jueves, 4 de diciembre de 2025

 

                                                                      George Steiner

         El Memorioso Europeo como Funes el Memorioso de Jorge Luis Borges

                                                              Madrid-España a 03/12/2025

“A todos aquellos que creen en la palabra y el pensamiento como instrumentos de entendimiento humano”.

 

Antonio Mercado Flórez. Filósofo y Pensador.

No solo en el siglo XX, también a principios de siglo XXI, prosigue el desgarramiento de los “centros vitales de la cultura occidental”. Que, en nombre del progreso, la ciencia, la técnica y, del nacionalismo, del populismo o, del autoritarismo, los valores de la cultura occidental se utilizan para incrementar el sadismo, la xenofobia y el racismo. Sabemos que el demonio tiene muchas máscaras y, las utiliza de acuerdo al tiempo y al espacio donde se encuentra. La guerra entre Rusia y Ucrania, Israel y Palestina, dan cuenta de ello. Respecto a Israel la victima toma el lugar del verdugo. Lo cual es sumamente grave para la coherencia intelectual, moral, ética y espiritual de la cultura occidental.

Somos parte de la época de la posverdad, de una cultura disminuida o, “poscultura”. Las grandes catástrofes generales que acosan a la humanidad actual, no solo minan el sentido del humanismo, también la convivencia en común y desgarran el mundo que se configuró después de la Segunda Guerra Mundial. Así, nos hemos dado cuenta que cuando el Sistema Capitalista entra en crisis (económica, política, social, militar o, cultural), incentiva la propaganda de la violencia, la guerra o la muerte. Y, esto no es tan raro en el mundo que vivimos.

                          Hemos olvidado que,

     la verdadera medida de la vida es el recuerdo, que atraviesa como un relámpago y, retrospectivamente, toda una vida” –expresó Walter Benjamín.

Después de la Gran Guerra y la Segunda Guerra Mundial, Europa quedó seriamente dañada en sus “centros vitales”. Donde reservas de inteligencia, de elasticidad intelectual, de talento político fueron aniquiladas. A principios del siglo XXI, observamos como un conjunto de potencialidades mentales y físicas, de nuevos elementos híbridos con sus variantes, demasiados numerosos para que podamos medirlos, se están perdiendo con el fin de preservar y que continúe evolucionando el hombre occidental y sus instituciones. (George Steiner).

Con el triunfo de Donald Trump a la Presidencia de Estados Unidos, Vladimir Putin en Rusia y Xi Jinping en China, se rompen las reglas establecidas después de la Segunda Guerra Mundial, para evitar conflictos y atrocidades. Como el respeto a la autodeterminación de los pueblos, a los Estado-Nación, la creación de las Naciones Unidas (ONU), 1945, el multilateralismo, el Derecho Internacional Humanitario de los Derechos Humanos, consolidando normas como los Convenios de Ginebra, para limitar los efectos de los conflictos armados; se estableció el derecho a la protección de los civiles y la protección de crimines como el genocidio.

En la actualidad los pueblos y los Estados Modernos, viven en medio de una atmosfera espesa y nauseabunda, que planea sobre las ciudades y los campos del mundo. Como consecuencia de la polarización, la invasión de Estados, las guerras nacionales e internacionales. Que establecen gobiernos autoritarios, populistas o nacionalistas, basados en ideologías de derecha y de extrema derecha. Que incentivan la discriminación económica, racial, religiosa, lingüística, identitaria, educativa y cultural. También incrementan la xenofobia, el odio a lo diferente. Establecen una polarización en términos militares, económicos, políticos y culturales. Lo cual es sumamente grave para la convivencia y la paz mundial.

Que en algunos países se expresa en la violencia, el hambre, el desempleo, la inflación, el caos, el resentimiento y el despropósito en la sociedad, el Estado y las instituciones. Nada de lo que genere la cultura occidental reciente está exento de dolor, sufrimiento y muerte. Así que, el mito de la Caída y de la sangre primordial, predomina ante la cordura y la convivencia pacífica. Esa, que en sus posibilidades ofrece que, el hombre adquiera la cualificación de humano, la semejanza entre los hombres. “Estamos refiriéndonos a la persona libre, tal como fue creada por Dios. Ese hombre no representa una excepción, no es una minoría selecta. Antes, al contrario, se haya oculto en el interior de todos y cada uno nosotros. (Ernst Jünger).

Por tanto, el grado de disolución de las normas civilizadas, de la libertad, la democracia, la justicia, dan paso en la actualidad a una nueva forma de fascismo, de izquierda o de derecha. Esto posibilita que el capital financiero, la banca, la estructura militar, las Compañías Trasnacionales, las Compañías Tecnológicas, etc. Posibiliten un nuevo Estado Total, producto de la fusión entre técnica, ciencia y el Capitalismo Tecnológico. Como dijo Martin Heidegger: “Un movimiento universal que corresponde al estado tecnológico absoluto”.

                     El fascismo es un mundo en el que cada cual señala al otro

                      y todo el mundo se desentiende de todo”-dijo Walter Benjamín.

En un Estado Nacional-Populista, “la razón se malinterpreta como racional, y lo irracional en tanto que engendro de lo racional impensado, presta curiosos servicios” –dijo Heidegger en Carta sobre el “Humanismo”.

Es un Estado que le atañe poquísimo los requerimientos morales, espirituales y materiales del hombre actual. Un Estado que está determinado por la esencia de la técnica; y que frente a ella éste se convierte en su servidor. Es decir, la disponibilidad de la vida, al servicio de la técnica y la política. Son Estados donde prevalece el dolor, el sufrimiento, el exilio, la tortura y los campos de la muerte. Aquí la técnica está al servicio del dolor, la barbarie y la muerte.

Así que, no nos encontramos frente algún monstruoso accidente de la historia social moderna. Es el resultado de una patología meramente individual o, de las neurosis del Estado Tecnológico Moderno. Sino que existen paralelos entre la técnica y la lengua del odio. No ontológicamente, no en el nivel de la intención filosófica. Esa “intensión lleva al centro de ciertas inestabilidades manifestadas en las relaciones entre la vida instintual y la vida racional”.

Como le dijo Arthur Kloestler a George Steiner:

Que “estaba convencido de que el cerebro consta de dos mitades: una pequeña parte, ética y racional y una enorme trastienda cerebral, bestial, animal, territorial, cargada de miedos, de irracionalidades, de instintos asesinos, y que harían falta millones de años para que la evolución moral alcance nuestra condición, nuestras técnicas de destrucción y de agresión”.

En El castillo de Barba Azul, plantea el interrogante refiriéndose a los campos de concentración: “¿Por qué? Porque no basta con describir la cosa. Hay que intentar comprenderla. Comprender por qué la cultura centro europea, no sólo no la comprendió, sino que alentó y enmascaró los campos de la muerte. Reflexiona que una larga paz es un enorme aburrimiento, una larga prosperidad –creada a partir del mal. Una suerte de tedio, de miasma”. (Steiner).

Ahora vemos y lo sentimos en lo más profundo del alma y del corazón que, el instinto de agresión y de destrucción, de odio y discriminación, es innato a la naturaleza humana. Esas técnicas se expresan en la violencia, la guerra, el dolor, el sufrimiento y la muerte. Al ser humano le produce placer, satisfacción, hacer el mal al otro y causarle el sufrimiento y la muerte. Allí sale a la luz, la “trastienda cerebral, bestial, animal, territorial, cargada de miedos, de irracionalidades, de instintos asesinos”, de la que habló Arthur Koestler.

La Cultura y la Civilización Occidental y la China en la actualidad, se convierten en fuentes y expansión de la maldad y la crueldad en el siglo XXI. Así, ni la cultura, ni la religión, ni la moral, ni la ética occidental o China, pueden contener lo que realmente acontece. Y, Steiner plantea el problema de la siguiente manera: “Es posible que aún no hayamos podido encontrarle al hombre –al hombre sensual-, una salida para su enorme energía animal que, en la rutina de la monotonía, de la mediocridad sexual de la mayor parte de las vidas, busca afirmarse”.

Sabemos que el Estado Tecnológico Actual, producto de la tecnología, la ciencia, el progreso, la economía, la ideología y el partido, se pone al servicio del poder, el dolor, del odio, del sufrimiento y la muerte. También la barbarie del siglo XXI está posibilitando que la “luz” y la “dulzura” estén veladas por la oscuridad. Pero olvidamos que el hombre tiene un resto que la técnica es incapaz de disolver. Ernst Jünger dijo:

“Aun en el supuesto de la peor de las catástrofes, siempre subsiste una diferencia, como la que se da entre la luz y las tinieblas. En el primer caso, el camino va ascendiendo hacia reinos que están en las alturas, hacia la muerte en sacrificio o hacia el destino de quien sucumbe con las armas en la mano; en el segundo caso, el de las tinieblas, el camino desciende hacia los hondones de los campos de esclavos y los mataderos, donde unos hombres primitivos se asocian criminalmente con la técnica.

En este último caso no hay destino, lo único que hay son números. O bien poseer un destino propio o bien tener el valor de un número: ésa es la disyuntiva que hoy nos viene impuesta a todos y a cada uno de nosotros, impuesta ciertamente a la fuerza; pero el decidirse por lo uno o por lo otro es algo que cada cual ha de hacer por sí solo”.

Steiner piensa que “el concepto Kierkegaardiano de “posibilidad total”, de una estructura de la realidad abierta en todos sus puntos al grito del absurdo y del desastre ha llegado a ser para nosotros un lugar común. Hemos vuelto a adoptar una política de tortura y de rehenes. Así la violencia pública y privada corroe los fundamentos mismos de la sociedad, los mina, al producir su ácida marca como ocurre con las aguas oscuras de Venecia. Nuestro nivel de comprensión se ha visto enormemente rebajado”.

Lo que está acaeciendo en la actualidad en Estados Unidos y algunos países europeos, es una devastación de los valores de la cultura y la civilización occidental. Existe una especie de anti-humanismo, de negación del hombre individual. Del principio de la semejanza entre los hombres: el Humanismo. En épocas como estas el espíritu transita sólo y afligido por la arena del desierto. Entonces, es absolutamente necesario, recurrir a la trascendencia, a los linderos del desierto y el alba; como lo intuyó Pascal: “Existe la posibilidad de una trascendencia, la posibilidad de entendimiento humano”. Es necesario recurrir a ella para encontrar sentido a la vida, a la realidad y al mundo. De lo contrario, andaremos sobre la Tierra desnudos, solos y afligidos; indigentes ante los requerimientos de la condición humana.

Esto no se puede desligar del desarrollo de los procesos y la técnica. La técnica como instrumento de poder sirve para coaccionar y devastar comunidades enteras. De ahí que la barbarie hace parte de la ruptura del devenir de la historia y la confianza que se tiene en el desarrollo de los procesos y la técnica. La colocamos, por así decir, en el orden natural de los hechos. Entonces, “moral y psicológicamente es un hecho terrible el de nuestra incapacidad de asombro”.

En la Cultura y la Civilización Occidental estamos dispuesto a aceptar la arbitraria servidumbre y el arbitrario exterminio de esos hombres y mujeres, que lo único que anhelan es vivir con sus seres queridos, amigos y conocidos. Ya que el nacional-populismo, presenta lo antinatural como natural. Que, para la mayoría de los seres humanos ese anhelo es imposible; porque la animalidad política lo impide. Ahora sólo quedan esquirlas y sentimientos truncados, tirados a la vera del camino. Así, aunque haya acontecido lo que sucede, todavía tenemos la memoria y el recuerdo, la palabra y el pensar, para desandar lo andado y, comprender, la incertidumbre del presente y la esperanza del mañana. Se trata, por así decir, asimilar la historia de Occidente contemporánea, en su cultura.

Por la experiencia de lo acontecido en la actualidad, “hemos perdido el impulso característico, la capacidad metafísica y técnica de “soñar hacia adelante”. Steiner es consciente que el pesimismo de la cultura occidental, se concatena al de la ciencia y la técnica como modos y medios, para liberar a los hombres. Que la ideología de la educación liberal, del humanismo cristiano y cultural del siglo XIX, que corresponde a las expectativas de la Ilustración, han volado por los aires como una costra seca.

Los ilustrados creían en el cultivo del intelecto y los sentimientos para alcanzar una conducta racional beneficiosa para la sociedad. Algo que el devenir de la historia y del espíritu han dejado atrás. Que el hombre no tiende siempre a la perfección ética y moral, sino que muchas veces responde a las fuerzas del mal y la barbarie. Eso posibilitó una fractura fundamental en los centros vitales de la cultura occidental contemporánea.

Lo relevante de Steiner se expresa en la idea que, “extremos de histeria colectiva y de salvajismo pueden coexistir con una conservación paralela y, es más con el desarrollo de las instituciones, burocracias y códigos profesionales de una cultura superior”. Vemos que las instituciones y la burocracia no están exentas de la maldad, la crueldad, el odio y la muerte, que segrega el cuerpo social. Muchas veces éstas se convierten en el corredor que va de la sociedad a los agentes de violencia.

No es extraño que una cultura superior contenga en sí misma, la disolución de los valores éticos o morales, que la fundamentan. Steiner piensa lo vivido en Alemania, que “la palabra poética, las bibliotecas, las universidades, los centros de investigación, pueden prosperar en las proximidades de los campos de exterminio”. O, en otros términos, el individuo puede coexistir con la barbarie y la abyección. Esta experiencia individual de los bajos fondos, de la oscuridad, de la maldad, del sufrimiento y de la muerte, posibilitan que el hombre que estuvo allí, ya no vuelva a ser el mismo.

Se puede percibir que la cultura contiene en su seno contracorrientes y nostalgias de destrucción que le son innatos. Así que, las contradicciones entre cultura y sociedad, civilización y civilidad, civilización y fe; espoleadas por la creación en las artes, la educación generalizada y la ciencia, jamás se piensa que terminan en una tragedia para la humanidad. Además, por lo acaecido en la Segunda Guerra Mundial y lo que sucede en la actualidad, se demuestra que las humanidades no necesariamente humanizan, que un alto grado de alfabetización, de expresiones estéticas, de progreso en las ciencias, en las técnicas, no necesariamente terminan en Humanismo. Que el hombre sea más humano y ponga en el centro de sus relaciones, la semejanza entre los hombres.

Así, “confiar en la cultura supone una actitud orgullosa y ciega respecto de las contracorrientes y nostalgias de destrucción que la cultura tiene en su seno”. Vemos con nostalgia y preocupación que, en diversas partes del mundo, la cultura y la civilización, se ponen al servicio del desarrollo técnico y la muerte, la ideología y la religión. Demostrando la fragilidad de la creación estética y la condición humana.

Es evidente que, el desarrollo técnico contribuyó a crear el Infierno sobre la tierra, así que, el fracaso de la educación y de la moral establecidas sobre los valores cristiánanos y la Ilustración, se relacionan con la barbarie política. “El retorno del hombre ilustrado y tecnificado, al mito de la sangre y de la Caída. Demostró que la pérdida de la situación central, geográfica y psicológica, el abandono del axioma del progreso histórico, las graves deficiencias del conocimiento y del humanismo respecto de la acción social; significan el fin de una estructura de valores jerárquica y aceptada”.

Además, la ruptura con los valores de la Ilustración, del cristianismo y del humanismo laico, posibilitaron la poscultura. Ámbito en el que, el desarrollo de los procesos, la técnica, posibilitan un nuevo tipo de vida. El estilo de la ciencia y de la técnica se sustrae a la magia y a la capacidad de asombro, porque con ellas basta. Así que, el hombre se convierte en apéndice de la técnica y de la ciencia, en un mundo donde la objetivación del ser humano, determina, así mismo, la Cultura del artificio. En este umbral las relaciones artificiales predominan sobre las relaciones de sentido.

Se están dando cambios en la naturaleza de la vida y de la existencia. Cambios en la dieta alimentaria, en el clima, las selvas tropicales, los polos, los mares, los ríos, en la prolongación del promedio de vida, y, por el desarrollo de las ciencias médicas y biológicas y la ingestión de drogas psicotrópicas, se está alterando la personalidad tanto en su aspecto psíquico, espiritual y físico. No sólo se están generando metamorfosis psicosociales o socio-fisiológicas, sino que éstas constituyen una variante de la poscultura. En esta alta civilización técnica y de masas, constatamos por otra parte, que los narcóticos aletargan y aturden al hombre; de ahí su pereza mental y espiritual. Esto significa una claridad y limpieza en las cosas del poder. Que afectan los vasos comunicantes entre cultura y civilidad. Que perturban, por así decir, los focos de los centros vitales de la cultura occidental.

Estamos pasando por un desfiladero estrecho y funesto que tiende a la profundidad del abismo con respecto a lo que se conoce como cultura viva. Aquella que se alimenta de las grandes obras del pasado, “al menos sobre los más grandes jueces del mundo y del hombre, sobre un Shakespeare, un Dante o un Maquiavelo, que supieron medir la vida externa a partir de su propia vida interna, siempre causó una impresión seria y estricta”. (Benjamín).

Nos enseñaron que debíamos estar en todas las épocas a tono con los ideales generales del ser humano y de preocupación social. Ahora, ni el cristianismo, ni el materialismo, ni las ideologías nacionales, ni los populismos, puedan servir como fuentes de una restauración de la cultura occidental. No olvidemos que la nostalgia del Absoluto o, el dinamismo hacia delante de la ciencia y la técnica, no estuvieron a la altura para responder a la barbarie y la crueldad política del siglo XX.

Como Robert Graves dijo: “Nada puede detener la destrucción general de nuestras antiguas glorias, encantos y placeres”.

Preguntamos, ¿estamos a la espera de una nueva encarnación de los centros vitales de la cultura? ¿cómo los escombros que la historia deja tras de sí, posibilitan un nuevo “tipo” de hombre?

Para responder es necesaria la reconstrucción de un “tipo” que trascienda los instrumentos técnicos (artefactos para la guerra, los medios de comunicación de masas como medios totales, el lenguaje del artificio y las imágenes de las redes sociales), que diluyen o destruyen, la interrelación de la cuaternidad del mundo: Tierra y Cielo, Mortales e Inmortales. Sólo ella posibilitaría que el mundo se abra al ser humano y advenga el Ser.

El hombre es el ente cuyo ser, en cuanto existencia, mora en la cercanía del Ser. El hombre es el vecino del Ser. Que la reconstrucción de la cultura a partir de sus escombros, posibilite un nuevo hombre. Que supere las utopías de lo inmediato y la velocidad de los instrumentos técnicos, y la estructura y funcionamiento de la civilización, y no sean un apéndice de la ciencia y la técnica. Aunque el logos clásico no responda al llamado del Ser y el existir, algunas esferas de la gramática de la existencia, de la sintaxis y el vocabulario, quizá lo permitan