jueves, 9 de marzo de 2023

LOS LENGUAJES ARTIFICIALES EN LA "CULTURA DE LO EFIMERO"

  “Sólo en el silencio de nuestros pensamientos tenemos el control de lo que decimo y el poder de ser libres”.

                                                       Julio Betin López

 

Antonio Mercado Flórez. Filósofo y Ensayista.

 

Los lenguajes artificiales son el espacio privilegiado para hacer del hombre algo fútil destinado al olvido. En estos códigos verbales que están situados en la materialidad de la cultura (medios de comunicación, redes sociales, imágenes en movimiento, etc.), la vida adquiere un cansancio en el devenir de lo siempre igual. En la actualidad vivimos en las sociedades de masas y de cultura de masas, la contradicción entre el discurso de las redes sociales y el mundo y su realidad. En este ámbito, se contraponen la homogenización (del pensar, de hablar, de actuar, de imaginar y de la experiencia cotidiana), a la heterogeneidad de la vida individual y social del ser humano.

Se trata que la diversidad se ubique y actué, en los cinturones de la sociedad y de la Gran ciudad. Porque lo que prevalece para el Sistema o la Estructura, es lo siempre igual. Y, en profundidad se busca “romper el cerco” que teje y desteje, el Gran Poder y develar las relaciones de poder y los discurso que los legitima y legaliza. Para así llegar a la diversidad discursiva o de acción de los lenguajes naturales, la estética, la imaginación y los movimientos del pensamiento.

Ser conscientes que en la actualidad existe una pluralidad de lenguajes que van del hablado-escrito hasta las imágenes y el pictórico. Porque el lenguaje es el que da “forma” y “sentido” a la cultura. Por eso la cultura es una forma del lenguaje. En el mundo actual hay que ampliar las manifestaciones artísticas, filosóficas, humanistas y el dinamismo de la cultura. Porque en esta sociedad de masas y de cultura de masas, somos pobres en las formas estéticas y las creaciones culturales. Porque prevalece la mate matización del mundo y su realidad, la estadística y la política, la técnica y la ciencia, sobre el sentido humanístico de la existencia. La política no está a la altura para cuidar las obras de arte, que son un bien público. (Hannah Arendt).

En este orden la cultura del artificio –un mundo donde la tabla de valores vigente exalta el entretenimiento, la publicidad, el ocio vacío, el consumo de masas y una literatura leve, ligera, fácil de leer, etc.-, se opone a la cultura del libro y de la lectura. Que abre el imaginario individual y una concepción del tiempo discontinuo, que Oswaldo Spengler llamó la necesidad orgánica del sino – lógica del tiempo-:

Es un hecho de profunda certidumbre interior, un hecho que llena el pensamiento mitológico, religioso y artístico, un hecho que constituye el ser y núcleo de toda historia, en oposición a la naturaleza pero que es accesible a las formas del conocimiento analizadas en la Crítica de la razón pura. Por tanto, la historia universal es nuestra imagen del mundo, no la imagen de la “humanidad”. (Spengler). Por eso, en la civilización de Occidente, la historia universal se convierte en la forma enérgica de la consciencia vigilante.

De ahí que las diversas prácticas culturales posibiliten el enriquecimiento de la cultura, la escritura, la música, el arte, la poesía, etc., enriquecimiento del universo cultural actual y universal. Así que, la cultura del artificio se concatena con el desarrollo técnico, y se expresa en los sistemas en Red, la conectividad, que los lenguajes artificiales han transformado en Internet. La técnica es transgresora y está posibilitando una nueva cultura. Por eso hay que percibir la técnica en su cultura. Somos parte de la cultura de lo efímero que responde a las apetencias de la técnica, del capitalismo global y del Gran Poder.

Somos parte dijo Mario Vargas Llosa, en el ensayo “La civilización del espectáculo”, en “Letras Libres”: Del momento en que la obra artística y literaria pasó a ser considerada un producto comercial que jugaba su supervivencia o su extinción nada menos y nada más que en los vaivenes del mercado. Cuando una cultura ha relegado al desván de las cosas pasadas de moda el ejercicio de pensar y sustituido las ideas por las imágenes, los productos literarios y artísticos pasan a ser promovidos, y aceptados y rechazados, por las técnicas publicitarias y los reflejos condicionados en un público que carece de defensas intelectuales y sensibles para detectar los contrabandos y las extorciones de que es víctima. (Vargas Llosa).

La técnica y, en particular, Internet, están cambiando la estructura piramidal del habla, de la escritura y del pensar humano. Por otro horizontal, que sitúa el “ágora” del mundo en los lenguajes digitales. Se está pasando del logos natural al logos artificial, donde prevalecen las imágenes sobre las palabras, la escritura y los movimientos del pensamiento. Estas transformaciones culturales posibilitan nuevas formas del ejercicio del poder. Porque están “erosionando” no sólo el antiguo pacto social, sino también el Estado y las instituciones públicas y privadas. Y la técnica de la información, la vigilancia masiva, las redes sociales, entre otros, están posibilitando el paso del Estado democrático de Derecho a un Estado Punitivo.

Por eso, el ejercicio del poder o, del orden del discurso, se han diluido en la Red o Internet. Erosionan los puntos de referencia o de orientación, sociales o individuales: líderes políticos, líderes sociales, intelectuales etc. Y en este orden, la concepción y la experiencia de la vivienda, del trabajo, la familia, la comunidad, la amistad, etc. Así que, lo público no sólo prevalece sobre lo privado, sino que se diluyen en la Red. En el teletrabajo, por ejemplo, confluyen producción, recepción y circulación. Se trata de tener presente que, la técnica violó o transgredió la intimidad. Así, el dispositivo técnico prevalece sobre el recogimiento, los sentimientos, la contemplación y la sociedad que da prioridad al maquinismo y la velocidad.

De ahí que en la cultura del artificio existe una crisis de la capacidad de asombro, de la imaginación, de análisis, de crítica y de juicio. Estamos en tiempos de tránsito y, por supuesto, observamos como los valores viejos, tradicionales, que daban sentido a la vida, al mundo y su realidad, se están retirando y los nuevos no se han instalado del todo. Sabemos que los tiempos de crisis arrastran tras de sí, dolor, sufrimiento, y escombros humanos y materiales tirados a la vera del camino. Pero también abre las puertas a grandísimas oportunidades.

En la época actual la crítica al capitalismo global es una crítica a un territorio en el que predomina la locura. Un territorio natural, del sueño y del mito, que expresa e interpreta la locura del tiempo actual. Una locura que se manifiesta desde diferentes umbrales: la violencia físico-psicológica, el desempleo, la guerra, el hambre, la drogadicción, la falta de vivienda, la inmigración, el racismo, los medios de comunicación, los lenguajes digitales o las imágenes en movimiento. Eso que se denomina cultura de lo efímero o cultura del espectáculo.

Walter Benjamín piensa que el suelo del mito tuvo una vez que quedar entreverado con la razón, y que, por tanto, debe ser limpiado de la locura y del mito. Es lo que debe hacerse con el territorio del siglo XIX. Pienso que también ha de hacerse con el territorio del siglo XX. Lo importante del pensamiento de Benjamín sobre el incipiente capitalismo del siglo XIX, no sólo es la limpieza del mito; sino tener presente que la “sensación de lo más novedoso, de lo más moderno”, y la imagen de un “eterno retorno de lo mismo”, son formas oníricas soñadas por una sociedad que “no conoce historia alguna”. Por eso, la define como época del infierno. Se trata de liberar del mito y la locura con el hacha de la razón significa liberarla de las potencias del miedo, la violencia y la sinrazón. Se trata ahora de des-potenciar el mito, despertar de él. ¡Despierto cuando conozco!

Lo importante del pensamiento de Benjamín expresado en el Libro de los Pasajes, consiste en la conjunción de las fuentes metafísicas, histórico-filosóficas y teológicas, que había esbozado en “Origen del drama barroco alemán”. También se encarga de la cultura en la época del alto capitalismo industrial y traduce el hecho económico del fetichismo de la mercancía a nivel filosófico. A la vez, emplea la categoría de reificación para resaltar las antinomias del pensamiento burgués. Considera la reificación del ser humano consciente y libre como si fuera un objeto o cosa no consciente ni libre; también se refiere a la reificación o cosificación de las relaciones humanas y sociales que se transforman al referirse en meras relaciones de consumo de una persona a otra.

Así que, el carácter social del trabajo según Marx, como carácter cósico de los productos del trabajo. Benjamín la traduce como “concepción reificada de la cultura”. Como la cultura en el alto desarrollo industrial y tecnológico, la sociedad de masas y la cultura de masas, se cosifica. El deterioro de la cultura que se genera a fines del siglo XIX, “se alimentó del kitsch, cuya falta del sentido de la forma y del estilo –tan interesante desde un punto de vista histórico- tiene una conexión directa con el divorcio de las artes y la realidad.

Aún después del nacimiento del arte moderno, lo que ocurrió fue una desintegración de la cultura. En esta desintegración, la cultura, aún más que otras realidades, se había convertido en lo que sólo entonces la gente empezó a llamar un “valor”, es decir, un bien social que podía ponerse en circulación y convertirse en dinero a cambio de todo tipo de valores, sociales o individuales”. (Hannah Arendt).

Que “las creaciones del espíritu humano no deben sólo su nacimiento, sino también su trasmisión, a un trabajo social continuado”. Así que, el destino de la cultura en el siglo XIX y XX, no fue otro que precisamente su carácter mercantil, que según Benjamín se representaba como fantasmagoría en los “bienes culturales”. En la sociedad de masas y la cultura de masas en el siglo XX, la cultura se transforma en entretenimiento de masas, que se alimenta de los objetos culturales del mundo. (Arendt).

La cultura en la civilización de lo efímero pierde el aura que la caracterizaba y deviene cosificada en objetos de “valor”. La mercantilización y la fantasmagoría de los “bienes culturales”, representan para Benjamín la banalización de las obras culturales: una obra de arte, una partitura musical, una composición poético-musical de la cultura popular, y en consecuencia la cosificación de las creaciones del espíritu humano.

Esto representa la degradación del espíritu de la cultura occidental; y, con la primacía de la técnica en la actualidad, hay que ver las obras culturales y la técnica, en su cultura. Y la cultura que prevalece en la actualidad es, la de la digitalización, las redes sociales, la imagen “pictórica” en movimiento, de la estadística y la banalización de la política, sobre el mundo y su realidad.

Para la cultura de lo efímero y la banalización del lenguaje existe algo fascinante en que nuestras vidas sean insignificantes y estén destinadas al olvido. Que el presente sólo se proyecte a través de la Red, las imágenes en movimiento, la mentira, el odio, la violencia, la guerra, y el hombre “una existencia en reserva” como una mercancía en el mercado de la circulación y la demanda.

George Steiner dijo en el texto “Extraterritorial”: “Lo mejor del hombre se relaciona con el milagro del lenguaje; y hasta ahora la humanidad y ese milagro han sido indivisibles. Si el lenguaje perdiera una parte de su energía, el hombre se volvería menos humano. La historia reciente y la ruptura de comunicación entre enemigos y generaciones muestran de manera inquietante lo que significa esa disminución de humanidad”. En la cultura de lo efímero “es cada vez más difícil “ser uno mismo”, encontrar un espacio diferenciado para el idioma, el estilo y la sensibilidad. Bajo la presión del émbolo de los medios de comunicación y la publicidad, hasta nuestros sueños se han uniformados”.

Por la primacía de la cultura de lo efímero, las redes sociales y la conectividad, en la vida de las personas, “la distinción entre yo y tú por la que el animal hablante entro en la historia ya no resulta tan evidente. Atravesamos un período de cambios profundos. Pienso que ese estado transitorio e inestable del tiempo y la identidad personal, del yo y la muerte física, influirán en la condición y las posibilidades del lenguaje. Si los “universales históricos” cambian, si las estructuras sintácticas de la percepción se modifican, se modificarán también las formas de comunicación”. (Steiner).

 La importancia y el discutido papel de la Red, Internet, las imágenes en movimiento, ante “estos niveles de transformación, serían sólo un fenómeno secundario”. Por eso, nuestro sentido de ubicación del hombre en el mundo y su realidad, la forma en que se relaciona el pensamiento y el entorno humano, lenguaje, experiencia y pensamiento, se modifican en la “nuevas utopías de lo inmediato”.

Estamos a las puertas de un nuevo orden de cosas, de los “cánones de imaginación” y de los contenidos de la experiencia, que no representan fielmente el mundo y su realidad. Porque entre los instrumentos cognitivos y el cuerpo social, se interponen distractores, que alteran el tejido de la sociedad y del Ser. De ahí que el lenguaje se constituye en el lugar donde interpretamos y vivenciamos, la existencia individual y las relaciones que tenemos con el entorno.

Como expresó George Steiner: “La utilización espontánea e innovadora del lenguaje define al hombre”.

                                     Madrid-España a 04/03/2023