechos de la historia? Desde los griegos hasta la actualidad, lo que han arrastrado los pueblos tras de sí, son las desgracias, los sufrimientos, la sangre, el dolor y la muerte.

Dr. Iván Duque Márquez:

Los colombianos no tenemos ningún problema con los venezolanos; porque en tiempos de violencia y de guerra quien muere es, el pueblo desprotegido y solo. No los poderosos que juegan con la vida de la gente sin importarles el destino que les espera. En nombre de la democracia, la libertad, el hambre, la injusticia, no se puede devastar, arruinar, asesinar, y que la guerra que se viva deje solo un montón de ruinas humanas y materiales tiradas a la vera del camino. De este modo, tenga presente que la soberanía es una cuestión de dignidad de las personas y no solo cuestión de Estado y del ejercicio del poder. Ahora ¿cuál es el nombre de la impronta que deja el gobernante en la memoria de su pueblo? La ética. Ya que, esta es individual, ineludible y al mismo tiempo comunitaria y mítica. Cervantes dijo en El Quijote, que para un buen entendedor pocas palabras bastan.