jueves, 23 de mayo de 2024

La Técnica Moderna


 

Antonio Mercado Flórez. Filósofo y Pensador.

 

Hannah Arendt en el texto En el presente. Ensayos políticos. Europa y América (1954). Visualizó la catástrofe del dominio de la técnica. En la Europa de hoy en día -dijo-, el desarrollo, la posesión y la amenaza del uso de armas atómicas por parte de los Estados Unidos es un hecho fundamental de la vida política. Los europeos, por supuesto, han participado durante años en los debates ahora cotidianos sobre el carácter desalmado de un país dominado por la tecnología moderna, sobre la monotonía de la máquina, la uniformidad de una sociedad basada en la producción en masa y asuntos similares. Pero hoy la cuestión va mucho más lejos: la conexión íntima entre la guerra contemporánea y la sociedad tecnificada se ha hecho obvia para todos, con el resultado de que amplios sectores de la población –no sólo intelectuales- temen y se oponen apasionadamente al progreso tecnológico y a la creciente tecnificación de nuestro mundo.

Así que, la tecnología y su transformación del mundo son parte esencial de la historia europea desde la Edad Moderna, por lo que, evidentemente, es absurdo culpar de sus consecuencias a América. Los europeos solían ver el progreso técnico de América del mismo modo que Tocqueville vio el progreso de la democracia americana, esto es, como algo que concernía de manera fundamental a la civilización occidental en su conjunto, aunque por ciertas razones especificas dicho progreso técnico hubiese encontrado su primera y más clara expresión en los Estados Unidos.

Esta actitud cambió desde el lanzamiento de la bomba atómica sobre Hiroshima; desde entonces, ha habido una tendencia creciente a considerar que todo logro técnico es intrínsecamente perverso y destructivo, y a ver en América, principalmente, y a veces en Rusia el epítome de una tecnificación destructiva que es hostil y ajena a Europa. (Arendt). Esto expresó en la década del cincuenta, y ahora existen otros Estados que poseen la bomba atómica, como Israel, Corea del Norte, India, Paquistán, China, etc.; y también se convierten en peligro para extinguir toda vida sobre la Tierra.

Esta tendencia ve los desarrollos técnicos recientes como esencialmente no europeos; se miran desde fuera del devenir histórico contemporáneo. La potencialidad destructiva de las nuevas armas es tan grande, y la posibilidad de destrucción física de los países europeos es sentida como tan inminente, que el proceso de tecnificación ya no se ve fundamentalmente como algo que atenta contra el espíritu o el alma, sino como algo cargado con el peligro de la pura destrucción física. Así pues, las masas ya no consideran el desarrollo técnico como una fuente de mejora material. (Arendt).

Además, lo que caracteriza los desarrollos tecnológicos recientes más que los métodos de producción, es la liberación de fuerzas naturales. La reacción en cadena de la bomba atómica puede convertirse en símbolo de una conspiración entre el hombre y las fuerzas elementales de la naturaleza, las cuales, una vez desencadenadas por el saber del hombre, pueden tomar algún día su venganza y borrar toda vida de la superficie de la tierra, quizás incluso la propia Tierra. Por consiguiente, el poder político americano se identifica cada vez más con la fuerza aterradora de la tecnología moderna, con un supremo e irresistible poder de destrucción. (Arendt).

Esto lo pensó Arendt en 1954 durante la Guerra Fría entre Estado Unidos y la Unión Soviética; y en la actualidad la tecnología sigue rodeada de ese halo de misterio, de destrucción y barbarie. Más cuando la vida o la muerte dependen del dron, los misiles, los lenguajes digitales dominados a gran distancia o, de la Inteligencia Artificial. Aquí no es la vida ni la seguridad ni la saludad ni el bienestar, lo más sagrados, sino los intereses económicos, estratégicos o geopolíticos de los Estados, las Corporaciones, las finanzas internacionales, la industria militar, las empresas y las industrias multinacionales y el poder de las selectas minorías, etc. Se sacrifica la vida en nombre de la seguridad de los Estados, la técnica, la política y la economía. Dicho, en otros términos, en nombre del Gran Poder.

Sabemos que el desarrollo tecnológico tiene su origen en el conjunto de la historia de la cultura occidental y se concatena al conocimiento, al bienestar social, también al confort y la guerra contemporánea. Éste ha transformado al hombre-mortal-individual en un miembro consciente de la raza humana. Desde el momento en que llega a ser concebible que una guerra pueda amenazar la existencia del hombre en la tierra, la disyuntiva entre libertad y muerte pierde su antigua plausibilidad.  (Arendt). Se trata de desenmascarar que el desarrollo tecnológico no es indiferente a la guerra, al dominio, la coacción y el control del hombre. Tampoco a la libertad que sede la acción pública y privada, al ejercicio del poder tecnológico.

Walter Benjamín confirma lo que expresó Arendt: “Cuando la velocidad de los medios de transportes, o la capacidad de los aparatos con que se reproduce la palabra y la escritura, sobrepasan las necesidades. Las energías que la técnica desarrolla más allá de ese umbral son destructoras. En primera línea favorecen la técnica de la guerra y su preparación publicitaria. Del desarrollo, el hombre no fue consciente de las energías destructoras de la técnica”.

Ahora en la actualidad el progreso científico-técnico no solo hay que verlo desde el umbral de las armas para la guerra; también se cuestiona porque está deteriorando los Sistemas Ecológicos, los mares, los ríos, la Antártida, el Ártico. Y, en las selvas tropicales se pone en peligro la extinción de especies de animales y el ecosistema tropical. Entonces, observamos tristes y desencantados como el mundo de nuestros mayores se desase como hongos podridos en la boca.  

En la Civilización del artificio el hombre adquiere seguridad en el mundo de la técnica. A cambio entrega la voluntad y la libertad, a poderes que lo trascienden. El hombre masa determinado por los instrumentos técnicos adquiere coherencia interior y orden a sus actos, en los instrumentos técnicos. Este tipo de hombre entrega su “vida privada” y su “vida pública” a los instrumentos técnicos. Por eso la desdicha y la soledad, el miedo y los sufrimientos, son las figuras que toma en la actualidad.

Su lugar lo ocupan las plataformas de los lenguajes digitales: Facebook, Twitter, WhatsApp, Google, Apple etc. Medios desde donde se ejerce el Gran Poder: del Estado y sus instituciones, de las Corporaciones, del Capital bancario, de la Industria militar, etc. En este espacio el hombre de carne y hueso, el hombre común, es un grano de arena en el desierto. Porque está vigilado, interrogado, domesticado, coaccionado, homogenizado, uniformado, por fuerzas anónimas que están más allá de su comprensión.

Dejar que la técnica determine la vida del hombre es abandonarlo al Gran Poder. Que convierte la existencia humana en material de “existencias” para ser utilizados, sustituidos, desechados o, consumidos, en el Sistema del Capitalismo Global. O, en otros términos, en pieza de recambio en el engranaje del Gran Poder. En el Estado técnico el hombre abandonado a la masa, pierde sus límites como individuo. A este hombre no le interesa la esencia de la técnica, sino ésta como “instrumento de emplazamiento” –al decir de Jünger.

Asimismo, al hombre tecnificado se le niega la zona de la sentimentalidad, de la subjetividad y del espíritu, para dar prioridad a las máquinas y los lenguajes digitales. Así nos preguntamos, ¿en un mundo cómo éste existe el ser humano? o, ¿quién pasa por alto la situación de precariedad del hombre? Esta situación no exime a quienes ejercen el poder de sus responsabilidades éticas y morales ante la sociedad o, ante la consciencia mundial.

En el momento actual al asunto del pensar le corresponde la pregunta por la técnica. Como fenómeno originario de todo ente en el mundo de los entes. La pregunta por la técnica posibilita la pregunta por las figuras de lo ente. Partiendo de la esencia del ser y pensada de modo adecuado y conforme a su asunto, un día podremos pensar qué sea “casa” y qué “morar”. (Heidegger). En el texto La pregunta por la técnica, Heidegger tiene presente tres principios: la determinación especifica de la época, la carencia y la reorientación.

Desde una perspectiva metodológica, su reflexión no se reduce a la solución ni a la superación del problema de la técnica en la época actual. Se trata, por así decir, de confrontar la penuria, el peligro, la carencia. Hacer frente a la penuria de la experiencia, de la imaginación, de la capacidad de asombro, del lenguaje, del pensar o, de la condición humana. En este orden, el dominio de la técnica en esta época especifica coincide con la penuria, que es, a la vez, vecina del peligro. Quien vive en la penuria, no sólo está al borde del peligro, sino de dejarse llevar por los espejismos de ésta.

Se trata de reorientar el sentido de la técnica y ponerla al servicio de las necesidades del ser humano y que éste recupere su dignidad y los valores morales y éticos, que lo eleven sobre las limitaciones de la historia, de la vida cotidiana, de la economía y de la política.

Heidegger nos recuerda que el sentido original de la técnica no era el dominio, la coacción o, el ejercicio del poder técnico, sino una forma de conocimiento que fabricaba útiles al servicio de metas auténticas, verdaderas. La técnica en la actualidad, en cambio, perdió el impulso originario y se convirtió en “confort”, instrumento de poder, de coacción, de vigilancia o de dominio. La técnica reduce lo existente a mera funcionalidad en un sistema instrumental. Así, pues, la interpretación técnica del pensar provocó el olvido de su cometido esencial.

Como dijo Ernst Jünger:

Lo que llama la atención en las utopías de nuestro siglo es que se presentan con el estilo de la ciencia y que son pesimistas. No hay en ellas magia; con la técnica basta”.

Esto quiere decir que, no hay ningún misterio más allá de ella. A la época actual hay que percibirla en su cultura; y la cultura de la civilización habla el lenguaje de la técnica. Por eso el hombre se siente solo, desdichado, desamparado y gira alrededor de sí mismo como ser racional; y los poderes cargados de sentido, numinosos, sagrados, eternos, se remplazan por la futilidad y lo fugaz. Se olvidó que el verdadero sentido de la existencia no está en la razón, la técnica, la ciencia, el dinero o, el poder, sino en la estructura psíquica, los mitos, las religiones, los sueños, el inconsciente, los “arquetipos”, la memoria, la rememoración, la experiencia, el lenguaje, que han acompañado al individuo y los pueblos desde el alba de los tiempos.

La pregunta por la técnica supone “un pensar, un modo de sabiduría o, una episteme que devela la esencia de la verdad de ésta”. La pregunta por la técnica es lo que caracteriza la esencia de la técnica moderna como “estructura de emplazamiento”. La cual define Heidegger como el modo de salir de lo oculto que prevalece en la esencia de la técnica, un modo que él mismo no es nada técnico. Desde este umbral obtiene un carácter liberador. El ser humano se libera de la alienación de la técnica, de ésta como instrumento de homogeneización, de dominio, de coacción y control.

Se trata de pensar la técnica como un modo de sabiduría, pensarla develando la esencia de su verdad. También supone reflexionarla desde el umbral de los valores morales y éticos, desde las necesidades espirituales y materiales del ser humano. Así que, la develación de la esencia de la técnica obtiene su carácter liberador cuando se pone al servicio del hombre y de la libertad y, lo justo, lo bueno, lo bello, lo trascendente y divino, revelan su verdadero rostro.

En la actualidad el Gran Poder induce al ser humano a caminar por un desfiladero estrecho y funesto que lo conduce al vació total. También compele a vivir en la esfera de la consciencia, de las relaciones artificiales, y nos ocupamos de manera exagerada a pensar en la situación en que vivimos. Se trata, en última instancia, de arrebatar al hombre su halo misterioso y divino que mora en él, la capacidad de asombro, de soñar, de imaginar, de preguntar, de curiosidad, las experiencias compartidas y las memorias colectivas. También controlar o eliminar de la práctica política todo proyecto común que beneficie a los más necesitados de la sociedad. Por eso este tipo de hombre (el tecnificado y homogenizado), no se arriesga a desandar lo andado o, caminar por los caminos no transitados.

En este orden, Jünger pregunta, qué será lo que el Weltgeist, el Espíritu del Mundo, ¿tendrá reservado hoy para sus soñadores y durmientes? Se trata de crear la ilusión psicológica que la condición humana es soportable para todos; lo cual es mentira. Este es uno de los senderos que ha de transitar el pensar, develar las mentiras del poder. Así, “la esencia de la técnica se extiende por doquier, la política, la economía, la cultura, la ecología participan de esa esencia”. (Josep M. Esquirol). O, lo que es lo mismo, es el concepto cognitivo en lo que se basa toda fabricación y producción. Lo que interesa no es el movimiento de las manipulaciones de los instrumentos técnicos como actividad, sino entender los procedimientos técnicos. De ahí que la esencia de la técnica porta en sí la iluminación y la verdad del ser.

Por tanto, con la esencia de la técnica moderna nos encontramos en un camino, es una forma de revelación, y este camino nos abre la posibilidad de hablar de destino (geschick). En este orden Heidegger transita del lenguaje de la revelación, de lo que aparece, a la escucha; y la libertad se refiere a esta capacidad de escucha. De otra parte, las esferas de la esencia de la técnica no son indiferentes al arte, la literatura, la música, la poesía, al lenguaje, la filosofía y la cultura en general.

   De ahí que hay que percibir la técnica como instrumento y la esencia que la determina, en su cultura.

                                     Madrid-España a 123/05/2024