domingo, 2 de junio de 2024

El problema de la libertad en el Mundo Moderno


 

Antonio Mercado Flórez. Filósofo y Pensador.

 

Heidegger resalta que “la filosofía se convierte en una técnica de explicación a partir de las causas supremas. Ya no se piensa, sino que uno se ocupa con la “filosofía”. Esa labor se presenta ahora con la máscara de los “ismos”. Que intentan superarse entre sí. El dominio que ejercen estos títulos no es fruto del azar. En la Edad Moderna se basan en la peculiar dictadura de la opinión pública. Así, pues, “lo que se suele llamar “existencia privada” no es en absoluto el ser-hombre-esencial, o, lo que es lo mismo, el hombre libre.Aquel que advierte reflexivamente el camino en que se halla emplazado y responde adecuadamente.

Aquí nos encontramos con una forma de revelación, y es en este sentido como cabe hablar de destino. En esta esfera el lenguaje de la revelación pasa a la escucha; y la libertad se refiere a esta capacidad de escuchar. Asimismo, el único hacer de la existencia privada, es, negar la esfera pública. Así que, lo público oculta lo privado en las esferas que despliega: la política, la economía, la educación, lo jurídico, lo técnico, lo religioso, lo científico o lo cultural.

Por tanto, la existencia-del-hombre-esencial es, la del hombre libre. En la Época Moderna lo que está en juego es la libertad. La lucha por la libertad configura una idea nueva de ésta. En esta época se despliegan poderes que van más allá del hombre particular, “en que sólo unas pocas potencias tienen capacidad de adoptar un comportamiento estratégico político que, apoyándose en los grandes medios de combate, estén a la altura de unos objetivos planetarios”. (Heidegger). La lucha por la libertad será posible, en cambio, en todos los lugares de la Tierra. Parece que estuviéramos inmersos en un dinamismo que induce inexorablemente a la extinción de ésta. Pero es comprensible la situación en la que se encuentra el hombre de hoy, entrega la libertad por la seguridad. Sentirse seguro de la crueldad, el dolor, el sufrimiento, el odio, que se convierten en parte constitutiva de las instituciones.

Sentirse seguro de los que rompen el pacto social, del radicalismo religioso, del extremismo ideológico, del nacional-populismo, los terroristas, los paramilitares, el autoritarismo y los avatares de la existencia. En el Mundo Moderno la libertad se depositó en el Estado y sus instituciones políticas, económicas, sociales, administrativas, religiosas, policivas, militares, de seguridad y culturales. En su devenir diversas formas de dominio y control, se configuraron. “Este mundo ha cambiado y sigue haciéndolo, y lo hace por necesidad; más con ello ha cambiado también la libertad; no ha cambiado en su esencia, desde luego, pero sí en su forma”. (Ernst Jünger).                                                                                                                                                                                                   Parece que ganara terreno cada día la extinción de la libre voluntad o del libre albedrio. Se impone el querer de la voluntad que se quiere así misma, como voluntad de poder y de saber. “En la voluntad se esconde también el ser como voluntad de poder”. “En este orden de ideas, el automatismo parece quebrantar con gran facilidad, como si lo hiciera jugando, lo que queda de la voluntad libre. Se ha llegado a una concepción nueva del poder, a unas concentraciones de poder inmediatas, vigorosas. Para poder plantarles cara se necesita una concepción nueva de la libertad, una idea que no tiene nada que ver con los desvaídos conceptos que hoy van asociados a esa palabra”. (Jünger). 

Por la técnica vivimos una época en que la libertad se ha domesticado y diluido no sólo en el huero concepto de sí misma, sino en las relaciones de fuerza –del Estado y sus instituciones, del Gran Poder o los big data, las imágenes en movimiento o los números. Cada vez gana terreno en la sociedad, la uniformidad y la estadística. Así que asistimos a una época de vigilancia constante del Estado técnico absoluto. La libertad dejó de ser en el ámbito público, una “Figura” del ser y del hombre. Aquí deja de pertenecer a la esencia del hombre libre e independiente, “autor” de su propia vida. “El ser humano ha de saber cuáles son aquellos puntos donde no le es licito traficar con su decisión soberana”. (Jünger).

 Estamos asistiendo por la primacía del Estado técnico absoluto, el recorte de las libertades y el autoritarismo en algunos países, a que haya un punto de inflexión en la vida privada y la vida pública. Porque el populismo, el nacionalismo, el racismo, la xenofobia, el autoritarismo, se correlacionan con la desaparición del “sujeto”, del “Yo”, como protagonistas de la historia actual. De otra parte, el Capitalismo Global desea romper los lazos comunitarios de la vida. En países como Hungría, Polonia, Rusia, EE. UU, desean destruir el Humanismo y, la modernidad ilustrada, que toman como principio fundamental al hombre de carne y hueso: como individuo de acción y de reflexión crítica; con capacidad de análisis y de teorización del mundo; y su poder para transformarlo. Y, esto es sumamente grave en el momento actual.

Vuelvo y repito, el devenir de partidos autoritarios, la derecha, la extrema derecha, el populismo, el nacionalismo, el autoritarismo, la xenofobia, el rechazo al otro y a la inmigración; requieren un Estado democrático Social de Derecho que defienda la libertad de prensa y de expresión, la independencia y la crítica de los medios de información, la lucha contra la corrupción y un sistema judicial imparcial. De esa forma se defiende la modernidad ilustrada y la democracia.

También no olvidar que, en Carta sobre el <<Humanismo>>, Heidegger aparca los principios de la democracia liberal, los valores del mundo burgués; y prioriza el nacionalismo alemán, el espíritu alemán, y el Estado técnico totalitario que niega las libertades y los derechos fundamentales del ser humano. Recuperar, en última instancia, la grandeza destinada del pueblo y la tierra alemana. Esto nos llena de consternación al ver que algunas veces, el pensamiento realiza tareas repugnantes, obscenas, “donde lo racional impensado presta curiosos servicios”.

Estamos entregando la libertad a los instrumentos técnicos y desnudos nos precipitamos a los brazos del Gran Poder. Así que, “el peligro está en que el hombre confíe demasiado en las ayudas de otros y, cuando faltan aquellas, quede desvalido. Todas las comodidades hay que pagarlas.”   El hombre ha de ser consciente que no ha de perder la esperanza que mora él y la fuerza intima que destruye las barreras del tiempo. Esa impulsa allende de las murallas del tiempo y del espacio, y así podemos asistir al Ser, a los Dioses o, a las Musas.

En esta civilización técnica las seguridades y el miedo funcionan cual muros de contención, así los hombres se conforman con lo establecido. Para que el hombre salga adelante necesita ser libre, al amparo del pensamiento y las formas estéticas. Así puede analizar, criticar y trascender el ser que oculta la voluntad de poder y, al tiempo posibilitar caminos y umbrales que permitan percibir y entender la vida y el mundo al que pertenece. Romper las murallas del tiempo-ahora-continuo para poder enfrentar el enigma de la existencia.

Esas herramientas las posibilita la literatura, el arte, la música, la religión, la filosofía y el encuentro con Dios. En otras palabras, la teología o, las Humanidades. En su defecto, se revelará el ser de la vida, la naturaleza y lo divino, que mora en todos y cada uno de nosotros. Es decir, el Absoluto. Sólo basta que el ser humano se detenga a la orilla del camino de lo fugaz y automático, para que observe y escuche la armonía entre Hombre y Mundo, Hombre y Dios. Porque los signos de lo divino, lo bello y lo eterno, moran en el interior de todos y cada uno de nosotros. Aquí el mundo y la vida se revelarían con un rostro estético y sagrado.

Hay que tener presente que el problema de la libertad está implícito y, a la vez manifiesto, en el pensamiento filosófico de la Grecia Antigua hasta la actualidad. Y, Heidegger no es indiferente a él, como Descartes, Spinoza, Leibniz, Schilling, Fichte, teniendo presente también a Kant y G. F. Hegel, en su pensar y su traza filosófica. Así, la corriente del pensamiento metafísico moderno se caracteriza, por su interés en el problema de la libertad. Además, la libertad en el pensamiento moderno filosófico aparece como un problema metafísico. Para Kant, por ejemplo, la libertad se convierte en la piedra del ángulo que fundamenta y sostiene el edificio entero del sistema de la razón pura.

Recuerda Alejandro Vigo (Universidad de Navarra), que ya en la Antigüedad, a partir de la época de la filosofía helenística, se plantea el problema de la oposición entre determinismo y libertad, se percibe de inmediato la insatisfacción de esas dos posibles respuestas. Se buscan de inmediato estrategias de carácter compatible, entre las cuales destaca la correspondiente a la concepción estoica, tal como ésta fue elaborada, sobre todo, por Crisipo. Por su parte, en el ámbito de la filosofía moderna, el intento compatible más sofisticado e influyente ha sido elaborado, como se verá, el punto de referencia inmediato del intento de superación llevado a cabo por Heidegger. En tales modelos compatibles, ni la concepción de la libertad como un tipo peculiar de causa ni tampoco la concepción del “universo” o la “naturaleza” en términos de un entramado causal, incluso cerrado, son puestas en cuestión, ya que lo que se intenta mostrar es, precisamente, la compatibilidad de la “causa libre” con la admisión del carácter del sistema cerrado del sistema de las causas naturales.

Por lo mismo, en el contexto de dichos modelos compatibles, el problema metafísico de la libertad adquiere también una impostación de carácter fundamentalmente cosmológico, en el sentido preciso de que se trata pura y exclusivamente de intentar asegurar a la libertad su lugar dentro del “mundo”, vale decir, en el interior del ámbito total constitutivo del “universo” o la “naturaleza”. (Vigo),

Así que, el “problema metafísico” de la libertad inscribe el abordaje heideggeriano de ésta. Más precisamente, lo que Heidegger pone radicalmente en cuestión es el supuesto básico en el cual dicho “problema” se sienta, a saber: el ya mencionado enmarcamiento causal, que, en su carácter previo y fundante, desde el punto de vista metódico, determina desde el comienzo mismo la orientación básica que adquiere la consideración del fenómeno de la libertad, en la tradición metafísica que culmina en la filosofía de la Modernidad. (Vigo).

Asimismo, la filósofa Rossana Marotta en el ensayo: “La libertad como fin en Martín Heidegger”, piensa que, “la libertad es la voluntad de ser libre del ser hombre: no es nunca una voluntad incondicionada como una forma de autosuficiencia del yo, sino el sólo hacerse cargo de su falta de poder sobre la vida misma, en la cual se deja escuchar una voz que merece la pena recoger”. Y, prosigue: “La libertad, entonces, es la condición de posibilidad para el Dasein de alejarse de su facticidad, y sobre todo de su Verfallen por la realización de un proyecto: el único que pertenece a su “sustancia” pero también el único que se deja ver como un precipicio y como un abismo donde nunca se sabe cómo actuar”.

Así que, “como voluntad, el hombre puede ir más allá de su propio yo, hacia un ser que es ein Wesen der Ferne, en relación con la distancia”. “Sin embargo, el Yo deja de ser neutral para llegar a ser trascendencia entre sí, porque tiene que hacerse cargo entre sí, de los demás, y también del mundo en su totalidad”. La libertad posibilita que el hombre se encargue de sí mismo, del otro, de la historia, de la naturaleza y responda al llamado trascendente de la existencia en la Tierra: de Dios o la estética.

Hacerse cargo de su destino en la tierra, por eso, él es, el único ser que deja su impronta en la historia como un faro para que alumbre en la oscuridad del día técnico. Además, hacerse cargo de sí mismo, de los demás y del mundo y su realidad, posibilita que la libertad lleve a cabo su obrar. Por lo tanto, lo que busca la libertad consiste en que el hombre se redescubra a sí mismo y posibilitar que los demás seres humanos encuentren el camino de regreso dentro de sí, del mundo, de la historia; y el fundamento de la ontología, la pregunta por el ser, se devele en la raíz de la libertad.

En la filosofía heideggeriana “el Dasein de hecho es la medida entre Ser y Vida y, por eso la libertad es siempre deseada: porque se agarra a una paradoja imprescindible, es decir, se sitúa entre la cercanía material al mundo de las cosas y la inspiración de subir hacia un sentido del Ser invisible que nunca se puede aprovechar del todo. El deseo de libertad implícito a la naturaleza de ser hombre y la dualidad de estar cerca al mundo de las cosas y la inspiración de subir a un sentido del Ser invisible hace de ella algo fundamental en la vida del hombre. La libertad es la punta de una lanza y el Dasein el mango que mide la relación entre Ser y Vida. Es la libertad la que posibilita que el hombre devele el sentido del Ser y de la Vida, en el mundo de las cosas.

Por eso, la libertad se oculta detrás del Ser y posibilita que la Vida pueda ser vivida en la historia, el mundo y su realidad. En este orden, Hannah Arendt dice: “El hombre no se ha hecho a sí mismo como ser en el mundo, sino que su Ser ha sido arrojado a éste. Pero él intenta salir de éste su “estado de yecto” con su proyecto, adelantándose a la muerte que es su posición extrema. Sólo que “tanto en la estructura de su estado de yecto como en la de su proyecto, se encuentra en esencia una nulidad”. Pues, el hombre no ha entrado en el Ser por manipulación propia, y está claro que tampoco va a conseguir salirse del mismo por su cuenta. En otras palabras, el carácter del Ser del hombre queda fundamentalmente definido por aquello que el hombre no es, a saber, su nulidad. Lo único que puede hacer el sí mismo para convertirse en sí mismo, es asumir “resueltamente” esta facticidad de su Ser, con lo cual es, en su existencia, “nula razón de su nulidad”. (Arendt).

De ahí que Heidegger dijo en Ser y Tiempo, que el ser humano es formador de mundo” (Der menschist weltbildend). Y esa formación está fundada en la libertad. Las cosas hechas por las manos del hombre (una casa, un edificio, una carretera, un barco, una partitura musical, una novela, etc.), advienen al mundo por la libertad. Así, la libertad se convirtió en problema filosófico, histórico, político, cultura y, fundamento para comprender la cuadratura: Hombre-Mundo, Hombre-Dios. De ahí que pensar la libertad es, pensar la esencia del hombre, del Ser y del lenguaje. Además, la historia, la cultura, la técnica, la ciencia, el mundo como totalidad, descansan en la raíz de la libertad.

Podemos afirmar que, la acción es en cuanto destino de la libertad. Sin ésta la acción política se condiciona a los procesos históricos o al determinismo político. La libertad hay que blandirla como hace el guerrero con la espada; porque del manejo responsable de ella depende la justicia, la fraternidad, la convivencia pacífica, la educación, la cultura, los Derechos Humanos, la paz. El advenimiento de la libertad trae consigo el evento de la acción política. Huir a refugiarse en lo siempre-igual no lo exime de peligros. El peligro adviene cuando la libertad posibilita que la acción entre en discordia con lo establecido como verdadero. Que amenace al Estado y sus instituciones, que posibilite el pensar, el análisis, la crítica, de las relaciones de poder y de saber. Así pues, la libertad contiene en sí el catálogo de las cosas posibles que siempre está ahí – para que una posibilidad salga escena es preciso que se la acepte –al decir Ernst Jünger.

Ya es hora de desacostumbrarse a sobreestimar la política, la economía, la imagen o los leguajes digitales y, por así decir, no pedirles más de lo que pueden ofrecernos. En la actual precariedad y mediocridad del mundo es necesaria más acción y más atención a los fines de la política y de los políticos. Por eso la política se encuentra en vías de descenso hacia la pobreza de su esencia; porque priman los intereses del partido y del Gran Poder, sobre el bienestar y el progreso de la sociedad. Ahora vemos que las Grandes Empresas Tecnológicas (Amazon, Telefónica, Facebook, Instagram, etc.), se están convirtiendo en un nuevo Estado dentro de los Estados Modernos y, es sumamente grave para la libertad y la autodeterminación de los pueblos o las naciones. Ahora se trata de luchar contra un enemigo que nos vigila las 24 horas del día y se convierte en el Gran Hermano técnico y del mundo técnico, es decir, del técnico y del colectivo técnico.

Arendt piensa que, en los procesos históricos los períodos de libertad han sido relativamente cortos en la historia de la humanidad. Lo que permanece intacto en épocas de petrificación y ruina es, la facultad de la libertad misma. La capacidad de comenzar, que anima e inspira todas las actividades humanas. Y, constituye, por así decir, la fuente oculta de producción de las cosas grandes o bellas. Por eso la estética es la madre de la ética y de toda capacidad de juzgar. La libertad no es una virtud del hombre, sino un Don supremo que el hombre entre todas las criaturas de la Tierra crea. Pero es a través de la acción, cuando devela la luz que se esconde detrás del forro de los fenómenos históricos. Si es verdad que la acción y el comenzar son esencialmente lo mismo, una capacidad para realizar milagros debe estar dentro del rango de las actividades humanas.

Hannah Arendt piensa que la libertad no es algo esencial o natural al ser humano, sino que se adquiere en la pluralidad, la relación del ser humano con el otro o, los otros. Aquí la palabra libertad adquiere un significado político y social. Por eso hay que cuidarla y defenderla, ante la acción de los autoritarios, de los totalitarios, de los populistas o nacionalistas. Los gobiernos autoritarios o, totalitarios, afirman la voluntad de poder que elimina la fiabilidad en el otro y la libertad. Este “tipo” de gobernante no soporta el carácter imprevisible del otro o, de los otros; porque objetivan (en el Estado, la policía, las instituciones, los cuerpos de seguridad, el partido o, la ideología, etc.), la libertad, es decir, la posibilidad de fiarnos de nosotros mismos. ¿Saben por qué? Porque aman la uniformidad, la homogenización, la coacción, la discriminación, la intolerancia, la vigilancia, la violencia y el ejercicio del poder.

Por tanto, “el afán de dominio y la voluntad de poder del solitario brotan de la ambigüedad, de la duplicidad de sí mismo. En efecto, ésta tiene como consecuencia que el afán de dominio y la voluntad de poder sean tan insaciables e imprevisibles como lo son para nosotros todos los otros hombres”. (Arendt). Es la confianza en sí mismo lo que posibilita la imprevisibilidad y la libertad de los otros. De ahí que una persona débil en su interior (del espíritu, del pensar, de la ética o la moral o del lenguaje, etc.), no es capaz de soportar el libre albedrío y lo imprevisible de los otros. Por tanto, sólo el hombre libre que confía en sí mismo, es capaz de dejar su impronta en la historia. Impronta cual luz que iluminé y guie a los hombres, a los otros, por los caminos del mundo de la larga noche de la iluminación técnica.

La confianza en sí mismo sólo “se realiza en la promesa y en el mantener la promesa. Sin esta fiabilidad, que sólo el hombre hecho uno puede experimentar en el intercambio con los demás, el mundo de los hombres es simplemente un caos. En la política se trata de dejar en su puesto este caos en sus rasgos esenciales, no hay otra garantía de la libertad, y dejar que todo orden brote del hacerse uno consigo mismo en el encuentro con el otro, confiando por lo demás en que cada uno, en el hacerse uno, tenga en sí aquel mínimo de fiabilidad sin el cual estaría perdido”. (Arendt).

Desde el umbral político, “la voluntad de poder quiere hacer el mundo fiable como la voluntad apetecería ser, fiabilidad que no logra en la soledad, pues permanece por esencia ambivalente. De acuerdo con esto, el tirano, para asegurarse, tiene que eliminar del mundo la espontaneidad (el fundamento de la falta de fiabilidad y de la libertad). (Arendt). Por eso el autoritarismo y el totalitarismo, destruyen la libertad y el nacimiento como parte de la espontaneidad. Porque trascienden al Estado y la autoridad, la institucionalidad y la ley, que se expresan y ponen en práctica, en el seno de la sociedad. Todo nacimiento trae consigo al mundo la incertidumbre, la ambigüedad y la espontaneidad, que son adversas a la verdad, lo lógico, al poder y los discursos, que legitiman y legalizan lo establecido como verdadero.

Dice Arendt de Nietzsche, sobre la “Voluntad de poder”: “Pues la impotencia frente al hombre, no la impotencia frente a la naturaleza, engendra la amargura más desesperada contra la existencia”. Así que, la fuerza del querer de la voluntad de poder, que se manifiesta frente al hombre, le crea en su ánimo un desvalimiento que paraliza su acción. También paraliza sus pensamientos y le engendra amargura en lo hondo de la existencia. Por eso los más fuertes, “aman una buena parte de casualidad, de absurdo”.

Los más fuertes aman las circunstancias que no se pueden prevenir ni evitar. Por ser fuertes frente al hombre son presa del frenesí que causa el ejercicio del poder y perciben a los otros paralizados por el miedo o el sufrimiento. Ellos no creen en lo “lógico”, porque saben que lo “lógico” esconde casi siempre tras de sí la debilidad y la fragilidad de lo establecido, como verdadero. No es que sean anti-lógicos a-lógicos frente la realidad y la historia, sino que tienen otras perspectivas para percibirla.

Arendt en “Diario”, Cuaderno VIII (14). Reflexiona sobre Schelling, Investigaciones filosóficas sobre la esencia de la libertad. El entendimiento es “propiamente la voluntad en la voluntad”. Por tanto, aquello “en las cosas” que “no puede disolverse en el entendimiento”, es decir, aquello que no ha de entenderse como querido, es “la base inaprensible de la realidad, el resto que nunca se abre” que “permanece siempre en el fondo”. Ese principio enigmático y oscuro de la realidad nunca se devela, permanece oscuro para el hombre. Salvo si su enigma se interioriza en el Estado y las instituciones, y se manifiesta en la sociedad como “voluntad ciega que no se deja subordinar”. Que esconde tras de sí el poder, el ejercicio del poder, que no tiene contemplación con nadie ni con nada. Que trasciende toda limitación humana, material o social. Más si “la voluntad en la voluntad” como “voluntad ciega” se manifiesta en el Orden Jurídico, el Estado, las instituciones, la cultura y se viste con el uniforme de las armas.

Ahora en la actualidad, ese rol lo cumplen también la verborrea ininterrumpida de la sociedad de los medios de comunicación de masas, Internet, las redes sociales y la Inteligencia Artificial. Así, “el principio, en cuanto procede del fondo y es oscuro, es la voluntad propia de la criatura, la cual … es la voluntad ciega”. (A ella) se opone el entendimiento como voluntad universal, que usa dicha voluntad ciega y la somete como mero instrumento”. La voluntad ciega, que no se deja subordinar, es decir, que permanece pura voluntad propia, (es) el mal como la voluntad mala, como la “elevación de la voluntad propia”. (Arendt).

 Por tanto, “la voluntad ciega”, es decir, “la pura voluntad propia”, ambigua y dual, que se comunica a sí misma, “aferrada a su dualidad solitaria”, Heidegger dice de ella que, “su esencia no consiste en lo malvado de los actos humanos, sino en la pura maldad de la ferocidad”. De ahí que la “ferocidad” evoque un tipo de maldad no humana, sino más “pura”, que se origina en el estado primitivo del hombre. Esto manifiesta “el doble desamparo moderno: el desamparo de Dios en medio de un movimiento masivo de individuos sin relaciones y contacto, un movimiento que no podemos abrazar con nuestra mirada”. Y, “la soberanía” del individuo “ha dado un vuelco al desamparo, a un desamparo en el que ni siquiera se siente la necesidad”. (Arendt).

Así que, “la doctrina de los filósofos que han querido dar respuesta al hombre y a los hombres en plural sobre el acontecimiento de la “voluntad ciega”. Que se aferra a “su dualidad solitaria”, que se vuelven superfluos ante el monstruo de “la pura voluntad propia”, no han logrado sugerir qué camino tomar en este tránsito por el mundo triste, oscuro y contradictorio, ante el dolor, el miedo, el sufrimiento, el odio y la muerte, y también ante las esperanzas materiales, espirituales y culturales del ser humano.

Ya vemos que, las personas que beben del pozo de los pensadores, que meditan sobre los avatares de la existencia, la sentimentalidad y los ideales de la vida, tratan de escarbar en el recuerdo de su exaltación y de su libre plenitud, para hacer de la vida más llevadera y agradable, en medio del desgarramiento de la existencia.

Imre Kertész dijo en Diario de galera: “La enfermedad intelectual de la época es el objetivismo, algo así como una pseudoobjetividad. La pseudocultura no se adquiere: se nace pseudoculto. Podríamos decir que la pseudocultura es una cuestión de inteligencia o, mejor dicho, de falta de inteligencia. Se trata de quitarle el vestido a la pseudocultura para que devele su esencia y el sujeto (el intelectual o el creador) vuelvan a ocupar el lugar del que fueron expulsados”. Como dijo Abraham Flexner: “El mundo ha sido siempre un lugar triste y confuso”; y, por otra parte, el mecanismo es tan complejo y perfecto como a la vez cuestionable: “convierte a los hombres en esclavos. Y los esclavos son imprevisibles, alevosos y proclives a la violencia. Resulta imposible calcular cuándo estallarán estas características” –al decir de Kertész.

Aquí se desvela lo que oculta el Estado técnico y el Gran Poder: el sentido “oculto” del capital financiero nacional e internacional, de las empresas y las fábricas transnacionales, los grupos de inversión, los lenguajes digitales, la industria cultural, la industria militar, la religión, los mitos, las narraciones, los discursos, es decir, el logos que los legitima ante los ciudadanos. Eso que en su quehacer posibilita la “estabilidad” del Sistema; pero a la vez el dominio y el control sobre el hombre y las humanidades históricas. Se trata que el pensar futuro no sólo guie a los hombres a la proximidad del ser, sino también que sus reflexiones posibiliten la libertad, la diversidad de las personas, la pluralidad política y la autonomía de la voluntad.

Lo importante no se encuentra sólo en la tecnología y lo científico, la estadística, sino también en el tejido del ser o, el devenir de la historia. Que el pensar futuro posibilite en su cultura, la capacidad de pensar, de juicio y de acción de los individuos y colectivos. Que contribuya a la inclusión del individuo y los colectivos sociales, su vida mental, espiritual o moral en los fines comunes de la sociedad. Eso que se define como condición humana: la libertad, la dignidad del hombre, la justicia, los valores morales, la ética y la estética, etc. Donde el tejido vivo de la existencia esté presto al servicio de la persona individual y los fines de la sociedad.

Además, el hombre dispensa la salud y la curación del cuerpo, del alma y del espíritu, que sustrae de los dispensadores ocultos dentro de sí. Cuando se pierden las corrientes que emanan de las profundidades del espíritu, el cuerpo enferma y se convierte en sequedades de verano. Por eso la fuente de agua viva está siempre ahí, esperando la llamada para brotar a la superficie y dar de beber al sediento. Opínese lo que se opine del mundo, lo mejor y lo peor del ser humano, reposa en el interior de todos y cada uno de nosotros. No hay que buscarlos en los instrumentos técnicos, la ciencia, el poder, las riquezas, sino dentro de sí.

Ahora, ¿dónde está la fortaleza del hombre en el mundo tecnificado? Quién renuncia a las ayudas exteriores y hace de ellas sólo una extensión de las fuerzas que residen en su interior. Esa es la fortaleza del emboscado o el autor de su propia vida; el hombre libre que determina el destino sobre la Tierra. (Jünger). Sólo él deja su impronta en la historia que sirve como antorcha para que los demás seres humanos se guíen por los caminos oscuros y escabrosos de la vida.

La intromisión del Estado en la vida del ser humano es mayor con pretextos de seguridad, de salud pública o de bienestar social. En estos casos es algo que resulta sospechoso y, por eso hay que manejarlo con cautela, con prevención. Porque estamos entregando la libertad, la intimidad, la sentimentalidad, la privacidad, en nombre de la seguridad y la salud. En momentos como estos se recomienda la desconfianza, en tiempos aciagos nos convertimos en objetos del poder. Así que, en nombre de un “fichero” o, una “nube”, podemos ser vigilados, encarcelados o liquidados. De esto se nutren los demagogos, los populistas, los nacionalistas, los autoritarios, para ganarse el favor de las masas. 

Además, todo se está volviendo estadístico. Esto es sumamente grave en un Estado democrático Social de Derecho. Porque una sociedad cuando los demagogos y charlatanes determinan la vida privada o pública, respiramos el aire fétido de las cloacas del poder y las relaciones sociales se degradan en el Sistema o la Estructura. No hay que olvidar que, la sustancia humana permanece y sólo hay que invocarla para que el hombre desgarre las ataduras de lo funcional, lo siempre-igual; y como un presente divino con bondad, con misericordia, con fraternidad, con amor, con libertad, con coraje pueda asumir una responsabilidad diferente. “Vivimos gracias a ése elevarnos por encima de las funciones” –dijo Jünger en La emboscadura.

Heidegger desprecia la realidad y trata de neutralizar su carácter imprevisible. “El mismo error que Platón, que intentó suprimir el azar mediante la ilusión de lo inmutable y eterno”. (Rafael Narbona).   

Sabemos que el mundo y las sociedades donde vivimos ha creado hombres pusilánimes, sin arrojo para enfrentar las adversidades de la vida y la muerte, y por ser pequeños y bajos de ideales delegan la libertad a una espalda mayor: El Estado técnico, las instituciones, la iglesia, la religión, la técnica, las opiniones rápidas y simultaneas de los medios de información, las redes sociales, Internet, las ONG, las costumbres, el ethos (el carácter), la Inteligencia Artificial, las instituciones que prestan servicios sociales. Y, esto repercute en el manejo de la libertad, de la libertad responsable. Que posibilita la curiosidad, el pensamiento, la capacidad de asombro, la experiencia y la comunidad. Eso Arendt lo llama pluralidad, mundanidad, vida y Tierra.

En este orden de ideas, estar a la altura del Tiempo y sus juicios, significa que el hombre tome en sus manos el poder del ser, y se sitúe por encima de las cosas del mundo, ya sea una obra de arte, un edificio, una piedra, un coche o una máquina. Se trata que trascienda la excesiva objetividad. Ya que en la Época Moderno vivimos la objetivación del ser humano como predominio de las matemáticas, la estadística, la imagen, la ciencia y la técnica, sobre la esencia de la existencia. Esto trajo como consecuencia la crisis de los valores de la cultura occidental y de la condición humana. Una crisis que se expresó en el siglo XX en dos Guerras Mundiales y millones de seres humanos exiliados, torturados, perseguidos o muertos. Así que, los valores de la Ilustración y el humanismo que heredamos de la cultura greco-romana y renacentista, volaron como una pluma arrastrada por el viento. Vivíamos en una época donde la falta de libertad (de pensar, de escribir o ser), se identificaba con el miedo a actuar, hablar o pensar.

Entonces, “la razón se mal interpretó como racional. Y lo irracional en tanto engendro de lo racional impensado, prestó curiosos servicios”. (Heidegger). En los campos de concentración del estalinismo, el nazismo, el falangismo, con la muerte de síes millones de judíos, el exterminio de minorías étnicas y religiosas. Que el totalitarismo del siglo XX implementó en Europa. George Steiner le llamó: Soha: el viento oscuro de la muerte.

Heidegger invita a ponerse por encima del ser de lo ente (de la existencia de lo existente), a desandar lo andado, a beber de las fuentes del ser. Y se opone al pensamiento que privilegia el interrogante fundamental, a Dios, para que el humanismo occidental no provenga de la subjetividad o de la zona de la sentimentalidad. Sino que el hombre en su esencia muestre libremente su carácter de humano. Así, la “altura esencial del hombre” no se alcanza mientras éste sea la “substancia” de las cosas que pueblan el mundo. O, en otras palabras, la “substancia” de las cosas en cuanto sujeto. Implícito Heidegger opone el hombre heroico tal como hace Ernst Jünger, al hombre sentimental que se interroga a sí mismo y al entorno que lo rodea. En la época de ambos pensadores la valoración del dolor, no es la misma que la que se tiene a finales del siglo XVIII o principios del XIX. Jünger expresó: “La valoración del dolor no es la misma en todas las épocas”.

La época de Heidegger y de Jünger exaltó el Estado total, el uniforme militar, los instrumentos técnicos para la guerra, la relación entre saber y trabajo al servicio de la tierra y la sangre, el hombre como trabajador que se entrega al partido y al Estado. Exaltaron la delación, el miedo, el odio, el racismo, la xenofobia y, todo se politizó por el Estado, la nación, la raza o el Führer (el líder). Esto demostró que el pensamiento de Heidegger y Jünger, no pueden estar al margen de las circunstancias del hombre histórico y sus pueblos. Todo pensamiento es manifestación de la época y las circunstancias históricas. De ahí que tengan su valor en oro. Así, el poeta, el novelista, el filósofo, el científico o el técnico, no pueden estar al margen de su realidad. Ya que ellos y sus creaciones son hijos de su época. 

Así que, por la falta de libertad, de pensar y ser, la vida pública y privada del ser humano, se está entregando a demagogos, corruptos, asesinos y farsantes, que le compelen a caminar por un desfiladero estrecho y funesto, y que se coloque fuera de la obra, que se salga de ella; ya que ésta se ha vuelto autónoma y el ser humano deviene cada vez más sustituible y prescindible. Este espectáculo acontece en un mundo cada vez más tecnificado y mecanizado, donde el ejercicio del poder y de la fuerza bruta hacen del hombre un número o un grano de arena en desierto.

Así que, en un mundo como este los únicos lamentos que se escuchan no son los de los humildes y humillados, ultrajados y excluidos, sino los de los poderosos. Por eso “tiene tanta fuerza el poder de la libertad que nos es suficiente soñar con ella” –dijo Jünger en Radiaciones I.

                                           Madrid-España a 02/06/2024