lunes, 15 de septiembre de 2025

¿Qué significa el “Humanismo” Ilustrado en la Época Moderna”

 

      

                                              Madrid-España a 15/09/2025

 

Antonio Mercado Flórez. Filósofo y Pensador.

 

En la época actual se trata de crear la ilusión psicológica que la vida es soportable para todos. Lo cual es mentira. Uno de los senderos que ha de transitar el pensar es develar las mentiras del poder. Así como la esencia de la técnica se extiende por doquier: la política, la economía, la cultura e incluso, la ecología participa de ésta. (José Mª Esquirol). Que oculta y, a la vez devela, la miseria y el peligro que representa para el hombre actual. Su significado político, económico y social de la crisis, en la cultura.

Una época en la que, el pensar cede su lugar al inventar, a la estadística o a la práctica política. Aquí la proposición de Ernesto Sábato acierta: “La cultura no es una capacidad del amontonar y el saber, es una cualidad del ser”. Ahora, se pregunta Sábato: “¿Quién es un hombre de cultura? El que está en posesión de un conjunto elástico de sistemas que confieren la intuición, el dominio y la valoración de la realidad”. Existe una diferencia entre pensar y planificar, porque las reflexiones del pensamiento requieren un esfuerzo especial y el beneficio que reporta no es parte de la estadística, ni del poder ni de la voluntad.

Sino de la cualificación del ser y del existir; aquello que posibilita el conocimiento de la realidad, del mundo y de la existencia. Como también la trascendencia, el encuentro del hombre consigo mismo o, con Dios. Y, esta trascendencia la puede aportar, el arte, la música, la arquitectura, la creencia en Dios, la teología, la mística judía, o la filosofía, etc.

Siguiendo la estela de T.S. Eliot y de Sábato, Ernst Jünger expresa en Radiaciones I: “El autor capta la luz, que luego se refleja en el lector. En este sentido lo que el autor realiza es un trabajo preliminar. Lo primero que ha de hacerse es armonizar la muchedumbre de las imágenes y luego valorarlas –es decir: dotarles, conforme a una clave secreta, de la luz que corresponde a su rango. Aquí la luz significa sonido, significa vida que está oculta en las palabras. Esto sería entonces un curso de metafísica realizado entre parábolas: la ordenación de las cosas visibles de acuerdo a su rango invisible. Toda obra y toda sociedad deberían estar estructuradas según ese principio.

Así que el escribir no deja de entrañar un riesgo muy alto, exige un examen y una reflexión más profunda que los que se necesitan para conducir regimientos al combate. Y si aún existen anillos mágicos, estarían en los sitios donde la voluntad de creación vence esa resistencia. El oficio, el ministerio de poetas es uno de los más excelso de este mundo. A su alrededor se concentran los espíritus cuando él transustancia la Palabra; huelen que allí está haciéndose una ofrenda de sangre. No sólo allí son vistas cosas futuras; también son conjuradas o proscritas”.

Sabemos que la cultura occidental llegó a su máxima expresión con el poder de la técnica. Lo que caracteriza indudablemente a los actores es la nivelación de los viejos cultos, la esterilidad de las culturas, la mezquina mediocridad. (Jünger) Existe una correspondencia entre el vaciamiento de los valores de la cultura y la mediocridad. En esta alta civilización técnica, de sociedad de masas y cultura de masas, unos órdenes nuevos han ocupado unas posiciones muy avanzadas, pero los valores correspondientes a esos órdenes aún no se han hecho visibles.

Estamos viviendo una situación ambigua en que el orden nuevo no ha llegado del todo y el viejo no se ha ido. Lo nuevo se viste con la ropa de lo viejo y esto trae confusión en aquellos que no comprenden el paso de una época a otra. En correspondencia con lo expuesto, el ser humano se ha colocado fuera de los valores de la cultura de la Ilustración, del sujeto cartesiano del cogito, la Kantiana comunidad de los seres racionales, o en términos sociológicos, del sujeto ciudadano, titular de derechos y propietario; se sitúa en el umbral de la filosofía del ser y el pensar.

El sujeto se ha salido del sistema de valores éticos y morales de la Ilustración, y, al mismo tiempo, la ciencia y la técnica se han vuelto autónomos. Y los valores devienen cada vez más sustituibles y prescindibles. Y esto genera en la consciencia o, en los centros vitales de la cultura occidental, una fractura fundamental. Se trata que desde el montón de ruinas que la civilización y la cultura dejan a la vera del camino de la historia y de la realidad, reiniciar la reconstrucción en su cultura.

Los ideales de la Ilustración son aquellos que establecen la razón como instrumento del pensar con lógica y racionalidad; no se basan en dogmas religiosos, en ideologías o, en la autoridad, las costumbres, el carisma o las verdades subjetivas; sino que instauran la ciencia y la aplicación de la razón en el mundo natural y humano. Y, a la vez, abogan por el humanismo, el componente moral o ético del ser humano que posibilita la prosperidad de los seres conscientes, las personas, en la búsqueda de la salud, de la felicidad, de la convivencia pacífica, del respeto a la otredad, la seguridad, la libertad y los placeres que ofrece la vida.

Por eso el humanismo se opone a que “la cultura se convierta en “un valor”, es decir, un bien social que puede ponerse en circulación y convertirla en dinero a cambio de todo tipo de valores, sociales e individuales.” (Hannah Arendt). En este orden, el humanismo que nos legó Cicerón es el resultado de la cultura animi, una actitud que sabe cómo cuidar, conservar y admirar las cosas del mundo.

De este modo, el humanista asume la tarea de arbitrar y mediar entre actividades puramente políticas y las de pura elaboración, opuestos mutuos en varios aspectos. Como humanistas, podemos elevarnos por encima de esos conflictos entre el hombre de Estado y el artista, como podemos elevarnos en libertad por encima de las especialidades que todos debemos conocer y buscar. (Arendt).

Ahora bien, si observamos el mundo que ha surgido de las catástrofes de la Primera y Segunda Guerra Mundial, nos damos cuenta que aumenta sin cesar la índole abstracta y, por tanto, también cruel de todas las relaciones humanas. (Jünger). La abstracción aleja al hombre del otro y, de las necesidades morales, materiales y espirituales que comparten en común. Asimismo, la substancia de la solidaridad, la fraternidad, el dialogo o, el amor, se diluyen, en nombre de la estadística, el cálculo y la objetivación de las valoraciones técnicas.

En la actualidad la crueldad no solo está implícita en el Estado técnico y sus instituciones, sino que ahora se ha trasladado a Internet y las redes sociales. Es un tipo de crueldad indolora, pero letal para la mente y el espíritu. En 1930 Jünger, en el ensayo Movilización total, dijo: “Tras un círculo recorrido por la dialéctica artificial, el progreso da un vuelco con el fin de proseguir su movimiento en un plano muy sencillo.

Ahora está empezando a someter a sí los pueblos bajo las formas que ya son poco distintas de las de un régimen absolutista, si se quiere prescindir de la cantidad mucho menor de libertad y bienestar. Son muchos los sitios donde ya casi se ha desprendido la máscara humanitaria; en su lugar aparece un fetichismo medio grotesco medio bárbaro de la máquina, un ingenuo culto a la técnica”.

Es un espectáculo grandioso y terrible ver los movimientos de las masas – unas masas de conformación cada vez más uniforme-, a las que está tendiendo sus redes el Weltgeist, el Espíritu del Mundo. Así que, en la sociedad de masas y la cultura de masas predomina la ciencia, la técnica, la velocidad, lo fútil, el lujo, el dinero, el maquinismo o, la robótica. Y, esto se convierte en una característica de la Gran ciudad moderna. Porque las diferencias entre los seres humanos las diluye el consumo y la conversión de los bienes en “valor”.

En la Gran ciudad existe una relación entre la Civilización del artificio y el lenguaje situado en su parte material. Es decir, situado en un dispositivo técnico. Así, la sociedad de masas y la cultura de masas no sólo tienden a la estandarización, a la Civilización del espectáculo, sino también a establecer relaciones abstractas e inconexas entre los individuos. Que George Simmel el sociólogo de la modernidad llamó, la distancia psicológica entre sus habitantes. Y, en consecuencia, el filisteísmo cultural de las sociedades de masas degrada los valores de la alta cultura y de la cultura popular. Porque los convierte en bien social que pueden ponerse en circulación y convertirse en dinero a cambio de todo tipo de valores, sociales o individuales. (Arendt).

Bueno bien, lo que Jünger pronosticó en la década del 30 del siglo XX, es una realidad cotidiana en la actualidad: el mundo del titanismo, el desarrollo científico-tecnológico, la técnica como “estructura de emplazamiento”, el ser humano convertido en “cosa”, en existencias de “cosas” consumibles y desechables. Observó que “la fotografía: un modo especial de ver, un modo cruel; el cinematógrafo; las relaciones inconexas entre las masas y el dinero; el deporte: pasó de la competición a un proceso de medición exacta, el rostro carente de alma, trabajado como en metal, el rostro en el que se expresa el tipo, o sea, la raza del trabajador; el paso de la muerte mítico-ritual a la fría y distante;

La cosificación y la objetivación del hombre: la segunda consciencia, vernos como un objeto; tránsito a la edad de la seguridad, donde predominan las valoraciones técnicas; el alejamiento de la literatura que describe los más sutiles procesos psicológicos a una especie de relato exacto y objetivo; el trasplante de órganos artificiales; la objetivación de nuestra imagen del mundo, que incide en la relación con el dolor, el sufrimiento, la muerte; los medios de información como medios totales que esconden formas especiales de disciplina, y que el carácter instrumental no se limita a la zona propia del instrumento, sino que intenta someter también el cuerpo humano. (Jünger).

Somos parte entonces de una época de transición donde el ethos (el carácter) clásico da paso al de la ciencia y la tecnología. Donde la idea de progreso no manifiesta en la consciencia de los hombres la esperanza y la seguridad, que brindaba en el siglo XIX. La esperanza de un nuevo y “más auténtico existir del hombre”, mirando a modo de indicación el “Principio de esperanza”, de Ernst Bloch. Principio que establece en oposición a la angustia, el miedo, el dolor y el nihilismo que identifica con Heidegger. No se trata de criticar al sujeto burgués, sino de resarcirlo en la actualidad. Como dice José Molinuevo: “Bloch piensa que se trata de una sociedad en decadencia y de una clase social en retirada. Que reflejan su propia agonía en categorías ontológicas”.

En el mismo orden, se percibe la relación entre el desarrollo de la técnica y los instrumentos bélicos para la guerra. También como la Gran ciudad es el espacio donde la civilización y el progreso se entrelazan y, se oponen a la Cultura. Como la idea de progreso se convierte en instrumento de poder, dominio, manipulación o, coacción del ser humano o, del cuerpo social. Como el progreso coarta la libertad y la igualdad entre las personas.

En este orden del pensar, la lengua se ha situado en su parte material y, deviene objetivada y vacía de contenidos espirituales. Esto genera una degradación de los valores humanísticos y de la condición humana, de la estética de la existencia individual y la filosofía.

Este tránsito de la cultura occidental posibilitó a Jünger pensar la ubicación del hombre en la época actual. Así que, por ejemplo, en la edad de la técnica los medios y los métodos de la conducción de la guerra llevan a cabo modificaciones más rápidas y radicales que las realizadas en épocas anteriores. (Jünger). Lo mismo sucede con la globalización en las comunicaciones artificiales, así que el mundo virtual está remplazando al real. Además, la globalización permite la comercialización, la venta y el consumo en todas sus formas, como la proliferación de los aparatos tecno-militares y las guerras globales.

La técnica, por tanto, no sólo influye en la confrontación bélica, sino que crea modos nuevos de combatir. Y permite percibir la “mortal rivalidad entre la fuerza del hombre y la fuerza de la máquina”. Precisamente, en la historia de la cultura y la civilización occidental, el espacio de lo técnico se relaciona con los instrumentos técnicos para la guerra y las máquinas como una expresión nueva del espíritu.

“El espíritu que viene tomando forma desde hace mucho tiempo dando forma a nuestro paisaje es, de ello no cabe duda, un espíritu cruel”.

Un espíritu que se ha despojado del vestido del humanismo y, ahora deviene con el de la crueldad, la zozobra, la inseguridad, la soledad, el odio, el dolor, el sufrimiento y la muerte. Un espíritu que está siendo jalonado por la informática y la tecnología del proceso de datos, que va de la estadística y la objetivación del ser humano, hasta penetrar en los más sutiles procesos psicológicos que determinan la conducta y la visión que tiene el hombre de sí mismo, del mundo y su realidad.

Pero la realidad vivida en los últimos años nos permite percibir la gran potencia de cambio que están generando las tecnologías de la información; desde los drones, los autómatas, el fluido de imágenes en banda ancha, el paso del átomo a los bits, la seguridad de los Estados y la ciudadanía, hasta el control, la homogenización, la numerificación de las sociedades y del individuo. Estamos viviendo en la actualidad una revolución en la estructura y la función de las sociedades, en la esencia del Ser y del existir, es decir, epistemológicas y ontológicas.