jueves, 30 de septiembre de 2021

 

                            EL LENGUAJE DEL ODIO Y LA MENTIRA

                                 EN EL ESPACIO DEMOCRATICO

 

Por su indigencia y soledad, el hombre siempre necesita una ayuda, bien de la sociedad o del otro hombre, así afirma su identidad y su libertad.

 

Antonio Mercado Flórez. Filósofo y Ensayista.

 

En los últimos tiempos vemos que la democracia se degrada y uno de sus fenómenos más sobresalientes es, la proliferación de la política del lenguaje del odio y la mentira. El discurso político como continuación de la violencia por otros medios. El lenguaje del odio y de la mentira, lo utilizan el totalitarismo y el autoritarismo de derecha o de izquierda, los nacionalistas o los populistas, y se empeñan en destruir la democracia, la libertad y los valores democráticos desde dentro de las instituciones.

Por los medios masivos de comunicación, las plataformas digitales, los platós televisivos, la radio, la prensa, quieren imponer sus ideologías. Sorprende que han vuelto con una furia incontrolable para destruir la libertad, la tolerancia y la convivencia pacífica. Su lengua ponzoñosa denigra a las mujeres y a los homosexuales, a los inmigrantes y a los musulmanes, humillan a los judíos y las minorías étnicas, y así, de esa manera, pregonan en público el asco y el desprecio que les provocan sus contrincantes políticos.

Estamos viviendo en EE.UU. Brasil, Francia, Alemania, Bélgica, Hungría, Rusia, Polonia, España, Colombia, la misma situación que se vivió en Alemania en la década del 30 hasta la ascensión de Hitler al poder. El lenguaje del odio y la mentira construye <sentido> basado en idealismos y conceptos falsos y vacíos de contenido histórico. Que tienen como fin confundir la mente y la capacidad de juicio de los ciudadanos, para alcanzar sus objetivos políticos y de poder. El lenguaje en un Sistema democrático no debe implementar el odio, la exclusión y la destrucción del otro, sino el dialogo, el respeto, el consenso y la inclusión social y política de todos los ciudadanos. La coacción y el miedo que utilizan algunos políticos, destruye los valores culturales de la democracia y la libertad. Y esto es sumamente grave en un Estado democrático Social de Derecho.

Este <tipo> de lenguaje degrada el fin de la democracia parlamentaria, injuria, miente y odia, y traslada a los parlamentos la estigmatización, la humillación y la exclusión del opositor político. Cuando en un sistema parlamentario no se argumenta, sino que se descalifica, se elimina la réplica, entonces el dialogo político desaparece de la escena pública. Al señalar al otro indigno y sicofante de lampo lato, se obstruye el juego político que dinamiza la democracia y la libertad. Así que, el lenguaje totalitario y autoritario, designan al otro, vicho, gusano o escoria de la sociedad. Ellos encarnan lo inferior y repugnante de la sociedad y además carecen de toda protección ante las inclemencias del tiempo y de la vida.

Así hay individuos y políticos que provocan a las personas brutales a perpetrar actos de brutalidad. Ora, esa clase de angustia y de dolor se encontrará con frecuencia en gente que se halla enteramente poseída por el ansía de deleites gruesos, opulentos. Siempre ocurre que es el puro miedo el que provoca la violencia y los horrores. (Ernst Jünger). Por eso, quien vence el miedo está capacitado para ejercer el poder y el saber. Así pues, quien emprende la huida incita ya con ella misma a la persecución; el hombre que trama maldades se halla al acecho de su víctima. (Jünger). Los que ejercen el poder de la palabra y las acciones en el ámbito de lo político desconocen que, en nuestra condición de humanos disponemos de sellos de soberanía que son difíciles de romper si no los estropeamos nosotros mismos. (Jünger). Entonces, lo único que necesitamos saber es que somos invulnerables.

Los que practican el discurso del odio y del miedo son arrogantes, en defensa de una democracia mancillada, incitan al odio y a la exclusión social. Así lo que deberían saber es que la democracia parlamentaria es posible a partir de la oportunidad de réplica y discurso, del intercambio de argumentos o de opiniones o de razones políticas, bajo la forma de un respeto moral y ético respecto al adversario político. El lenguaje del argumento y la contestación política genuina está desapareciendo en favor de la descalificación, el desprestigio y el insulto: como traidores, enemigos, comunistas, socialistas, extremistas, castro chavista, todo forma parte del discurso dogmático que exalta la mentira y el odio, que mutila cualquier vestigio de conversación.

El Editorial del País-España del 07/11/2016 decía: el disenso es la condición de posibilidad para iniciar un diálogo, y la escucha, el prólogo de una conversación responsable. En una sociedad abierta, el enemigo no es quien piensa de otra manera o nos quiere convencer con sus argumentos, sino quien quiere destruir el diálogo y la mera posibilidad de discrepancia legítima. En este país, donde tanto y con tan funestas consecuencias se ha practicado el odio, deberíamos haber aprendido ya que el lenguaje del odio no produce nada, salvo más odio, desprecio y desafección política. Ese lenguaje debe ser desterrado de la política democrática, porque es incompatible con ella.

Uno de los principios fundamentales de la democracia parlamentaria es la pluralidad. La pluralidad de personas y de partidos conforman la política. Política, el cuidado de toda la sociedad humana o el arte de dominar sobre todos los hombres. Para que pueda mandar a los otros en relación con lo común (aquello que es común a todos), ha de poderse dominar a sí mismo como individuo, persona. Así, el dominio y el poder de la palabra donde el político se ejercita no para el insulto, el odio, el sinsentido del mundo, la vida y la sociedad, sino para darle un sentido a la realidad donde todos puedan convivir en paz y fraternidad.

La democracia y la pluralidad se entrelazan en aquello que es común a todos, la pluralidad de los hombres y los pueblos, la pluralidad de las ideas y de las acciones, y su desigualdad fundamental; sin esta pura multiplicidad no habría política, sin esta desigualdad fundamental no se necesitaría ninguna ley. En democracia el uno ha de contar ya siempre no con un segundo, sino con otros y está referido a ellos. (Hannah Arendt).

En la comunidad política todo es reciproco, <<mutuo>>. Así pues, la palabra no es el instrumento para destruir al otro, lo reciproco y común, sino la naturaleza que define al hombre para crear un mundo común. Algunos políticos han perdido el contacto: ya no son el exponente, los portavoces de este tiempo; la época ya no habla a través de ellos. Porque han vaciado los contenidos del lenguaje político y han hecho de ellos una sarta de mentiras e improperios. De ahí también la nueva falsedad de la comunicación social, distinta del mero poder de expresarse.

Como dijo Arendt en Diario filosófico, 1950 – 1973: <<Hay que ver como la flor retórica se transforma de nuevo en palabra, como de la metáfora sale de nuevo la verdad, pues la realidad se ha abierto. ¿Cómo se podría soportar el sobresalto de la realidad sin ese hacerse palabra? En ese momento en que la realidad se abre y surge la palabra, a fin de captarla y hacerla soportable para el hombre, surge la verdad>>. Quizás esto está como base para la acción y la política del hombre y los hombres. Como base no sólo para alcanzar la verdad, sino también la convivencia humana que destierra el lenguaje del odio y la mentira de la práctica política, de aquello que es común a todos.

                                                     Madrid-España a 30/09/2021