Imágenes
sobre el <Humanismo> en la Época Moderna
“Fragmentos sobre el texto que acabo de escribir en relación a Carta sobre el <Humanismo> de Martin Heidegger”.
Madrid-España a 19/11/2025
Antonio Mercado Flórez. Filósofo
y Pensador.
En la historia de la cultura
occidental (en la obra de arte o la literatura, por ejemplo), podemos percibir
como lo arcaico se oculta en los pliegues del vestido de lo moderno. “No porque
las formas arcaicas parecen ejercer en el presente una fascinación particular,
sino porque la clave de lo moderno está oculta en lo inmemorial y lo
prehistórico”. Así, lo inmemorial se convierte en espejo de la
modernidad, que refleja en claro oscuro las figuras de lo primitivo del
presente-ahora, que da forma al rostro de la modernidad. En su defecto, “la vanguardia
que se extravió en el tiempo, sigue a lo primitivo y arcaico”. En
otros términos, “la vía de acceso al presente tiene la forma de una
arqueología”.
Hay que tener presente que el
hombre inmerso en la velocidad y lo efímero o, en la algarabía de los lenguajes
digitales, es decir, en la Cultura del
artificio; tal vez den la razón a Heidegger cuando dice: “El lenguaje reclama el justo silencio en
lugar de una expresión precipitada.” Y prosigue: “Quizás sea más adecuado
elevarse a la verdad del ser y mostrarla como aquello que hay que pensar”. Si se eleva a la altura de los
términos, se sustrae al hecho de opinar y suponer. Así, lo que prevalece en la
actualidad es la opinión sobre los hechos.
Somos parte de una época donde
predomina la degradación del lenguaje y de los movimientos del pensamiento.
Entonces, el espíritu vive inmerso en los flujos de la información rápida e
inmediata de la Cultura del artificio, y todos los días por la
importancia de las imágenes sobre las palabras, se degrada la verdad del ser y
la esencia de existir. En consecuencia, asistimos a marcha forzada a dar
prioridad al Gran Poder, y en su
defecto, a las imágenes sobre las palabras y a la opinión sobre la reflexión.
De ahí que en la actualidad las reflexiones del pensar se encuentran en dique
seco.
También somos contemporáneos de
una indigencia espiritual que repercute en la cultura y la condición humana; y
esto es sumamente grave para los valores fundamentales del hombre y su cultura.
Porque la civilización actual no sólo desintegra la cultura y sus “monumentos
duraderos” (las obras de arte, los edificios, la música, la poesía, la novela,
etc.), sino que esta desintegración se convirtió en “un valor”, es decir, “un
bien social que puede ponerse en circulación y convertirse en dinero a cambio
de todo tipo de valores, sociales e individuales”- al decir de Hannah Arendt.
En otras palabras, los objetos
culturales se banalizan y se convierten en valor de uso, de cambio y de
consumo; y, pierden la “facultad de
captar nuestra atención y conmovernos”. En este orden, se degradan los
valores culturales frente a la capacidad de comprender e interpretar la
existencia y el mundo. Ámbito que niega el principio que, el sentido de la vida
no es inmanente a la historia; sino trascendente a ella.
Ahora bien, ¿es el umbral de la
verdad del ser un espacio sin salida? ¿es el elemento donde la libertad
conserva su esencia? ¿de qué modo podemos volver a dar sentido al humanismo?
¿ha perdido el humanismo la cualidad que proviene de los griegos y romanos,
judíos y cristianos? Heidegger dice que se trata de ver el humanismo desde el
umbral histórico más antiguo, que hasta el momento no ha proporcionado la
historiografía, y tampoco el historicismo. La palabra “humanun” remite a humanitas,
es decir, a la esencia del hombre.
Por tanto, su cualidad consiste
en ser humano, no anti-humano; devolverle un sentido al humanismo, que sólo
puede significar redefinir el sentido de la palabra. Cree que esto exige, por
una parte, experimentar de modo más inicial la esencia del hombre, y mostrar en
qué medida esa esencia se torna destino a su modo. En él la esencia se revela en el camino del ser. Éste posibilita
el acontecer en cuanto existente en su verdad. Además, el hombre es guardián
del ser. La palabra humanismo significa la esencia del hombre es esencial para
la verdad del ser.
Sin
la esencia del hombre se
oculta el ser; entonces, el lenguaje sería incapaz de dar sentido al mundo, a
la historia y a la realidad.
Heidegger pregunta, ¿se puede
seguir llamando “humanismo” a este “humanismo” que se declara en contra de
todos los humanismos existentes hasta la fecha, que al tiempo no se alza como
portavoz de lo inhumano? ¿seguimos nadando en compañía de las corrientes
reinantes, que se encuentran ahogadas por el subjetivismo metafísico y sumidas
en el olvido del ser? A la vista de esa humanitas
más esencial del homo humanus se
abre la posibilidad de devolverle a la palabra humanismo un sentido histórico
más antiguo que el sentido que historiográficamente se considera más antiguo.
Si la historia no está apremiada
en esa dirección, se podría despertar una reflexión que no sólo piense al
hombre, sino también la “naturaleza” del hombre, y no sólo la naturaleza, sino
de modo más inicial todavía, la dimensión esencial del hombre, determinada
desde el ser mismo.
Recordemos que está hablando
después de la Segunda Guerra Mundial, donde la humanidad del hombre se degradó
y se desgarró por completo. Y en su lugar invita a reflexionar la naturaleza
del hombre, de modo más inicial, esto es, el hombre determinado por el ser. Es
decir, que en la historia universal encuentre su lugar. Sabemos que la
experiencia del siglo XX desgarró el humanismo que heredamos en la historia de
Occidente, el de la razón clásica, el humanismo cristiano y renacentista.
Humanismos que no estuvieron a la altura para contener la barbarie.
Heidegger olvida que son las
condiciones morales, espirituales, subjetivas e históricas, las que dan sentido
al humanismo. Y, no ubicarlo como hace él, en la verdad del ser, la esencia del
hombre y el lenguaje. Lo que aquí hace es darle prioridad al ser en sí, a la
esencia del pensar y del lenguaje, sobre el hombre concreto de carne y hueso
con sus generaciones históricas. Estos tres presupuestos de Heidegger, prevalecen
sobre el ser humano que tiene esperanza, sufre, ama, odia y va al encuentro de
sí y del otro, para reconocerse a sí mismo como hombre.
Sabemos
que la negación del “sujeto” atenta contra el sentimiento, el espíritu y el
alma. Y, niega los presupuestos del humanismo o, estar en el mundo y exaltar el
en sí del ser humano.
Las monstruosidades en la
historia de la cultura occidental, no en modo fecundas son para el Humanismo.
Además, un mundo lleno de atrocidades, dolor, odios, sufrimientos, violencia y
guerras, infunde temor en las almas de los hombres, para alcanzar el sentido de
lo humano. Thomas Mann nos recuerda que, “la piedad, el respeto, el decoro
espiritual, la religiosidad, sólo son posibles en el hombre y por el hombre
dentro del marco terrenal y humano. Su fruto debiera ser, puede ser y será un
humanismo con ribetes religiosos, inspirado por el sentimiento del secreto
trascendente del hombre, por la orgullosa consciencia que el hombre tiene de
ser algo más que un fenómeno biológico.
De estar ligado por una parte esencial de su
ser a un mundo espiritual, de que la noción de lo absoluto le ha sido dada con
las ideas de Verdad, de Libertad, de Justicia, de que le ha sido impuesto el
deber de ir en busca de la perfección. En ese patetismo, en esa obligación, en
esa veneración del hombre por sí mismo descubre a Dios. Pero soy incapaz de
encontrarle en cien millones de vías lácteas”.
Es, además, preocupante y
abominable cómo el humanismo en el mundo actual, se reemplaza por la técnica,
la ciencia, la Inteligencia Artificial, el dinero o, el poder. Por la técnica
que no responde a las necesidades materiales y espirituales del hombre. De ahí
que la ciencia no sea enemiga del humanismo, sino que ésta debe responder a los
requerimientos humanos. Es imposible calificar de diabólicos los temas y
objetos de la ciencia sin que la acusación alcance a la ciencia misma.
Que la técnica sustituya el
antropocentrismo en esta época de masas y de cultura de masas, no es una mera
evidencia, sino que ataca al humanismo. Lo que preocupa es que, la ciencia, la
técnica, la estadística, sustituyan la Libertad, la Verdad o la Justicia en los
asuntos humanos. Lo que llama la atención en las utopías de nuestro siglo es
que se presentan con el estilo de la ciencia y son pesimistas. No hay en ellas
magia; con la técnica basta. En Huxley y Orwell, “el avance del cálculo y de su
aplicación práctica hace imparable la transformación de la sociedad en puras
cifras o números”.
Así que, el avance de la ciencia y de la
técnica sustituyen todo rasgo de Humanismo, de Justicia y de Trascendencia. De
ahí que se instrumentalizan en nombre del Gran Poder. Y, en consecuencia, el
planeta adquirió un aura nueva, una epidermis más sensible.
El famoso elogio de la ciencia
contenido en el “Ensayo sobre Bacon”
de Thomas Macaulay, escrito en 1837, reza así:
“[La ciencia] prolongó la vida;
mitigó el dolor; extinguió enfermedades; aumentó la fertilidad de los suelos;
dio nuevas seguridades al marino; suministró nuevas armas al guerrero; unió
grandes ríos y estuarios con puentes de formas desconocida para nuestros
padres; guio el rayo desde los cielos a la tierra haciéndolo inocuo; iluminó la
noche con el esplendor del día; extendió el alcance de la visión humana;
multiplicó la fuerza de los músculos humanos; aceleró el movimiento; anuló las
distancias; facilitó el intercambio y la correspondencia de acciones amistosas,
el despacho de todos los negocios.
Y permitió al hombre descender a
las profundidades del mar; remontarse en el aire; penetrar con seguridad con
los mefíticos recovecos de la tierra; recorrer países en vehículos que se
mueven en caballos; cruzar el océano en barco que avanzan a diez nudos por hora
contra el viento. Estos son sólo una parte de sus frutos, y se trata de sus
primeros frutos, pues la ciencia es una filosofía que nunca reposa, que nunca
llega a su fin, que nunca es perfecta. Su ley es el progreso.
La exaltación que hace el
positivismo científico de Auguste Comte, el cientificismo filosófico de Claude
Bernard, la evolución de las especies de Charles Darwin, Charles Sanders
Pierce, el historicismo de Hegel con la autorrealización del espíritu, el
materialismo científico de Karl Marx, expresan confianza en el despliegue de
los hechos y la historia. Ahora miramos con desconcertada ironía todas estas
cosas”.
El avance de la ciencia, la
técnica y el cálculo en la vida humana, tiene que ver con profundas necesidades
psicológicas, espirituales, morales, históricas y materiales. Pero en esta alta
civilización técnica y de masas, la idea de Progreso
está seriamente cuestionada porque en los siglos XIX y XX, vimos el desarrollo
de las ciencias positivas, pero no el deterioro de las sociedades y la
naturaleza. En la actualidad observamos la polución en las grandes ciudades, la
arquitectura sin alma, la contaminación de los mares y los ríos, el cambio
climático como consecuencia del progreso y la técnica en los asuntos humanos.
Desde otro umbral, el
reconocimiento de la ciencia, del arte y del humanismo, también viene de
Abraham Flexner, pedagogo estadounidense. En una conferencia que tituló La Utilidad de los Conocimientos Inútiles
de octubre de 1939, dijo: “¿No es curioso que en un mundo saturado de odios
irracionales que amenazan a la civilización misma algunos hombres y mujeres
–viejos y jóvenes- se alejen por completo o parcialmente de la tormentosa vida
cotidiana para entregarse al cultivo de la belleza, a la extensión del
conocimiento, a la cura de las enfermedades, al alivio de los que sufren, como
si los fanáticos no se dedicaran al mismo tiempo a difundir dolor, fealdad y
sufrimiento?
El mundo ha sido siempre un lugar
triste y confuso; sin embargo, poetas, artistas y científicos han ignorado los
factores que habrían supuesto su parálisis de haberlos tenido en cuenta. Desde
un punto de vista práctico, la vida intelectual y espiritual es, en la
superficie, una forma inútil de actividad que los hombres se permiten porque
con ella obtienen mayor satisfacción de la que pueden conseguir de otro modo.
Mi pretensión es ocuparme hasta qué punto la búsqueda de estas satisfacciones
inútiles se revela inesperadamente como la fuente de la que deriva una utilidad
insospechada.
Un gran número de jóvenes se
dedica a los estudios seguidos por sus padres y los dirige al estudio,
igualmente importante y no menos urgente, de los problemas sociales, económicos
y gubernamentales. No me quejo de esta tendencia. El mundo en el que vivimos es
el único que nuestros sentidos pueden atestiguar. A menos que se construya un
mundo mejor, un mundo más justo, millones de personas continuaran yendo a la
tumba silenciosas, afligidas, llenas de amargura. Nuestras escuelas deberían
prestar mayor atención al mundo en el que sus alumnos y estudiantes están
destinados a vivir.
Podemos considerar esta cuestión
desde dos puntos de vista: el científico, el humanístico o, espiritual. De una
cosa podían estar seguros, teniendo presente los trabajos de Heinrich Hertz y
Clerk Maxwell, de que habían realizado su trabajo sin pensar en la utilidad y
de que a lo largo de la historia de la ciencia la mayoría de descubrimientos
realmente importantes que al final se han probado beneficiosos para la
humanidad se debían a hombres y mujeres que no se guiaron por el afán de ser
útiles sino meramente por el deseo de satisfacer su curiosidad.
La curiosidad que puede conducir
o no a algo útil es probablemente la característica más destacada del
pensamiento moderno. No se trata de algo nuevo se remonta a Galileo, Bacon y
sir Isaac Newton, y hay que darle total libertad. Las instituciones científicas
deberían entregarse al cultivo de la curiosidad. Cuanto menos se desvíen por
consideraciones de utilidad inmediata, tanto más probable será que contribuyan
al bienestar humano y a otra cosa asimismo importante: a la satisfacción del
interés intelectual, que se ha convertido en la pasión hegemónica de la vida
intelectual de los tiempos modernos”.
Ojalá fuera capaz de dar una argumentación cargada de promesas en este mundo, que se deshace como hongos podridos en la boca. “Ya no es posible”, observaba Eliot, “hallar consuelo en tinieblas proféticas”. Las “apremiantes necesidades de una situación crítica”, que se refiere Eliot, se han hecho más evidentes en la actualidad.
“Nos sentimos enredados constantemente en una urdimbre de crisis que nos flagela”.
George
Steiner.