sábado, 15 de enero de 2022

LA CONDICION HUMANA EN LA CIVILIZACION DEL ARTIFICIO


 

<<Dos hombres, dos arbustos de rosas silvestres jamás podrán ser idénticos. Lo que busca el poder a través de la violencia, es terminar con la singularidad y la pluralidad de la condición humana; aquello que posibilita la existencia del hombre en la Tierra>>.

 

Antonio Mercado Flórez. Filósofo y Ensayista.

 

Hannah Arendt en el texto la Condición humana habla sobre tres categorías fundamentales en la vida del hombre. Dice que la vita activa se expresa a través de tres esferas: la labor, el trabajo y la acción. Condiciones sobre las que se ha dado al hombre la vida en la Tierra. La labor es la actividad correspondiente al proceso biológico del cuerpo humano, y a las necesidades producidas y satisfechas en el proceso de la vida. La condición humana de la labor es la propia vida; conservarla y reproducirla.

El trabajo corresponde a lo no natural de la exigencia del hombre, no está inmerso en el correspondiente siclo vital de la especie, y la mortalidad queda compensada por dicho siclo. El trabajo proporciona un <artificial> mundo de cosas o de objetos, claramente distintas de todas las circunstancias naturales. Así que, la condición humana del trabajo es la mundanidad.

La acción, la actividad que se da entre los hombres sin la mediación de cosas o materias, corresponde a la condición humana de la pluralidad, al hecho de que los hombres, no el Hombre, vivan en la Tierra y habiten en el mundo. Así que, todos los aspectos de la condición humana están relacionados con la política. La pluralidad humana es la condición de toda política. La acción no es la repetición de un modelo, adquiere sentido porque se da en el mundo plural de los hombres, esto es, la sociedad. Por tanto, los hombres no son interminables repeticiones reproducibles del mismo modelo. Cada hombre es único e irrepetible en la pluralidad humana de la política.

De ahí que su esencia no es predecible del mismo modelo, como naturaleza o esencia. La pluralidad es la condición de la acción humana debido a que todos somos lo mismo, es decir, humanos. Así que, en el ámbito de la acción los seres humanos desarrollan y ponen en práctica la libertad. Estas tres categorías (labor, trabajo y acción), se relacionan con la condición más general de la existencia: nacimiento y muerte, natalidad y mortalidad.

Asimismo, el trabajo y su producto artificial hecho por el hombre, concede durabilidad a lo pasajero de la vida mortal y al carácter efímero del tiempo humano. La acción se compromete a establecer y conservar los cuerpos políticos para la memoria, esto es, para la historia. La labor y la acción, tienen relación con la condición humana de la natalidad. El nuevo comienzo inherente al nacimiento se deja sentir en el mundo sólo porque el recién nacido posee la capacidad de empezar algo nuevo, es decir, de actuar. En este sentido de iniciativa, un elemento de acción, y, por lo tanto, de natalidad, y no la mortalidad, puede ser la categoría central del pensamiento político, diferenciado del metafísico.

Así que, el totalitarismo odia todo nacimiento, porque lleva implícito no sólo la acción, sino la alteridad y la aventura. Un elemento de acción y de natalidad que es inherente a todas las actividades humanas. Asimismo, el totalitarismo sitúa en el centro de la política, lo siempre igual, el servilismo, lo gregario y la muerte. Los totalitarios odian la natalidad y la acción de la individualidad, en la pluralidad de la política. La política no es para ellos, la acción plural de la condición humana, sino el dominio y la homogenización de la sociedad. Como lo expresa Arendt, se convierte en la categoría central del pensamiento político.

La cosa está clara: el hombre es un ser condicionado; todas las cosas con las que entra en relación lo condicionan. Así, la condición humana trasciende y abarca toda actividad del hombre, todas las cosas naturales y reificadas, hechas por el hombre, condicionan la vida de los hombres. Arendt ubica en la misma balanza con las mismas pesas, los condicionantes naturales y artificiales del hombre. Cualquier cosa que entra en contacto o se relaciona con la vida del ser humano, se define como condicionante de la existencia del hombre.

La objetividad del mundo –su carácter de objeto o cosa- y la condición humana se complementan mutuamente; debido a que la existencia humana es pura existencia condicionada, sería imposible sin cosas, y estas formarían un montón de artículos no relacionados, un no-mundo, si no fueran las condiciones de la existencia humana. Sólo el mundo adquiere valor –las cosas o los objetos-, cuando se relacionan con la existencia humana. De su condicionalidad depende su existencia como cosas u objetos; ya que son objetos y cosas para el hombre. Si no fueran para el hombre, se constituirían en un montón de cosas inertes y sin importancia dentro del mundo natural de las cosas. Quien les da existencia verdadera y eficaz, es el hombre; la relación o condición que establecen con los hombres. Cuando se relacionan con la existencia humana, las cosas adquieren <<Figura>>, esto es, existencia para el otro, el hombre.

La naturaleza humana no es lo mismo que la condición humana, y la suma total de capacidades y actividades que corresponden a la condición humana no constituyen nada semejante a la naturaleza humana. Ni la razón, ni el pensamiento constituyen las características esenciales de la existencia, en el sentido de que sin ellas dejaría de ser nuestra existencia. Labor, trabajo, acción y pensamiento, son categorías que condicionan la condición humana; pero no la existencia del hombre sobre la Tierra.

Así pues, en la esfera de la vita activa, diferencia la labor del trabajo. El producto del laborante es inmediatamente consumido; los productos del trabajo –sean objetos de uso, objetos de goce como las obras de arte- una vez terminados, persisten. Así que, la estabilidad, la durabilidad de los objetos del trabajo, son los que posibilitan la objetividad. Para el mundo, lo esencial es la estabilidad, la durabilidad, la artificiosidad e intersubjetividad. De otra parte, aunque sea un mundo artificial es, un mundo que perdura después de la muerte de quienes lo construyen. Este espacio público no está constituido tan solo por los productos del trabajo, sino también por la cultura y las instituciones.

Por eso, el caos o la crisis política o social, se expresan en el arte; o, en otros términos, en las <formas> estéticas. El arte no es un mero adorno. Como expresó Vico, es una voz que habla, un esfuerzo para plasmar una visión en una forma material concreta. En cambio, Arendt considera que el mundo es habitable, porque posibilita trascender la vida en su sentido no biológico, gracias a la acción y la palabra. Si se corrompe la acción y la palabra (la poesía, la novela, la música, el discurso político, la comunicación entre los hombres, etc.); expresan su crisis en la cultura.

En toda comunidad que construye un mundo vivible, la crisis de la vida pública se comunica en su cultura. Por eso, sólo percibimos los efectos de la acción en la intangible trama de relaciones humanas. O, en la estabilidad de las relaciones intersubjetivas. De ahí que sea necesario mirar detrás del forro de los fenómenos y develar el verdadero sentido del mundo y de la vida.

Cuando Arendt analiza la sociedad moderna, su crítica no se reduce a un simple lamento acerca de cómo los modernos conceden tanto valor a la técnica, sino que su preocupación básica gira en torno a las consecuencias que detecta en el hecho de que la sociedad moderna esté organizada según la labor. El Mundo Moderna lo muestra no como un retroceso paulatino de la naturaleza, sino como un desmesurado avance de la misma y, por ello, como una progresiva pérdida de mundo común.

El Mundo Moderno está estructurado, organizado y funciona, de acuerdo a las satisfacciones biológicas del ser humano. Así, el sistema del capitalismo global lo expresa en el mercado de <<valores>> y bienes de consumo. En el mundo objetivo hecho por las manos del hombre y, a la vez mundo artificial, el hombre no sólo produce mercancías para ser consumidas. Sino también una trama de relaciones que se manifiestan en la esfera política, social, religiosa, el Estado y las instituciones, las obras de arte y la cultura.

El mundo adquiere durabilidad, estabilidad, permanencia, en la civilización del artificio y las relaciones intersubjetivas. Un tejido que en el espacio público expresa el mundo común, el que se comparte <entre> todos los seres humanos. Así que, el Mundo Moderno prioriza el mundo objetivo sobre el subjetivo; el consumo de mercancías desechables (neveras, televisores, colchones, casas, carros, máquinas, móviles, ordenadores, etc.), sobre el mundo del espíritu, de la esfera de la sentimentalidad, el ámbito del pensamiento, los valores de la moral y de la ética, y el sentido estético del mundo y de la vida. Es aquí en estas esferas donde entra en juego la crisis de la condición humana y la cultura. 

En La condición humana, en el capítulo La permanencia del mundo y la obra de arte, considera la temática del arte y, cómo éste consigue salvar de la ruina del tiempo algunos gestos humanos efímeros. La obra de arte se distingue de todo el resto de objetos que el hombre produce mediante el trabajo, por su capacidad como por su modalidad de como permanece en el mundo como monumento y testimonio de la cultura, que posibilita trascender la utilidad y la función que cosifica al ser humano consciente y libre como si fuera un objeto no consciente ni libre.

El poeta J. M. Rilke dijo: <<el arte redime lo que toca de la destrucción con que la naturaleza empuja a sus productos hacia el final de su tiempo>>. En otros términos, el arte redime de la destrucción de la naturaleza y la muerte como monumento y testimonio de la cultura en la historia, la memoria y el recuerdo. Las obras de arte, en general, desde las artes plásticas hasta la literatura, la poesía y la música, son consideradas por ella, las más mundanas entre las obras manufacturadas. Porque son capaz de expresar la civilización y la cultura, sobre todo en cuanto a su capacidad de hacer experimentar el mundo como morada perdurable. De ahí que su durabilidad no se debe a su materialidad, que es importante, sino, ante todo, a permanecer en el tiempo debido a la memoria, el recuerdo y la relevancia de la belleza entre los hombres. La belleza de las obras de arte trasciende toda necesidad y las hace perdurar a través de los siglos; pero nunca van más allá del mundo.

De la misma manera, la belleza transforma los intereses, los contenidos religiosos y no mundanos en realidades mundanas tangibles; en este sentido, todo arte es secular, y la diferencia con el arte religioso está en su capacidad de <secularizar> -reificar y transformar en una presencia mundana <objetiva>, tangible- lo que antes había existido fuera del mundo. De ahí que una obra de arte bien lograda –la Gioconda, de Leonardo da Vinci; el Guernica de Picasso-, expresan un modo estético y especial, en que los hombres se relacionan con el mundo y los demás hombres. La obra de arte irradia belleza, armonía y expone una particularidad única e irrepetible.

Por decir así, la vita activa: la labor, el trabajo y la acción, configuran el Mundo Moderno y al hombre moderno. Que la política es la acción plural de la condición humana y, no el dominio y la homogenización de la sociedad. Así que, la acción plural de la condición humana, se convierte en la categoría central del pensamiento político. Que todo nuevo nacimiento lleva implícito la acción, como alteridad y aventura. Por eso, los gobiernos totalitarios y autoritarios, detestan la natalidad y la acción de la individualidad, en la pluralidad de la política. Porque rompe lo establecido por el ejercicio del poder como <verdadero> e incuestionable. De ahí que el nuevo nacimiento se hermane con la libertad.

En el Mundo Moderno el conflicto entre individuo y sociedad, se repite una y otra vez, tanto en la realidad como en la ficción. Así, el individuo moderno hace parte de la sociedad ante la que trata de autoafirmarse y que siempre obtiene de él lo mejor. Lo importante del papel de éste en la esfera social, consiste en que, se convierte en consciencia crítica de la misma y, además le da unos rasgos humanitarios, al quererla transformar por otro <tipo> de sociedad.

El contenido intelectual y ficcioso del conflicto toma así mismo, un tinte político. Los explotados, los marginados, los lumpen, los desclasados, los obreros, los campesinos, y ciertas clases sociales de la Gran ciudad, se convierten en punta de lanza para luchar y cambiar la sociedad y el ejercicio del poder. Aquí la realidad copia a la ficción. Aparecen grupos sociales o minorías que la sociedad había excluido en las tomas de decisiones, que empiezan a ser actores políticos, sociales o culturales, en la sociedad de masas y la cultura de masas. Que dinamizan las relaciones intersubjetivas de la sociedad y la pluralidad de acción política, en búsqueda de un mundo más vivible, más humano y más libre.

                                               Madrid-España 15/07/2022