Antonio Mercado Flórez. Filósofo y Pensador.
Sabemos que la
deriva que la globalización generó fue una reacción violenta en todo el mundo. Porque los beneficios que generaba eran
acumulados por selectas minorías económicas, políticas y culturales. Esto, por
supuesto, perjudicó a la clase trabajadora y media blanca de Europa Occidental
y norteamericana. Y benefició a algunos países asiáticos y, en particular, a la
clase trabajadora de China o Corea del Sur. De ahí que la libre circulación de
personas posibilitó una inmigración desbocada. Así, aunque el conservadurismo
liberal gane elecciones en la actualidad, sus principios ideológicos, su
ideario político, social y económico, se lo está expropiando la extrema
derecha, populista y nacionalista. Pero existe una contradicción interna en la
derecha populista que consiste en destruir las instituciones democráticas y las
libertades fundamentales y, la otra, que no tienen programas para solucionar los
problemas sociales, políticos, económicos o culturales de las sociedades actuales.
Por eso vemos que
desde el año 2016 la extrema derecha populista gana adeptos y la derecha
moderada es paquidérmica, vive un proceso de involución y parálisis para dar
respuestas a los requerimientos y esperanzas materiales, técnicos, políticos,
morales, sociales o culturales. Son agentes reactivos y no activos ante los
acontecimientos históricos del momento. De ahí que Europa Occidental,
Norteamérica y Latinoamérica, estén viviendo una época de involución y de
reacción violenta ante los principios de la democracia liberal, los derechos
políticos y sociales, la libertad de pensar y de Ser, la igualdad de género y
el derecho a la opción sexual.
Ahora, el auge
del populismo y la extrema derecha que afecta a los europeos, y con las elecciones
a Eurocamara en junio, donde la
extrema derecha-populista puede acceder a la Comisión bajo el lema de la crisis migratoria. Pone en jaque al
liberalismo y a la socialdemocracia, que componen el ejecutivo europeo, porque pueden
dar paso en las próximas elecciones a los euroescépticos y xenófobos. De esta
manera el Partido Popular Europeo tiene una responsabilidad histórica con
Europa, ya que de él dependerá si los acoge en su seno para formar mayoría
parlamentaria, de entrar en la Comisión
y condicionar las decisiones parlamentarias. Esto representaría un freno a la
Unión Europea respecto a la integración y las políticas sociales o de
inmigración. Si esto llega a suceder crearía un clima mal sano en la
convivencia de los veintisiete países que la componen. Como está haciendo Viktor
Orbán en la actualidad.
Desde otra
perspectiva, la izquierda tiene alternativas fuera de los presupuestos de la
derecha liberal, como en reformas sociales, laborales, económicas, fiscales,
que benefician a los electorales. La izquierda tiene programas e idearios que
trascienden a la derecha moderada, a la extrema derecha y al populismo
nacionalista. De ahí que sobreviva en pocos países como España con Pedro Sánchez: Presidente
del Gobierno.
España es una
democracia madura donde se respetan los derechos políticos y sociales de los
ciudadanos. También se respeta y funciona la división de poderes: el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial.
Donde la Monarquía cumple una función
importante dentro del Estado Español y en lo que respecta a las relaciones
internacionales con otros Gobiernos y Estados del mundo. Por eso, resulta insólito
que, la vida social, la convivencia pacífica y democrática de los españoles, esté
siendo alterada por el partido de extrema derecha liderado por José Abascal:
VOX.
De ahí que
resulta preocupante la concatenación de acontecimientos agresivos y
destructivos de la extrema derecha abalados en silencio por el Partido Popular,
puedan atentar contra la convivencia pacífica de todos los españoles. Hay que
ser contundente en los discursos o relatos contra cualquier acto de violencia
que atente contra la paz social y el bienestar de los ciudadanos.
Así que, el
simbolismo de la violencia y la crispación que difunde la extrema derecha, ha
de ser rechazado no sólo por el PSOE, el PP, sino también por todo el cuerpo
social de los españoles. La prudencia verbal ha sido siempre desde que se
estableció la democracia en España, un punto de referencia a nivel
internacional y nacional. No se puede incitar y jalear a las masas a la
violencia y las descalificaciones, porque es peligrosos en un Sistema donde se respeta el Estado de Derecho y las Instituciones Públicas y Privadas. En su
conducto, son los líderes políticos los que tienen que estar a la altura de las
circunstancias histórico-políticas y la responsabilidad de poner fin a la incitación
a la violencia y las descalificaciones del contrincante político.
La derecha
moderada representada por el PP, no puede apoyar esta deriva de
descalificaciones y violencia callejera, porque es un partido que se ofrece
como alternativa de gobierno. De ahí que el dialogo y el entendimiento es una característica
de la sociedad y la práctica política española. Y, esto debe parar de inmediato
para beneficio de la vida política, social y de convivencia pacífica de todos
los españoles. Sabemos que la confrontación, la exclusión y la violencia beneficia
a la extrema derecha.
Tengamos presente
estas palabras del Editorial del periódico
El País del 03/01/2024 que dice:
“Las
manifestaciones ante las sedes del PSOE, las injurias a instituciones del
Estado, como la Corona, las quemas de
banderas o los agresivos gestos entre políticos puede que aún no haya
contagiada a la calle, pero son un pésimo síntoma que hay que revertir. Las
democracias corren peligro cuando la clase política no solo no aísla a los
extremistas, sino que en ocasiones casi los azuza. Las democracias funcionan
mejor cuando las Constituciones se
apuntalan con normas no escritas: la tolerancia mutua y la contención son
guardarraíles imprescindibles. Los discursos del odio tienen consecuencias. Lo
hemos visto ya en el Capitolio, en Brasil, en muchos países”.
Por eso, en la
actualidad hay que concatenar una pluralidad de elementos para dar respuestas
objetivas y coherentes, ante la incertidumbre de las sociedades ante el auge de
la extrema derecha en Europa, Estados Unidos y Latinoamérica. Esta idea es viable para la derecha moderada y
la izquierda sino quieren ser absorbidos por la extrema derecha o el nacional
populismo. Ahora bien, ¿por qué débenos concatenar diversas variables? Porque el
nacionalismo a seca de los trabajadores empobrecidos por el capitalismo global,
no es suficiente para ganar las elecciones de un país, tanto regionales o
generales. Tampoco el libre mercado y el libre comercio, sino hablar con
claridad sobre los problemas fiscales, el bajo crecimiento, la inflación, el
desempleo y cómo abordar la deuda externa, entre otros.
Y, de otra parte,
ser sinceros con las sociedades y decirles las consecuencias que tendrá en la
actualidad y las generaciones siguientes. También hablar que están en contra de
las fronteras abiertas, del relativismo cultural y, conjugar los principios
económicos del liberalismo clásico con políticas sociales y de inmigración
controlada. Así se desmonta el ideario político y económico de la extrema
derecha y el nacional-populismo. De lo contrario no se está a la altura de las
circunstancias históricas y de las esperanzas de las sociedades actuales.
Ahora, el año
2024 se enfrenta a elecciones en la India, Taiwán, Estados Unidos y México, que
repercutirán en el Orden Internacional, y las democracias se pondrán a prueba
para enfrentar los conflictos armados regionales y buscar soluciones viables
para Palestina e Israel, Ucrania y Rusia. Pero lo más preocupante es que Donald
Trump gane las elecciones en Estados Unidos, porque será un peligro para la
alianza transatlántica, la estabilidad mundial y las políticas migratorias
entre México y Estados Unidos.
Preguntamos,
¿será que se está configurando en el Orden Mundial una nueva guerra fría entre
Estados Unidos y China? Sí esto llega a suceder, la Unión Europea ha de
plantearse su papel geoestratégico en el Nuevo Orden Internacional. De lo
contrario Europa queda desprotegida ante Estados Unidos y China como potencias
militares, tecnológicas, económicas y geopolíticas.
No hay que negar
que Europa depende de Estados Unidos para su seguridad, el manejo de los lenguajes
digitales, la Inteligencia Artificial o los computadores cuánticos, son
monopolio de estas dos superpotencias, no de Europa. Sí Donald Trump gana las
elecciones y se retira de la OTAN, Europa tiene que replantearse en invertir
mucho dinero para convertirse en autónoma estratégicamente y eso requiere tiempo.
Ahora, si Rusia gana la guerra ante Ucrania, Europa tendrá un enemigo en sus
fronteras y quedará expuesta ante China y Rusia.
En América Latina, de otra parte, el
populismo se convirtió en una herramienta política que basa su discurso en la polarización
y la exclusión, donde las elites políticas, económicas, sociales o culturales,
se perciben como corruptas y delincuenciales. Que tienen como objetivo defender
sus intereses en todas las esferas de la sociedad. Así, el discurso populista enarbolado
por el Líder, se convierte en algo
importante en la discusión o la reflexión política.
Sí el discurso populista de Latinoamérica
tiene éxito es porque los líderes políticos no han estado a la altura para
responder a las esperanzas y necesidades de sus pueblos. Ahora, sí no se respeta
el Estado de Derecho, sí existe una
clase política corrupta, y no se garantiza la igualdad ante la ley, la
diversidad ideológica y de partidos, la libertad de pensar o escribir, y las instituciones
públicas y privadas no velan por el bienestar de la sociedad; entonces no es
raro que prospere el discurso populista entre los excluidos del cuerpo social y
del ejercicio del poder.
Sabemos que el populismo no tiene
programas que respondan a las verdaderas necesidades de los pueblos
Latinoamericanos, sino discursos simplistas que llegan a las emociones y las
pasiones profundas de la gente. Preguntamos, ¿a quién responde el discurso político
populista? No a las necesidades materiales y espirituales de la mayoría del
cuerpo social, sino a la confrontación con las elites posesionadas en el Estado
y sus instituciones, el poder económico y financiero, que controlan y dominan desde
los medios de comunicación, las redes sociales, la educación y la cultura.
Sabemos que no todo
populismo termina en autoritarismo, pero sí existen gobiernos populistas que en
el transcurso del tiempo se convierten en autoritarios. En Latinoamérica el
ascenso del populismo está ligado al rechazo de la clase política y las elites
gobernantes. Los pueblos están frustrados y se sienten traicionados y terminan
votando por candidatos que algunas veces no representan sus ideales y esperanzas
frustradas. El triunfo de Gustavo Petro en Colombia es clarísimo y evidente,
gana las elecciones no por su Programa de Gobierno sino porque la gente quería un
cambio y sacar a las elites políticas del ejercicio del poder. A donde derive
su Gobierno ya el tiempo lo dirá.
En este orden de ideas, algunos
líderes populistas se valen de una pluralidad de circunstancias y elementos, la
inseguridad y la violencia, por ejemplo, para implementar políticas
autoritarias y excluyentes. La solución que pone en práctica Bukele en el
Salvador está ligada a desmantelar el Estado
de Derecho, las libertades individuales y cualquier persona que cuestione
su discurso y el ejercicio del poder, se convierte en enemigo de todos los salvadoreños.
El populismo nos presenta
una sociedad de dos umbrales a escoger: entre el blanco y el negro. O, lo que
es lo mismo, entre buenos y malos. Una decisión del libre arbitrio del Líder Carismático que llega a las pasiones más profundas de las personas;
pero no es un discurso racional y libre donde enseñe a los ciudadanos “a
aceptar su responsabilidad personal y hacer lo que considere correcto; su elección
será racional si advierte conforme a que principios elige, y será libre si pudo
haber elegido de otra manera”. (Isaiah Berlin).
De ahí que encarnen la
bondad y la pureza en el discurso que tratan de vender al pueblo, pero es un
relato excluyente y agresivo, en relación con las elites o actores políticos
opuesto a ellos. Por eso, el discurso que emplean estigmatiza, excluye y lleva
incluso a incitar a la violencia contra el Otro. El populista ejerciendo el
poder concibe al opositor como disruptor o perturbador de lo establecido como
verdad por el Sistema. La crítica al Gobierno, por ejemplo, se concibe como un
peligro para la estabilidad del Sistema y del ejercicio del poder.
Esto es muy peligroso para las
sociedades libres y democráticas, porque los discursos políticos se entrelazan y
se termina utilizando las mismas herramientas discursivas del populista. Así
que, la violencia del discurso populista es inherente a su pensamiento, a sus ideales
y comportamiento político. En otras palabras, la violencia es consustancial al
populismo y representa un peligro para la paz, la concordia y la unidad de la nación.
No olvidemos, que el ser humano es ambiguo, contradictorio,
infinito e insondable, estas esferas configuran nuestra manera de percibir,
entender y sentir el mundo y la realidad. Por tanto, desde la condición humana
y la política, podemos pensar y comprender el populismo en la actualidad.
Madrid a 02/01/2024