viernes, 1 de noviembre de 2024

 

                                           Martín Heidegger            

EL SER Y EL DASEIN EN “LA PREGUNTA POR LA TÉCNICA”.

                                                                    Madrid-España a 30/10/2024

 

Palabras clave: Ser, Dasein, temporalidad, muerte, Época Moderna, técnica, Ge-stell, ente, existencia.

 

<<La técnica no es lo mismo que la esencia de la técnica […] De este modo, la esencia de la técnica tampoco es en manera alguna nada técnico>>.

                                                                                          Martin Heidegger

 

Antonio Mercado Flórez. Filósofo y Pensador.

 

Martín Heidegger en “La Pregunta por la técnica”, desde una perspectiva metafísica piensa la relación de la técnica con el ser y con el hombre. Sigue un sendero que lo lleva desde el Dasein hasta el lenguaje y la poesía, para llegar al concepto de técnica. Después de “Ser y Tiempo”, explora otros caminos para dar lugar al análisis de la técnica y la búsqueda del ser. El propósito de Heidegger es desvelar el ser y de ahí indagar tal propósito. Quiere aclarar la identificación que la historia de la filosofía ha hecho entre ser y ente, porque ha creado una confusión terminológica entre lo óntico, lo ontológico y lo metafísico. Dice que lo óntico es el estudio del ente, lo ontológico es el estudio del ser en cuanto ser del ente, y lo metafísico, el estudio del ser en cuanto tal.

Para Heidegger, el único ente que se pregunta por el ser es: el existente humano o Dasein –ser-ahí-. La relación de éste con el mundo y los demás existentes –cosas-objetos-, también se pregunta por su relación consigo mismo y su mundo interior. Así pues, el análisis existencial del Dasein, conduce a Heidegger a pensar la relación existente entre la técnica y la metafísica del ser. Pero, la reflexión de Heidegger abandona el camino del Dasein en su búsqueda del ser, así el Dasein queda mediado por el existente humano, dadas las condiciones existenciales en la que se encuentra.  

Considera que el Dasein es un ser arrojado al mundo, un ser-en-el-mundo. Un mundo que lo enfrenta a otros Dasein y a sí mismo, a sus limitaciones, contradicciones y su inacabalidad, esto es, a su perfectibilidad. Ahora, el Dasein, el ser arrojado en el mundo, un ser-en-el mundo, se enfrenta al hecho de la muerte. El ser arrojado en el mundo, es, así mismo, un ser para la muerte. De ahí que la temporalidad cobre importancia para el Dasein. Así, el ser en el mundo tiene como telos la muerte, su aceptación o no, define la existencia autentica o existencia inauténtica.

Quien no acepta la muerte niega su temporalidad y su historicidad; la inautenticidad se refiere también a la relación del Dasein con el mundo y los otros entes, a la alienación, la cosificación y despersonalización de la existencia. Sí el Dasein, el ser en el mundo se cierra a la autenticidad de la existencia, coarta sus posibilidades individuales. Ahora, la existencia autentica tiene que ver cómo el Dasein se observa a sí mismo y cómo ser-en-el-mundo, se constituye en su devenir como posibilidad de poder ser, en un estado abierto al mundo. En la que esa apertura del Dasein, le provoca la sensación de angustia y hace patente la nada, la situación de vacío en la que se encuentra.

Por tanto, sí el Dasein es un proyecto inacabado y un ser para la muerte, su aceptación conduce al individuo a la existencia auténtica. Heidegger define a la muerte como la posibilidad de toda imposibilidad. La muerte se convierte en bisagra para alcanzar la trascendencia, ir allende del tiempo, aunque esa posibilidad la trunque la propia muerte. Así que, en el trascender el Dasein organiza el mundo ejerciendo su libertad, y sirve como fundamento de relación hombre-mundo, hombre-hombre y, a la vez, adquiere sentido como existencia autentica. Heidegger pasa de su actitud fenomenológica de las esencias fijas que contienen las cosas, a la del Dasein, cambiante, determinada por la temporalidad, sus limitaciones e historicidad.

Además, Heidegger abandona la vía existencial fenomenológica para darle importancia al Dasein, porque cree que no es el camino adecuado para la aletheia, el desvelamiento del ser. Esta inflexión del pensamiento de Heidegger, da paso a otra visión sobre el ser y la aletheia. A partir de aquí, explora nuevas vías que posibiliten acercarse a la comprensión del ser. Y, entre estas destaca a la técnica y a todo lo que le concierne como tal. También explora el camino del arte e indaga sobre el lenguaje y sus estructuras; y se centra en el lenguaje poético de Rilke y Hölderlin, donde encuentra huellas de la presencia del ser.

Como dice Jürgen Hebermas en “El discurso filosófico de la modernidad”:

“Heidegger toma de sus modelos románticos, sobre todo de Hölderlin, la figura de pensamiento del dios ausente, para poder entender el final de la metafísica como “consumación” y con ello como infalible señal de un nuevo comienzo […] La consumación de la época […] se convierte en Heidegger en espera apocalíptica de la aparición catastrófica de lo nuevo”.

Al abandonar la indagación de la filosofía analítica y la vía del Dasein existencial, se pone a la escucha del ser. Pero para llevarlo a cabo ha de desandar los caminos andados de la historia de la filosofía occidental; en particular, del presocrático Parménides y el pensar de Sócrates y Platón. De esta manera, reflexiona sobre la ocultación del ser, que considera al ente un ser más. Heidegger se lanza a la búsqueda de las huellas que han dejado en el camino de la historia del pensar occidental, la ocultación del ser. Por tanto, el juego dialectico entre ocultación y des ocultación, lleva en sí mismo la des ocultación. Así que el estudio de Parménides, Platón y Nietzsche, le proporcionan las herramientas adecuadas del camino a recorrer para la develación del ser.

De Platón observa desvirtuar el sentido del ser, del mundo y la realidad, mientras los presocráticos, en particular, Parménides concatena ser y verdad a través de la aletheia, del desvelamiento de la verdad, entendida como presencia. Con Platón en la historia del pensamiento occidental empieza la ocultación del ser, reemplaza el ser por el ente. Por tanto, la verdad del ser se convierte en verdad del ente, así que, la experiencia del mundo y de la realidad, se sustituye por la “forma” o la “idea”. Así que, la lógica y la metafísica de Platón ocultan la verdad del ser. Se lleva a cabo una transmutación del mundo y la realidad por el ente, ya que éste se reduce a las “ideas” o las “formas”.

Heidegger tiene presente también para su reflexión la interpretación que hace Nietzsche de los presocráticos y de Sócrates-Platón y de la historia de la filosofía occidental. Tanto Nietzsche y Heidegger sienten malestar con la historia occidental, del concepto de razón, de ser, de verdad, del hombre y los caminos que éste ha utilizado para dar cuenta del mundo y la realidad. Por eso hacen un punto de inflexión para dar cuenta del ser, la verdad, el mundo, la realidad, el hombre y todo lo que a él le concierne. De ahí que coincidan en la importancia del lenguaje para responder a los problemas filosóficos, históricos y estéticos. Existen diferencias en la superficie de sus planteamientos, pero no en lo fundamental que subyace a ellos.

Para Heidegger el lenguaje es el vehículo que nos acerca a la develación del ser y la verdad; por eso, lo llama la “casa del ser”. Nietzsche, por su parte, desafía las premisas básicas de la religión, del pensamiento político y la metafísica tradicionales, invirtiendo conscientemente la jerarquía tradicional de los conceptos.1 La grandeza de Nietzsche estriba en que percibe el mundo como un ámbito invadido por nuevos problemas e incertidumbres que nuestra tradición de pensamiento era incapaz de enfrentar. Lo que lo atemorizó en la oscuridad fue su silencio, no la ruptura respecto a la tradición.2 Heidegger y Nietzsche, son para nosotros como letreros indicadores de un pasado que perdió su autoridad.3 Igual que Marx y Kierkegaard, se atrevieron a pensar sin la guía de ninguna autoridad; del pensamiento, la religión, la historia, la economía, la experiencia, del mundo o la realidad.

Hannah Arendt nos recuerda que, el platonismo invertido de Nietzsche, su insistencia en que la vida, lo sensual y materialmente dado eran contrarios a las ideas suprasensuales y trascendentes que, desde Platón, medían, juzgaban y otorgaban sentido a lo dado, terminó en lo que, por lo común, se denomina nihilismo. Sin embargo, Nietzsche no era un nihilista, sino que, por el contrario, fue el primero que trató de superar el nihilismo inherente no a las nociones de los pensadores sino de la realidad de la vida moderna. Así que, lo que descubrió en su intento de “transvaloración” fue que, dentro de esas categorías, lo sensual pierde su verdadera raison dêtre cuando se ve privado de sus antecedentes de lo sensual y trascendente. Y desesperado dice:

“Abolimos el mundo verdadero: ¿qué mundo ha quedado? ¿Quizá el de las apariencias? … ¡No! ¡Junto con el mundo verdadero abolimos el mundo de las apariencias”.4

Nietzsche al igual que Heidegger, se apoyan en el lenguaje para llevar a cabo una crítica del hilo del concepto histórico y racional de la cultura occidental. Creo que nuestros pensamientos, conocimientos del mundo y su realidad, están determinados por un tipo de lenguaje que limita las posibilidades cognitivas. De ahí que prescinda del concepto para valerse del aforismo, un conducto que Nietzsche cree más libre para expresar su pensamiento. El lenguaje, al igual que Heidegger, viene a convertirse en el conducto fundamental de su pensamiento filosófico. Heidegger reflexiona sobre el pensamiento de Nietzsche, porque en él observa trazas de la develación del ser, del mundo y su realidad.

Heidegger en la “Pregunta por la técnica”, se interesa por lo que llama la búsqueda y sentido del ser, “el pensar”. Una etapa que se caracteriza por ahondar en el lenguaje, y se vale de la poesía de Rilke y Hölderlin. Rompe en algunos aspectos con la sintaxis, el vocabulario y las reglas gramaticales, para alcanzar la altura de “el pensar”.  Se abre a través del camino del lenguaje poético, encontrar nuevas búsquedas de la traza del ser y una visión más luminosa sobre éste. Se observa el aporte de los poetas en dos obras: “Para qué poetas” y “Caminos de Bosque” (1950), donde admira la creación poética en tiempos difíciles y oscuros. Así, el lenguaje se convierte en el medio más adecuado para estudiar la des ocultación del ser–Aletheia.  Además, no existe Dasein, ser arrojado al mundo, ser del hombre o ente, que no se pueda abordar desde el lenguaje. De ahí que su desvelamiento, luminosidad y verdad, están contenidos en “la casa del ser”: el lenguaje.

El lenguaje le aporta a Heidegger las herramientas para que asuma un verdadero estudio del ser y no del ente, y le proporciona los materiales para una nueva disciplina filosófica, la hermenéutica. El interés por el lenguaje y el estudio de su estructura está relacionado con las nuevas perspectivas que la filosofía analítica y del lenguaje posibilitan abordar el estudio del ser, del hombre y su entorno y la indagación de sí mismo. Un intento desde el lenguaje para afrontar las cuestiones filosóficas. También cree alcanzar la luminosidad que ofrece la poesía, o, la obra de arte. Piensa que el artista expresa el ser sin conceptos ni lógica, y este giro estético contribuye para que el arte y su labor den paso a la estética metafísica contemporánea.

Así, la composición técnica del mundo, imagen del dominio del hombre sobre todas las cosas de la naturaleza, configura a ésta como un mero almacén de materiales disponibles para usos calculables, equipaje de una civilización de bienestar. Este momento terminal manifiesta el errar de la verdad en la historia. La esencia, el ser en su despliegue espacio-temporal, se oculta bajo la máscara lógica de géneros y especies, traspuestos y degradados en su postrera significación técnica, como existencias negociables. El “olvido del ser” se cumple, así, en la más extrema com-posición ideológica. La verdad de la esencia se encubre bajo el velo metafísico, cuya imagen final es la que lleva el nombre esperpéntico de Ge-stell, postrera alienación.5

Entonces, la tesis de Heidegger sobre la técnica se puede resumir bajo tres puntos de vista: En el lenguaje de la Ontología fundamental, Ge-stell aparecería como el esquema dominante del proyecto de mundo de la modernidad tardía; en el lenguaje aletheiológico-topológico, es, el lugar del manifestarse la verdad; y, en consecuencia, el lenguaje preferente de los años sesenta, es a la vez el postrer destello del acaecer originario por el que ser y hombre se apropian mutuamente y, así, manifiestan, recuperándolo, su vínculo indeleble.6 En consecuencia, Ge-stell es la figura de la época moderna que Heidegger llama el “proyecto cibernético del mundo”. No es otro que, el modelo técnico-científico de las sociedades desarrolladas. Que Ernst Jünger llama civilización técnico-planetaria.

Así que, Ge-stell es un modo de decir el ser: el que corresponde a nuestra época. El ser en su ahí histórico. El “habla” es el lenguaje en cuanto puro producirse de sentido. Tanto al nivel de la palabra como de la obra artística o artesana, de la acción “fundadora de estado” o, de la “proximidad” de lo divino.7 Por tanto, la articulación del destino del ser en la palabra y en las obras humanas, su decir instalador de mundo y expositivo de la tierra no es sino un “dar imagen”, un dejar que el ser llegue a tener el “aspecto” que, de hecho, acepta.8

En esta época de alto desarrollo técnico-científico, posibilita que los lenguajes digitales y de la información, construyan de toda imagen socialmente aceptada, lo que Heidegger llama: Ge-stell. Para Heidegger, la construcción de toda imagen no depende del “yo pienso”, sino del acaecer histórico del ser en su verdad, revelada en la comprensión. Que la Ontología Fundamental, se traduce posterior en “Ser y Tiempo”, en una teoría ontológica de la verdad, una aletheiología, que aparta toda posible lectura “antropologista” o “humanista” de aquella.9  

La técnica puede ser interpretada como uno de los momentos del descubrirse la verdad del ser, en su ahí inevitablemente humano. Ge-stell, como aletheia, lugar del afirmarse el ser en su verdad esencial. Por ello, al volver al tema de Ge-stell en su conferencia de Atenas, Heidegger habla del “proyecto anticipativo del mundo que fija el rumbo exclusivo de su investigación posible” y cuya circularidad queda encerrada, como “calculable” y, por ello, controlable y programable, toda manifestación de la verdad.10 Así pues, queda determinado en la figura el lugar que se presenta en ese ámbito, sea natural o artificialmente producido. “También al hombre se le asigna una plaza en la uniformidad del mundo cibernético”. Ora, el sistema determina la función del hombre en el mundo cinético. Una decisión ontológica como composición tecnológica del mundo, el poner el más extremo peligro. Ge-stell, lugar de aletheia es, a la vez, lugar del Peligro.11

El peligro técnico se evidencia en el Estado y la sociedad tecnológica. La técnica no sólo atenta contra la naturaleza, también contra el hombre mismo. Ahora, si la técnica, en su esencia, no es algo humano, sino un acontecimiento del ser mismo, el poder del hombre no reside en la creación de la civilización tecnológica, sino tan sólo en haber sabido servir de vehículo a que el ser se mostrara de esa manera. “El mundo no es lo que es y cómo es por el hombre, pero tampoco puede serlo sin él […] el ser necesita del hombre […] no es ser sin que le sea necesario el hombre para su manifestación, salvaguardia y configuración”.12 El Er-Eignis, abrazo “apropiante”, “es el ámbito en sí mismo oscilante, a través del cual el hombre y el ser se alcanzan el uno al otro en su esencia y alcanzan lo que les es esencial al perder las determinaciones que les prestó la metafísica”.13

Así que, pensar la técnica es, pues, finalmente, rescatar su carácter eminentemente positivo como “hacerse obra” y “traer a la figura” de la verdad, a la vez que percibir y traer a la palabra lo que es inherente a la poiesis, a todo “habla” del ser: que, siendo “la más inocente” de todas las ocupaciones, es “el más peligroso de todos los bienes”. La época técnica es la síntesis ontológica terminal de la historia del ser en su morada humana. Es terminal porque reúne todos los términos de la articulación poietica del ser y porque es ella misma el termino final o extremo de una teleología erigida en canon ontológico. “Contribuir a la comprensión de esto: más no se puede pedir del pensar”. Sin esperanza ni desesperación, la tesis heideggeriana es afirmación escueta del pensar como serenidad.14 Heidegger dice al final de “Introducción a la metafísica” que: “Poder preguntar significa poder esperar, aunque fuese la vida entera”.

Heidegger, en “La pregunta por la técnica”, tiene presente tres principios: determinación especifica de la época, la carencia y la reorientación. Desde una perspectiva metodológica, su reflexión no se reduce a la solución ni a la superación del problema de la técnica en la época actual. Se trata de hacer frente a la penuria, al peligro, a la carencia. Hacer frente a la penuria de la experiencia, del lenguaje, del pensar, y la condición humana. Así que, el dominio de la técnica coincide con la penuria, que es, a la vez, vecina del peligro. El hombre experimenta un vació enorme y al hacerlo, se convierte en una pieza más del engranaje. El ser humano cree que todo lo controla, pero la situación que vive es de penuria total. De penuria material y espiritual, por así decir. Ora, “la penuria es la “ausencia de penuria” en la vasta extensión de lo disponible”. La disposición de recursos del hombre moderno, lo condujo a su miseria espiritual, mental y física. En medio de la abundancia, abunda la miseria. Es una de las vivencias del hombre moderno. Dentro del engranaje del sistema capitalista, de la comercialización, del consumo, del predominio de la técnica, sólo cumple funciones establecidas por el Gran Poder y la “selecta minoría”, que gobierna el mundo.

En este orden, al peligro que representa la técnica en la actualidad, al mundo de las existencias, se devela que cerca éste ilumina lo que salva. Si experimentamos la Ge-stell, podemos percibir un otorgar, un revelar; y la carencia conceptual para revelar la verdad de la esencia de la técnica moderna. Para Heidegger, estamos indefensos ante el poder que otorga la técnica, o, en otros términos, ante la técnica como instrumento de poder. La reflexión de Heidegger, en la historia de la metafísica occidental tiene presente, el “olvido del ser”. Por eso la “era de la técnica” y el “final de la metafísica”, pertenecen al hilo de la historia de la cultura occidental. Para Heidegger, el último estadio de la metafísica como olvido del ser viene dado por la filosofía nietzscheana de la voluntad de poder. Con ella el subjetivismo moderno llega a su máxima expresión.15

Piensa que la diferencia entre ser y ente se había perdido en la diferencia entre objeto y sujeto. A la voluntad que se quiere a sí misma y lo es todo, es la última fase de esta sustitución. Al dominio de la voluntad de la voluntad se le puede llamar, efectivamente, “técnica”.16 El superhombre, figura de la voluntad de poder, se expresa en el dominio mundial del hombre tecnificado. Así pues, el ser se oculta detrás de la voluntad de poder, y se manifiesta también como voluntad de saber y de amar.

Como lo expresó Jürgen Habermas en “El discurso filosófico de la modernidad”:

“La idea de origen y final de la metafísica debe su potencial critico a la circunstancia de que Heidegger, no menos que Nietzsche, se mueve dentro de la consciencia moderna. Para él el comienzo de la Edad Moderna, el comienzo de los nuevos tiempos [Neuzeit], se caracteriza por la cesura “epocal” que se inicia con la filosofía de la consciencia de Descartes; y la radicalización por Nietzsche de esa comprensión de Ser marca el tiempo novísimo, el tiempo más reciente [neueste Zeit], que determina la constelación de la actualidad. Esta aparece a su vez como momento de crisis; la actualidad se ve necesitada a decidir “si este final significa la clausura de la historia occidental o el salto a un nuevo comienzo”. Se trata de decir

       si a Occidente aún le queda aliento para crearse una meta por encima de sí y de su historia, o si prefiere hundirse, sumirse en la protección y el fomento de los intereses del comercio y los intereses de la vida, y conformarse con la apelación a lo hasta aquí acaecido, como si se tratará de lo absoluto”.17

Una de las esferas del tiempo nuevo es el control de la técnica sobre el hombre, no puede reducirse sólo a algo técnico. En el dominio técnico de la técnica, el humanismo salta por los aires como una costra seca, porque éste se entiende como el dominio del hombre sobre sí mismo. Lo cual, en la época actual no se da. El otorgar el dominio del hombre sobre sí, es otorgado a la función técnica. Técnica y humanismo son dos expresiones de la esencia de la técnica. La planificación total de la vida –coincidente con la objetivación, el pensar representativo y el conocimiento científico-técnico, nos llevan a creer, erróneamente, que sabremos ordenar y arreglar las cosas y la vida misma; incluso conseguir la felicidad.18

Así que, en el Mundo Moderno la planificación total de la vida se corresponde con la objetivación y la númerificacion del ser humano. En este orden de ideas, el “pensar” representativo (ilusión del predominio del “sujeto”), se relaciona con el pensamiento científico-técnico. Que responde a las exigencias del Gran Poder. Entonces, el mundo del artificio crea la ilusión de libertad, de autonomía de la voluntad y de felicidad. Olvidamos que, bajo la compulsión del rendimiento y la producción, del comercio y del consumo, no hay libertad posible. La libertad en estas esferas es una ficción deliberada del capital y la política.

 Y, el Gran Poder induce al ser humano a caminar por un desfiladero estrecho y funesto que lo lleva al vació total. Así, que, nos compelen a vivir en la esfera de la consciencia, del entramado de las relaciones artificiales, y ocuparnos de manera exagerada a pensar en la situación en que vivimos. Se trata, en última instancia, de arrebatar al hombre la capacidad de asombro y de soñar. Por eso este tipo de hombre no se arriesga a desandar lo andado o caminar por caminos no transitados.

Se trata, de crear la ilusión psicológica o espiritual, que la condición humana sea soportable para todos.19 Lo cual es mentira. Este, es, uno de los senderos que ha de transitar el “pensar”, develar las mentiras del poder. La esencia de la técnica se extiende por doquier: la política, la economía, la cultura e incluso, la ecología participa de esa misma esencia.20 Una esencia que oculta y, a la vez, devela, la miseria y el peligro que representa para el hombre actual. Por eso hay que ver el significado político, económico y social de la técnica en su cultura.

En Heidegger, hay algo así como un retirarse del ser. Pero ese ocultarse es un acontecimiento en el que se articula el propio destino del ser con el pensamiento del hombre.21 Un acontecimiento que va entrelazado a lo ente o, a las “existencias”. Una de las penurias de nuestra época consiste en que la revelación de la luz o del claro, se oculta en la esencia de la técnica. Un vaciamiento del espíritu y del pensar, que afecta a la condición humana. Ante todo, a los contenidos espirituales de la lengua y a la reflexión. Nuestra época es una época de penurias, de penurias de pensar y de ser. Somos indigentes de la luz del pensar y lo sagrado, lo mágico y misterioso. Así que, el vaciamiento de los contenidos espirituales se entrelaza con los del lenguaje y el pensar. Ahora, la esencia de la técnica se oculta en el resplandor del día de la técnica. El día técnico, no es día, sino oscuridad en la densa noche. Este devenir dialectico y plástico, del día y la noche, Heidegger lo expresa adecuadamente: “La esencia de la técnica no surge a la luz del día lentamente. Ese día es la noche del mundo transformada en mero día técnico. Ese día es el día más corto. Con él nos amenaza un único invierno infinito”.22

Así que, el mero día técnico, no sólo es noche en medio del día, sino que conduce al hombre a la homogenización, la indiferencia y la soledad. Amenaza con un “invierno infinito”. En el peligro que supone ese invierno infinito está lo que salva, es decir, lo que puede llevarnos a experimentar de nuevo nuestra propia esencia.23 Comprender las más profundas necesidades humanas: materiales, morales, espirituales y culturales. El hombre se aleja de sí, para darle prioridad a la esencia de la técnica que oculta el destino del ser con el pensar del hombre. Tener presente que en el más profundo peligro reside lo que salva y encuentra lo trascendente y divino.

Se trata de advertir la relación de hombre y de ser que aparece a través de la esencia de la técnica. En este camino el hombre y la técnica son emplazados: uno, dejar aparecer el ente en el umbral del cálculo y, el otro, a corresponder planificándolo y calculándolo todo. Ge-stell es precisamente el nombre de esta provocación conjunta de hombre y ser. Ge-stell es una invitación a pensar la mutua pertenencia de hombre y ser. “De lo que se trata es de experimentar sencillamente este juego de propiación en el que el hombre y el ser se transponían recíprocamente, esto es, adentrarnos en aquello que nombramos Ereignis”.24 Significa esto que, la misma experiencia de la Ge-stell, contiene la “posibilidad de sobreponerse al mero dominio del Ge-stell para llegar a un acontecer más originario”. Así que, “el Ereignis une al hombre y al ser en su esencial dimensión mutua”.25

En la conferencia “La técnica y la vuelta” (1942), Heidegger dice que, para sobreponerse al destino de la Ge-stell, el hombre debe reencontrar su propia esencia y habitar en ella: la esencia humana como morada del ser.26 Por tanto, al oponerse al destino de la Ge-stell, el hombre busca encontrarse consigo mismo, al hacerlo, se convierte en la “casa del ser”. Sabemos que el hombre es, un ser lingüístico, y el ser mora en la esencia del hombre: el lenguaje. Éste se convierte en la “casa del ser”. Así, el reencuentro con su propia esencia, lo induce a ser la morada del ser.

No soy yo quien constituye el mundo de las cosas, sino que me encuentro vinculado a las cosas y, junto con ellas, al mundo.27 Los elementos del mundo son cuatro: tierra, cielo, mortales e inmortales. La tierra, suelo originario, que soporta y levanta, que alimenta y fructifica. El cielo, por donde marcha el sol y se define el día; luz diurna y oscuridad nocturna; paso del tiempo. Tierra y cielo se implican: la tierra se abre al cielo y el cielo cubre la tierra. Los mortales son los capaces de soportar la muerte como muerte. Los inmortales son los mensajeros de la divinidad. Los cuatro forman el cuadrado originario del mundo. Juego de relaciones, y no totalidad indistinta.28 La cuaternidad de estos elementos es captable desde la cercanía. Sólo ella posibilita el juego de relaciones que teje y desteje el mundo. Sólo ésta nos abre al mundo y evoca al ser. La cercanía posibilita la luz donde podemos captar el juego, el que establecen los cuatro elementos: tierra, cielo, mortales e inmortales.

El hombre es la casa del ser, significa, situar allí este pensar que es experiencia. Así, hablar de casa es ya apreciar la cercanía y encaminarse hacia ella. En el hombre como casa se posibilita la manifestación y el decir mismo. El lenguaje surge de la cercanía. En la casa del ser se manifiesta el lenguaje en su ausencia: la de su vecindad con las cosas. “El hombre es ese ente cuyo ser, en cuanto existencia, consiste en que mora en la cercanía del ser. El hombre es el vecino del ser”.29 Recordemos que el hombre está “arrojado” al mundo, significa que no elegimos nuestra existencia, sino que nos encontramos en ella y debemos darle sentido a través de nuestras acciones y decisiones. Somos los únicos capaces de reflexionar sobre nuestra existencia y buscar un significado en ella. Y el significado más elevado para el hombre es morar en la cercanía del ser y convertirse en el vecino del ser.

Por eso el Dasein (ser humano) tiene una relación esencial con las cosas y el mundo. Según Heidegger la existencia contextual y temporal. El Dasein trasciende lo sensorial y reflexivo para relacionarse con el mundo y trazar propósitos. El Dasein trasciende también la objetividad científica y se ubica en la vida individual y existencial. El hombre no sólo es el vecino del ser, sino también la morada donde habita. Por eso el lenguaje es la casa del ser. Así, el Dasein es la forma en que el hombre existe en su totalidad, como un ser en relación con el mundo y con los demás seres.

 

                                                                   Bibliografía

 

  1. Arendt, Hannah. Entre el pasado y el futuro. Ediciones Península, Barcelona, 2016. pág. 46
  2. Ib. pág. 47
  3. Ib. pág. 49
  4. Ib. págs. 51 y 52
  5. Borges Cuarte, Irene. Tesis heideggerianas acerca de la técnica. Anales del Seminario de Historia de la Filosofía, 10, 121-154, Universidad Complutense, Madrid, 1993. pág. 153
  6. Ib. pág. 153
  7. Ib. pág. 153
  8. Ib. pág. 153
  9. Ib. pág.154
  10. Ib. pág. 154
  11. Ib. pág. 154
  12. Ib. pág. 155
  13. Ib. pág. 155
  14. Ib. pág. 156
  15. Esquirol, Josep M. Los filósofos contemporáneos y la técnica. De Ortega a Sloterdijk. Editorial Gedisa, S.A. Barcelona, 2011. págs. 63 y 64
  16. Ib. pág. 64
  17. Habermas, Jürgen. El discurso filosófico de la modernidad. Kazt Editores, Buenos Aires y Madrid 2013. pág. 152
  18. Esquirol. Ib. págs. 64 y 65
  19. Heidegger. “¿para qué poetas?” en Caminos de bosque. Alianza Editorial, Madrid 1955. pág. 265
  20. Esquirol. Ib. pág.
  21. Esquirol. Ib. pág. 66
  22. Heidegger. Ib. pág. 266
  23. Esquirol. Ib. pág. 67
  24. Heidegger. Identidad y Diferencia. Antrophos, Barcelona, pág. 85
  25. Ib. pág. 91
  26. Esquirol. Ib. pág. 68
  27. Ib. pág. 69
  28. Ib. pág. 69
  29. Heidegger. Carta. pág. 281