<<Una imagen de la contemporaneidad: las vértebras quebradas de su siglo y su soldadura, la obra del individuo>>.
Giorgio Agamben
Antonio
Mercado Flórez
Agamben se pregunta, ¿De quién y
de qué somos contemporáneos? ¿Qué significa ser contemporáneo? Teniendo
presente el pensamiento de Nietzsche, Roland Barthes dice: “Lo contemporáneo es
lo intempestivo”. Aquello que irrumpe en
el presente y fractura la homogenización del tiempo lineal.
<Que intenta entender como un mal, un inconveniente y un
defecto, algo de lo cual la época, con justicia,
se siente orgullosa, esto es,
su cultura histórica>>.1 <Todos somos devorados por la
fiebre histórica>. La contemporaneidad la sitúa Nietzsche respecto
del presente, en una desconexión y en un desfase.2
Ser contemporáneo significa no
coincidir con su tiempo y no adecuarse a sus fines, entonces, en ese sentido,
es inactual. Es a partir de ese alejamiento y de ese anacronismo, lo que
lo capacita para percibir y aferrar su tiempo.3 Entonces, la
a-historicidad del tiempo presente lo faculta para percibir el tiempo
histórico, en el haz de luz que se aleja de la actualidad. Mirar en perspectiva
significa percibir la oscuridad de la luz del presente-ahora, luz que se aleja
a toda velocidad y no permite asir la contemporaneidad.
Ser contemporáneo no significa
alejarse del tiempo histórico en el que vive y situarse en un anacronismo
temporal. Sabe que pertenece a su tiempo y no puede huir de él; así que el hombre lleva
consigo hasta la muerte su pasado a cuesta. Contemporaneidad: <<Esa relación con el tiempo que adhiere a
este a través de un desfase y un anacronismo>>. Quien concuerda con
la época no es contemporáneo, porque no consigue verla y poder mantener la
mirada en ella.4
Así que, sólo podemos ver la época sí nos alejamos
de la oscuridad que la envuelve y mirar con ojos asombrados lo que esconde tras
de sí. Quien está por fuera del presente-ahora, capta la fractura del devenir
histórico. Esto no quiere decir que no pertenezca a la época que vive y la capte
en discontinuidad. Significa romper la columna de la homogenización del tiempo
y ubicarse en la fractura, y así poder captar los hechos en discontinuidad. Y,
a la vez recomponer con las ruinas del presente lo contemporáneo.
Preguntamos, ¿Qué ve quien ve su
siglo, la sonrisa demente de su siglo?5 Que la demencia del siglo se
esconde en la <<lógica>> (el orden, el rigor del pensar) e instaura
en su lugar la arbitrariedad de los instintos y de ese modo proclama la
irracionalidad como verdad. El contemporáneo mantiene la mirada fija en la
oscuridad de la época para develarla y así anuncia su aurora un nuevo amanecer.
Quien experimenta su tiempo, lo percibe
fugaz y oscuro lleno de incertidumbres, miedos y sufrimientos. Por eso,
contemporáneo es el que sabe ver en la oscuridad del presente y resarce lo
dislocado del devenir histórico en el pensar. El pensar que adviene hay que
captarlo en el hábitat del ser y del lenguaje. Para que así revele la esencia
de la época que vive y se eleve a la luz que oculta el presente en la cultura del artificio.
Asimismo, quien sabe ver en la
oscuridad del presente trasciende con la filosofía, el arte y la religión, las
barreras del tiempo histórico. El que está preparado como el profeta para ser
el portavoz y el conducto de la verdad del ser y la esencia del hombre. Que ve
las tinieblas y la oscuridad del presente en la luz de la lejanía y, posibilita
percibir el presente cual rayo en la oscuridad.
El problema surge cuando los
seres humanos se dejan enceguecer con las luces del siglo y no ven en las
profundidades de su oscuridad, la podredumbre de su época. Este pensar es
válido para ver la economía, la política, la ciencia, la técnica, la obra de
arte y la cultura. Como dijo Walter Benjamín: ver lo que sucede en la actualidad
en su cultura. Por tanto, ser contemporáneo significa interesarse por la
oscuridad que lo interpela y pregunta por la época que vive.
Desde la antigüedad lo que
importa al hombre es la pregunta por el ser, el tiempo y la trascendencia.
<<Contemporáneo es aquel que recibe en pleno rostro el haz de tiniebla
que proviene de su tiempo>>.6 Se trata de ver en la oscuridad
de la época y, al mismo tiempo develar la embriaguez de su siglo; esto
significa ser contemporáneo. También percibir en esa oscuridad la luz que,
dirigida hacia nosotros, se nos aleja infinitamente.7
Por tanto, elevarse sobre la
oscuridad del presente-ahora permite ver lo que oculta al ser y al pensar. Por
eso, en el presente la verdad del ser y la esencia del hombre, no se relacionan
en el pensar. Sino que están alienados en la oscuridad del tiempo presente y
obedecen a fuerzas que los trasciende. Esto es, al emplazamiento de los
instrumentos técnicos y la voluntad de selectas minorías. Se trata de tener
coraje para develar lo que oculta el Gran
Poder y el grupo de hombres que concentra y gasta la energía. Dice Ernst
Jünger: <<<La primacía la tiene un elevado nivel de conocimiento,
anónimo y desconsiderado, que vencerá las resistencias políticas o sociales
allí donde tropiece con ellas>>.8 Esto es política.
Por tanto, en el lugar del pensar
se devela la esencia de la técnica y la voluntad de poder, de allí que, al
pensar le incumba la técnica en la contemporaneidad. Pensar la técnica es
pensar el advenimiento del ser, que aclara y oculta, en el lenguaje. La
oscuridad de la técnica en la época contemporánea, la percibimos como un haz de
luz que se aleja a toda velocidad. Se percibe en el encandilamiento y la
embriaguez de la cultura del artificio.
Por eso como un borracho damos
tumbos de un lugar para otro sin tener asidero bajo los pies; ya que la técnica
como <<plataforma de emplazamiento>>, convierte al hombre en pieza
de un engranaje o en número. Ese es uno de los cometidos del pensar, ubicar al
hombre contemporáneo en la mitad de la fractura del presente-ahora y devolverle
la capacidad de asombro, de indagación e interrogación, que le es propicia.
Así podrá advenir la libertad, la
verdadera libertad que proviene del tejido del ser. Hasta que no tengamos una
visión de conjunto de la oscuridad del presente, no podemos tener una
concepción de la esencia de la libertad; aunque tengamos una de las formas que
posee en la contemporaneidad. Así que, lo contemporáneo es el espacio oscuro,
ambiguo y contradictorio de pequeñas minorías selectas, que juegan con el
destino de la humanidad. Ellos saben qué hace parte del destino del ser y de
los hombres, pero también saben algunas cosas más.
La luz que irradia la técnica
está rodeada de una espesa niebla que no posibilita que se revele el ser. Esta
se aleja en chispazos fosforescentes imposible de captar, salvo para aquellos
que miran el devenir del tiempo histórico, en los pliegues del siglo XXI y éste
en el tiempo del hombre que lo vive. Se trata de percibir en la oscuridad del
presente la luz que trata de alcanzarnos y no puede: eso significa ser
contemporáneo. En el pensar adviene la oscuridad que contiene la esencia de
la técnica y revela lo <<bueno>> y lo <<justo>> que
contiene en sí.
Por tanto, ser contemporáneo de
la técnica significa ir más allá del confort
que ofrece al ser humano. Pensar, por ejemplo, la técnica como instrumento de
poder, de devastación orgánica, natural o biológica; significa pensarla en el
torbellino que desciende a la oscuridad, pero también, en el camino que asciende
a la luz, hacia reinos que están en las alturas, donde moran los dioses y el
<<bien>> del hombre. En este orden no hay que hablar de técnica,
sino de <<meta-técnica>>.
O, en otros términos, de la esencia de la técnica.
Asimismo, ser contemporáneos de
la técnica significa no sólo pensar la oscuridad (las ruinas, los escombros),
que la técnica deja tras de sí, sino a la vez pensar las ruinas de la técnica
como la esencia que se aleja de la verdad del ser. Por eso el presente-ahora
que el pensar percibe tiene su morada en los escombros de la técnica y del
mundo actual. <<Por eso el presente que la contemporaneidad percibe tiene
las vértebras rotas. Nuestro tiempo, el presente, no es sólo el más distante:
no puede alcanzarnos de ninguna manera. Tiene la columna quebrada y nosotros
nos hallamos exactamente en el punto de la fractura>>.9
No podemos abarcar el
presente-ahora y tampoco alcanzarlo, estamos situados en su punto de fractura,
los valores del presente no nos sirven y los nuevos no han llegado del todo. Vivimos en una época de tránsito a la espera del advenimiento del ser y
el desvelamiento de la esencia de la técnica. Aquí se confirma que el mito es
más fuerte que la historia; ella lo desvela en variantes. Que entre el mundo de
la técnica moderna y el arcaico mundo simbólico de la mitología se establecen
correspondencias.
De ahí que tenga importancia
desplazar el ángulo de visión para que salga a la luz del día, algo distinto y
positivo del presente-ahora. La necesidad de llevar a cabo una apocatástasis de
la historia, en que todo el pasado haya sido llevado al presente. Algo similar
debía tener en mente Walter Benjamín cuando escribió que, en la medida en que
las diversas épocas del pasado quedan afectadas en un grado distinto por el
presente del historiador, es irrealizable una exposición continua de la
historia. Así, ser contemporáneo de la técnica no tiene lugar sólo en el tiempo
cronológico, sino que emerge desde dentro de él y lo transforma.
Dicha emergencia podemos verla
como anacronismo, algo intempestivo, <<demasiado temprano>>, pero
también, <<demasiado tarde>>. Esto posibilita reconocer en la
oscuridad del presente, la luz que no puede alcanzarnos jamás, y adviene
permanentemente hacia nosotros. Aquí se constata que las hechuras del mundo de abajo, son un débil reflejo de
las hechuras del mundo de arriba.
Dice Agamben: <<La
contemporaneidad se inscribe, en efecto, en el presente, signándolo sobre todo
como arcaico, y sólo aquel que percibe en lo más moderno y reciente los índices
y las signaturas de lo arcaico puede ser su contemporáneo>>.10 Quien
no percibe en lo presente lo primitivo significándolo como moderno, no es
nuestro contemporáneo. Lo presente jamás se puede percibir y asir del todo,
porque al intentarlo se aleja presto en su cabalgadura a lo primitivo. He ahí
su magia, arcaico significa: próximo al arché,
es decir, al origen.11 Así que, lo moderno es lo primitivo, porque
al significarlo cronológicamente como presente-ahora, se esfuma presto a la
lejanía de lo arcaico, es decir, del origen.
La memoria de la palabra divina
dice que en el desierto se revela el ser y se muestra como fenómeno originario,
como <<figura>>, de las que emergen las cosas, la vida orgánica y
natural. O, en otros términos, estamos más cerca del origen. Pero el origen
visto de esa manera, no se ancla en el pasado, sino que es contemporáneo al
devenir histórico y no cesa de incidir en él. El fenómeno originario está
presente en el devenir histórico de lo contemporáneo. Como el niño que se asoma
en la vida psíquica del adulto. Es la doble cara de Jano: una mira hacia
adelante y otra hacia tras. Entonces, la distancia y la cercanía del
presente-actual, la contemporaneidad, se fundamenta en la proximidad del
origen, que se observa con mayor intensidad en el presente.
En la historia de la cultura
occidental (la obra de arte o la literatura), podemos percibir como lo arcaico
se oculta en los pliegues del vestido de lo moderno. <<No porque las
formas arcaicas parecen ejercer en el presente una fascinación particular, sino
porque la clave de lo moderno está oculta en lo inmemorial y lo
prehistórico>>.12 Así, lo inmemorial se convierte en espejo de
la modernidad; espejo que refleja en claro oscuro las figuras de lo primitivo
del presente-ahora, que da forma al rostro de la modernidad. En su defecto,
<<la vanguardia, que se extravió en el tiempo, sigue a lo primitivo y
arcaico>>.13 O, en otros términos, <<la vía de acceso al
presente tiene la forma de una arqueología>>.
Se trata de mirar el presente con
los ojos del pasado y revelar el origen como fenómeno originario. El lugar
donde la existencia restaura su frescura para comprender, pensar y trascender,
la finitud de la vida. <<El presente […] la parte de lo no-vivido en todo
lo vivido>>. ¿Qué impide comprender el presente? El
conglomerado de fenómenos que no hemos logrado vivir en éste. <<La
atención de lo no vivido es la vida del contemporáneo>>. Por estar
preocupados por lo no vivido, se esfuma lo vivido. En el centro de la estela de
los fenómenos, no somos capaces de pensar el presente. Sino que somos
arrastrados tras los espejismos de los fenómenos del mundo actual. Ahora bien,
<<y ser contemporáneo significa, en ese sentido, volver a un presente en
el que nunca estuvimos>>.
Para poder pensar la
contemporaneidad hay que parcelar la homogenización del tiempo cronológico en
varios tiempos e introducir la discontinuidad. La cesura del presente en
la discontinuidad del tiempo lineal posibilita al contemporáneo instalar una
relación especial entre los tiempos. En este sentido el
contemporáneo es quien divide e interpola el tiempo, y está en capacidad de
transformarlo y de leer en él de manera inédita la historia.14 Es como si esa luz invisible que es la oscuridad del presente
proyectase su sombra sobre el pasado y este, tocado por ese haz de sombra,
adquiriese la capacidad de responder a las tinieblas del ahora.15
Se trata de leer en la vida del
presente y, en las formas perdidas y aparentemente secundarias de aquella
época, la vida y las formas del contemporáneo. Esto es: hay que leer e
interpretar el presente en la oscuridad del pasado; y allí responder a las
tinieblas del tiempo-ahora. Tinieblas que se presentan a los contemporáneos en
<figuras> mentales, materiales o espirituales. <Figuras> que
atormentan la existencia del hombre; por eso es necesario resarcirla de la
oscuridad en que está sumida desde tiempos inmemoriales.
Que las imágenes históricas del
pasado, en un determinado momento de su historia alcancen su legibilidad e
interpretación. Ser contemporáneo no sólo de nuestro siglo y del aquí-ahora,
sino de los contenidos ocultos en los documentos o libros que leemos o
interpretamos. De eso depende ser contemporáneo, de traer a la luz la oscuridad
de su historia y que revelen la magia del presente-ahora. Que la indagación
histórica sobre el pasado proyecte su sombra en la interrogación del
presente-ahora. Y de esa manera, tener unas imágenes que posibiliten entender
las sombras del presente, es decir, nuestra contemporaneidad. Aquí tiene razón
Benjamín al decir: <<No hay épocas de decadencia>>.
Que esta reflexión sobre lo
contemporáneo nos ayude a comprender la pregunta sobre el pasado y, siga siendo
siempre, la pregunta por el presente del hombre que grita y llora como un
recién nacido, en los pañales sucios de esta época. No olvidar lo que legó
Hölderlin: <<Llena de mérito, más poéticamente mora / el hombre sobre la
tierra>>.
Bibliografía
- Agamben,
Giorgio. <<Desnudez. ¿Qué es
lo contemporáneo?>>. Adriana Hidalgo editora, Buenos Aires,
2011. pág. 18.
- Ib.
pág. 18.
- Ib.
pág. 16.
- Ib.
pág. 19.
- Ib.
pág. 21.
- Ib.
pág. 21.
- Ib.
pág. 23.
- Jünger,
Ernst. <<La Tijera>>.
Tusquets Editores. Barcelona, 1997. pág. 198.
- Agamben.
Ib. pág. 23.
- Ib.
pág. 26.
- Ib.
pág. 26.
- Ib.
pág. 27.
- Ib.
pág. 27.
- Ib.
págs. 28 y 29.
- Ib.
pág. 29.