<<A todos los jóvenes de
Colombia que han perdido su vida y los que luchan en la actualidad para
alcanzar un país más justo, más igualitario, donde se respeten los derechos de
la persona humana, la vida y la libertad>>.
Antonio
Mercado Flórez. Filósofo y Ensayista.
Sabemos que la muerte, la
enfermedad, el odio, la violencia, el dolor, entre otros, nos enseñan a
apreciar ese Don misterioso y divino que es la vida. El hombre sigue su camino
de destrucción y de guerra para alcanzar la ilusión del honor, del poder y del
dinero. Pero olvida que lo esencial del ser humano está dentro de él: la
amistad, el amor, la fraternidad, la solidaridad, la libertad y el respeto,
etc. Que lo empuja a seguir adelante en la lucha de la existencia y, admitir
que el hombre contiene a todos los hombres dentro de sí. El ser humano se
enceguece por las ilusiones del poder o la riqueza y, los considera por los
beneficios que le reportan. Casi siempre en los actos humanos las ambiciones se
imponen sobre la sensatez y lo justo. De ello provienen las desgracias que
cargan sobre sus hombros como un peso insoportable de llevar.
Por la velocidad de la vida
cotidiana no nos detenemos un momento a meditar sobre lo fundamental de la
existencia. Eso que da sentido a la vida. ¿Será que estamos destinados por el Sino
o, el Todopoderoso a que los hombres no podamos comprendernos recíprocamente?
¡No hay mejor manera de servir al Creador que amando a sus criaturas! Todo, lo
más ínfimo, insignificante, como la hoja de un árbol al caer a la tierra, un
grano de arena en el desierto, revelan belleza y armonía para el goce del
espíritu. Resulta difícil tener fe en la benevolencia del Señor, pero su
Sabiduría resplandece en cada brizna de hierba, en cada mosca, en cada flor, en
cada mota de polvo. (Thomas Mann).
El ser humano parece no darse
cuenta que, en esas cosas se escode el sentido de la existencia. Así que, está
enajenado por la ilusiones ópticas y auditivas del colectivo técnico y por el
mundo de ese colectivo; pero también por las esferas del dinero y del poder. Por
el tiempo para mirar dentro de sí y pensar sólo en las cosas de la vida que le
producen poder y beneficio. Ora, pues, hay que recordarles a los malvados que
el mundo sólo subsiste mediante la paz y el amor.
No sabemos mientras andamos por
el mundo que nos depara el destino; pero el que se quita las talanqueras de los
ojos del corazón, sabe que, el hombre alimenta su espíritu de las migajas que
dejan caer los dioses sobre la Tierra. Por eso, vemos la realidad que vivimos
como en espejo, ya que los ojos son incapaces de soportar la luz de las alturas
donde moran los dioses. Es como el trabajo del creador, del autor de un libro o
una obra de arte, capta la luz que luego se refleja en el lector o el que
observa la obra de arte. No sólo hay en la obra de arte una gigantesca fuerza
de orientación, sino que la luz que porta en sí desvela la oscuridad de las
cosas.
La joven generación, la
juventud, en su acepción más profunda y elevada nada tiene que ver con la
historia económica, con la práctica política, con la ciencia o con la técnica.
Es un Don metafísico, algo esencial, una estructura, y una predestinación.
(Mann). Es la luz de la aurora, la claridad sensitiva y racional, que indica el
camino cuando los pueblos andan en la oscuridad, el caos y la violencia. Es la
juventud con preocupaciones intelectuales o culturales, que acompaña a los
espíritus despiertos. Por eso, la insolencia del poder se manifiesta cuando
quiere solapadamente someter a la juventud bajo el dominio de la civilización,
la velocidad y los instrumentos técnicos. Así que, el deslumbramiento no está
en las preocupaciones intelectuales, sino en el confort técnico y los beneficios
que reportan. Es falta de pulcritud espiritual reducir ese Don metafísico, a
ilusiones ópticas o auditivas o, el lucro y al ejercicio del poder.
Es una verdad que atormenta al
disciplinador, al autoritario, al déspota, o, los que se ponen la máscara de demócratas,
que la joven generación trascienda lo establecido: el Estado y sus
instituciones, el presente-ahora, la
moral común ordinaria; el ejercicio del poder que implementa la injusticia, la
desigualdad, la intolerancia, el odio, el resentimiento, el revanchismo o la
voluntad de venganza. Quienes quieren domesticarlos casi siempre se encuentran
con lo inesperado. Goethe dijo de la joven generación: ella es embriaguez sin
vino. En su acepción más elevada, es, irascibilidad, movimiento ascendente al
encuentro del Espíritu y sus juicios. Sí la juventud es la edad romántica por
naturaleza. No es el romanticismo que huye de las responsabilidades éticas,
sociales o intelectuales y se refugia en paraísos primitivos. ¡No! ¡Mil veces
no! ¡De la juventud que hablo es la que siente la espontaneidad de espíritu y
la capacidad de asombro! Es la que busca dentro de sí la forma y el contenido
de lo que vive. (Mann).
La juventud está adherida a las
raíces de lo elemental y divino que mora en ella. En ella se entrecruza el presente-actual y lo primitivo, el origen como fenómeno
originario, que da paso a una nueva estructura, a un nuevo arte, y se
constituye en el lugar adecuado para la revelación del lenguaje. Para una
persona que anda en los caminos del espíritu, en las preocupaciones
intelectuales, la juventud misma, es, la revelación de lo sublime, que mora en
el hombre. De ello depende la develación de la libertad, de la libertad
sustancial, primitiva y divina, que aúna forma y contenido, materia y espíritu.
Así que, la juventud ha de participar de una u otra forma, en la vida objetiva
del espíritu. Esto es: de la historia y de la existencia, de los aspectos
problemáticos de la vida. Es un deber moral, espiritual e intelectivo, que haga
parte del devenir histórico de los pueblos.
Sabemos que el sentimiento de
la vida se identifica con la consciencia de sí mismo. Con los más altos valores
de la existencia y del mundo. No se puede suprimir la forma de la vida que
posibilita la existencia espiritual. Ni anular la forma de la vida profunda,
con estados de inconciencia que responden a la brutalidad y la barbarie. Así
que, la juventud debe tender a la afirmación articulada de los sentimientos
propios y a una forma de vida especifica. (Mann). Estos hechos e ideales
posibilitan que el mundo reconozca que la juventud tiene un sentimiento
especifico de la vida. En esas circunstancias ésta adquiere el status debido a
su nombre. Por lo demás, es natural que la juventud y la época de la juventud
se comprendan mutuamente. (Mann).
Las autoridades establecidas
desean que la juventud acepte y se adapte a la idea de comunidad. Al
convencionalismo social, a los prejuicios, a la moral común ordinaria, para
moldearlos como hace el alfarero con el barro. Si esto sucede ¿dónde queda la
libertad individual, los derechos y el libre albedrio de la joven generación?
Entre las posibilidades que le ofrece la vida, la juventud debe manejar
responsablemente su libertad. Más allá o más acá, si acierta o yerra. Porque no
solo se aprende de los errores sino también de los fracasos y los sufrimientos.
Dejemos que la propia juventud
adquiera el sentimiento consciente de la vida. Y la juventud es algo distinto a
lo establecido y a la estructura y la función de la sociedad, del Estado y las
instituciones. Es la relación inmediata con lo primitivo, con la aventura y la
profundidad de la vida personal. Es la capacidad y la voluntad de afrontar y
superar lo que la existencia tiene de natural y de demoniaco. (Mann). En esto
se asemeja al sentimiento religioso y a los requerimientos espirituales y
morales de los hombres en general. Como expresó Alberto Durero: en el sentido
de juventud espiritual, de espontaneidad, como fe en la vida, como carrera entre
la muerte y la existencia.
La juventud tiene una forma de
vida especifica que se corresponde con su tiempo y su espacio. Sus apetencias
espirituales o morales responden a sus ideales, no a lo establecido por el
Sistema. Por eso, se identifica con la subversión, ya que rompe con lo
establecido y caduco de la sociedad. Sabemos que su autoanálisis, el análisis
de su subjetividad destruye lo que la vida tiene de inmediato, de natural y
sublime. Pero en relación a su propio ser la juventud contribuye a vigorizar la
existencia. Adquiere las herramientas de las experiencias, intelectuales o,
reflexivas que le posibilitan orientarse en el mundo y conducir su propia vida.
En todos los pueblos la
juventud tiende a afirmar su personalidad, más allá de prejuicios, usos y
tradiciones. Por eso, la falta de madurez empuja a la juventud al espíritu que
le es propio y propicio, para poder enfrentar los avatares de la existencia
cotidiana. Así que, lo inacabado e inmaduro que porta en sí, posibilita
desgarrar lo establecido por la familia, la religión, las costumbres o, la
autoridad.
En un mundo materialista y
hedonista como el actual, ¿qué significa el sentimiento religioso? Es algo
distinto de la racionalidad, del mundo dineral o de la técnica, es, quizá la
juventud misma, la relación inmediata con lo ignoto, la intrepidez y la profundidad
de la vida personal, la voluntad y la capacidad de afrontar y superar lo que la
existencia tiene de natural y de demoniaco. (Mann). Esto se convierte en una
percepción estética de la realidad, porque la estética es la madre de la ética.
Ella contiene lo bueno, lo justo y lo bello de la Humanidad. Es el Humanismo en
su expresión trascendente, divina, pero humana. En esta civilización técnica y
del espectáculo, se hermana con el arte y la filosofía. Estas disciplinas y la
juventud en sí misma, responden a los más profundos requerimientos y esperanzas
humanas.
Ser joven significa ser
original, permanecer cerca de las fuentes vitales. Capaz de levantarse,
orientarse y romper las cadenas de una civilización superada, tener el valor
que hace falta, y que otros no tienen, para sumergirse de nuevo en las fuentes
de lo elemental. (Mann). En la juventud está latente la rebeldía, la aventura y
lo inesperado con respecto a lo establecido. Por eso, el análisis de la joven
generación hay que llevarlo a cabo en su cultura. Porque ésta en todas sus
acepciones, es la expresión de su cultura.
La juventud porta en si una
secreta marca, oscura e ilegible al comienzo de su vida, que en el transcurso
del tiempo se va develando en el gusto, el espíritu, la sensibilidad, la
llaneza o profundidad de su vida vivida. Pero, casi siempre, las personas del
común no se detienen a descifrar la marca. Sino que le dejan el trabajo al
Estado, las instituciones, la iglesia, al poder o, ese grupo de hombres que lo
ejercen sin contemplaciones. Por eso son incomprendidos por la sociedad, la
moral común ordinaria, el Tiempo y sus juicios. Suscita la juventud cierta
oposición critica entre él y el mundo, él y la sociedad. Estimula en el joven
la obstinación y la ironía contra el orden social y le induce a buscar
protección y refugio en la libertad espiritual, en los libros, en las ideas.
(Mann).
Así pues, la juventud es mal
comprendida por su tiempo, porque busca la iluminación, la elevación, el entusiasmo
y la trascendencia; ante lo fugaz de la vida cotidiana y el presente-ahora. Algunos se quedan
tirados en la cuneta que son los muchos, ya que salen corriendo detrás del
deslumbramiento del poder, las riquezas, el reconocimiento social y, olvidan lo
fundamental de la vida, preocuparse por lo noble, lo inefable, lo superior y
divino. Tener la sabiduría que el sentido de la existencia está en el interior
de todos y cada uno de nosotros.
Somos parte de tiempos aciagos,
tiempos de tensión espiritual, de penas y de zozobras, en los que la juventud
es la fina sensibilidad que los capta, tal como el sismógrafo con las placas
tectónicas. Están dispuestos a lo imprevisto y son una invitación constante a
la innovación. Se cree a pie juntillas que los jóvenes al protestar, oponerse o
criticar lo establecido, viven en una alucinación de sus sentidos. Pero están
completamente equivocados; lo que hacen con sus acciones es, derribar los
obstáculos, suprimir las inhibiciones y estorbos que impiden el encuentro
consigo mismo, la justicia y la libertad.
Ahora bien, ¿qué hacen en su
soledad? Tratan de comprender el mundo y la sociedad que no los entiende; de
ahí su ensimismamiento o su carácter interrogativo. Así que, la joven
generación se enfrenta a los flageladores del hogar o la sociedad. Es uno de
los caminos que le ofrece la vida, para alcanzar la iluminación, la elevación,
contra la ignominia y la tiranía. Está expresa en el espíritu, el lenguaje y el
pensamiento, de la época que viven.
El mundo y lo objetivo como
verdad, niegan lo subjetivo, la aventura interior, lo elemental, como algo sin
valor. Por eso, la juventud se opone a la realidad con las armas del presente
oportuno y los sentimientos. Porque lo eleva, le aumenta su sensación de
energía, de fuerza y dominio propio. (Mann). Ellos saben que la mentira estimula el odio y se opone a la verdad. A la
verdad que tiene como fundamento a la libertad. La juventud no sólo consigue
dominar las dificultades paralizadoras de estos tiempos. Sino también el tiempo
mismo, la época de la cultura y la cultura de la época.
Porque posibilita la creación
de una época venidera donde la verdad y lo justo, la igualdad y la lucha contra
el fascismo, el racismo, florezcan como prados en flor. Y ella se apropiará de
los instrumentos de la creación y montada en su cabalgadura, absorberá los
obstáculos y, en atrevido galope, saltará de un borde a otro los barrancos, y
este acto es, mil veces más agradable a la vida que una existencia que arrastra
sus pies detrás de las ilusiones ópticas y auditivas de la realidad cotidiana.
(Mann). Por eso, ellos saben captar la
disolución en la luz de todos los crepúsculos, como el pecador que soporta el
tormento y la ignominia como partes de la contrición que lo conduce a los pies
del Señor.
La juventud desde la esfera del
espíritu y la soledad, responde así a la llamada del Destino, a abrirse paso
desde la subjetividad liberadora, y acceder al mundo para desgarrar la red de
la soledad y el dolor, que le impiden relacionarse con las cosas y las demás
personas. Expresa la libertad de inteligencia, la libertad de pensar, de
interpretación elevada de los hechos elementales.
Existen pueblos en que una
selecta minoría controla la renta, la riqueza, la tierra, el poder político, la
cultura y esto se convierte en un problema en la historia del país. Son pueblos
con crecimiento económico, pero con grandes desigualdades e injusticias; porque
se eleva el beneficio de las entidades financieras, de las empresas y aumenta
la marginación social.
Ahora bien, en una atmósfera
turbulenta y caótica en que vivimos, ¿cuál es el papel de la juventud? Desvelar
y criticar el sentido oculto de los procesos históricos y de la guerra, la
violencia, el hambre, la injusticia y la violación de los derechos humanos, en particular.
Frenar con acciones prácticas el avance de la xenofobia, el racismo, el cambio
climático y el recorte de las libertades.
Así que, tengamos presente en
estos tiempos de nubarrones oscuros sobre la existencia humana y el espíritu,
que éste será en su elevada presencia la llama de la vela, que alumbrará en
tiempos aciagos y peligrosos para la creación y la acción que dirige y da forma
al espíritu. Tengo, por otra parte, el convencimiento de que las osadas
empresas del espíritu, las más libres, las que estarán al frente de los
acontecimientos humanos provienen de la joven generación y acabarán siempre por
ser benéficas para los hombres. (Mann).
Estamos como pueblo, como
nación y como hombres de carne y hueso, expuestos a fuerzas que trascienden
moral y físicamente los diques de contención que permiten la “Vida” sobre la
Tierra. Estamos de hecho expuestos a la ley de la fuerza, la barbarie y la muerte. Parece que en el mundo prevaleciera la
incomprensión, la irracionalidad y el odio, a toda empresa humana que
posibilite, al juicio de los hombres y de Dios, la permanencia de la “Vida”
sobre la Tierra. Por eso, la joven generación es la luz que alumbra en medio de
la oscuridad y de las desavenencias humanas del mundo que vivimos. En ella se
encarna la libertad, la vida profunda de los pueblos y sus generaciones.