Antonio
Mercado Flórez
Ernst
Jünger en el texto Sobre
el dolor
expresó que, la técnica no sólo se limita a la zona propia del
instrumento, sino que intenta someter también a si el cuerpo
humano.1
En el mismo orden Michel Foucault dijo en Microfisica
del Poder:
el cuerpo, y todo lo que se relaciona con el cuerpo, Herkunft,
la fuente, la procedencia;
es la vieja pertenencia a un grupo –el de sangre, el de tradición,
el que se establece entre aquellos de la misma altura o de la misma
bajeza-- Con frecuencia el análisis de la Herkunft
hace intervenir a la raza o el tipo social […] Allí donde el alma
pretende unificarse, allí donde el Yo se inventa una identidad o una
coherencia, el genealogista parte a la búsqueda del comienzo -de
los comienzos innombrables que dejan esa sospecha de color, esta
marca casi borrada que no sabría engañar a un ojo poco histórico-;
el análisis de la procedencia permite disociar al Yo y hace pulular,
en los lugares y plazas de síntesis vacía, mil sucesos perdidos
hasta ahora.2
Asimismo,
la procedencia se enraíza en el cuerpo. Se inscribe
en el sistema nervioso, en el aparato digestivo. […] El cuerpo -y
todo lo que se relaciona con el cuerpo, la alimentación, el clima,
el sol- es el lugar de la Herkunft:
sobre
el cuerpo se encuentra el estigma de los sucesos pasados, de él
nacen los deseos, los desfallecimientos y los errores; en él se
entrelazan y de pronto se expresan, pero también en él se desatan,
entran en lucha, se borran unos a otros y continúan su inagotable
conflicto. El cuerpo: superficie de inscripción de los sucesos
(mientras que el lenguaje los marca y las ideas lo disuelven), lugar
de disociación del Yo.3
En
Foucault representa un sentimiento fantasmagórico, la idea de un
cuerpo social que estaría constituido por la universalidad de las
voluntades. No es el consensus
el que hace aparecer el cuerpo social -dice-, es la materialidad del
poder sobre los cuerpos mismos de los individuos. En las relaciones
de poder, de dominio, la conciencia del cuerpo no ha podido ser
adquirida más que por el efecto de la ocupación del cuerpo por el
poder: la gimnasia, los ejercicios, el desarrollo muscular, la
desnudez, la exaltación del cuerpo bello […] todo está en la
línea del deseo del propio cuerpo mediante un trabajo insistente,
obstinado, meticuloso que el poder ha ejercido sobre el cuerpo de los
niños, de los soldados, sobre el cuerpo sano. Pero en el momento en
que el poder ha producido este efecto, en la línea misma de sus
conquistas, emerge inevitablemente la reivindicación del cuerpo
contra el poder, la salud contra la economía, el placer contra las
normas morales de la sexualidad, del matrimonio, del pudor […] el
poder se ha introducido en el cuerpo, se encuentra expuesto en el
cuerpo mismo […] De hecho la impresión de que el poder se tambalea
es falsa porque puede operar un repliegue, desplazarse, investirse en
otra parte […], y la batalla continua.4
Según
Foucault, el cuerpo pasa por el filtro de la vigilancia y el control.
Son relaciones de fuerza que abarcan al Estado, las instituciones, la
esfera pública y política de los ciudadanos, también la
sexualidad, el deseo, porque tienden al control, la normalización de
la sociedad. Pienso –dice Foucault-: que desde el siglo XVIII hasta
comienzos del XX, se ha creído que la dominación del cuerpo por el
poder debía ser pesada, maciza, constante, meticulosa. Pero a partir
de los años sesenta, se da uno cuenta que este poder tan pesado no
era tan indispensable como parecía, que las sociedades industriales
podrían contentarse con un poder sobre el cuerpo mucho más
relajado. La distribución del poder en el Estado y el cuerpo social,
es lo que permite su elasticidad y ejercicio. Que se ejerza no sólo
en las instituciones, sino también por encima, por debajo, a los
lados y atraviese los puntos y las cuerdas donde se solidifican. Es
decir, se expresan como poder que disciplina y normaliza el cuerpo
social o a los individuos en particular.5
Foucault llegó a la conclusión que el ser humano no existe. Sino
que es consecuencia de una multiplicidad de variables reales o
supuestas, por las circunstancias en que transcurre su vida. Que el
poder no está localizado en los aparatos de Estado, y que nada
cambiaría en la sociedad si no se transforman los mecanismos de
poder que funcionan fuera de los aparatos de Estado, por debajo de
ellos, a su lado, de una manera mucho más minuciosa, cotidiana. Si
se consiguen modificar estas relaciones o hacer intolerables los
efectos de poder que en ellas se propagan, se dificultará
enormemente la funcionalidad de los aparatos de Estado […] El
poder, lejos de estorbar el saber, lo produce. Si se ha podido
constituir un saber sobre el cuerpo, es gracias al conjunto de una
serie de disciplinas militares y escolares. Es a partir de un poder
sobre el cuerpo como un saber fisiológico, orgánico ha sido
posible.6
Foucault cree que los seres humanos son efectos corporales de fuerzas
que interactúan incansable sobre él. Así, en el decurso histórico
nunca es el mismo, la identidad se convierte en una categoría
metafísica. En el tiempo y el espacio siempre se encuentra en
perpetua transformación. Son las representaciones que tenemos de la
realidad las que permiten nuestra razón de ser. Por tanto, para que
el hombre tenga la posibilidad de llevar sobre la Tierra una vida de
gran estilo sobre elevados criterios. Debe cambiar los mecanismos de
poder que funcionan fuera de los aparatos de Estado, que se ejercen
en las instituciones, el cuerpo, la sexualidad, el deseo, el saber, y
lo nombra, lo toca, lo designa, lo atraviesa, lo circunda y lo
interroga, en la medida que lo convierte en objeto. Si se modifican
las variables o se hacen insoportables las relaciones de fuerza que
actúan sobre él, se dificulta la estructura y la función del
Estado, pero también el pulular de los micropoderes.
Asimismo,
las políticas sobre el cuerpo y el valor del dolor en él, no es la
misma en todas las épocas. Existen actitudes que capacitan al ser
humano para alejarse donde el dolor manda como dueño absoluto.
Semejante apartamiento se manifiesta en que el ser humano es capaz de
tratar el cuerpo –es decir, el espacio mediante el cual participa
en el dolor– como un objeto. Además, la objetización del cuerpo
es la expresión más elevada que pueda considerar la vida. Como
afirma Ernst Jünger: es considerado como un puesto avanzado que el
ser humano es capaz de lanzar al combate y sacrificar desde gran
distancia.
Así,
todas las medidas que se toman abocan no a escapar del dolor, sino a
resistirlo. Foucault cree, en cambio, que el poder se ha introducido
en el cuerpo, se encuentra expuesto en el cuerpo mismo. Se convierte
en objeto de preocupación, análisis y reflexión, pero también en
blanco de vigilancia y control. Esto engendra al mismo tiempo la
intensificación de los deseos de cada uno por, en y su propio
cuerpo. Entonces en los combates de la vida, a cada uno de los
movimientos del adversario responde el movimiento del otro. La vida
libra luchas indefinidas, lo cual no quiere decir, que no terminen
alguna vez.
En
el ámbito de la ciencia se llevan a cabo investigaciones y
experimentos, al borde de lo trascendente. La neurociencia, la
biología genética, la cibernética, la física cuántica, la
medicina deportiva, están demostrando que el cerebro puede convertir
el cuerpo, en objeto. Por ejemplo, el cuerpo es el ámbito donde se
mueve el guerrero o el deportista. Donde se implementan relaciones de
fuerza y dominio que responden a dispositivos, que están más allá
de la sentimentalidad y el amor. Son expresiones objetivas de la
cultura del artificio, que imperceptible y sutilmente disciplinan,
normalizan, el cuerpo y la personalidad. Se trata, de destruir todo
vestigio espiritual y sentimental, para convertirlo en objeto. Esto
es algo degradante para la condición humana y los valores
espirituales, que configuran la existencia. Afortunadamente todavía
existen personas que son capaces de ver las pérdidas: la
numerificación, la aniquilación del valor y la simplificación de
la existencia.
Asimismo,
el Cristianismo concibe el cuerpo como el templo donde mora el
Espíritu de Dios. Simbólicamente la Iglesia es el cuerpo de Cristo
en la Tierra. Afirma el evangelista: si se profana con adulterio,
fornicación, inmundicia, disolución, idolatría, hechicería,
contiendas, disensiones, herejías, homicidios. No se hereda el Reino
de los cielos. Más el fruto del Espíritu es, caridad, gozo, paz,
amor, tolerancia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre. Contra tales
cosas no hay ley. Porque los que son de Cristo han crucificado la
carne con sus pasiones y deseos.7
Para el cristiano el Espíritu de Cristo, rescata el cuerpo de los
espejismos de la carne y de la idolatría. Para la Cábala mística,
en cambio el cuerpo es producto de las doscientas treinta y una
combinaciones posibles de las veintidós letras del Tetragrámaton,
que componen el alfabeto del Nombre de Dios; si se violenta como un
campo de batalla, se violenta la esencia de Dios, el Nombre,
configurado en el cuerpo, el mundo y el tiempo.
Dice
Jünger: en el marco de la edad de Acuario, de la que cabe aguardar
una elevación del nivel medio espiritual […] El cuerpo es
divisible; no lo es, en cambio, el individuo al que el cuerpo sirve
de vestido. Esto toca uno de los motivos por los que los médicos
antiguos declinaban tratar con la lanceta a los pacientes. Un eco de
eso se ha conservado en la relación del internista con el cirujano.
El individuo es único e invulnerable; el fuego no puede causarle
ningún daño.
La
objetización del cuerpo –cree Jünger- se percibe con mayor
claridad en el proceso peculiar que denominamos <deporte> y que
cabe diferenciar de los juegos de la Antigüedad en la misma medida
en que cabe diferenciar nuestras olimpiadas de las griegas. La
diferencia esencial es la siguiente: para nosotros no se trata tanto
de una competición cuanto de un proceso de medición exacta. Es algo
que se deriva ya del hecho de que no se requiere que estén presentes
ni el adversario ni los espectadores. Lo decisivo es, antes bien, la
presencia de la <segunda consciencia>, que registra el
resultado con la ayuda de la cinta métrica, del cronómetro, de la
corriente eléctrica o de la fotografía. Ahora tiene una serie de
instrumentos y medios, que proporciona la imagen, los lenguajes
digitales y analógicos. Al contemplar a los deportistas de elite, al
soldado, tenemos la impresión de que ya han quedado sustraídas en
gran medida las zonas de la sentimentalidad. Esa carne disciplinada y
uniformada por la voluntad con unos cuidados tan meticulosos suscita
la idea de que se ha vuelto más indiferente a las heridas.
En
el deporte y la disciplina del soldado observamos las áreas, en que
el perfil humano está endureciéndose y aguzándose o también
galvanizándose. Se trata de estar informados con máxima exactitud
de los resultados que es capaz de alcanzar el cuerpo humano como
instrumento. A la vez, cómo es lanzado a la vanguardia del combate y
capaz de entregar la vida en sacrificio. El hecho –dice Jünger- de
que ya hoy nos encontramos en condiciones de soportar con mayor
frialdad la visión de la muerte se explica en no pequeña medida
porque ya no estamos en nuestro cuerpo, a la manera antigua, como en
nuestra casa. Así pues, la objetización de la vida se concatena con
la disolución de los valores espirituales, la sentimentalidad y la
profanación del misterio de la muerte. Se constata en la imagen, los
periódicos y revistas ilustradas, al mostrar el rostro carente de
alma, frío, distante, trabajado como en metal, tallado en maderas
especiales, y que posee una autentica relación con la fotografía,
los medios y modos de comunicación. Se observa en el mundo actual
como la objetización del ser humano, se concatena con relaciones de
poder, de dominio y control; así entonces, estamos en una época de
transición donde preponderan las valoraciones técnicas. Jünger
dice: pero nada de eso exime de responsabilidad.
Además,
las personas formadas para pensar tienen una responsabilidad ética y
moral, con la sociedad. De ellos depende desvelar que ocultan los
fenómenos técnicos y a qué voluntad de poder, obedecen sus
exigencias. Poner los fenómenos en una situación crítica, de
crisis, depende el contexto de la representación de una idea para
que sus fuerzas explosionen en el mundo de la revelación –que es
la historia. Como dice Benjamín respecto a la alegoría: todo lo que
la historia desde un principio tiene de intempestivo, de doloroso, de
fallido, se plasma en un rostro; o, mejor dicho: en una calavera.
Por eso la alegoría pone en escena la secularización de la
existencia y del mundo, expone la historia sufriente de los hombres,
sin hacer referencias teológicas que transfiguren su dolor. De esa
manera, se podrán restaurar los portillos que la historia deja tras
de sí. Es decir, el detritus de la vida urbana y del mundo en
general.
Las
filosofías racionalistas de la historia y del conocimiento, la
teología o los saberes del espíritu, tienen una concepción sobre
el cuerpo. Benjamín en el texto Historia
y Coleccionismo: Eduard Fuchs,
habla sobre el arte, la cultura, el cuerpo, el placer sexual, la
moda, la moral pública. Dice Benjamín: a Fuchs le fue siempre
extraña una justa desconfianza contra la proscripción burguesa del
puro placer sexual y de los caminos, más o menos fantásticos, por
los que llega a producirse. Cierto que dará como principio que
<<sólo puede hablarse de manera relativa de moralidad e
inmoralidad>>.8
Entonces la crítica social y la historia natural, se inscriben y se
expresan en el cuerpo. El cuerpo campo de batalla donde convergen
placer y dolor, saber y poder. Para Fuchs, <<el placer
orgiástico pertenece a las tendencias más valiosas de la cultura
[…] debemos tener claro que la orgía […] forma parte de lo que
nos distingue del animal. Este, al contrario que el hombre, no conoce
la orgía […] el animal se retira de la pitanza más sabrosa y de
la fuente más cristalina, cuando ha aplacado su hambre y su sed, y
su urgencia sexual se limita generalmente a breves y determinados
períodos del año. Otra cosa muy distinta ocurre al hombre, sobre
todo al hombre creador. Este ni conoce el concepto de suficiente>>.9
Como dice Gustavo Martín Garzo: Lo maravilloso que nos hace hablar
tiene que ver con el principio erótico. La aventura erótica le
regala al hombre el acceso a mundos, sin el cual permanecerían
cerrados. Conocer es una <forma> de aventura erótica y
espiritual; conocimiento es concordancia: entre deseo y realidad,
realidad y pensamiento, naturaleza y ser humano. La aventura erótica
nos hace hablar del poder espiritual del hombre; no de la fuerza, que
incide en el dominio y el control. Es decir, del mundo de los sueños
bienaventurados y de las pesadillas humanas.
Ahora,
la concepción psicológica e histórica de Fuchs –expresa
Benjamín-, ha resultado de muchas maneras fructífera para la
historia del traje. La moda tiene un triple interés para el autor
–el histórico, el social y el erótico. La moda, dice en la
historia de las costumbres, indica <<cómo se piensa llevar
adelante el negocio de la moralidad pública>>. En Fuchs la
moda es el exponente y el punto de referencia desde donde resplandece
la visión de lo erótico y estético. Las nociones de valor moral y
pasión sensual trascienden las frivolidades de la sociedad, las
amarguras y tristezas de la vida; y se convierten en la dulce
venganza del dolor y el sufrimiento. Tampoco se le escapa a Fuchs, su
papel de instrumento de división de clases y de dominio. De igual
modo que expresa las diferencias más sutiles entre los estamentos
vigila sobre todo las toscas que hay entre las clases. Por tanto
Fuchs se preocupa por tres principios: el primero está constituido
por los <<intereses de la división de clase>>; el
segundo representa <<el modo de producción capitalista
privado>> que procura aumentar sus posibilidades de venta
cambiando mucho la moda; y no olvidemos en tercer lugar <<las
finalidades erótica-mente estimulantes>>.10
Según
Fuchs, la erótica del cuerpo se entrelaza con la erótica de la
creación. Acoge con entusiasmo la doctrina del origen erótico de
los impulsos creadores. Como posteriormente hace Thomas Mann con la
enfermedad. Esta se convierte en el impulso creativo en la obra de
este autor. Para Fuchs, el arte es sensualidad inmediata, así como
la ideología es un producto inmediato de los intereses. <<La
esencia del arte es: la sensualidad. Y además, sensualidad en la
forma más potenciada. El arte es una sensualidad hecha forma,
sensualidad que se hace visible, y a la vez es la forma suprema y más
noble de sensualidad>>.11
En el umbral del fetichismo le sigue la pista a sus equivalentes
históricos. Parece que <<el incremento del fetichismo del
calzado y de la pierna indica que el culto de la vulva sustituye al
culto de Príapo>>; por el contrario el incremento del
fetichismo de los senos es una tendencia regresiva. <<El culto
del pie y de la pierna calzados refleja el dominio de la hembra sobre
el varón; el culto de los senos refleja el papel de la hembra como
objeto de placer del varón>>.12
Lo
maravilloso del principio erótico no sólo posibilita hablar, sino
que sitúa la conversación en el Árbol
de la Vida
y no en el Árbol
del Conocimiento.
Además posibilita descubrir fuentes nuevas y productivas. Eso que el
artistas y el filósofo llaman embriaguez. Para Ernst Jünger en los
sueños, el hablar y el oír, resultan extraños. Aquí queda
amortiguada la parte física, mientras la fantasía disfruta de un
libre campo de actuación. El hecho de que el durmiente empiece a
hablar es un anuncio del despertar.13
Para Walter Benjamín ¡Despierto cuando conozco! El acto de vigilia
desgarra el tejido del sueño en los linderos del alba y el
despertar; y posibilita con la <caja de herramientas>
conceptuales y gnoseológicas, preparar el “despertar histórico”,
como práctica política. Se trata de despertar de la concepción
historicista y de su visión racionalista, para darle vigencia y
encontrar en la historia desde la actualidad, sus más altos
significados. En Benjamín, la investigación histórica empieza con
el despertar. <<Choque frontal entre dos trenes>>; entre
el pasado y el presente. Se trata de <<darse cuenta que el
comentario de una realidad requiere un método diferente al de un
texto>>. Unas veces se hace desde la filosofía, otro desde la
historia, el arte, la literatura, la poesía, la cultura o el
lenguaje. El umbral y el objeto del comentario son correlativos a la
realidad que se comenta. El arte, por ejemplo, se expresa en las
formas de la cultura. O, en otros términos, <<el arte se
caracteriza por desarrollar nuevas formas al conducir a nuevos
contenidos>>.14
Se
trata de trascender el canon preestablecido de antemano y dejar que
las imágenes fluyan en la actualidad, buscando la saciabilidad de su
deseo. Es decir, el contenido preciso, inagotable, en el horizonte de
la historia.
Este
trabajo trata de superar el concepto de <<progreso>>,
también el de <<período de decadencia>>, porque son
sólo dos caras de una y la misma cosa. Superar la <<visión
racionalista de la historia>> que trasmite que todo período
tiene una vida póstuma de sus obras, “celebrándolos” como
“patrimonio”>>. Así Benjamín opone una imagen sin duda,
pero la más enigmática de todas, la más incierta de su estatuto,
la más apta sin duda para poner a salvo los fenómenos, con el
riesgo que sólo lo consiga mediante <<fragmentos o ruinas>>.
No es otra que la <<alegoría>>. Pero sólo son salvados
cuando se evidencia en ellos la discontinuidad. Por eso existe una
tradición que es catástrofe. Se trata de los escombros que la
historia deja tras de sí: el horror, las injusticias, los
sufrimientos, el miedo, el odio, el hambre, el dolor de los vencidos:
los arrastrados por la barbarie. Son el detritus, escombros,
desechos, de la vida urbana. Estos fragmentos o ruinas, han de
<<considerarse por encima de todo como la base de la
historia>>.
Por
tanto el principio erótico que posibilita la conversación y fluye
bajo el follaje del Árbol
de la Vida,
anuncia un nuevo despertar. Se entronca con las cosas rítmicas, que
son las que se oponen a los espejismos de la ciencia, la técnica y
la cifra. El cuerpo y la sexualidad, el cuerpo y la moda, la técnica
y la ciencia, el saber y el poder, habitan un mundo diferente al del
lector, del poeta o del artista. Como dice Ernst Jünger: <<El
oído interno es el que capta las grandes composiciones musicales;
llegan de otro mundo>>. Así pues, <<los cuentos y las
poesías>> se mueven en un orden superior de aconteceres. La
realidad atraviesa diversos grados, semejante en eso a la materia,
que puede aparecer como sólida, como liquida, como gaseosa y que
puede asimismo tornarse invisible.
La
poesía lleva a un mundo de mayor libertad, donde también queda
vencido lo imposible. El placer y el dolor son sentidos en una
dimensión diferente; también el lector tiene su Olimpo. De ahí que
el Aladino que reposa en el lecho junto a la princesa esté más
cerca del mundo de la tijera que no corta que el insaciable Don Juan.
La rosa amenaza con la espina. A la vez crece el impulso instintivo
que lleva a emprender tanto excursiones ideales como excursiones
fantásticas. Ese impulso echa raíces en la vida cotidiana; pone en
peligro el mundo real […] El poema establece marcas que no son
alcanzadas en la vida. En diversos niveles amenaza el destino de
Hamlet.
Asimismo,
la crítica de la experiencia histórica hay que situarla en el
lenguaje y los movimientos del pensar. Porque la actualidad
representa una crisis del lenguaje, asociada al olvido de sus
secretos. El lenguaje como instrumento de revelación podrá
restituir los escombros que la historia dejó a la vera del camino y
los celebra como patrimonio. Entonces podrá perfilar algo más
elevado y digno para el hombre contemporáneo. Si la revelación es
el saber que anida en la historia, la filosofía, el arte, la
teología, la literatura, la poesía, la teoría de la cultura, etc.
Han de posibilitar las herramientas estéticas, gnoseológicas e
históricas, para que los fenómenos develen su verdadero gesto. Lo
que el Surrealismo llamaba: el gesto estético.
Sabemos
que estamos en los umbrales de las nuevas tecnologías del poder, que
están configurando el espíritu de la época actual. Tienen que ver
con el cuerpo como campo de batalla. Donde convergen placer y dolor,
dominio y objeto; figuras donde se hace patente la vida actual.
También con el espíritu, donde se llevan a cabo los combates más
atroces entre las huestes celestiales y las demoniacas, el mundo del
titanismo y del espíritu. Además, el fin de la voluntad de poder es
menguar las corrientes del espíritu, para batirlo con las fuerzas
del sin-sentido y la barbarie. En la medida que lo consiga se
intensifica el dolor, el miedo y el sufrimiento en la vida del ser
humano.
Bibliografía
- Jünguer, Ernst. Sobre el dolor. TusQuets Editores, 2003. pág. 77.
- Foucault, Michel. Microfisica del Poder. Madrid: Las Ediciones de la Piqueta, 1979. pág. 20.
- Ib. pág. 12.
- Ib. pág. 12.
- Ib. pág. 104.
- Ib. pág. 107 y 108.
- Los Evangelios. Galatás 5: 16 – 24.
- Foucault. Ib. pág. 125.
- Benjamin, Walter. Historia y Coleccionismo: Eduard Fuch. Madrid: Taurus Ediciones, S. A. pág. 132.10. Ib. pág. 99 y 100.11. Ib. pág. 100 y 101.12. Ib. pág. 101.13. Ib. pág. 101.14. Jünger. Ib. pág. 110.
15.
Benjamín. Ib. pág. 110 y 111.
16.
Jünger. Radiaciones I. Diarios sobre la segunda guerra mundial
(1939 – 1943). TueQuets Editores, 2005. pág. 51.