George Steiner
El Memorioso Europeo como Funes el Memorioso de Jorge Luis Borges
Madrid-España a 03/12/2025
“A todos aquellos que creen en
la palabra y el pensamiento como instrumentos de entendimiento humano”.
Antonio
Mercado Flórez. Filósofo y Pensador.
No
solo en el siglo XX, también a principios de siglo XXI, prosigue el
desgarramiento de los “centros vitales de la cultura occidental”. Que, en
nombre del progreso, la ciencia, la técnica y, del nacionalismo, del populismo
o, del autoritarismo, los valores de la cultura occidental se utilizan para
incrementar el sadismo, la xenofobia y el racismo. Sabemos que el demonio tiene
muchas máscaras y, las utiliza de acuerdo al tiempo y al espacio donde se
encuentra. La guerra entre Rusia y Ucrania, Israel y Palestina, dan cuenta de
ello. Respecto a Israel la victima toma el lugar del verdugo. Lo cual es
sumamente grave para la coherencia intelectual, moral, ética y espiritual de la
cultura occidental.
Somos
parte de la época de la posverdad, de una cultura disminuida o, “poscultura”. Las grandes catástrofes
generales que acosan a la humanidad actual, no solo minan el sentido del
humanismo, también la convivencia en común y desgarran el mundo que se
configuró después de la Segunda Guerra Mundial. Así, nos hemos dado cuenta que
cuando el Sistema Capitalista entra en crisis (económica, política, social,
militar o, cultural), incentiva la propaganda de la violencia, la guerra o la
muerte. Y, esto no es tan raro en el mundo que vivimos.
Hemos olvidado
que,
“la
verdadera medida de la vida es el recuerdo, que atraviesa como un relámpago y,
retrospectivamente, toda una vida” –expresó Walter Benjamín.
Después
de la Gran Guerra y la Segunda Guerra Mundial, Europa quedó seriamente dañada
en sus “centros vitales”. Donde reservas de inteligencia, de elasticidad
intelectual, de talento político fueron aniquiladas. A principios del siglo
XXI, observamos como un conjunto de potencialidades mentales y físicas, de
nuevos elementos híbridos con sus variantes, demasiados numerosos para que
podamos medirlos, se están perdiendo con el fin de preservar y que continúe
evolucionando el hombre occidental y sus instituciones. (George Steiner).
Con
el triunfo de Donald Trump a la Presidencia de Estados Unidos, Vladimir Putin
en Rusia y Xi Jinping en China, se rompen las reglas establecidas después de la
Segunda Guerra Mundial, para evitar conflictos y atrocidades. Como el respeto a
la autodeterminación de los pueblos, a los Estado-Nación, la creación de las
Naciones Unidas (ONU), 1945, el multilateralismo, el Derecho Internacional
Humanitario de los Derechos Humanos, consolidando normas como los Convenios de
Ginebra, para limitar los efectos de los conflictos armados; se estableció el
derecho a la protección de los civiles y la protección de crimines como el
genocidio.
En
la actualidad los pueblos y los Estados Modernos, viven en medio de una
atmosfera espesa y nauseabunda, que planea sobre las ciudades y los campos del
mundo. Como consecuencia de la polarización, la invasión de Estados, las
guerras nacionales e internacionales. Que establecen gobiernos autoritarios,
populistas o nacionalistas, basados en ideologías de derecha y de extrema
derecha. Que incentivan la discriminación económica, racial, religiosa,
lingüística, identitaria, educativa y cultural. También incrementan la
xenofobia, el odio a lo diferente. Establecen una polarización en términos
militares, económicos, políticos y culturales. Lo cual es sumamente grave para
la convivencia y la paz mundial.
Que
en algunos países se expresa en la violencia, el hambre, el desempleo, la
inflación, el caos, el resentimiento y el despropósito en la sociedad, el
Estado y las instituciones. Nada de lo que genere la cultura occidental
reciente está exento de dolor, sufrimiento y muerte. Así que, el mito de la
Caída y de la sangre primordial, predomina ante la cordura y la convivencia
pacífica. Esa, que en sus posibilidades ofrece que, el hombre adquiera la
cualificación de humano, la semejanza entre los hombres. “Estamos refiriéndonos
a la persona libre, tal como fue creada por Dios. Ese hombre no representa una
excepción, no es una minoría selecta. Antes, al contrario, se haya oculto en el
interior de todos y cada uno nosotros. (Ernst Jünger).
Por
tanto, el grado de disolución de las normas civilizadas, de la libertad, la
democracia, la justicia, dan paso en la actualidad a una nueva forma de
fascismo, de izquierda o de derecha. Esto posibilita que el capital financiero,
la banca, la estructura militar, las Compañías Trasnacionales, las Compañías
Tecnológicas, etc. Posibiliten un nuevo Estado
Total, producto de la fusión entre técnica, ciencia y el Capitalismo
Tecnológico. Como dijo Martin Heidegger: “Un movimiento universal que
corresponde al estado tecnológico absoluto”.
“El fascismo es un mundo en el que cada cual señala al otro
y todo el mundo se
desentiende de todo”-dijo
Walter Benjamín.
En
un Estado Nacional-Populista, “la razón
se malinterpreta como racional, y lo irracional en tanto que engendro de lo
racional impensado, presta curiosos servicios” –dijo Heidegger en Carta sobre el “Humanismo”.
Es
un Estado que le atañe poquísimo los requerimientos morales, espirituales y
materiales del hombre actual. Un Estado que está determinado por la esencia de
la técnica; y que frente a ella éste se convierte en su servidor. Es decir, la
disponibilidad de la vida, al servicio de la técnica y la política. Son Estados
donde prevalece el dolor, el sufrimiento, el exilio, la tortura y los campos de
la muerte. Aquí la técnica está al servicio del dolor, la barbarie y la muerte.
Así
que, no nos encontramos frente algún monstruoso accidente de la historia social
moderna. Es el resultado de una patología meramente individual o, de las
neurosis del Estado Tecnológico Moderno. Sino que existen paralelos entre la
técnica y la lengua del odio. No ontológicamente, no en el nivel de la
intención filosófica. Esa “intensión lleva al centro de ciertas inestabilidades
manifestadas en las relaciones entre la vida instintual y la vida racional”.
Como
le dijo Arthur Kloestler a George Steiner:
Que
“estaba convencido de que el cerebro
consta de dos mitades: una pequeña parte, ética y racional y una enorme
trastienda cerebral, bestial, animal, territorial, cargada de miedos, de
irracionalidades, de instintos asesinos, y que harían falta millones de años
para que la evolución moral alcance nuestra condición, nuestras técnicas de
destrucción y de agresión”.
En El castillo de Barba Azul, plantea el
interrogante refiriéndose a los campos de concentración: “¿Por qué? Porque no
basta con describir la cosa. Hay que intentar comprenderla. Comprender por qué
la cultura centro europea, no sólo no la comprendió, sino que alentó y
enmascaró los campos de la muerte. Reflexiona que una larga paz es un enorme
aburrimiento, una larga prosperidad –creada a partir del mal. Una suerte de
tedio, de miasma”. (Steiner).
Ahora
vemos y lo sentimos en lo más profundo del alma y del corazón que, el instinto
de agresión y de destrucción, de odio y discriminación, es innato a la
naturaleza humana. Esas técnicas se expresan en la violencia, la guerra, el
dolor, el sufrimiento y la muerte. Al ser humano le produce placer,
satisfacción, hacer el mal al otro y causarle el sufrimiento y la muerte. Allí sale
a la luz, la “trastienda cerebral, bestial, animal, territorial, cargada de
miedos, de irracionalidades, de instintos asesinos”, de la que habló Arthur
Koestler.
La
Cultura y la Civilización Occidental y la China en la actualidad, se convierten
en fuentes y expansión de la maldad y la crueldad en el siglo XXI. Así, ni la
cultura, ni la religión, ni la moral, ni la ética occidental o China, pueden
contener lo que realmente acontece. Y, Steiner plantea el problema de la
siguiente manera: “Es posible que aún no hayamos podido encontrarle al hombre
–al hombre sensual-, una salida para su enorme energía animal que, en la rutina
de la monotonía, de la mediocridad sexual de la mayor parte de las vidas, busca
afirmarse”.
Sabemos
que el Estado Tecnológico Actual,
producto de la tecnología, la ciencia, el progreso, la economía, la ideología y
el partido, se pone al servicio del poder, el dolor, del odio, del sufrimiento
y la muerte. También la barbarie del siglo XXI está posibilitando que la “luz” y la “dulzura” estén veladas por la oscuridad. Pero olvidamos que el
hombre tiene un resto que la técnica es incapaz de disolver. Ernst Jünger dijo:
“Aun
en el supuesto de la peor de las catástrofes, siempre subsiste una diferencia,
como la que se da entre la luz y las tinieblas. En el primer caso, el camino va
ascendiendo hacia reinos que están en las alturas, hacia la muerte en
sacrificio o hacia el destino de quien sucumbe con las armas en la mano; en el
segundo caso, el de las tinieblas, el camino desciende hacia los hondones de
los campos de esclavos y los mataderos, donde unos hombres primitivos se
asocian criminalmente con la técnica.
En
este último caso no hay destino, lo único que hay son números. O bien poseer un
destino propio o bien tener el valor de un número: ésa es la disyuntiva que hoy
nos viene impuesta a todos y a cada uno de nosotros, impuesta ciertamente a la
fuerza; pero el decidirse por lo uno o por lo otro es algo que cada cual ha de
hacer por sí solo”.
Steiner
piensa que “el concepto Kierkegaardiano de “posibilidad total”, de una
estructura de la realidad abierta en todos sus puntos al grito del absurdo y
del desastre ha llegado a ser para nosotros un lugar común. Hemos vuelto a
adoptar una política de tortura y de rehenes. Así la violencia pública y
privada corroe los fundamentos mismos de la sociedad, los mina, al producir su
ácida marca como ocurre con las aguas oscuras de Venecia. Nuestro nivel de
comprensión se ha visto enormemente rebajado”.
Lo
que está acaeciendo en la actualidad en Estados Unidos y algunos países
europeos, es una devastación de los valores de la cultura y la civilización
occidental. Existe una especie de anti-humanismo, de negación del hombre
individual. Del principio de la semejanza entre los hombres: el Humanismo. En
épocas como estas el espíritu transita sólo y afligido por la arena del
desierto. Entonces, es absolutamente necesario, recurrir a la trascendencia, a
los linderos del desierto y el alba; como lo intuyó Pascal: “Existe la posibilidad de una trascendencia,
la posibilidad de entendimiento humano”. Es necesario recurrir a ella para
encontrar sentido a la vida, a la realidad y al mundo. De lo contrario,
andaremos sobre la Tierra desnudos, solos y afligidos; indigentes ante los
requerimientos de la condición humana.
Esto
no se puede desligar del desarrollo de los procesos y la técnica. La técnica
como instrumento de poder sirve para coaccionar y devastar comunidades enteras.
De ahí que la barbarie hace parte de la ruptura del devenir de la historia y la
confianza que se tiene en el desarrollo de los procesos y la técnica. La
colocamos, por así decir, en el orden natural de los hechos. Entonces, “moral y
psicológicamente es un hecho terrible el de nuestra incapacidad de asombro”.
En
la Cultura y la Civilización Occidental estamos dispuesto a aceptar la
arbitraria servidumbre y el arbitrario exterminio de esos hombres y mujeres,
que lo único que anhelan es vivir con sus seres queridos, amigos y conocidos.
Ya que el nacional-populismo, presenta lo antinatural como natural. Que, para
la mayoría de los seres humanos ese anhelo es imposible; porque la animalidad
política lo impide. Ahora sólo
quedan esquirlas y sentimientos truncados, tirados a la vera del camino. Así,
aunque haya acontecido lo que sucede, todavía tenemos la memoria y el recuerdo,
la palabra y el pensar, para desandar lo andado y, comprender, la incertidumbre
del presente y la esperanza del mañana. Se trata, por así decir, asimilar la
historia de Occidente contemporánea, en su cultura.
Por
la experiencia de lo acontecido en la actualidad, “hemos perdido el impulso
característico, la capacidad metafísica y técnica de “soñar hacia adelante”.
Steiner es consciente que el pesimismo de la cultura occidental, se concatena
al de la ciencia y la técnica como modos y medios, para liberar a los hombres.
Que la ideología de la educación liberal, del humanismo cristiano y cultural
del siglo XIX, que corresponde a las expectativas de la Ilustración, han volado
por los aires como una costra seca.
Los
ilustrados creían en el cultivo del intelecto y los sentimientos para alcanzar
una conducta racional beneficiosa para la sociedad. Algo que el devenir de la
historia y del espíritu han dejado atrás. Que el hombre no tiende siempre a la
perfección ética y moral, sino que muchas veces responde a las fuerzas del mal
y la barbarie. Eso posibilitó una fractura
fundamental en los centros vitales de la cultura occidental contemporánea.
Lo
relevante de Steiner se expresa en la idea que, “extremos de histeria colectiva
y de salvajismo pueden coexistir con una conservación paralela y, es más con el
desarrollo de las instituciones, burocracias y códigos profesionales de una
cultura superior”. Vemos que las instituciones y la burocracia no están exentas
de la maldad, la crueldad, el odio y la muerte, que segrega el cuerpo social.
Muchas veces éstas se convierten en el corredor que va de la sociedad a los
agentes de violencia.
No
es extraño que una cultura superior contenga en sí misma, la disolución de los
valores éticos o morales, que la fundamentan. Steiner piensa lo vivido en
Alemania, que “la palabra poética, las bibliotecas, las universidades, los
centros de investigación, pueden prosperar en las proximidades de los campos de
exterminio”. O, en otros términos, el individuo puede coexistir con la barbarie
y la abyección. Esta experiencia individual de los bajos fondos, de la
oscuridad, de la maldad, del sufrimiento y de la muerte, posibilitan que el
hombre que estuvo allí, ya no vuelva a ser el mismo.
Se
puede percibir que la cultura contiene en su seno contracorrientes y nostalgias
de destrucción que le son innatos. Así que, las contradicciones entre cultura y
sociedad, civilización y civilidad, civilización y fe; espoleadas por la
creación en las artes, la educación generalizada y la ciencia, jamás se piensa
que terminan en una tragedia para la humanidad. Además, por lo acaecido en la
Segunda Guerra Mundial y lo que sucede en la actualidad, se demuestra que las
humanidades no necesariamente humanizan, que un alto grado de alfabetización,
de expresiones estéticas, de progreso en las ciencias, en las técnicas, no
necesariamente terminan en Humanismo. Que el hombre sea más humano y ponga en
el centro de sus relaciones, la semejanza entre los hombres.
Así,
“confiar en la cultura supone una actitud orgullosa y ciega respecto de las
contracorrientes y nostalgias de destrucción que la cultura tiene en su seno”.
Vemos con nostalgia y preocupación que, en diversas partes del mundo, la
cultura y la civilización, se ponen al servicio del desarrollo técnico y la
muerte, la ideología y la religión. Demostrando la fragilidad de la creación
estética y la condición humana.
Es
evidente que, el desarrollo técnico contribuyó a crear el Infierno sobre la tierra, así que, el fracaso de la educación y de
la moral establecidas sobre los valores cristiánanos y la Ilustración, se
relacionan con la barbarie política. “El retorno del hombre ilustrado y
tecnificado, al mito de la sangre y de la Caída. Demostró que la pérdida de la
situación central, geográfica y psicológica, el abandono del axioma del
progreso histórico, las graves deficiencias del conocimiento y del humanismo
respecto de la acción social; significan el fin de una estructura de valores
jerárquica y aceptada”.
Además,
la ruptura con los valores de la Ilustración, del cristianismo y del humanismo
laico, posibilitaron la poscultura.
Ámbito en el que, el desarrollo de los procesos, la técnica, posibilitan un
nuevo tipo de vida. El estilo de la ciencia y de la técnica se sustrae a la
magia y a la capacidad de asombro, porque con ellas basta. Así que, el hombre
se convierte en apéndice de la técnica y de la ciencia, en un mundo donde la
objetivación del ser humano, determina, así mismo, la Cultura del artificio. En este umbral las relaciones artificiales predominan sobre las relaciones de sentido.
Se
están dando cambios en la naturaleza de la vida y de la existencia. Cambios en
la dieta alimentaria, en el clima, las selvas tropicales, los polos, los mares,
los ríos, en la prolongación del promedio de vida, y, por el desarrollo de las
ciencias médicas y biológicas y la ingestión de drogas psicotrópicas, se está
alterando la personalidad tanto en su aspecto psíquico, espiritual y físico. No
sólo se están generando metamorfosis psicosociales o socio-fisiológicas, sino
que éstas constituyen una variante de la poscultura. En esta alta civilización
técnica y de masas, constatamos por otra parte, que los narcóticos aletargan y
aturden al hombre; de ahí su pereza mental y espiritual. Esto significa una claridad
y limpieza en las cosas del poder. Que afectan los vasos comunicantes entre
cultura y civilidad. Que perturban, por así decir, los focos de los centros
vitales de la cultura occidental.
Estamos
pasando por un desfiladero estrecho y funesto que tiende a la profundidad del
abismo con respecto a lo que se conoce como cultura viva. Aquella que se
alimenta de las grandes obras del pasado, “al menos sobre los más grandes
jueces del mundo y del hombre, sobre un Shakespeare, un Dante o un Maquiavelo,
que supieron medir la vida externa a partir de su propia vida interna, siempre
causó una impresión seria y estricta”. (Benjamín).
Nos
enseñaron que debíamos estar en todas las épocas a tono con los ideales
generales del ser humano y de preocupación social. Ahora, ni el cristianismo,
ni el materialismo, ni las ideologías nacionales, ni los populismos, puedan
servir como fuentes de una restauración de la cultura occidental. No olvidemos
que la nostalgia del Absoluto o, el dinamismo hacia delante de la ciencia y la
técnica, no estuvieron a la altura para responder a la barbarie y la crueldad
política del siglo XX.
Como
Robert Graves dijo: “Nada puede detener
la destrucción general de nuestras antiguas glorias, encantos y placeres”.
Preguntamos,
¿estamos a la espera de una nueva encarnación de los centros vitales de la
cultura? ¿cómo los escombros que la historia deja tras de sí, posibilitan un
nuevo “tipo” de hombre?
Para
responder es necesaria la reconstrucción de un “tipo” que trascienda los
instrumentos técnicos (artefactos para la guerra, los medios de comunicación de
masas como medios totales, el lenguaje del artificio y las imágenes de las
redes sociales), que diluyen o destruyen, la interrelación de la cuaternidad
del mundo: Tierra y Cielo, Mortales e Inmortales. Sólo ella posibilitaría que
el mundo se abra al ser humano y advenga el Ser.
El
hombre es el ente cuyo ser, en cuanto existencia, mora en la cercanía del Ser.
El hombre es el vecino del Ser. Que la reconstrucción de la cultura a partir de
sus escombros, posibilite un nuevo hombre. Que supere las utopías de lo
inmediato y la velocidad de los instrumentos técnicos, y la estructura y
funcionamiento de la civilización, y no sean un apéndice de la ciencia y la
técnica. Aunque el logos clásico no
responda al llamado del Ser y el existir, algunas esferas de la gramática de la
existencia, de la sintaxis y el vocabulario, quizá lo permitan