Antonio Mercado Flórez. Filósofo y Ensayista.
La cultura occidental
llegó a su máxima expresión con el poder de la técnica. Por tanto, lo que
caracteriza indudablemente a los actores es la nivelación de los viejos cultos,
la esterilidad de las culturas, la mezquina mediocridad. Existe una
correspondencia entre el vaciamiento de los valores de la cultura y la mediocridad.
En esta alta civilización técnica y de masas, unos órdenes nuevos han ocupado
ya unas posiciones muy avanzadas, pero los valores correspondientes a esos
órdenes aún no se han hecho visibles. (J.M. Esquirol).
Estamos viviendo una situación ambigua de que el orden nuevo no ha llegado del todo y el viejo no se
ha ido. Lo nuevo se viste con la ropa de lo viejo y esto trae una confusión en
aquellos que no comprenden el paso de una época a otra. En correspondencia con
lo expuesto, el ser humano se ha colocado fuera de los valores de la cultura de
la Ilustración, del ser y el pensar, se ha salido de ellos; y el orden nuevo
determinado por la técnica se ha vuelto autónomo, y ahora los valores
culturales devienen cada vez más sustituibles y prescindibles. Y, esto genera
en los centros vitales de la cultura occidental, una fractura fundamental.
Ahora pues, si observamos el
mundo que ha surgido de la catástrofe de la Primera y Segunda Guerra Mundial,
nos damos cuenta que aumenta sin cesar la índole abstracta y, por tanto,
también cruel de todas las relaciones humanas. (Ernst Jünger). La abstracción
aleja al hombre del otro y, de las necesidades morales, materiales y
espirituales, que genera. Así que, la información es la que nos posibilita la
vivencia presencial a través de las imágenes en movimiento. Esto posibilita que
perdamos el sentido de realidad de la historia, del mundo y su fundamento.
Porque la cultura del artificio permite que predominen las relaciones artificiales sobre las relaciones de sentido. De ahí que el
mundo no se puede reducir a la pura información, porque perdemos el sentido de
realidad. Somos parte de una época de tránsito del mundo de las cosas tangibles
o visuales, de experiencias compartidas y de ideales comunes, a otro de
no-cosas, completamente artificial. Estamos pasando del lazo afectivo con las
personas o las cosas que nos rodean, a un mundo sin vinculo ninguno, sin lazos
espirituales, morales, éticos o sociales; por otro donde predomina la
hiperinformación.
Este tránsito confirma como la
información crea relaciones artificiales que contribuyen para que el hombre se
precipite al abismo de la soledad y la incomunicación. Una época donde
prevalece la saturación de información; pero también la indigencia del pensar,
del lenguaje y las experiencias compartidas. Un mundo donde no predomina la
memoria, el recuerdo o el momento oportuno, sino el presente-actual, fugaz y
pasajero. En esta esfera la solidaridad, la fraternidad, el dialogo o, el amor,
se diluyen en nombre de las imágenes en movimiento, los big data, la
estadística y la objetivación de las valoraciones técnicas. Y, esto posibilita
que el ser humano se sienta sumamente solo y desgraciado.
Son muchos los sitios donde ya
casi se ha desprendido la máscara humanitaria; en su lugar aparece un
fetichismo medio grotesco medio bárbaro de la máquina, un ingenuo culto a la
técnica. (Jünger). Es un espectáculo grandioso y terrible ver los movimientos
de las masas – unas masas de conformación cada vez más uniformes, que obedecen
a las relaciones de poder del capitalismo global. Porque el capitalismo global
no oprime la libertad o el libre albedrío, sino que los explota. No es
represor, sino seductor. Así, la dominación y la coacción las presenta como
libertad.
Así, las cosas informatizadas,
o sea, los infómatas, se revelan como
informadores eficientes que nos controlan y dirigen constantemente. Por eso, el
teléfono móvil (el Smartphone) es el
artículo de culto de la dominación digital. (Byung-Chul Han). Somos parte de
una época en que los símbolos, los rituales de la información han desplazado a
los religiosos o ideológicos. De ahí que el capitalismo global, la sociedad de
masas y la cultura de masas, diluyen las diferencias en el consumo y la
conversión de los bienes en valor.
La sociedad y la cultura de masas no sólo
tienden a la estandarización, sino también a establecer relaciones abstractas e
inconexas entre los individuos. En su seno predomina la técnica, el dinero, el
poder y el maquinismo. En Un mundo feliz
de Aldous Huxley, las personas son controladas a gran distancia, sin hacerles
daño. El Estado tecnológico distribuye la seducción y el placer para que todo
el mundo se sienta feliz. Una felicidad engañosa porque las carencias morales,
espirituales, económicas, educativas, sexuales y culturales, son parte de la
estructura del Estado tecnológico y del capitalismo global. O, en otras
palabras, son instrumentos de dominio y de poder.
La Inteligencia Artificial no piensa, sino que responde a algoritmos
que nada tienen que ver con las reflexiones del pensamiento, la imaginación creadora
y la capacidad de asombro. Sólo maneja big
data: los datos que se recolectan y el cálculo de posibilidades de la
acción o pensar humano. La vida individual y social del ser humano está
determinada cada vez más por la estadística y la objetivación. Así, en el
capitalismo global se observa la disfuncionalidad entre la realidad y el espacio
de confort digital. No responde a las apetencias morales, materiales y
subjetivas, del hombre.
Hannah Arendt dijo que, la
sociedad moderna estaba organizada para responder a las necesidades biológicas del
hombre (como el trabajo, la supervivencia y la reproducción), más no a las
necesidades espirituales, educativas o culturales. Esto en el capitalismo
global tecnológico impele a los seres humanos a las satisfacciones instintivas,
de consumo y del ocio vacío. Que responden a relaciones de poder y de dominio. Pienso
que el capitalismo global es antihumano y anti-humanista, porque no responde a
la esencia del hombre y del ser en el mundo.
Por eso, el capitalismo global
hay que humanizarlo- donde prevalezca la civilidad, la fraternidad, la
convivencia común, el sentido común, la justicia, la distribución social de los
bienes de consumo-, sobre la trastienda bestial, instintiva, agresiva, que
expresa el capitalismo clásico o, el neoliberalismo económico. Se trata de
superar la noción de Hobbes: el hombre lobo para el hombre. Aplicada a la
esfera de la economía, de la raza, la religión y las ideologías. Por eso tenemos
como instrumentos el Estado de Bienestar
y la economía social de mercado amparados en el Estado democrático Social de Derecho. Ora, hay que interpretar la
Época Contemporánea no a partir de la acumulación de bienes, de valor, de
poder, sino de pensamientos. Porque el pensar nos hace libres.
La digitalización del capitalismo
global significa en la vida del hombre, la primacía del juego, lo lúdico, sobre
el trabajo y el pensamiento. Lo lúdico como instrumento de control, coacción y
de dominio. Ahora, la seducción del juego y del ocio vacío como herramientas de
poder y de control, del capitalismo global y del Estado tecnológico absoluto. En
este orden, el logos clásico abandona
la casa del ser, y se ubica en su habitad material, -los medios de
comunicación, las imágenes en movimiento, las redes sociales, Internet,
WhatsApp, Twitter, etc. Si se mediatiza el lenguaje como medio de comunicación,
se falsifica su cualidad y el ser humano lo convierte en instrumento de poder y
de dominio. O, en otros términos, las imágenes prevalecen sobre la palabra y el
pensamiento. Estamos asistiendo a marcha forzada al deterioro de la cualidad
del ser y del existir y se convierte en una fractura fundamental de la
existencia.
Estamos viendo que las
plataformas digitales como Facebook, Amazon, Google, buscan beneficios por
encima de la seguridad de los usuarios. En consecuencia, acumulan experiencias
humanas que transforman en datos que predicen comportamientos. Además, configuran
el nuevo capitalismo global y el Estado tecnológico absoluto, que son antitéticos
con el Sistema democrático. Utilizan las
vidas humanas como recursos para la extracción de datos y su manipulación y,
así alcanzar beneficios económicos, políticos, sociales y culturales.
La garganta profunda de Facebook
Frances Haugen decía recientemente en el Senado de EE. UU: Que trabajan con
algoritmos que alientan la desigualdad, la discriminación y la discordia que a
veces cuestan vidas humanas. Sus herramientas están diseñadas para crear
dependencia y estimular el consumo. Además, que hacen poco para controlar el
crimen organizado y mienten cuando dicen que tratan a todos los usuarios por
igual. Ya que estimulan la vida de los hombres de grandes fortunas, de
deportistas, estrellas del cine o de políticos relevantes. Entre los adolescentes
estimulan el vértigo del comportamiento y pensamientos suicidas. También
incuban la anorexia en el tejido social y psicológico de las personas. Y, esto
es sumamente grave en un Estado de
Derecho y un Sistema democrático.
Que Facebook, Amazon y Google, carezcan de ética porque todo lo que hacen lo
llevan a cabo por dinero; más allá de los sentimientos, el espíritu, la moral,
de los seres humanos.
Pienso que las Redes Sociales y las Plataformas Digitales deben estar
reguladas y vigiladas por los gobiernos, para convertirlas en lugares sanos y
limpios para la comunicación política. Sin falsedades, con integridad cívica y
salud democrática. De esa forma se restaurará el tejido del ser y del estar del
hombre en la historia y en el mundo. Deben ser divulgadores sociales del
lenguaje democrático y del Estado de Derecho y, a la vez, críticos del
autoritarismo, del populismo, del nacionalismo y del totalitarismo. Que niegan
la convivencia pacífica, la tolerancia, la pluralidad y la libertad.
Madrid-España a
13/10/2021