jueves, 11 de abril de 2024

 

                                       El humanismo de la cultura animi

 

Antonio Mercado Flórez. Filósofo y Pensador.

 

Hannah Arendt en el texto, Entre el pasado y el futuro. Ocho ejercicios sobre la reflexión política, dijo: “Sabemos que el humanismo, como la cultura es de origen romano; además, el gusto es la capacidad política que humaniza de verdad la belleza y crea una cultura”. Se refiere al “sentido romano de humanitas, de la integridad de la persona como persona, porque en él se sacrifica el valor humano y la categoría personal, junto con la amistad, en aras de la primacía de una verdad absoluta”. Siguiendo la traza de Cicerón podemos ver la exaltación que hace Arendt del humanismo y del humanista.

Lo que dice Cicerón es que, para el verdadero humanista, ni las verdades de los científicos ni la verdad del filósofo ni la belleza del artista pueden ser absolutos; el humanista, porque no está especializado, ejercita una facultad de juicio y gusto que está más allá de las acciones que cada especialidad nos impone. Esta humanitas romana se aplicó a todos los hombres libres en todos los sentidos, para quienes el problema de la libertad, de no sentirse coaccionado, era decisivo, incluso en la filosofía, las ciencias y las artes. (Arendt).

Un hombre libre para Cicerón era no estar coaccionado en su asociación con los hombres y los objetos, ni por la verdad ni por la belleza.

El gusto de una mente de verdad cultivada –cultura animi- que se puede confiar en ella para que se ocupe y cuide las cosas que pueblan el mundo cuyo criterio básico es la belleza. Este humanismo es el resultado de “la cultura animi, de una actitud que sabe cuidar, conservar y admirar las cosas del mundo”. Una mente cultivada se preocupa no sólo de las cosas, sino también de los seres que lo rodean y, en especial, de los demás seres humanos. Por eso el humanista se preocupa por la verdad y la belleza; pero no por lo absoluto que se desea imponer a través de ellas.

He aquí un punto de contradicción entre una mente que todo lo convierte en “valor” de cambio y una que trata de ocuparse y cuidar el mundo natural y el mundo hecho por el hombre.

El humanista asume la tarea de arbitrar y mediar entre las actividades políticas y las de pura elaboración. Porque en él no prevalece el ejercicio del poder y la función o, la utilidad, sino el dialogo, el consenso, el acuerdo y la cualificación de la vida personal, que eleva en libertad a la esencia del ser y el existir. Le interesa la cultura, el cuidado de las cosas del mundo, las cosas bellas que hacen más soportable los avatares de la existencia; así que le importa la amistad, la fraternidad, la ternura que comparte con los otros seres humanos, el pensar y la búsqueda de un mundo más humano, libre y solidario.

Es de admirar que Arendt, en una civilización de alto desarrollo científico y técnico, de alto capitalismo industrial y financiero, políticas de bloques, nacionalistas o populistas, nos oriente a preocuparnos por la libertad y el humanismo. Y diga siguiendo las ideas de Cicerón: “como humanistas podemos elevarnos por encima de esos conflictos entre el hombre de Estado y el artista, podemos elevarnos en libertad por encima de las especialidades que todos debemos conocer y buscar. Podemos estar por encima de toda clase de especializaciones y de filisteísmo siempre que aprendamos a ejercer nuestro gusto con libertad”. (Arendt)

La libertad para ella no es un don divino ni natural del hombre, sino que se adquiere en las relaciones que establecemos con los demás seres humanos, con los que vivimos en comunidad y hacemos del mundo algo común. El problema está en que el hombre entregue su libertad a cambio de unas pocas monedas de lo actual y, cuando falten estas, quede desvalido. El humanista se propone llevar adelante una lucha, una lucha que para algunos no tiene valor. El humanista posee una relación originaria con la libertad, con el tejido del cuerpo social; de ahí que se opone a todo automatismo, al autoritarismo, al absolutismo político, económico, social, cultural y, a las especialidades que niegan el libre conocer y buscar.

Si contemplamos la libertad no dejará de hacerse evidente el papel desempeñado por el humanista entre el hombre de Estado y el artista, sino también en sus pensamientos y la apreciación estética de la existencia y del mundo. La realidad de estos años que estamos atravesando hacen del humanista algo esencial para confrontar todo “tipo” de coacciones, violencias y determinismos que atenten contra la libertad. Así, elevarse en libertad sobre el maquinismo, el automatismo, el mundo comunicado en Red y el Gran Poder, significa reservarse la decisión propia y que el gusto por el mundo y las cosas que lo pueblan, nos ayuden a precisar nuestra condición estética y ética.

 El lugar de la libertad es diferente al del totalitarismo, el autoritarismo o, el dogmatismo, porque ayuda al ser humano a encontrarse consigo mismo y trascender los muros de contención del Gran Poder.

El humanista que cree en el hombre y la libertad que le es propia, emprende la tarea de encontrarle sentido a unos acontecimientos históricos, políticos, sociales, culturales, que dejan a la vera del camino sufrimientos, odios, dolores, miedos, muertes y, se convierten en piedra de escándalo. El hecho de que el hombre de hoy, el hombre masa renuncie en amplia medida a la libertad, no significa que el hombre de –cultura animi- que cultiva la mente y el espíritu, también lo haga.

Como expresó Ernst Jünger: “De ahí que hagamos bien en no perder de vista lo necesario si no queremos entregarnos a meras ilusiones. La libertad viene a la vez que lo necesario y la nueva estructura del mundo no hará acto de presencia hasta que la libertad no entre en relación con lo necesario. La Libertad, en cambio, aunque siempre se encubra con los ropajes propios de cada tiempo, es inmortal”.

En la actualidad donde prevalece el materialismo, el utilitarismo, el “valor”, el dinero, el poder, la ciencia y la técnica, sobre el humanismo, las esferas del espíritu y la sabiduría. El humanismo expresión de los saberes inútiles enseña que el “gusto es la capacidad política que humaniza de verdad la belleza y crea una cultura”.

Abraham Flexner el famoso pedagogo estadounidense, a mediados del siglo XX dijo:

“¿No es curioso que en un mundo saturado de odios irracionales que amenazan a la civilización misma algunos hombres y mujeres –viejos y jóvenes- se alejen de la vida cotidiana para entregarse al cultivo de la belleza, a la extensión del conocimiento, a la cura de las enfermedades, al alivio de los que sufren, como si los fanáticos no se dedicaran al mismo tiempo a difundir dolor, fealdad y sufrimiento? El mundo ha sido siempre un lugar triste y confuso; sin embargo, poetas, artistas y científicos han ignorado los factores que habrían supuesto su parálisis de haberlos tenido en cuenta. Desde un punto de vista práctico, la vida intelectual y espiritual es, en la superficie, una forma inútil de actividad que los hombres se permiten porque con ella obtienen mayor satisfacción de la que puede conseguir de otro modo. Mi pretensión en este artículo es ocuparme del problema de hasta qué punto la búsqueda de esas satisfacciones inútiles se revela inesperadamente como la fuente de la que deriva una utilidad insospechada”.

En cambio, Martín Heidegger ve el humanismo desde otra perspectiva; en respuesta al filósofo francés Jean Beaufret, que le formula la pregunta: ¿comment redonner un sens au mot, Humanismo? Se traduce: ¿cómo se le puede dar un nuevo sentido a la palabra, Humanismo? Para él existen dos umbrales: el Humanismo ha perdido su sentido y, es importante volver a dárselo. En Carta afirma decisivamente lo primero, pero no ve la necesidad de lo segundo. Piensa que la pérdida del sentido del Humanismo está ya en su naturaleza.

Que el Humanismo está ubicado en la metafísica de la subjetividad, característica de la Edad Moderna y, es una realidad en la actualidad. Ahora, ¿qué distingue a la metafísica de la subjetividad? El olvido del ser por el predominio del sujeto desde donde se proyecta el ser del ente. Por eso darle un nuevo sentido al Humanismo significa verlo desde la esencia del ser, del hombre y del lenguaje; y no desde la percepción del hombre como ser racional o biológico.

En Heidegger y el Humanismo, (1990), José Luis Molinuevo expresa: Heidegger parece centrar la consideración humanista del hombre en torno a su “dignidad”, lo que le permitiría seguir una continuidad en la Ilustración y el Romanticismo. Y repite que su rechazo del Humanismo no quiere significar que vaya contra ella, o que en su propio pensamiento no pueda alcanzar la “humanitas” la verdadera dignidad. (REVISTA ISEGORÍA/1 (1990).

Preguntamos, ¿cuál es el cometido de la humanitas? El deseo de Heidegger es pensar y cuidar que el hombre sea humano, esto significa Humanismo; y no inhumano, porque sería estar fuera de su esencia. El humanismo sería la manifestación de la esencia de la humanidad. Desde la esfera del pensar, ¿cómo se transforma el “homo”, en “humanus”? Cuando se tiene presente la palabra esencia, esto es, cuando se habla del ser. Es el ser el que posibilita al hombre la cualificación de humano. Por eso el hombre se refiere al ser, en tanto que, ser humano. La esencia del hombre deviene en la revelación del ser al hombre. De lo contrario, el hombre sería un ente entre los entes. Sería una cosa entre las cosas sino se reconoce la diferencia en el ser. Lo que le permite al hombre alcanzar su esencia es el ser y no el ente entre los entes.

Heidegger dice:

“Humanismo es el esfuerzo para que el hombre sea libre para su humanidad y encuentre en ello su dignidad”. 

Así que, en Carta sobre el “Humanismo”, la palabra humanismo se reflexiona desde una multiplicidad de puntos de vista, entre otros, la temática del ser. Sobre el ser funda la esencia del hombre y sobre ésta define al humanismo. Pensar la esencia del obrar en el despliegue del ser, es decir, en la plenitud de su esencia. Define al ser como lo que es. Establece que a través del pensamiento se produce la relación del ser con el hombre y que en el pensar el ser viene al lenguaje. Y establece: el lenguaje es la casa del ser. Aquí instaura la relación del ser, el pensar, el lenguaje y el hombre.

                 Y dice:

Por eso el lenguaje es a un tiempo la casa del ser y la morada de la esencia del hombre”.  

Heidegger advierte: hombre no es un ser viviente que junto con otras facultades posee también el lenguaje. Más bien, es el lenguaje la casa del ser en la que el hombre sigue morando, existe en cuanto guardando esta verdad, pertenece a la verdad del ser. Este llamado a ser el hombre el “pastor del ser” es precisamente lo humano y de ahí deriva el nombre de humanismo. Se trata de la renovación de la palabra humanismo.

Heidegger ha recibido muchas críticas sobre la Carta, que su concepción del humanismo es in-humana; que es irracional; que niega los valores; que niega la trascendencia; que es atea; que es nihilista. Él vuelve a definir desde su punto de vista el sentido de lo humano; la verdad del ser; de los valores; del ser-en-el-mundo; de la frase de Nietzsche: “Dios ha muerto” y, su concepto de la nada. En este orden de ideas, “se está tan lleno de lógica que todo lo repugnante a lo habitual, al opinar, se calcula como contrario, reprobable”.

Heidegger reflexiona, el pensar conduce la existencia histórica, es decir, a la humanitas del homo humanus, al reino de la aurora de la gracia. Con la gracia revela la iluminación de lo malo. Así mismo, reflexiona sobre la ira, el no y el anonadamiento. Y al final del texto piensa: ¿queda por preguntar si, ciertamente, todo sí y no, no son ya existentes en la verdad del ser, puesto que el pensar pertenece a la existencia? Una proposición: el ser viene iluminándose, al lenguaje. Él está siempre en camino hacia el lenguaje. Trae al lenguaje en su decir, al pensar existente de su ser. El lenguaje mismo es elevado a la iluminación del ser. En esta proposición observamos que, el ser deviene iluminándose al lenguaje; siempre camina hacia él. El ser trae en su decir al lenguaje y al pensar existente de su ser. Así, el lenguaje se eleva a la iluminación del ser.

En este caso, volviendo a Arendt:

¿Qué pensaban los romanos que era una persona culta? La que sabe cómo elegir compañía entre los hombres, entre las cosas, entre las ideas, tanto en el presente como en el pasado. (Arendt). Es necesario en la actualidad pensar y juzgar la crisis del Estado, de las instituciones, del poder, de los partidos políticos, de la condición humana, del ser y el existir, en su cultura.

                                     Madrid-España a 09/04/2024