Byung-Chul Han
Fragmentos sobre el discurso
del Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades 2025
Madrid-España a
30/10/2025
Byun-Chul
Han es un filósofo alemán de origen surcoreano. Profesor de la Universidad de
las Artes de Berlin. Nació en Seul, Corea del Sur en 1959. Sus libros, “La
sociedad del cansancio, La expulsión de lo distinto, El aroma del tiempo, La
sociedad de la transparencia”, etc., publicados en España por
Editoriales como Herder y Taurus. Es un pensador que ha reflexionado sobre la
sociedad contemporánea desde diversos puntos de vista: El neoliberalismo, el
Sistema del Capitalismo Global, el tiempo, la transparencia, etc. Y, su
repercusión en el comportamiento, la mente, el lenguaje y el pensamiento.
Han
reflexiona sobre la «transparencia» como norma cultural creada por el
mercado neoliberal, que él entiende como el insaciable impulso hacia la
divulgación voluntaria de todo tipo de información que raya en lo pornográfico.
Según Han, los dictados de la transparencia imponen un sistema totalitario de
apertura a expensas de otros valores sociales como la vergüenza, el secreto y
la confidencialidad. Se rebela contra el capitalismo digital y lo desarrolla en
sus textos como resistencia política.
Para
Han los tiempos del otro o, de los otros, han pasado. El otro como amigo, como
hermano, como comunidad, como misterio, etc., están dando paso a lo igual. Lo
igual en todos los ámbitos de la sociedad, que pasan como crecimiento, esconden
tras de sí las enfermedades patologías del cuerpo social. En la actualidad lo
que enferma a la sociedad, no es el extrañamiento, la alienación, la prohibición
y la represión, sino el exceso de información, la sobreproducción y el consumo
excesivo. Por eso la expulsión de lo diferente y de lo otro del cuerpo social, repercute
en las enfermedades mentales, la depresión y la autodestrucción.
“La psicopolítica es el
sistema de dominación que, en lugar de emplear el poder opresor, que reprime y
expulsa, utiliza un poder seductor, inteligente, que busca que los hombres se
sometan por sí mismos al entramado de dominación”.
Byung-Chul Han
Han
es consciente que somos habitantes de un mundo, donde estamos interconectado
las veinte y cuatro horas del día y, vivimos una existencia vacía de contenidos
espirituales, de experiencias. Los movimientos del pensar no expresan ni
comunican, la esencia del ser, del hombre y del lenguaje. Esta deriva del mundo
contemporáneo, analizada y criticada por pensadores como Michel Foucault,
Zigmunt Bauman o Guy Debord, muestran en la Cultura
de lo efímero o, la Civilización del
espectáculo. Un malestar contemporáneo que la filosofía toma como objeto de
crítica y de análisis.
Nos estamos convirtiendo en
una prolongación de los instrumentos técnicos, de los teléfonos móviles, de los
ordenadores y de las imágenes <pictóricas> en movimiento y de los
lenguajes digitales. Y esto repercute en las capacidades mentales (la
concentración, la lectura de textos complejos, la capacidad de asombro, la
curiosidad, etc.). Que repercute en la esencia del ser humano, el lenguaje y el
pensamiento. Porque “la utilización espontanea del lenguaje define al hombre”.
También porque el pensamiento
es una forma del lenguaje. Como expresó George Steiner: “Lo mejor del hombre se
relaciona con el milagro del lenguaje; hasta ahora la humanidad y ese milagro
han sido indivisibles”.
Los
filósofos en la historia de la cultura occidental han relacionado la capacidad
de volar, la música y el amor. “Heidegger dice que el pensamiento lo eleva el
ala de Eros y esa ala permite llegar a un lugar que todavía no ha pisado nadie,
a un espacio que nadie ha experimentado” –nos recordaba Byun-Chul Han, en la
entrevista que concedió al periódico el
País por la concesión al premio Princesa
de Asturias de Comunicación y Humanidades 2025.
Para Platón –dijo- Eros nos acerca a la idea de lo Bueno y lo Bello.
Que significa despegar y volar hacia el cielo de las ideas.
Somos
parte de la sociedad “del trabajo, del rendimiento, de la comunicación, del
electorado, del consumo”. No somos capaces de ver, analizar, criticar o, pensar
el mundo y la realidad. No estamos educados para ello y, más que todo, no
tenemos cultura, cultura general. El alimento del espíritu y del pensamiento,
es escaso, lo posee una “selecta minoría”.
Los
medios de comunicación de masas, las plataformas digitales y las redes
sociales, exaltan lo banal, lo fútil y vació de contenidos espirituales, en
detrimento de lo que tiene sentido y posibilita la capacidad de interrogación,
de crítica, de análisis, al tejido vivo de la existencia, del mundo y la
realidad.
Ahora
por la algarabía de los lenguajes digitales y las imágenes en movimiento, se
deteriora la sintaxis, la gramática, “el estado transitorio e inestable del
tiempo y la identidad personal, del yo y la muerte física, influyen en la
condición y las posibilidades del lenguaje. Si los <<universales históricos>> cambian, si las estructuras
sintácticas se modifican, se modifican también las formas de comunicación” –indicó
George Steiner en Extraterritorial.
Por eso “considerando estos niveles de transformación, el discutido papel de
los medios electrónicos”, de los lenguajes digitales y las imágenes en
movimiento, son apenas un síntoma secundario.
Estamos
en una dinámica en la vida cotidiana, donde los instrumentos técnicos y el
capitalismo global, determinan el devenir de las sociedades y de la Humanidad.
Donde la aceleración, “la cultura del rendimiento”, la artificialidad y la
tecnificación de las relaciones personales y sociales; también la existencia,
el hiperconsumo, la mercantilización del sistema del capitalismo global, están
alterando la naturaleza esencial del ser humano. Que traen consigo
disfuncionalidades físicas y psicológicas. Como la ansiedad, la depresión, la
soledad, el trastorno bipolar, el trastorno obsesivo-compulsivo (TOC) y la
esquizofrenia. A la vez, las enfermedades cardiovasculares, respiratorias
crónicas, la diabetes y el cáncer.
Así, los lenguajes digitales, las imágenes en movimiento y el teléfono móvil,
nos convierten en agentes depresivos. Somos una extensión de los instrumentos
técnicos y del teléfono móvil. Esta transformación de la naturaleza humana, nos
induce a perder el sentido de realidad, la relación con el otro y con el mundo
en general. ¿Qué suministran las plataformas digitales a sus usuarios?
Información. Lo que suministra y recibe el ser humano, es información. Por
tanto, “el poder, la riqueza y el significado de la riqueza pasan de tener
mucho dinero a tener muchos petabytes de información”. –dijo Yuval Harari en <<Nexus>>.
En
la actualidad las grandes empresas y el poder que representan en las sociedades
y las naciones, están determinados por la cantidad de información acumulada.
Ellas obtienen lo que desean a cambio de información. O, en otros términos, la información
nos sirve para comprar bienes y servicios. Así mismo, manipulan, coartan,
vigilan o, alteran los estados de consciencia del ser humano. Que responden al
ejercicio del poder de las plataformas digitales y los Estados técnicos.
Dice
Han: “Necesitamos que se calle la información. Sino acaba explotándonos en el
cerebro. Hoy percibimos el mundo a través de las informaciones”. Porque de lo
contrario, “se pierde la vivencia presencial”. Nos estamos “desconectando del
mundo de forma creciente. Vamos perdiendo el mundo”. Como dijo Walter Benjamín:
“De qué nos sirve la experiencia, sino va unida a ella la educación”.
Ahora
bien, ¿cuál es el papel del filósofo en el mundo que vivimos? Dice Han: “El
papel del filósofo, según Platón, consiste en despertar, criticar, incomodar y
exhortar a los atenienses”. Esa misión socrática de la filosofía, la han
interiorizado los filósofos en el devenir de la cultura occidental. Se trata de
¡Despertar! a los demás seres humanos, para que perciban el gesto estético, la
experiencia y el pensar, del mundo que vivimos.
Han
cree que el sistema económico neoliberal nos posibilita vivir una libertad
ficticia: “Hoy pensamos –dice- que somos más libres que nunca. En realidad,
vivimos en un régimen neoliberal despótico que explota precisamente la
libertad. Ya no vivimos en una sociedad disciplinaria gobernada por la
prohibición y la orden (tal como lo percibe Michel Foucault y Guilles Deleuze),
sino en una sociedad del rendimiento que se cree libre y está regida por el poder
“hacer”. Pero ese poder sin límites sólo al principio produce una sensación de
libertad; pronto genera más coacción que los antiguos “debes”.
Han
no está en contra del teléfono móvil ni de la digitalización, que pueden ser
herramientas muy útiles. Pero piensa “que somos nosotros seres humanos, quienes
nos hemos convertido en su herramienta. El
Smartphone nos usa a nosotros y no al revés. No es que el Smartphone sea nuestro producto, sino
que nosotros somos su producto”. Pienso que la tecnología contiene en sí misma,
en la esencia que la determina, relaciones de poder y de saber, que responden a
las minorías que gobiernan el mundo. Por ejemplo, a Silicón Valley y a los
Estados técnicos como Estados Unidos, Rusia o China.
El
problema consiste en que la tecnología sirve al Gran poder económico y
político, para difundir el odio, el racismo, la xenofobia, las fake news, y termina creando en las
sociedades polarización, discriminación, al extranjero, al inmigrante, al negro
y al blanco empobrecido. Han critica el determinismo tecnológico y piensa, que
son los poderes públicos, quienes deben limitar a las tecnologías. “La
tecnología sin control político, sin ética, puede adquirir una forma monstruosa
y volver a esclavizar al ser humano”. De ahí la crítica a la IA generativa, que
como agente pueda sustituir algún día al ser humano, en las tomas de decisiones
y de pensar por sí misma.
Para
implementar y conservar la democracia, recuerda a Alexis de Tocqueville, donde se necesitan virtudes y valores
universalistas como “el sentido común, la responsabilidad, la confianza, la
amistad y el respeto”. Sin esas virtudes la democracia se convierte en algo
vacío y sin sentido. Es decir, se convierte en un aparato que legitima y
legaliza un determinado poder, y no se gobierna desde sus instituciones para
alcanzar la justicia social, la legalidad, los derechos fundamentales del
hombre, el respeto al otro, a la diversidad y al pensamiento.
La democracia debe garantizar la libertada en
todas sus acepciones: libertad de escribir, de pensar, de criticar, religiosa,
económica y política.
Por
eso la política no ha de reducirse a luchar sólo por la consecución del poder,
a la aclamación en los parlamentos, al electoralismo, sino responder a las
verdaderas necesidades materiales, espirituales, éticas y culturales de las
sociedades. Porque la creciente desigualdad económica y social, educativa y
cultural, conduce a la sociedad a la seducción del autócrata, del populista y
del demagogo. Que genera violencia, odio, mentira y opresión.
El compromiso de la
democracia y los demócratas es, luchar contra las injusticias sociales e
individuales, el sufrimiento, el dolor, y ponerla al servicio de la libertad y
de la verdad.
En
las sociedades contemporáneas la vida toda, está determinada por la velocidad,
el dinero, el poder, el lujo, las bellas materias, el consumo y los espejismos
de los lenguajes digitales y las imágenes en movimiento. Existe una
desestructuración del interior del sujeto, una devaluación de la zona de la sentimentalidad, de los
valores éticos y morales, que dan sentido a la personalidad. El hombre en la
actualidad no ocupa el centro del mundo, sino que deviene “colocado fuera de la
obra, se ha salido de ella. Esta se ha vuelto autónoma” y, el hombre es cada
vez “más sustituible y prescindible”.
Hemos olvidado las enseñanzas
del mito y las Grandes religiones:
Que
“en las cosas visibles están todas las
indicaciones relativas al plan invisible” –dijo Ernst Jünger
En
la sociedad contemporánea todo se convierte en “valor”, (la amistad, el amor,
el sexo, el lujo, el consumo masivo, aún la educación y la “cultura en
general”), es decir, en “un bien social que puede ponerse en circulación y
convertirse en dinero a cambio de todo tipo de valores, sociales e
individuales”. En otras palabras, todo se “convierte en valor de cambio, los
valores culturales reciben el mismo trato que cualquier otro valor”; son
“valores de cambio y al pasar de mano en mano se desgastan como monedas
antiguas”. Como dice Hannah Arendt: “Así perdieron la que en su origen es la
facultad peculiar de todos los objetos culturales: La facultad de captar nuestra atención y conmovernos”.
Somos
parte de una época en que “el mundo se asemeja a un inmenso centro comercial
donde todo se puede consumir. El scroll
infinito promete información sin límites. Las redes sociales hacen posible una
comunicación ilimitada” –dijo Han en su discurso por el Premio Princesa de
Asturias de Comunicación y Humanidades 2025. Por la vorágine de la conectividad
digital y de imágenes en movimiento, las relaciones
de sentido seden su espacio a las relaciones
artificiales, que obedecen a la Cultura
del artificio. En las esferas de la vida, los vínculos reales y
sentimentales, son débiles, vacíos y parece que hemos perdido la empatía.
Somos
consciente que el Sistema Capitalista Global y, en particular, el
neoliberalismo, deja tras de sí un montón de escombros humanos y materiales,
tirados a la vera del camino. Deja un vacío en el interior del ser humano, que
no se puede llenar con ideales, ni valores éticos ni morales, tampoco con la
educación y la cultura en general. El neoliberalismo deviene en destrucción de
las vidas de los seres humanos, de la naturaleza, de los mares, de los ríos, de
los polos, e induce a vivir en el mundo del fuego, que es el mundo de la
técnica, del poder y del dinero.
De ahí que:
“Nuestro tiempo guarda semejanza con un
desfiladero estrecho y funesto por el que se compele a pasar a los seres
humanos”.
Ernst Jünger.
El
pensador, el artista, el músico, el poeta, el novelista, el ensayista, etc.,
causa irritación por lo que dice y piensa; más a los que ejercen el poder
político, económico, social y cultural. Como expresó George Steiner: “Hoy es
cada vez más difícil <<ser uno mismo>>, encontrar un espacio
diferenciado para el idioma, el estilo y la sensibilidad. Bajo la presión del
embolo de los medios de comunicación, (las redes sociales) y la publicidad,
hasta nuestros sueños se han uniformado”. Así que, “sólo en secreto celebramos
la insolente maravilla del yo; sólo en secreto aspiramos - ¡oh enigma de la
sensualidad! - el olor de nuestra propia inmundicia”.
Es
algo evidente en los tiempos actuales, que la Cultura de lo efímero y las Nuevas
utopías de lo inmediato, “les resulte fascinante que nuestras vidas sean
insignificantes y estén destinadas al olvido” y que el presente-actual sólo se
proyecte en los instrumentos técnicos, los lenguajes digitales y las imágenes
en movimiento.