jueves, 7 de abril de 2016

A PROPÓSITO DE UNA ENTREVISTA A ALBERT CAMUS.



      

    A todos aquellos que quedaron tirados a la vera del camino sin saber por qué.



Antonio Rafael Mercado Flórez.



En un mundo donde la vida no tiene valor, y lo que un ser humano hace se pierde en la fugacidad de la existencia. Estamos circundados, atravesados y trascendidos por la mentira y el odio. Como dijo Albert Camus: <<Nos ahogamos bajo la mentira, estamos arrinconados sobre la pared […] La libertad no consiste en decir cualquier cosa y en multiplicar los periódicos escandalosos, ni en instaurar la dictadura en nombre de una libertad futura. La libertad consiste, en primer lugar, en no mentir. Allí donde prolifera la mentira la tiranía se anuncia o se perpetua>>. En la actualidad la mentira se pone la máscara de la verdad, <<está por construirse la verdad, como el amor, como la inteligencia […] todo es posible para quien acepta empresa y riesgo>>. Uno de los presupuestos de la libertad es luchar contra la mentira y el odio. <<De todos los días son la injusticia y la verdadera rebelión>>; de ahí que <<el odio es en sí mismo una mentira>>. Una mentira que instaura el Gran Poder, el capital o los políticos, para que se apropie del hombre el miedo, el dolor y el sufrimiento.

<<Se calla instintivamente sobre una parte del hombre>>: con relación al hambre, el desempleo, la xenofobia, el racismo, los desplazados, la violencia. Estas son las figuras que toma la mentira y el odio en la actualidad, la lengua silenciosa de la muerte. El odio niega la compasión, el amor, la tolerancia, la convivencia, la ternura, la piedad, y ante todo <<miente sobre el orden de las cosas>>. El odio enceguece la consciencia y el espíritu; por eso se contrapone con la fuerza al pensamiento y al lenguaje. Las palabras no son sólo palabras; meras fichas en un juego filológico. Recordemos que las palabras expresan ideas. El lenguaje se refiere a la experiencia; la expresa y la transforma. El que odia, miente y mata, sabe de la importancia del lenguaje en la sociedad.

Como dijo Ernst Jünger: <<La palabra es, a la vez, como una reina y una bruja. Con el cetro de la palabra en la mano se puede construir un reino mucho más hermoso que todos los imperios conquistados a punta de espada […] pues el hombre siente la necesidad de imitar con su débil espíritu el milagro de la creación, de la misma manera que el pájaro siente la necesidad de construir su nido […] el orden y la ley incluso están presentes en lo que nosotros llamamos desorden y azar. Cuanto más ascendemos, más nos acercamos al misterio que el polvo oculta>>.

El odio presenta un orden de las cosas basado en la mentira y la falsedad. Se distorsiona el sentido real del mundo, en nombre de la cultura del artificio. Que responde al Gran Poder y a las personas que presentan al odio como algo natural. Ocultan que el miedo, el dolor y el odio, son instrumentos de control y dominio. Existen épocas de inquietud donde el hombre no tiene otra salida que resistir más que con la fuerza del espíritu. En la vida existen armas más fuertes que aquellas que cortan y atraviesan. Y, ellas están en el interior de todos y cada uno de nosotros. Es necesario desgarrar la máscara del odio para que el orden natural de las cosas revele la magia del mundo y de la realidad. Si el <<odio es en sí mismo una mentira. El hombre que odia se detesta en cierto modo a sí mismo. No hay pues un lazo lógico entre la mentira y el odio, pero existe una filiación casi biológica entre el odio y la mentira>>.

En el mundo el odio se pone la máscara de la mentira. Se constituye en una de sus armas, quizás la más pérfida y la más peligrosa. <<El odio no puede tomar otra máscara, no puede privarse de esta arma. No se puede odiar sin mentir. E inversamente, no se puede decir la verdad sin sustituir el odio por la compasión>>. Si la gran prensa, la radio, la televisión, Internet, <<en grados diferentes son portavoces del odio y de la ceguera>>. Es más, <<cuanto mejor odian, más mienten>>. Ellos se han convertido en el instrumento adecuado para sembrar el fruto del odio y la mentira en el corazón de los hombres. No sólo porque son porta voz del Gran Poder, sino de la cultura de lo efímero donde la vida se trivializa para que reine la brutalidad. Ellos no generan pensamiento crítico, ni movimientos sociales contra el orden natural de las cosas, el odio y la mentira. Sino apaciguamiento de nuestros sentimientos, parálisis del pensamiento, la imaginación y el lenguaje.

Ahora bien, ¿cuáles son los rostros del odio en la actualidad? La violencia, la guerra, el odio frío con el maridaje de la objetizacion y la numerificación del ser humano. Las matanzas de inocentes y los ajustes de cuenta, la xenofobia y el racismo. La amenaza y el miedo que se ejerce contra la sociedad civil. Los millones de personas –hombres, mujeres y niños-, que son privados de hogar, deportados o asesinados. He ahí en lo que se ha convertido el mundo, en una tierra donde prevalece la injusticia, la tiranía y la falta de libertad.

Es más, la embriaguez de lo irracional posibilita que las desgracias sean inevitables. No podemos olvidar que el sufrimiento es parte de la vida; pero la existencia no puede negar el mundo para agarrarse a una felicidad venidera. La felicidad no es un concepto metafísico, ni un presupuesto religioso, es el placer de vivir cada día. El odio en la actualidad se pone la máscara de lo llamativo, pero lo que importa es el rostro de lo significativo. La persona que odia sabe que ningún sentimiento es más rico en variantes que el miedo. Buscan que el miedo a la vida se le una el miedo a la muerte, como al tono fundamental sus innumerables armónicos. Uno de los rostros del odio en la actualidad, es crear miedo e incertidumbre en la sociedad. Porque en la silenciosa inmersión que hace el hombre en sí mismo, el miedo se manifiesta en toda su crudeza y paraliza al ser humano. Se trata que el odio utilice el miedo y el sufrimiento como instrumentos de control y dominio. Por eso la maldad y el odio prosperan cuando los hombres de bien se quedan cruzados de brazos.

El privilegio de la mentira consiste en que <<ninguna virtud puede aliarse con ella sin perecer. Siempre vence al que pretende servirse de ella. Por ello los servidores de Dios y amantes del hombre traicionan a Dios y al hombre desde el momento que consienten la mentira por razones que creen superiores. Ninguna grandeza se ha establecido jamás sobre la mentira. La mentira, a veces, hace vivir, pero nunca eleva>>. La justicia no consiste en perseguir y encarcelar al hombre solo y desprotegido; tampoco en <<abrir unas prisiones para cerrar otras>>.  La libertad entonces es el paso previo a un sentimiento íntimo de derecho y justicia. La libertad no consiste en la proliferación de medios de información o, del manejo de Internet, sino en la lucha contra la mentira, la pobreza, el odio, el miedo, la violencia y el Gran poder.

<<La libertad consiste, en primer lugar, en no mentir. Allí donde prolifera la mentira, la tiranía se anuncia o se perpetua>>. La tiranía y la demagogia se ponen la máscara de la democracia y la libertad, para legitimar el odio y la mentira. La libertad no se reduce sólo a la libertad de opinión, pensar o escribir. Sino que es como una espada flamígera en manos de las personas que desenmascaran el Gran Poder, el odio y la tiranía. Ahora bien, ¿dónde están los hombres justos, los misericordiosos, los bondadosos, las personas que creen en la justicia y la ética del ser humano? La mayor parte en las prisiones, las casas de acogida a los pobres, en los barrios periféricos de las grandes ciudades, en los pueblos olvidados por los que ejercen el poder, en los conventos, en los seminarios, en las fábricas o en las oficinas para llevar un mendrugo de pan a su hogar. <<Pero también están allí los hombres libres. Los verdaderos esclavos están en otra parte, dictando sus órdenes al mundo>>. El hombre libre sabe reconocer la fuente más honda del dolor, el miedo y el sufrimiento del ser humano. La libertad es la impronta que el hombre libre da al destino.

La libertad –dice Jünger- es, la que posibilita que seamos <<nosotros los que nos formamos el mundo, y lo que nosotros vivimos no está sujeto al azar. Es nuestro estado interior el que atrae y selecciona cosas: El mundo es como lo hemos creado nosotros. Cada uno de nosotros es capaz de trasformar el mundo –ese es el enorme significado que le ha sido conferido al ser humano. Y de ahí que sea también tan importante el que trabajemos en nosotros>>. De ahí que <<hoy el mero sobrevivir representa ya un mérito>>. Existen en el mundo cierta clase de personas que no rehacen a los hombres. Pero tampoco los rebajan. <<Por el contrario, los levantan un poco a fuerza de obstinación, de lucha contra la injusticia, en nosotros mismos y en los demás>>. Pero también hay hombres que protegen a la humanidad a fuerza de luchar contra la resignación.

En nuestro tiempo donde el reino de las sombras abarca casi todo el espectro humano. Es necesario mirar hacia las estrellas y el lugar donde moran los dioses, pero ante todo lo que tenemos a nuestro alrededor. Porque el tiempo de las musas y los dioses está cerca. El odio y la maldad que moran en lo profundo de la condición humana, sustituyen la diversidad y la personalidad. Sustituye lo que nuestros antepasados llamaban costumbre, usos, tradiciones y, en último término cultura. El odio se concatena al sufrimiento y, se constituye en enemigo de las cosas rítmicas, el arte, la música, la diversidad de la vida y de la realidad. El odio no aporta nada a la calidad del arte, ni a la riqueza de la existencia y la realidad; salvo dolor, sufrimiento y muerte. El arte, en cambio, abre puertas y ventanas para mirar que hay detrás del mundo que vivimos. Así pues, el odio y la mentira son la máscara de los enemigos de la época actual, por eso producen desdicha, soledad, dolor y sufrimiento en el ser humano. El amor, la ternura, el arte, la música, en cambio, se abre a las personas como si despertaran de un sueño invernal, posibilitando que se acerquen más a sí mismas. De ahí que las personas que generan odio, dolor y muerte, son enemigas de las que beben del pozo de los pensadores, de la verdad y del amor.

Así, podemos darnos cuenta que existe una relación entre el odio, la maldad, el aburrimiento y el despilfarro de la existencia. Lo que desean los poderes actuales es separarnos de lo que despierta la imaginación y la creatividad estética, las ideas y la filosofía. En nuestra época se trata de aunar el mundo y el espíritu; porque todo lo que existe es creación del espíritu. Es más, la religión, el arte, la música, la lengua y la poesía, son contenidos espirituales. Nos ayudan con sabiduría a confrontar la desesperanza, los desaciertos humanos y la resignación. En nuestro tiempo cabe observar que ya disponemos de una relación nueva con el dolor, el odio y la maldad. Pero también con el espíritu que vivifica la vida. Se trata que la libertad desvele que el mundo que vivimos es un mundo cruel y siniestro, donde el odio y la muerte acampan a sus anchas. De ahí que ningún ser humano pueda sustraerse a sus espejismos y padecimientos. El destino nos impone los poderes establecidos, tanto si queremos o no, se trata de sopórtalo y eludir sus fintas, para que reine la vida sobre la muerte.  

Nota: La entrevista a Albert Camus fue hecha por Le Progrès de Lyon en diciembre de 1951.