Antonio Mercado Flórez. Filósofo y Pensador.
Hoy la hostilidad hacia el
conocimiento y lo académico parece estar en auge. Existe una revuelta mundial
hacia la reflexión, el conocimiento y los saberes; y da paso al miedo, la
mediocridad, la inseguridad, la ignorancia, la dejadez de los asuntos privados
o públicos. Hemos olvidado que las instituciones universitarias, de
investigación científica, técnicas, filosóficas, sociológicas, periodísticas;
son indispensables para distinguir entre la mentira y la verdad, la opinión y
la realidad, el engaño y la lealtad, los rumores y la objetividad.
Somos parte de inflexiones
históricas, sociales y culturales, donde las tecnologías de la información, la
Inteligencia Artificial, las redes sociales, las imágenes y el lenguaje
digital, están transformando la naturaleza humana. Vivimos mutaciones
imperceptibles en el lenguaje natural, la imaginación, la percepción de la
realidad, la relación del hombre con el entorno y el pensamiento.
Y esto en vez de fortalecer la
democracia, las instituciones políticas o sociales, las debilita y crea en las
sociedades sensaciones de incertidumbre, ignorancia, zozobra, que se revela
contra lo político, lo académico, lo intelectual y el conocimiento. Entonces
los lazos sociales, políticos, culturales, se diluyen y dan paso a otras formas
de convivencia, que degradan el tejido vivo de la existencia. Porque prevalecen
las relaciones artificiales sobre las
relaciones de sentido.
Por tanto, se convierte en
mandato en un mundo gobernado por la falacia, la paranoia, el odio, el miedo,
el engaño y la mentira, que el conocimiento y la verdad recuperen su status.
Porque esto es importante para la democracia, la libertad, los Derechos
Humanos, económicos y políticos. Y también en la búsqueda de la igualdad y la
justicia social. Sí estos principios no se fortalecen se da paso a fracturas
sociales, al rencor, y en la esfera política a los movimientos nacionalistas,
xenófobos, racistas y antisemitas. Que son sumamente peligrosos para la
estabilidad y el desarrollo de la civilización occidental y la cultura de la
convivencia, la tolerancia y la paz.
El auge de la extrema derecha en
Europa y EE. UU., y las sociedades occidentales en general, lo confirman. Los
líderes de la extrema derecha utilizan epítetos e imágenes que tienen que ver
con el nacionalismo, la cultura, el trabajo, la lengua, los sentimientos míticos,
primitivos o religiosos. Para así de esa manera, crear una ola de rechazo y
persecución a lo diferente, al negro, al blanco empobrecido, a árabes, a
musulmanes, etc. Esto es: a los excluidos del Sistema, los gitanos, los judíos,
tal como hizo Hitler en la Segunda Guerra Mundial. Y, esto es sumamente grave
para la convivencia social, la paz, el respeto a los Derechos Humanos, las
libertades fundamentales de las personas y el Estado democrático Social de Derecho.
Thomas Mann en: “El Doctor Faustus”. Describe la
pérdida de autoridad de la cultura, del conocimiento, la educación, la
libertad; ante el auge del resentimiento, lo primitivo, los extremos, el
esteticismo por lo fácil y vacío de sentido, la estética de lo fuerte, lo firme
y bárbaro, la radicalización de las opiniones de la derecha y de la izquierda.
Es la descripción del horror de 1920 a 1930 que se expresa en el nazismo, el
fascismo y en el Estado con partido único. Es necesario crear un orden moral
que integre a la sociedad y a cada individuo en relación a sus valores, que
posibilite un mundo más vivible, más libre más democrático y más humano
De ahí que la defensa de la
libertad, de una democracia sólida se basa fundamentalmente en la creación de
una opinión pública plural e independiente, capaz de contradecir y controlar el
poder público y privado. Sí la libre información es un bien público que hay que
proteger de la tiranía, la mentira, la demagogia y el autoritarismo. La
libertad de pensar, de escribir, de informar, de opinar, se convierten en
pilares importantes para el Estado de
Derecho y el Sistema democrático.
Bueno bien, aunque la sociedad
digital representa un cambio revolucionario de mayor envergadura que la
invención de la imprenta, que afecta la democracia representativa, el comportamiento
de la economía internacional, la pervivencia del Estado-nación, los medios de
comunicación y la prensa; y en particular, formen una Estructura, los valores
de la Ilustración, la persona con sus derechos y deberes, la esencia que
constituye el Ser, el lenguaje y el pensamiento, encierran un misterio que la
técnica es incapaz de develar.
Los defensores de la Ilustración, -Immanuel Kant, los
Enciclopedistas, los Ilustrados, los Humanistas, los artistas -, son los que
ajustan cuentas con los enemigos del progreso, la involución, el tribalismo, lo
mítico en la sociedad y lo político. El problema consiste en que unas masas sin
cultura política, incapaz de pensar y juzgar, crean que Trump, el Brexit, el
populismo, los nacionalismos tribales, los autoritarismos de izquierda o, de
derecha; son la salvación de las crisis -económicas, políticas, sociales,
culturales en la actualidad. Pero desconocen que ellos se erigen adversarios de
los valores democráticos, de la convivencia pacífica, la tolerancia, la libertad
de pensar, de ser y de los diversos valores estéticos de la sociedad.
Sabemos que el nacionalismo corre siempre el riesgo de hacerse maligno,
excluyente, xenófobo y elitista, pero puede ser benévolo, si funciona como un
contrato social y se base en la residencia, la pluralidad, la convivencia, la
cooperación, la tolerancia, y no en las creencias religiosas, atávicas, míticas
o tribales. Así que, “nuestro sentido de nación es benigno cuando se concatena
al sentido universalista del ser humano; de lo contrario, es maligno”.
Como expresó Steven Pinker, el
defensor de las bases genéticas de la conducta:
“Los populistas se sienten inquietos frente a esa corriente gradual e
inexorable que lleva al cosmopolitismo y a la liberación de costumbres”. Los
ideales de razón, de ciencia y humanismo necesitan ser defendidos, porque sus
logros pueden venirse abajo. El progreso no es una cuestión subjetiva. Y esto
es sencillo de entender. La mayoría de la gente prefiere vivir a morir. La
abundancia a la pobreza. La salud a la enfermedad. La seguridad al peligro. El
conocimiento a la ignorancia. La
libertad a la tiranía. Todo ello se puede medir y su incremento a lo largo del
tiempo, es lo que llamamos progreso. Eso es lo que hay que defender.
Por tanto, defender el progreso
significa la defensa de los presupuestos de la cultura y la civilización
occidental. Sin progreso no existiría bienestar social, económico, político y
cultural de las sociedades occidentales. El desarrollo de la ciencia y las
tecnologías se deben a las diferentes figuras que ha tomado el progreso en la
historia de la humanidad.
George Steiner expresó en el
texto: “El castillo de Barba Azul. Aproximación a un nuevo concepto cultura”:
“Nuestra experiencia del presente, los juicios tan frecuentemente negativos
que hacemos sobre nuestro lugar en la historia contrastan con el fondo de lo
que deseo llamar el “el mito del siglo XIX” o el “imaginado jardín de la
cultura liberal”. Que se dio en “la Europa Occidental entre alrededor de la
década de 1820 y el año de 1915”. Existía “un alto grado de creciente
alfabetización; el imperio de la ley, la difusión indudablemente imperfecta
pero activamente desarrollada de formas representativas de gobierno; resguardo
de la vida privada en el hogar y una seguridad cada vez mayor en las calles, el
reconocimiento espontaneo del singular papel económico y civilizador que tienen
las artes, la ciencia y la técnica”.
Pero si desgarramos el forro de
los fenómenos “nos enteramos que el “imaginado jardín” es en aspectos
fundamentales una mera ficción. Se nos da a entender que el revestimiento de
elevada civilización encubría profundas fisuras de explotación social, que los
criterios de la alfabetización se aplicaban sólo a unos pocos, que el odio
entre generaciones y clases era muy profundo, que a menudo es silencioso”.
Además, “es inevitable reconocer
que la riqueza intelectual y la estabilidad de la clase media y la clase alta
dependía directamente del dominio económico y, en última instancia, militar de
vastas porciones de lo que ahora se conoce como el mundo subdesarrollado o
tercer mundo”. Es evidente por los numerosos estudios sobre el progreso, el
desarrollo científico-técnico, social, político y cultural, que esconden tras
de sí un montón de ruinas materiales y humanas.
Ahí
están las obras de Carl Marx, Adam Smith, Friedrich Engels, Lenin y Max Weber,
que lo testifica.
Y, ya empiezan a verse las
grietas del progreso, porque en el desarrollo de la técnica y de la ciencia y
de la economía, no hemos podido ver que detrás se esconde el retroceso de las
sociedades. De ahí el desarrollo está decisivamente condicionado por el
capitalismo y el Gran Poder. Su papel
como instrumentos de dominio no se les escapa.
Así que, el progreso va
concatenado a la democracia, la libertad, los Derechos Humanos, económicos,
políticos o sociales, de los hombres y mujeres. También, al desarrollo de la
ciencia, la técnica, la economía y la cultura. Por eso, el progreso no es algo
subjetivo, sino que se expresa en objetivación de la vida misma del ser humano.
El progreso no es algo enteramente científico-tecnológico, sino también
histórico-social.
Sabemos que el progreso no es
continuo e inacabable, infinito; sino discontinuo, ya que en él intervienen
múltiples factores históricos, políticos, económicos, sociales, técnicos,
científicos, etc. En este orden, no es sólo un fenómeno científico-técnico,
sino también histórico-cultural. La esperanza razonable del progreso obedece a
la concatenación entre el poder, las instituciones, la economía y la sociedad.
Existe progreso si al ser humano o a las instituciones o universidades se les
permite adquirir nuevos conocimientos y nuevas técnicas, para resolver los
problemas que aquejan a la sociedad.
Por
eso, al progreso, al desarrollo técnico-científico, económico, político y
estético; hay que verlos en su cultura.
El capitalismo y la Ilustración
van de la mano, que muchos intelectuales, investigadores sociales, identifican
con el libre mercado, o, el liberalismo extremo (Neoliberalismo). Jun Fukuyama,
por ejemplo.
Spinker piensa que la libertad
económica debe estar acompañada de otras formas de libertad (política, social,
científica, técnica y cultural). Los mercados no sólo mejoran el bienestar
social, sino que posibilitan que el pensamiento y el espíritu se desarrollen
más allá de los límites del Estado, las instituciones y la sociedad. Por eso,
una sociedad de mercados constrictos se convierte en una sociedad empobrecida
y, además paraliza el desarrollo integral de las sociedades, el espíritu, el
pensamiento y la cultura.
En la
actualidad se necesita disipar las tinieblas de la ignorancia, de la mentira y
del odio, mediante las luces
del conocimiento y la razón. Para que nos ayuden a salir del lado oscuro y
violento de la historia y la vida. De esa forma podemos alcanzar un mundo más
humano y más justo y más libre.
Madrid-España a 19/08/2023