Sigmund Freud
Antonio Mercado Flórez. Filósofo
y Ensayista.
George Steiner nace el 23 de
abril de 1929, en Neuilly-sur-Seine, Francia y muere el 3 de febrero de 2020 en
Cambrige, Inglaterra. De origen judío como es Hermann Cohen, Franz Rosenzweig,
Walter Benjamín, Gershom Scholem, Hannah Arendt, Martín Buber, Ernst Bloch, Leo
Strauss, Hans Jonas, Emmanuel Lévinas, Adorno, entre otros. Hijo de judíos
vieneses. Sus padres por el auge del nazismo emigran a Francia y estudia en el
Liceo Francés y ejerció como docente en las Universidad de Stanford, de Nueva
York, de Princeton y desarrolla su carrera académica en Ginebra e Inglaterra.
Nos enseña que toda obra es una
interrelación de energías psíquicas, morales, intelectuales, que expresan la
relación del hombre y el mundo, el hombre y su identidad, el hombre y el
universo, el hombre y Dios. Que ayudan al lector a observar y mirar, lo que
está en el interior de todos y cada uno de nosotros. Indaga la crisis de los centros vitales de la cultura occidental, desde
una multiplicidad de puntos de vista. Reflexiona sobre el objeto poético, el
mito, la literatura, la obra pictórica, la música y la filosofía. Piensa que la
obra de un pintor o de un filósofo no es ajena a la historia, la sensibilidad
del autor, la atmósfera que se respira, tampoco al pensamiento y al lenguaje.
George Steiner fue el memorioso
europeo, como Funes el de Jorge Luis Borges. Donde se deposita la historia de
la cultura europea, capaz de rememorar la experiencia, el recuerdo y la reflexión.
Una especie de depósito de la cultura y la civilización occidental. El hombre
que divulgó las ideas, las artes y los sistemas filosóficos del viejo
continente. Con la antorcha en las manos se vale de las palabras y la escritura
y, va de Esquilo a Shakespeare, de Platón a Hegel o, a Heidegger.
Mientras vivió fue el genio
particular del humanismo europeo. Porque supo mirar la esencia de la cultura y
observó con estupefacción y horror, como la cultura portaba en sí el germen de
la destrucción. Miró en las tinieblas y la oscuridad, que se expandieron en
Europa como un viento oscuro y fétido como la peste, durante el siglo XX. Por
eso pudo intuir la crisis del humanismo, de la esperanza del hombre racional y,
describirla, pensarla, desde la estética, la historia y la filosofía. Expresó
que después del derrumbamiento del humanismo cristiano, la cultura renacentista
y el racionalismo clásico, ya nada volvió a ser lo mismo.
Como pensador de origen judío
cree en la presencia de la idea de la divinidad en la obra de arte, o, de Dios
en la gramática y la poética de los lenguajes humanos, como algo fundamental.
Y, como la aparición en la historia de la humanidad del tiempo futuro del
verbo, lo hipotético, la ambigüedad o el desarrollo del subjuntivo, fue un
fenómeno único en la historia de los seres humanos.
Cree que ésta inflexión es lo que
verdaderamente nos hace persona individual. Señalar en el discurso lo que no
existe y que todas las cosas son posibles, referirse al tiempo por llegar,
hablar sobre lo que será o es susceptible de acontecer, de ser, es el hecho histórico
más importante que haya acontecido en el mundo. Y, aquí hace presencia algo,
que no pudo haber existido sin la presencia de Dios. Dice que todo lo referente
al lenguaje, lo que éste es y realiza, cualquier descripción del lenguaje
humano para comunicar significados y sentimientos son, en un análisis final,
escritos bajo la suposición de la presencia de Dios.
Lo que desea es explorar el
lenguaje, la materia misma de la que está hecho el pensamiento y que, en su
medida, le posibilite explorar el enigma de la existencia del hombre y de Dios.
Los grandes creadores se convierten en interlocutores espirituales de las
grandes obras de arte y que estas presencias reales les dan a las obras un
tinte religioso. De ahí que el lenguaje es el órgano mediante el cual, se
revela la imagen de Dios, una presencia de muchos nombres.
Se pregunta ¿cómo la barbarie
prevaleció en la tierra del humanismo cristiano, la cultura renacentista y el
racionalismo clásico? ¿cómo el frío mecanismo de la fuerza bruta, destruye los
centros vitales de la cultura occidental? ¿cómo el ser humano cayó en ese
engranaje sin posibilidad de escapatoria? De ahí que moral y éticamente fue un
hecho terrible que afectó la esencia de la naturaleza humana. ¿Cómo la cultura,
el arte, la historia, la filosofía, posibilitan comprender el mundo y la vida
humana? Piensa: el ser humano es muy perezoso, de gustos primitivos y se adapta
a las condiciones más extremas, sólo para supervivir y reproducirse; mientras
la cultura es exigente, rigurosa, exige disciplina y dedicación, para la
reflexión y la creación. Y, esto no es tan fácil como se cree.
El escritor Arthur Koestler, le
comentó que estaba convencido de que el cerebro consta de dos mitades: una
pequeña parte, ética y racional y una enorme trastienda cerebral, bestial,
animal, territorial, cargada de miedos, de irracionalidades, de instintos
asesinos, y que harían falta millones de años para que la evolución moral
alcance nuestra condición, nuestras técnicas de destrucción y de agresión.
Por eso en El castillo de Barba Azul, plantea el interrogante: ¿Por qué?
Porque no basta con describir la cosa. Hay que intentar comprenderla.
Comprender por qué la cultura centro europea, no sólo no la comprendió, sino
que alentó y enmascaró los campos de la muerte. Reflexiona que una larga paz es
un enorme aburrimiento, una larga prosperidad –creada a partir del mal. Una
suerte de tedio, de miasma.
Está convencido que el instinto
de agresión y destrucción, es innato a la naturaleza del ser humano. Esas
técnicas se expresan en el dolor, el sufrimiento, el odio y la muerte, que un hombre inflige a otro. Cree que
al ser humano le produce placer, satisfacción, hacer el mal al otro y causarle
el sufrimiento y la muerte. Allí, en ese acto, sale a la luz la
<<trastienda cerebral, bestial, animal, territorial, cargada de miedos,
de irracionalidades, de instintos asesinos>>, del cual habla Arthur
Koestler.
Así que, la cultura centroeuropea
se convirtió en fuente y expansión de la maldad y la crueldad del siglo XX.
Ésta sólo era una máscara de lo que realmente contenía dentro de sí. Las
masacres del totalitarismo nazi, del fascismo, del falangismo y del estalinismo, lo
constatan. Ni la cultura, ni la religión, ni la moral, la ética occidental,
pudo contener lo que realmente aconteció. Y, plantea el problema de la
siguiente manera: Es posible que aún no hayamos podido encontrarle al
hombre –al hombre sensual-, una salida para su enorme energía animal que, en la
rutina de la monotonía, de la mediocridad sexual de la mayor parte de las
vidas, busca afirmarse.
El progreso se convirtió en mito
y lo reemplazó en la modernidad. De la interrelación del mito del progreso y la
cultura, se generó la barbarie política del siglo XX. En otros términos, el sin
sentido de la historia y del espíritu del hombre occidental. Así, el genio
de la retórica de Hitler representó la muerte del lenguaje. La otra cara del
lenguaje humano. El anti-lenguaje que trastoca el sentido de realidad y la vida,
por el miedo y la muerte; los valores morales y éticos en anti-valores.
Con él se degradó no sólo el
lenguaje, sino también los “centros
vitales” de la cultura occidental. Niega la pregunta, ¿qué comunica el
lenguaje? Contenidos espirituales. También que el lenguaje da sentido al mundo
y a la vida. A la relación hombre y mundo, hombre y Dios. La retórica de
Hitler, desgarró no sólo la naturaleza humana, falseo los contenidos
lingüísticos; y negó la esencia del hombre como enteramente lingüística. Una
esencia inmersa en la realidad del mundo, la naturaleza, la historia y la
persona individual.
Así que, el lenguaje y la
técnica, no son neutros, sino que responden al querer de la voluntad o, a
relaciones de poder. Por tanto, el lenguaje no es ajeno a la historia, al
espíritu de la época, a la biografía del autor, al sentido de realidad y que éste
está poblado de una presencia real que se encuentra más allá y sólo podemos
intuir. Así que, los demagogos y populistas de derecha y de extrema, en la actualidad,
falsean el lenguaje, lo vacían de sus contenidos, para darle prioridad a las imágenes
y a las mentiras que arrastran tras de sí. Y, lo llenan de odio, de intolerancia,
de agresividad hacia el extranjero o, diferente, de xenofobia y, esto es grave
en un Sistema democrático. Esto confirma que, el lugar de la liberta es
completamente distinto del autoritarismo y del totalitarismo.
Sabemos por los anales de la
historia que, después de la Gran Guerra,
Europa no sólo quedó seriamente dañada en sus “centros vitales”. Sino que reservas de inteligencia, de
flexibilidad intelectual, de capacidad política, quedaron aniquiladas. En
consecuencia, el odio, el horror, el dolor, el sufrimiento, se interiorizaron
en el hombre y las instituciones, generando en Europa un malestar mental,
espiritual y material. Que más tarde posibilitaron la Segunda Guerra Mundial.
Nos enseñó que nada de lo que
genere la cultura occidental reciente está exento de dolor, sufrimiento y
muerte. El mito de la Caída y de la sangre primordial, predominó ante la
cordura y la convivencia pacífica. Esa, que en sus posibilidades ofrece que, el
hombre adquiera la cualificación de humano, la semejanza entre los hombres.
Como dijo Ernst Jünger, en La emboscadura: Estamos refiriéndonos a la
persona libre, tal como fue creada por Dios. Ese hombre no representa una
excepción, no es una minoría selecta. Antes, al contrario, se haya oculto en el
interior de todos y cada uno nosotros.
Cree que no nos encontramos aquí
frente algún monstruoso accidente de la historia social moderna. El holocausto
fue no el resultado de una patología meramente individual o de las neurosis de
un Estado-Nación. Expresa que hay paralelos entre la técnica y la lengua del
odio. No ontológicamente, no en el nivel de la intención filosófica. Y esa
intención nos lleva al centro de ciertas inestabilidades que presenta la
estructura de la cultura occidental, inestabilidades manifestadas en las
relaciones entre vida instintual y vida religiosa. La mofa de Hitler, según la
cual “la conciencia es un invento judío”,
nos da la clave.
De ahí que el Estado Total producto de la tecnología y
del capitalismo global, se ponga al servicio del dolor, del odio, el
sufrimiento y la muerte. También la barbarie del siglo XX posibilitó que la luz
fuera velada por la oscuridad; pero se olvidó que el hombre tiene un resto que
la técnica es incapaz de disolver.
Ernst Jünger dijo que, aun en el
supuesto de la peor de las catástrofes, siempre subsiste una diferencia, como
la que se da entre la luz y las tinieblas. En el primer caso, el camino va
ascendiendo hacia reinos que están en las alturas, hacia la muerte en
sacrificio o hacia el destino de quien sucumbe con las armas en la mano; en el
segundo caso, el de las tinieblas, el camino desciende hacia los hondones de
los campos de esclavos y los mataderos, donde unos hombres primitivos se
asocian criminalmente con la técnica. En este último caso no hay destino, lo
único que hay son números. O bien poseer un destino propio o bien tener el
valor de un número: esa es la disyuntiva que hoy nos viene impuesta a todos y a
cada uno de nosotros, impuesta ciertamente a la fuerza; pero el decidirse por
lo uno o por lo otro es algo que cada cual ha de hacer por sí solo.
Lo relevante de la investigación
de Steiner se expresa en la idea de que, extremos de histeria colectiva y de
salvajismo pueden coexistir con una conservación paralela y, es más con el
desarrollo de las instituciones, las burocracias y los códigos de una cultura
superior. No necesariamente las instituciones y la burocracia están exentas de
la maldad, el odio y la muerte, que segrega el cuerpo social. Muchas veces
éstas se convierten en el corredor que va de la sociedad a los agentes de
violencia. Parece que, en la actualidad, las instituciones políticas y
sociales, asimilaran la violencia y la barbarie como una segunda naturaleza.
Piensa lo vivido en Alemania durante la Segunda Guerra Mundial, que
la palabra poética, las bibliotecas, las universidades, los centros de
investigación científica, pueden prosperar en las proximidades de los campos de
exterminio. Constata que los seres humanos y, el individuo en particular, puede
coexistir con la barbarie y la abyección. Esta experiencia individual de los
bajos fondos posibilita que el hombre que estuvo allí, ya no vuelva a ser el
mismo.
Nos recuerda que, confiar en la
cultura supone una actitud orgullosa y ciega respecto de las contracorrientes y
nostalgias de destrucción que la cultura tenía en su seno. Que el desarrollo
técnico contribuyó a crear el Infierno
sobre la tierra, así que, el fracaso de la educación y la moral establecida sobre los valores cristiánanos y la Ilustración,
se relacionan con la barbarie política.
Con el retorno del hombre
ilustrado y tecnificado, al mito de la sangre y la Caída. Se demostró que la pérdida de la situación central, geográfica
y psicológica, el abandono del axioma del progreso histórico, las graves
deficiencias del conocimiento y la cultura, están en el seno de la barbarie política
del siglo XX y principios del XXI.
Ahora se está perdiendo la
confianza en el progreso, la idea de que la historia se movía hacia delante. En
la última mitad del siglo XX pudimos constatar que, al lado del progreso, del
desarrollo técnico, el ser humano vivía atrocidades, barbarie, hambre,
deportaciones y muertes. Steiner piensa que el concepto Kierkegaardiano de “posibilidad total”, de una estructura de
la realidad abierta en todos sus puntos al grito del absurdo y del desastre, ha
llegado a ser para nosotros un lugar común.
Hemos vuelto a adoptar una
política de tortura, de sufrimiento, de dolor, de rehenes y masacres, que
afectan la naturaleza del ser humano y de la sociedad, del lenguaje y del pensamiento. Así que, la violencia pública y privada corroe los
fundamentos mismos de la sociedad, del hilo de la tradición y la cultura en
general. Es decir, del Estado democrático
Social de Derecho y del Sistema democrático.
Madrid-España a
23/09/2021