lunes, 24 de octubre de 2022

La Técnica en la Época Moderna

 

                                            

 

Antonio Mercado Flórez. Filósofo y Ensayista

 

<<Son fragmentos del libroReflexión acerca de la Técnica y Carta sobre el <<Humanismo>> de Martín Heidegger. Aproximación cultural al problema de la técnica en la modernidad”. Que acabo de escribir>>.

 

Heidegger hace un llamado que pensemos la humanidad (humanitas), no desde la teoría, la técnica, la lógica, la gramática, la política, la historia, sino desde el Ser. Éste es lo que aparece, se muestra, se revela ante alguien y ese alguien es el Dasein: el ser humano. De ahí se habla de la experiencia de cada uno de nosotros, de nuestra singularidad. De mi vida porque todo ser humano es un ser vivo, y mi vida es singular y concreta y, es ahí donde las cosas aparecen. La tarea del pensador está en que el hombre logre una relación satisfactoria con la esencia de la técnica; o, en otros términos, “lograr una relación explicita con lo que hoy acontece”.

En este orden de ideas, el humanismo trasciende el determinismo y posibilita que la esencia del ser humano se revele en la luz del Ser. Que dicha esencia de un paso más allá del biologismo, el nacionalismo, el patriotismo y permita que el humanismo dignifique al ser humano. La libertad y la dignidad humana sólo se alcanzan en la vecindad del Ser. Según Heidegger, hay que dedicarle toda la atención al vínculo ético, ya que el hombre de la técnica, abandonado a la masa, sólo puede procurarle a sus planes y actos una estabilidad suficientemente segura mediante una ordenación acorde con la técnica. 

Este tipo de hombre que depende de la técnica se paraliza cuando las cuestiones fundamentales de la existencia salen a la luz: la pregunta sobre el amor, la solidaridad, la guerra, el odio, la fraternidad, la amistad, la violencia, la paz, la tolerancia o la libertad, etc. En el mundo de la técnica el hombre sólo puede enfrentar sus planes y actos en el ámbito de la ética. Ya que el fin de la técnica es crear un orden que obedezca a sus designios. Sólo la ética libertaria posibilitara las herramientas para hacer frente al poder embriagador de la tecnología. Porque la voluntad de poder que la técnica esconde tras sí domina, controla y coacción. El ser humano en la modernidad entregó su esencia y la libertad a cambio de unas pocas monedas de lo actual.

Recordemos que Heidegger afirma que la técnica planetaria destruirá la Vida. En este mundo automatizado, en el que prevalece la velocidad y lo efímero, el hombre tiene miedo de una mecanización anónima, brutal y desconsiderada, que destruya el dominio del hombre sobre el mundo. Que las armas atómicas desencadenen un Armagedón. Que destruyan la Gelas-senheit, la disponibilidad de la vida. (George Steiner).

Hace tiempo que el hombre no dispone de su vida, sino que obedece a las máquinas, a la voluntad de poder y a las selectas minorías. Así pues, el libre albedrío no existe, sino unas determinaciones que van desde la economía, la política, la ciencia, la técnica hasta la cultura. Y, eso hace del hombre un ser sumamente desdichado. En esta época del Titán y del titanismo –del colectivo técnico y del técnico- que es el tiempo de Acuario, el ser humano pide con las manos extendidas a los cielos estrellados que los dioses salgan de sus escondites.

Por tanto, la esencia de la técnica no es la manipulación de los instrumentos o las máquinas, sino la comprensión del procedimiento. Así que el hombre no debe perder la libertad y la distancia ante el funcionamiento técnico. La distancia es lo que posibilita preguntarse sobre la esencia de ésta. Ahora la existencia “privada” no es en absoluto el ser del hombre esencial, o, lo que es lo mismo, el hombre libre. (Heidegger).

Así que, el hacer de la existencia “privada” niega la esfera pública. Porque lo público oculta lo privado en las esferas que despliega: la economía, la política, la sociedad, la educación, el orden jurídico, la tecnología y la cultura. Por eso estamos inmersos en unas concentraciones de poder vigorosas, inmediatas que absorben y niegan la libertad. “Para poder plantarles cara se necesita una concepción nueva de la libertad, una idea que no tiene que ver con los desvaídos conceptos que hoy van asociados a esa palabra (Ernst Jünger).

Como expresó Donna Haraway: “La serie de medios interconectados consiste en la proliferación de los aparatos tecnomilitares y los microconflictos a escala global; en la acumulación hipercapitalista de la riqueza; en la conversión del ecosistema en el aparato mundial de producción; y en el aparato de infoentretenimiento global del nuevo contexto mundial”. Así que para hacerles frente es necesario la elaboración de un pensamiento que se relacione con “los principios de justicia social, el respeto a la dignidad humana y la diversidad, el rechazo del falso universalismo; la afirmación de la positividad de las diferencias; los principios de la libertad académica, el antirracismo, la apertura al otro y la cooperación”. (Rossi Braidotti).

Hannah Arendt en el texto En el presente. Ensayos políticos. Europa y América (1954). Visualizó la catástrofe del dominio de la técnica. En la Europa de hoy en día -dijo-, el desarrollo, la posesión y la amenaza del uso de armas atómicas por parte de los Estados Unidos es un hecho fundamental de la vida política. Los europeos, por supuesto, han participado durante años en los debates ahora cotidianos sobre el carácter desalmado de un país dominado por la tecnología moderna, sobre la monotonía de la máquina, la uniformidad de una sociedad basada en la producción en masa y asuntos similares.

Pero hoy la cuestión va mucho más lejos: la conexión íntima entre la guerra contemporánea y la sociedad tecnificada se ha hecho obvia para todos, con el resultado de que amplios sectores de la población –no sólo intelectuales- temen y se oponen apasionadamente al progreso tecnológico y a la creciente tecnificación de nuestro mundo.

Así que, la tecnología y su transformación del mundo son parte esencial de la historia europea desde la Edad Moderna, por lo que, evidentemente, es absurdo culpar de sus consecuencias a América. Los europeos solían ver el progreso técnico de América del mismo modo que Tocqueville vio el progreso de la democracia americana, esto es, como algo que concernía de manera fundamental a la civilización occidental en su conjunto, aunque por ciertas razones especificas dicho progreso técnico hubiese encontrado su primera y más clara expresión en los Estados Unidos.

Esta actitud cambió desde el lanzamiento de la bomba atómica sobre Hiroshima; desde entonces, ha habido una tendencia creciente a considerar que todo logro técnico es intrínsecamente perverso y destructivo, y a ver en América, principalmente, y a veces en Rusia el epítome de una tecnificación destructiva que es hostil y ajena a Europa. (Arendt). Esto expresó en la década del cincuenta, y ahora existen otros Estados que poseen la bomba atómica, como Israel, Corea del Norte, India, Paquistán, China, etc.; que se convierten en peligro para la extinción de toda vida sobre la Tierra.

Esta tendencia ve los desarrollos técnicos recientes como esencialmente no europeos; se miran desde fuera del devenir histórico contemporáneo. La potencialidad destructiva de las nuevas armas es tan grande, y la posibilidad de la destrucción física de los países europeos es sentida como tan inminente, que el proceso de tecnificación ya no se ve fundamentalmente como algo que atenta contra el espíritu o el alma, sino como algo cargado con el peligro de la pura destrucción física. Así pues, las masas ya no consideran el desarrollo técnico como una fuente de mejora material. (Arendt).

Además, lo que caracteriza los desarrollos tecnológicos recientes más que los métodos de producción, es la liberación de fuerzas naturales. La reacción en cadena de la bomba atómica puede convertirse en símbolo de una conspiración entre el hombre y las fuerzas elementales de la naturaleza, las cuales, una vez desencadenadas por el saber del hombre, pueden tomar algún día su venganza y borrar toda vida de la superficie de la tierra, quizás incluso la propia tierra. Por consiguiente, el poder político americano se identifica cada vez más con la fuerza aterradora de la tecnología moderna, con un supremo e irresistible poder de destrucción. (Arendt).

Esto lo pensó Arendt en 1954 en plena Guerra Fría entre Estado Unidos y la Unión Soviética; y en la actualidad la tecnología sigue rodeada de ese halo de destrucción y barbarie. Más cuando la vida o la muerte dependen del dron y los lenguajes digitales, dominados a gran distancia. Aquí no es la vida, ni la seguridad, el bien más sagrado, sino los intereses económicos, estratégicos y geopolíticos de los Estados, las Corporaciones, las finanzas internacionales y el poder de las selectas minorías. Se sacrifica la vida en nombre de la seguridad de los Estados, la técnica, la política y la economía. Dicho, en otros términos, en nombre del Gran Poder.

Sabemos que el desarrollo tecnológico tiene su origen en el conjunto de la historia de la cultura occidental y se concatena al conocimiento, al bienestar social, también al confort y a la guerra contemporánea. Ha transformado al hombre-mortal-individual en un miembro consciente de la raza humana. Desde el momento en que llega a ser concebible que una guerra pueda amenazar la existencia del hombre en la Tierra, la disyuntiva entre libertad y muerte pierde su antigua plausibilidad. Se trata de desenmascarar que el desarrollo tecnológico no es indiferente a la guerra, al dominio, la coacción y al control del hombre. Tampoco a la libertad que sede la acción pública y privada, al ejercicio del poder tecnológico y la tecnocracia administrativa.

Walter Benjamín confirma a Arendt: “cuando la velocidad de los medios de transportes, o la capacidad de los aparatos con que se reproduce la palabra y la escritura, sobrepasan las necesidades. Las energías que la técnica desarrolla más allá de ese umbral son destructoras. En primera línea favorecen la técnica de la guerra y su preparación publicitaria. Del desarrollo, el hombre no fue consciente de las energías destructoras de la técnica”.

Ahora en la actualidad el progreso científico-técnico no solo hay que verlo desde el umbral de las armas para la guerra; también se cuestiona porque está deteriorando los sistemas ecológicos, los mares, la Antártida, el Ártico, como las selvas tropicales que ponen en peligro la extinción de especies de animales y del ecosistema tropical; y observamos tristes y desencantados como el mundo de nuestros mayores se desase como hongos podridos en la boca.  

En la civilización del artificio el hombre adquiere seguridad en el mundo de la técnica. Pero a cambio entrega la voluntad y la libertad, a poderes que lo trascienden. El hombre masa determinado por los instrumentos técnicos adquiere coherencia interior y orden a sus actos, en los instrumentos técnicos. Este tipo de hombre entregó su vida privada y su vida pública al poder de la tecnología.

La desdicha y la soledad, el miedo y los sufrimientos, son las figuras que toma en la actualidad. Su lugar lo ocupan las plataformas de los lenguajes digitales: Facebook, Twitter, WhatsApp, Google, Apple etc. Medios desde donde se ejerce el Gran Poder: el del Estado y sus instituciones, de las Corporaciones, del Capital bancario, de la Industria militar, etc. En este espacio el hombre es un grano de arena en el desierto. Ya que está vigilado, disciplinado, interrogado, domesticado, coaccionado, homogenizado, uniformado, por fuerzas anónimas más allá de su comprensión.

 Dejar que la técnica determine la vida del hombre es abandonarlo al Gran Poder. Que convierte la existencia humana en almacén de recursos para ser utilizados, sustituidos, desechados o, consumidos. O, en otros términos, en pieza de recambio en el engranaje del Gran Poder. En el Estado técnico el hombre abandonado a la masa, pierde sus límites como individuo. A este hombre no le interesa la esencia de la técnica, sino ésta como <instrumento de emplazamiento> -al decir de Ernst Jünger.

Asimismo, al hombre tecnificado se le niega la zona de la sentimentalidad, de la subjetividad y del espíritu, para dar prioridad a las máquinas y los lenguajes digitales. Así nos preguntamos, ¿en un mundo cómo éste existe el ser humano? o, ¿quién pasa por alto la situación de precariedad del hombre? Esta situación no exime a quienes ejercen el poder de sus responsabilidades éticas y morales ante la sociedad.

En el texto La pregunta por la técnica, Heidegger tiene presente tres principios: la determinación especifica de la época, la carencia y la reorientación. Desde una perspectiva metodológica, su reflexión no se reduce a la solución ni a la superación del problema de la técnica en la época actual. Se trata, por así decir, de confrontar la penuria, el peligro, la carencia. Hacer frente a la penuria de la experiencia, de la imaginación, de la capacidad de asombro, del lenguaje, del pensar o, de la condición humana.

En este orden, el dominio de la técnica en esta época especifica coincide con la penuria, que es, a la vez, vecina del peligro. Quien vive en la penuria, no sólo está al borde del peligro, sino de dejarse llevar por los espejismos de ésta. Se trata de reorientar el sentido de la técnica y ponerla al servicio de las necesidades del ser humano.

Heidegger recuerda que el sentido original de la técnica no era el dominio, la coacción o, el ejercicio del poder técnico, sino una forma de conocimiento que fabricaba útiles al servicio de metas auténticas, verdaderas. La técnica en la actualidad perdió el impulso originario y se convirtió en instrumento de poder y de dominio. La técnica reduce lo existente a mera funcionalidad dentro de un sistema instrumental. Así pues, la interpretación técnica del pensar provocó el olvido de su cometido esencial.

Como dijo Ernst Jünger: “lo que llama la atención en las utopías de nuestro siglo es que se presentan con el estilo de la ciencia y que son pesimistas. No hay en ellas magia; con la técnica basta”. Esto quiere decir que, no hay ningún misterio más allá de ella. A la época actual hay que percibirla en su cultura; y la cultura de la civilización actual habla el lenguaje de la técnica. Ésta no tiene aura y, el espíritu está amenazado. Así expresó al respecto Umberto Eco: “toda tentativa (del saber científico-técnico) de averiguar el sentido último conduce al absurdo y le arrebata su misterio al mundo”.

Piensa Heidegger, el campesino que siembra utiliza la técnica para realizar una donación y entiende la cosecha como aceptación. Así, su papel es actuar como el custodio de una renovación cíclica. Por el contrario, una presa hidráulica es una provocación, un acto de fuerza, una forma de violencia que simboliza el espíritu de la actual sociedad industrial. Al obrar de este modo, la técnica se convirtió en devastación. La industria moderna ha impuesto la destrucción, lo terriblemente monstruoso. La superación de este horizonte no es sencilla, pues la metafísica no es tan solo un error teórico, sino el destino de la cultura occidental. (Rafael Narbona. El cultural; 9 de agosto de 2022).

El pensar representativo (esto es, ilusión del predominio del <<sujeto>>), según Heidegger, se relaciona con el pensamiento científico-técnico que responde a las apetencias del Gran Poder. Así el mundo del artificio crea la ilusión de libertad, de autonomía de la voluntad y de felicidad. Y, el Gran Poder induce al ser humano a caminar por un desfiladero estrecho y funesto que lo conduce al vació total. Como también nos compelen a vivir en la esfera de la consciencia, de las relaciones artificiales, y nos ocupamos de manera exagerada en pensar la situación en que vivimos. Se trata, en última instancia, de arrebatar al hombre la capacidad de asombro, de soñar, las experiencias compartidas y las memorias colectivas. Este tipo de hombre (el tecnificado y uniforme), no se arriesga a desandar lo andado o caminar por caminos no transitados.

En el Mundo Moderno el hombre experimenta un vació y al hacerlo, se convierte en una pieza del engranaje. El ser humano cree que todo lo controla, pero su situación es de pobreza y, de indigencia. También vive la penuria material, moral, espiritual y cultural. Por tanto, “la penuria es la <<ausencia de penuria>> en la vasta extensión de lo disponible”. La disposición de recursos del hombre, lo condujo a su miseria espiritual, mental y física. En medio de la abundancia, abunda la miseria, es una de las situaciones del hombre moderno.

Así que, dentro del engranaje del Sistema Capitalista, el predominio de la técnica sólo cumple funciones establecidas por el Gran Poder y las selectas minorías. El peligro que representa la técnica al mundo de las existencias devela que, cerca ilumina lo que salva. Heidegger recurre a las palabras del poeta Hölderlin:<<Donde está el peligro crece también lo que nos salva>>. Que la im-posicion de la técnica moderna contiene en sí misma la capacidad de salvarnos de ella.

Si experimentamos la Gestell, (la forma colectiva en que los seres tienen experiencia) podemos percibir en ella un otorgar, un revelar; percibimos la carencia de las herramientas conceptuales para revelar la verdad misma de la esencia de la técnica moderna. De ahí que la esencia de la técnica moderna es su carácter impositivo, que Heidegger llama Gestell: que provienen del prefijo alemán <<re>> y del verbo <<poner>> o <<colocar>>. Así, la Gestell percibe y utiliza a los objetos y los seres humanos como mercancías fácilmente re-colocables, re-puestas, agotables <<hasta el fin de existencias>>. Por tanto, hoy todo está subordinado a la técnica.

Heidegger reflexiona la modernidad capitalista y cómo se decanta por su consumo instrumental extremo, incluso de los seres humanos. Por eso la técnica es otro modo de desocultamiento de la alétheia (de su verdad). También posee un sentido metafísico: se refiere a la relación del hombre moderno con el mundo y su realidad; y la tendencia del primer por dominar y apresar en su saber-conocimiento al segundo. En la modernidad ya no vemos la realidad como algo dado que está ahí fuera, sino como una extensión de nuestra percepción, porque así nada escapa de su entendimiento.

Ernst Jünger pregunta, qué será lo que el Weltgeist, el Espíritu del Mundo, ¿tendrá reservado hoy para sus soñadores y durmientes? Se trata de crear la ilusión psicológica que la condición humana es soportable para todos; lo cual es mentira. Este, es, uno de los senderos que ha de transitar el pensar, develar las mentiras del poder. La esencia de la técnica se extiende por doquier, la política, la economía, la cultura, la ecología participan de esa esencia. (Esquirol). O, lo que es lo mismo, es el concepto cognitivo en lo que se basa toda fabricación y producción.

Así que, lo que interesa no es el movimiento de las manipulaciones de los instrumentos técnicos como actividad, sino entender los procedimientos técnicos. De ahí que la esencia de la técnica porte en sí la iluminación y la verdad del Ser. Por tanto, la esfera de la esencia de la técnica no es indiferente al arte, la literatura, la música, la poesía, al lenguaje, la filosofía y la cultura en general. De ahí que hay que percibir la técnica como instrumento y la esencia que la determina, en su cultura.

       Martín Heidegger; “La técnica es planetaria, en el sentido que esta revelación del Ser abarca el planeta y afecta la relación del hombre con éste”.

                                            Madrid-España a 21/10/2022