sábado, 4 de febrero de 2023

LA JOVEN GENERACIÓN EN EL MUNDO ACTUAL

 

            

 

Antonio Mercado Flórez. Filósofo y Ensayista.

 

 Sabemos que la muerte, la enfermedad, el odio, la violencia, el dolor, entre otros, nos enseñan a apreciar ese Don misterioso y divino que es la vida. El hombre sigue su camino de destrucción, de violencia y de guerra para alcanzar la ilusión del honor, el poder y el dinero. Pero olvida que lo esencial del ser humano está dentro de él: la amistad, el amor, la fraternidad, la solidaridad, la libertad y el respeto, etc. Que lo empuja a seguir adelante en la lucha de la existencia y, admitir que el hombre contiene a todos los hombres dentro de sí.

En el mundo, el pasajero mundo de honores, prestigio, poder y dinero, la muerte espera su momento, su momento oportuno para hacer polvo nuestras ilusiones y ambiciones. Por eso el juicio que tiene de ellos, los considera por los beneficios que reportan. Casi siempre en los actos humanos, las ambiciones se imponen sobre la sensatez y lo justo. De ello provienen las desgracias que carga sobre sus hombros como un peso insoportable de llevar. De ahí que la existencia sea triste, gris y caótica, sólo vemos, oímos o sentimos, lo que se devela o se muestra en la superficie. No somos capaces de ordenar el Mundo de Abajo de acuerdo al Mundo de Arriba.

Por la velocidad de la vida cotidiana y el maquinismo, no nos detenemos un momento a meditar sobre lo fundamental de la existencia. Eso que da sentido a la vida. ¿Será que estamos destinados por el Todopoderoso a que los hombres no podamos comprendernos recíprocamente? ¡No hay mejor manera de servir al Creador que amando a sus criaturas! Todo, lo más ínfimo, insignificante, como la hoja de un árbol al caer a la tierra, un grano de arena en el desierto, revelan belleza y armonía para el goce del espíritu. Resulta difícil tener fe en la benevolencia del Señor, pero su Sabiduría resplandece en cada brizna de hierba, en cada mosca, en cada flor, en cada mota de polvo. (Thomas Mann).

El ser humano parece no darse cuenta que, en esas cosas se escode el sentido de la vida. Así que, está enajenado por la ilusiones ópticas y auditivas del colectivo técnico y por el mundo de ese colectivo. Pero también por el mundo del dinero y del poder. Por eso no tiene tiempo para mirar dentro de sí y piensa sólo en las cosas de la vida que le producen poder y beneficio. Pues, hay que recordarles a los malvados que el mundo sólo subsiste mediante la paz y el amor, la fraternidad y la amistad, divinas o humanas.

No sabemos mientras andamos por el mundo que nos depara el destino; pero el que se quita las talanqueras de los ojos del corazón, sabe que, el hombre alimenta su espíritu de las migajas que dejan caer los dioses sobre la Tierra. Por eso, vemos la realidad que vivimos como en espejos, cóncavos espejos, ya que los ojos son incapaces de soportar la luz de las alturas donde moran los dioses. Es como el trabajo del creador, del autor de un libro o una obra de arte, capta la luz que luego se refleja en el lector o el que observa la obra de arte. No sólo hay en la obra de arte una gigantesca fuerza de orientación, sino que la luz que porta en sí desvela la oscuridad de las cosas.

Lo que hay que hacer es, armonizar la muchedumbre de imágenes y luego valorarlas –es decir: dotarles, conforme a una clave secreta, de la luz que corresponde a su rango. Aquí la luz significa sonido, significa vida que está oculta en las palabras. Esto sería entonces un curso de metafísica realizado entre parábolas: la ordenación de las cosas visibles de acuerdo con su rango invisible. Toda obra y toda sociedad deberían estar estructuradas según ese principio. Si procuramos hacerlo realidad en la palabra, en la frase, en el juego de las imágenes que la vida cotidiana trae consigo, entonces estamos entrándonos en la más alta disciplina, la metafísica. (Ernst Jünger).

La joven generación, la juventud, en su acepción más profunda y elevada nada tiene que ver con la historia económica, con la práctica política, con la ciencia o con la técnica. Es un Don metafísico, algo esencial, una estructura, y una predestinación. (Thomas Mann). Es la luz de la aurora, la claridad sensitiva y racional, que indica el camino cuando los pueblos están en la oscuridad, el caos, la violencia o la guerra. Es la juventud con preocupaciones intelectuales o culturales, la que acompaña a los espíritus despiertos.

Así que, la insolencia del poder se manifiesta cuando quiere solapadamente someter a la juventud bajo el dominio de la civilización, la velocidad y los instrumentos técnicos. Así pues, el deslumbramiento no está en las preocupaciones intelectuales, sino en el confort técnico y los beneficios que reportan. Es falta de pulcritud espiritual reducir ese Don metafísico, a ilusiones ópticas o auditivas o, al lucro o, al ejercicio del poder.

Es una verdad que atormenta al disciplinador, al autoritario, al déspota, o, los que se ponen la máscara de demócratas, que la joven generación trascienda lo establecido por el poder: el Estado y sus instituciones, el presente-ahora, la moral común ordinaria; también el ejercicio del poder que implementa la injusticia, la desigualdad, la intolerancia, el odio, el resentimiento, el revanchismo o, la voluntad de venganza. Quienes quieren domesticarlos casi siempre se encuentran con lo inesperado. Goethe dijo de la joven generación: es embriaguez sin vino.

En su acepción más elevada, es, irascibilidad, movimiento ascendente al encuentro del Espíritu y sus juicios. Sí la juventud es la edad romántica por naturaleza –dijo Mann-. No es el romanticismo que huye de las responsabilidades éticas, sociales o intelectuales y se refugia en paraísos primitivos. ¡No! ¡Mil veces no! ¡De la juventud que hablo es la que siente la espontaneidad de espíritu y la capacidad de asombro! Es la que busca dentro de sí la forma y el contenido de lo que vive.

La juventud está adherida a las raíces de lo elemental y divino que mora en ella. En ella se entrecruza el presente-actual y lo primitivo, el origen como fenómeno originario, que da paso a una nueva estructura, a un nuevo arte, y se constituye en el lugar adecuado para la revelación del lenguaje. Para una persona que anda en los caminos del espíritu, en las preocupaciones intelectuales, la juventud misma, es, la revelación de lo sublime, que mora en el hombre.

De ello depende la develación de la libertad, de la libertad sustancial, primitiva y divina, que aúna forma y contenido, materia y espíritu. Así que, la juventud ha de participar de una u otra forma, en la vida objetiva del espíritu. Esto es: de la historia y de la existencia, de los aspectos problemáticos de la vida. Es un deber moral, espiritual e intelectivo, que haga parte del devenir histórico de los pueblos.

Sabemos que el sentimiento de la vida se identifica con la consciencia de sí mismo. Con los más altos valores de la existencia y del mundo. No se puede suprimir la forma de la vida que posibilita la existencia espiritual. Ni anular la forma de la vida profunda, con estados de inconciencia que responden a la brutalidad y la barbarie. Así que, la juventud debe tender a la afirmación articulada de los sentimientos propios y a una forma de vida especifica. (Mann). Estos hechos e ideales posibilitan que el mundo reconozca que la juventud tiene un sentimiento específico de la vida. En esas circunstancias ésta adquiere el status debido a su nombre. Por eso, es natural que la juventud y la época de la juventud se comprendan mutuamente. (Mann).

Las autoridades establecidas desean que la juventud acepte y se adapte a la idea de comunidad. Al convencionalismo social, a los prejuicios, a la moral común ordinaria, para moldearlos como hace el alfarero con el barro. Si esto sucede ¿dónde queda la libertad individual, los derechos y el libre albedrio de la joven generación? Entre las posibilidades que le ofrece la vida, la juventud debe manejar responsablemente su libertad. Más allá o más acá, si acierta o yerra. Porque no solo se aprende de los errores sino también de los fracasos y los sufrimientos.

Dejemos que la propia juventud adquiera el sentimiento consciente de la vida. Y la juventud es algo distinto a lo establecido, a la estructura y la función de la sociedad, del Estado y las instituciones. Es la relación inmediata con lo primitivo, la aventura y la profundidad de la vida personal. Es la capacidad y la voluntad de afrontar y superar lo que la existencia tiene de natural y de demoniaco. (Mann). En esto se asemeja a lo religioso y a los requerimientos espirituales y morales de todo ser humano. Como expresó Durero: en el sentido de juventud espiritual, de espontaneidad, como fe en la vida, como carrera entre la muerte y la existencia.

La juventud tiene una forma de vida especifica que se corresponde con su tiempo y su espacio. Sus apetencias espirituales o morales responden a sus ideales, no a lo establecido por el Sistema. Por eso, se identifica con la subversión, ya que rompe con lo establecido y caduco de la sociedad. Sabemos que su autoanálisis, el análisis de su subjetividad destruye lo que la vida tiene de inmediato, de natural y sublime. Pero en relación a su propio ser la juventud contribuye a vigorizar la existencia. Adquiere las herramientas de la experiencia, intelectuales o, reflexivas que le posibilitan orientarse en el mundo y conducir su propia vida.

En todos los pueblos la juventud tiende a afirmar su personalidad, más allá de prejuicios, usos y tradiciones. Por eso, la falta de madurez empuja a la juventud al espíritu que le es propio y propicio, para poder enfrentar los avatares de la existencia cotidiana. Así que, lo inacabado e inmaduro que porta en sí, posibilita desgarrar lo establecido por las familias, las religiones, las ideologías, las costumbres o, las autoridades.

En un mundo materialista y hedonista como el actual, ¿qué significa el sentimiento religioso? Es algo distinto de la racionalidad, del mundo dineral o de la técnica, es, quizá la juventud misma, la relación inmediata con lo ignoto, la intrepidez y la profundidad de la vida personal. (Mann). Es una percepción estética del mundo y su realidad, de los avatares de la existencia individual; porque la estética es la madre de la ética. Ello sintetiza lo bueno, lo justo y lo bello de la Humanidad. Es el Humanismo en su expresión trascendente, divina, pero humana. En esta civilización técnica y del espectáculo, de las redes sociales, se hermana con el arte y la filosofía. Estas disciplinas y la juventud misma, responden a los más profundos requerimientos y esperanzas humanas.

Ser joven significa ser original, permanecer cerca de las fuentes vitales. Capaz de levantarse, orientarse y romper las cadenas de una civilización superada, tener el valor que hace falta, y que otros no tienen, para sumergirse de nuevo en las fuentes de lo elemental. (Mann). En la juventud está latente la rebeldía, la aventura y lo inesperado respecto a lo establecido. Por eso el análisis y la crítica sobre la joven generación hay que hacerlo en su cultura. Porque ésta en todas sus acepciones, es la expresión de su cultura.

La juventud porta en sí una secreta marca, oscura e ilegible al comienzo de su vida, que en el transcurso del tiempo se va develando en el gusto, el espíritu, la sensibilidad, la reflexión, la llaneza o profundidad de su vida vivida. Pero, casi siempre, las personas del común no se detienen a descifrar esta oscura e ilegible marca. Sino que le dejan el trabajo al Estado, las instituciones, la iglesia, al poder o, ese grupo de hombres que lo ejercen sin contemplaciones. Por eso los jóvenes son incomprendidos por la sociedad, la moral común ordinaria, el Tiempo y sus juicios. Suscita la juventud cierta oposición critica entre él y el mundo, él y la sociedad. Estimula en el joven la obstinación y la ironía contra el orden social y le induce a buscar protección y refugio en la libertad espiritual, en los libros, en las ideas. (Mann).

Así pues, la juventud es mal comprendida por su tiempo, porque busca la iluminación, la elevación, el entusiasmo y la trascendencia; ante lo fugaz de la vida cotidiana y el presente-ahora. Algunos se quedan tirados en la cuneta que son los muchos, ya que salen corriendo detrás del deslumbramiento del poder, las riquezas, el reconocimiento social y, olvidan lo fundamental de la vida, preocuparse por lo noble, lo inefable, lo superior y divino. Tener la sabiduría que el sentido de la existencia está en el interior de todos y cada uno de nosotros.

Somos parte de tiempos aciagos, tiempos de tensión espiritual, de penas y de zozobras, oscuros y tristes, y la juventud es la fina sensibilidad que los capta, tal como hace el sismógrafo con las placas tectónicas. Por eso están dispuestos a lo imprevisto y son una invitación constante a la innovación. Se cree a pie juntillas que los jóvenes al protestar, oponerse o criticar lo establecido, viven en una alucinación de sus sentidos. Pero están completamente equivocados. Lo que hacen con sus acciones es, derribar los obstáculos, suprimir las inhibiciones y estorbos, que impiden el encuentro consigo mismo, la justicia o la libertad.

Ahora bien, ¿qué hacen en su soledad? Tratar de comprender el mundo y su realidad, que no los entiende; de ahí su ensimismamiento o su carácter interrogativo. Así que, la joven generación se enfrenta a los flageladores del hogar o la sociedad. Es uno de los caminos que le ofrece la vida, para alcanzar la iluminación, la elevación, contra la ignominia y la tiranía. Está expresa en el espíritu, el lenguaje y el pensamiento, de la época que viven.

El mundo y lo objetivo como verdad, niegan lo subjetivo, la aventura interior, lo elemental, como algo sin valor. Por eso, la juventud se opone a la realidad con las armas del presente oportuno y los sentimientos. Porque lo eleva, le aumenta su sensación de energía, de fuerza y dominio propio. (Mann).  Saben que la mentira estimula el odio y se opone a la verdad. A la verdad que tiene como fundamento la libertad. La juventud no sólo consigue dominar las dificultades paralizadoras de estos tiempos. Sino también el tiempo mismo, la época de la cultura y la cultura de la época. Porque posibilita la creación de una época venidera donde la verdad y lo justo, la igualdad y la lucha contra el fascismo, el racismo, la injusticia social, florezcan como prados en flor.

Y ella se apropiará de los instrumentos de la creación y montada en su cabalgadura, absorberá los obstáculos y, en atrevido galope, saltando de un borde a otro los barrancos, y este acto es, mil veces más agradable a la vida que una existencia que arrastra sus pies detrás de las ilusiones ópticas y auditivas de la realidad cotidiana. Ellos saben captar la disolución en la luz de todos los crepúsculos, tal como el pecador que soporta el tormento y la ignominia como partes de la contrición que lo conduce a los pies del Señor.

La juventud desde la esfera del espíritu y la soledad, responde a la llamada del Destino, a abrirse paso desde la subjetividad liberadora, y acceder al mundo para desgarrar la red de la soledad y el dolor, que le impiden relacionarse con las cosas y las demás personas. Expresa la libertad de inteligencia, la libertad de pensar, de interpretación elevada de los hechos elementales.

Un mundo como el actual le pone obstáculos a la juventud para que se habrá paso, para que dé un paso adelante ante los acontecimientos históricos. Saben que el mundo presenta una atmósfera llena de incertidumbres, de penurias y desazón; la guerra, el Dios de la guerra parece marcar el paso de los acontecimientos históricos, acompañado por su consorte de la crisis económica internacional, el enfrentamiento comercial entre Estados Unidos y China, la guerra de Ucrania, el Dios de la guerra se manifiesta con crueldad en Yemen, Medio Oriente, Colombia y otros pueblos que son abrazados por el fuego del dolor, del sufrimiento y la muerte.

Existen pueblos en que una “selecta minoría” ha controlado la renta, la riqueza, la tierra, el poder político, la educación y la cultura, y esto se convierte en un problema fundamental en la historia del país. Son pueblos con crecimiento económico, pero con grandes desigualdades. Porque se eleva el beneficio de las entidades financieras y aumenta la marginación social. En este orden de ideas, se percibe en las relaciones internacionales el renacer del neo-nacionalismo y el proteccionismo, del populismo, agresivos y barbaros, que inducen a los gobiernos de las potencias mundiales a invertir en desarrollo armamentístico, más cuando se ha rota el Acuerdo Nuclear entre Rusia y Estados Unidos.  

Ahora bien, en una atmósfera turbulenta y caótica en que vivimos, ¿cuál es el papel de la juventud? Desvelar y criticar el sentido oculto de los procesos históricos y de la guerra, la violencia, el hambre, la injusticia y la violación de los derechos humanos, en particular. Frenar con acciones prácticas el avance de la xenofobia, el racismo, el cambio climático y el recorte de las libertades. Así que, tengamos presente en estos tiempos de nubarrones oscuros sobre la existencia humana y el espíritu, que éste será en su elevada presencia la llama de la vela, que alumbrará en tiempos aciagos y peligrosos para la creación y la acción que dirige y da forma al espíritu.

Como dijo Thomas Mann, en El Doctor Fausto: Tengo, por otra parte, el convencimiento de que las osadas empresas del espíritu, las más libres, las que estarán al frente de los acontecimientos humanos provienen de la joven generación y acabarán siempre por ser benéficas para los hombres.

Sabemos que somos parte de tiempos donde prevalecen los hechos significativos sobre los actores insignificantes. Esto es válido para la política, la economía y la cultura en general. En el horizonte se percibe un nuevo derrumbamiento que afectará todas las instancias de la vida humana. Estamos como pueblo, como nación y como hombres de carne y hueso, expuestos a fuerzas que trascienden moral y físicamente los diques de contención que permiten la “Vida” sobre la Tierra.

Estamos de hecho expuestos a la ley de la fuerza, la barbarie y la muerte. Parece que en el mundo prevaleciera la incomprensión, la irracionalidad y el odio, a toda empresa humana que posibilite, el juicio de los hombres y de Dios, la permanencia de la “Vida” sobre la Tierra. Por eso, la joven generación es la luz que alumbra en medio de la oscuridad y de las desavenencias humanas del mundo que vivimos. En ella se encarna la libertad, la vida profunda de los pueblos y sus generaciones.

                                            Madrid-España a 04/02/2023

IMÁGENES SOBRE El LIBRO DEL GÉNESIS


 

Antonio Mercado Flórez. Filósofo y Ensayista.

 

El Libro del Génesis impregna la materia y la vida de lo trascendente y divino. Algo de eso se conserva en la actualidad, aunque su reflejo sea una débil copia. Con razón se considera como el documento de un acercamiento incomparable. Cabe advertir que contiene fragmentos de un texto primitivo trasmitido hasta nosotros como desde una Atlántida sumergida. Imágenes de encuentros numinosos que se desprendieron como chispas de historias que todavía hoy nos dan que pensar. Diferenciaciones como las que se hacen entre el Árbol de Conocimiento y el Árbol de la Vida, es difícil que procedan del Sinaí; lo que sin duda procede de él, en cambio, es la serpiente de bronce y la zarza en llamas. (Ernst Jünger).

Así que, el fallo del ser humano se traspasa al Mundo, a la Naturaleza, tal vez incluso al Cosmos. La razón principal de eso está en el humano afán de novedades, en la curiosidad, que va seguida de petulancia. Desde la antigüedad el hombre quiere ser semejante a los dioses o a los titanes, y sólo es un pasajero del mundo que no sabe de dónde viene y para donde va. En el frágil y diminuto cuerpo humano, el espíritu, el alma y la mente, se asoma ahora en la actualidad lo primitivo y lo bárbaro del ser humano. Por eso es necesario mirar la oscuridad del pasado, para entender la iluminación del presente.

De ahí que el sisma del Paraíso todavía nos afecta en las esferas de la condición humana: la propia vida, la natalidad, la mortalidad, la mundanidad, la pluralidad y la Tierra –nunca pueden <<explicar>> lo que somos o, responder a la pregunta de quiénes somos por la sencilla razón de que jamás nos condicionan absolutamente. (Hannah Arendt). Esta trasmutación en el Paraíso afectó a las plantas, a los animales y a los hombres. A eso podría responderse que lo que adquirió eficacia con la expulsión del Paraíso fue únicamente una función del diente, a saber, su función de arma. También es preciso tener en cuenta que tanto en la Naturaleza como en la técnica echan dientes órganos e instrumentos extremadamente diversos. (Jünger).

En el Jardín del Edén se contenían todos los desarrollos posibles, tanto si luego se efectuaron como si no. El catálogo de las cosas posibles está siempre ahí –para que una posibilidad salga a escena es preciso que se la acepte. La posibilidad de algo está contenida <<en sí>>, <<de suyo>>, <<propiamente>>, en la naturaleza esencial de las cosas y de la vida. (Jünger). Así que, todo lo que respira bajo el cielo y las estrellas, continúa viviendo en el Paraíso. La lluvia, los terremotos, el sufrimiento, la violencia o el amor, están contenidos en la Naturaleza que les es propia. Sólo basta que rasquemos un poquito en la superficie, tal como hace Aladino con la lámpara, y, de inmediato, el mago se brinda generoso a lo que pidas.

Así que, en el Árbol de la Vida estaba contenido el Árbol del Conocimiento y todas las formas posibles. Esto confirma la tesis wolfiana de que <<la existencia es un complemento de lo posible>>, podríamos sacar la conclusión de que también la vida tiene que ser aceptada. (Jünger). Lo que sucede es que la existencia queda determinada, desterrada, a una de sus posibilidades. En la esfera social o política la posibilidad se reduce casi siempre al determinismo económico o del ejercicio del poder. Las posibilidades de que el ser humano desarrolle sus potencialidades, son limitadas. De ahí que se piense que el libre albedrío no existe, sino una red de determinismos que condicionan la existencia. La existencia de lo existente, es parte de una Red de sutiles determinaciones. Esto se observa en la familia, los pueblos, las instituciones o, el Estado.

Lo posible es lo ignoto, lo que viene al encuentro de los hombres desde lo atemporal, allende del tiempo. El ser humano en las horas de soledad corre el riesgo de tener un encuentro con lo luminoso y sagrado, el hombre aquí se enfrenta a un misterio profundo y divino. Se enfrenta a un misterio trascendente, místico y espiritual, como lo expresa el Libro del Génisis. En los que le asaltan pensamientos que lo inducen a obrar. La creación de una obra de arte, una partitura, una novela, un poema, contiene, si es buena, sus raíces en la eternidad, o, en otros términos, en la atemporalidad. Por eso resiste aquende del tiempo-ahora, a la arena del desierto que cae en el reloj de arena, al tiempo mecánico que marcan las manecillas del reloj, o, al tiempo abstracto del presente-ahora. Existen lugares donde el ser humano siente que allí hubo un encuentro con lo numinoso o lo demoniaco. Es licito sospechar que hubo un extraordinario aflujo de fuerzas. (Jünger).

Aquende del muro del tiempo la creación queda degradada y pasa hacer procreación, generación. Es una rama que se separa del eros cósmico y produce seres mortales. Así, visiones cósmicas, mágicas, demoniacas, totémicas, heráldicas, fueron cambiando con el nivel del conocimiento, pero también se conservan en el tiempo recuerdos de la veneración de antaño y los terrores tempranos. (Jünger). De ahí que, la rememoración posibilite entender y comprender, lo que acontece en el presente-actual. En el Libro del Génesis están contenidas todas las historias, los mitos, las técnicas, los conocimientos, las experiencias y las lenguas, que han tomado Figura en la actualidad.

Es evidente que el Libro del Génesis se apoya en versiones más antiguas, trasmitidas por vía oral. En su texto está entretejida la heterogeneidad de aquellos animales y plantas con respectos a los actuales, pero también la heterogeneidad del ser humano. (Jünger). Con el predominio de la cultura del artificio, del tiempo abstracto y los lenguajes digitales, en la actualidad. El ser humano está abocado a separase más y más, del logos numinoso y divino, que reinaba en el Jardín del Edén. Así, la experiencia que mana de boca a oído, es, sustituida, por la que ofrecen los medios de comunicación, Internet, y, las Plataformas Digitales, esto produce en la naturaleza humana, una fractura fundamental. Un horror inimaginable del hombre actual, ser incapaz de comunicar los contenidos espirituales de la lengua humana.

Walter Benjamín en La tarea del traductor, en esa introducción de 1923 para la traducción de los Tableaux parisiens de Baudelaire, pone en juego una posibilidad de invertir la degradación del lenguaje en la actualidad. A partir de ahí, en su opinión, el mundo ha conocido tres edades: la de una palabra divina creadora, cuando el lenguaje coincidía perfectamente con las realidades que designa; la de la lengua humana original mediante la cual Adán nombraba a los animales; por último, la que sucede a la decadencia del estado paradisíaco a través de la transformación de las palabras en vulgares signos de comunicación. Filtrada por ese descubrimiento, la verdadera esencia de la traducción sería devolver el recuerdo de la unidad perdida escrutando la presencia del Verbo tras la diversidad lingüística de la humanidad. (Pierre Bouretz).

En el Jardín del Edén el sentido de las palabras está relacionado con lo elemental, con la naturaleza esencial que comunica. Aquí ha de pensarse en una comunicación que no ha menester ni de una lengua materna ni de un vocabulario. Por ende, toda verdad –dice Benjamín en Las afinidades electivas-, tiene su morada o palacio ancestral en la lengua, que ese palacio está hecho de los más antiguos logoi y que, frente a una verdad así fundada, las aspiraciones de las ciencias particulares siguen siendo algo subalterno. (Bouretz). Aquí el pensamiento de Benjamín se concatena al de Heidegger, ¿hasta qué punto tiene la verdad su morada en el lenguaje? La música, pudo ser en el lenguaje del Edén, el último de la humanidad tras la construcción de la Torre de Babel.

Por tanto, no hay arte más intelectual que la música, en ella, forma y contenido se entrelazan como en ningún otro; son, una y misma cosa. Quizá el deseo profundo de la Música es el de no ser oída, ni tocada o vista, sino percibida y contemplada, en un más allá de los sentidos y del alma misma.  Pero ligada al mundo de los sentidos, es natural que se anhele, su realización sensorial, vigorosa y hasta apasionada. (Mann). El encuentro inmediato con las cosas se da a través de los sentidos: vista, oído y tacto. Así como las sensaciones provocadas por el calor, el sonido, la esperanza y la dureza, las cosas se nos meten literalmente en el cuerpo. (Martín Heidegger).

De los instrumentos musicales el piano es el representante directo y soberano de la música misma considerada en su intelectualidad. La enseñanza del piano es considerada, en su esencia más íntima, la Música misma. Por ello, lo elemental en la música es lo original en el sentido de originario. Su estado primitivo nos acerca a la comunicación primitiva del hombre. A la fuente de los más antiguos logoi. Está en el curso de los siglos, por muy desarrollado que sea el edificio de su creación histórica, nunca se ha desposeído de una piadosa inclinación a tener presente sus más rudimentarios comienzos, a evocarlos con solemnidad, a celebrar, en suma, sus elementos. La música conmemora su identidad con el cosmos. (Mann).

La música en su estado primitivo se hermana con la lengua Adánica. En ella se unifica el mito de la música y el mito del mundo, tal como está descrito en el Libro del Génesis. La música se concatena a las cosas del mundo exterior y estas, a la vez, a la música. Así, entre el mundo de las cosas y la música existe un juego de espejos o de ecos que se escucha desde la eternidad. Las revelaciones de lo elemental y primitivo que se comunica en la música, responde a los más antiguos sentimientos de la humanidad.

Así, el ser humano en su esencia intima es, ritmo, sonoridad, cadencia, voz, que expresa lo más sencillo, lo más fundamental, de la naturaleza humana. Para ser digno de la pureza, de la originalidad de la música, de lo que hay en ella de único, es preciso que el corazón pueda llegar al estado de vacío absoluto de predisposición que las Santas Escrituras imponen como necesario a quien desee recibir el cuerpo de Dios. (Mann). Así que, la música en su esencia más íntima, primitiva, evoca siempre su estado primitivo y elemental. En sus comienzos, la música era algo caótica, sin normas, donde lo sensorial y lo vocal, posibilitaban sumergirse en lo profundo de las cosas y la eternidad. En esta esfera, el tiempo eterno, inmóvil, expresa la lengua y la alegría de Dios; las maravillosas cimas de la más excelsa belleza. 

En la esfera intelectual de la música, un arte que al margen de la época y de su propia corriente histórica, es capaz de crear una manifestación particular como la descrita en la música, y, provoca por secundarios caminos ocultos, tales explosiones de espiritualidad, es ciertamente un arte de primera magnitud. (Mann). La música es para los hombres un regalo celeste a la vida humana. ¿Puede el hombre vivir sin música? Creo que lo más elevado del pensamiento y el sentimiento, se relaciona con la música y los números. La palabra es música y la música es palabra en estado sublime y trascendente. La palabra se entreteje con la música para darle forma y sentido, a la vida y las cosas del mundo. En el arte, la palabra y la música se entrelazan hasta el punto de ser imposible distinguir uno del otro. Para algunas personas el principio de las cosas es, la música y, para otros, los números como creían los pitagóricos. Para ningún ser humano la música le es indiferente; porque el sentimiento que despierta es, como el amor poseído de calor humano. La música hay que amarla como hace el hombre con el ser que adora.

Desde la antigüedad la música viene considerándose en relación con las demás manifestaciones del espíritu, la forma, el pensamiento y la cultura. Todas forman un todo, y conservan su especificidad debida; son como una potencia extraña, un fenómeno maravilloso, que se extiende más allá de aquende del tiempo y se conjuga con el cosmos. En un mundo como el actual, el ser humano es incapaz de oír y escuchar, por estar inmerso en la velocidad y el maquinismo. Ahora, los lenguajes digitales y las imágenes pictóricas en movimiento, no sólo están degradando la naturaleza del ser, sino que, a la vez, ruptura la coherencia del Yo y disuelve en relaciones abstractas y artificiales, los sentimientos, el lenguaje y el pensamiento. Esto trajo consigo en la civilización actual, la crisis del ser y el existir.

                                         Madrid-España a 04/02/2023