A todos aquellos que quedaron tirados a la vera del camino sin saber por qué.
Antonio Rafael Mercado Flórez.
En un mundo donde la vida no tiene valor, y lo que un ser
humano hace se pierde en la fugacidad de la existencia. Estamos circundados,
atravesados y trascendidos por la mentira y el odio. Como dijo Albert Camus:
<<Nos ahogamos bajo la mentira, estamos arrinconados sobre la pared […]
La libertad no consiste en decir cualquier cosa y en multiplicar los periódicos
escandalosos, ni en instaurar la dictadura en nombre de una libertad futura. La
libertad consiste, en primer lugar, en no mentir. Allí donde prolifera la
mentira la tiranía se anuncia o se perpetua>>. En la actualidad la
mentira se pone la máscara de la verdad, <<está por construirse la
verdad, como el amor, como la inteligencia […] todo es posible para quien
acepta empresa y riesgo>>. Uno de los presupuestos de la libertad
es luchar contra la mentira y el odio. <<De todos los días son la
injusticia y la verdadera rebelión>>; de ahí que <<el odio es en sí
mismo una mentira>>. Una mentira que instaura el Gran Poder, el capital o
los políticos, para que se apropie del hombre el miedo, el dolor y el
sufrimiento.
<<Se calla instintivamente sobre una parte del
hombre>>: con relación al hambre, el desempleo, la xenofobia, el racismo,
los desplazados, la violencia. Estas son las figuras que toma la mentira y el
odio en la actualidad, la lengua silenciosa de la muerte. El odio niega la
compasión, el amor, la tolerancia, la convivencia, la ternura, la piedad, y
ante todo <<miente sobre el orden de las cosas>>. El odio enceguece
la consciencia y el espíritu; por eso se contrapone con la fuerza al
pensamiento y al lenguaje. Las palabras no son sólo palabras; meras fichas en
un juego filológico. Recordemos que las palabras expresan ideas. El lenguaje se
refiere a la experiencia; la expresa y la transforma. El que odia, miente y
mata, sabe de la importancia del lenguaje en la sociedad.
Como dijo Ernst Jünger: <<La palabra es, a la vez, como
una reina y una bruja. Con el cetro de la palabra en la mano se puede construir
un reino mucho más hermoso que todos los imperios conquistados a punta de
espada […] pues el hombre siente la necesidad de imitar con su débil espíritu
el milagro de la creación, de la misma manera que el pájaro siente la necesidad
de construir su nido […] el orden y la ley incluso están presentes en lo que
nosotros llamamos desorden y azar. Cuanto más ascendemos, más nos acercamos al
misterio que el polvo oculta>>.
El odio presenta un orden de las cosas basado en la mentira y
la falsedad. Se distorsiona el sentido real del mundo, en nombre de la cultura
del artificio. Que responde al Gran Poder y a las personas que presentan al
odio como algo natural. Ocultan que el miedo, el dolor y el odio, son
instrumentos de control y dominio. Existen épocas de inquietud donde el hombre
no tiene otra salida que resistir más que con la fuerza del espíritu. En la
vida existen armas más fuertes que aquellas que cortan y atraviesan. Y, ellas
están en el interior de todos y cada uno de nosotros. Es necesario desgarrar la
máscara del odio para que el orden natural de las cosas revele la magia del
mundo y de la realidad. Si el <<odio es en sí mismo una mentira. El hombre
que odia se detesta en cierto modo a sí mismo. No hay pues un lazo lógico entre
la mentira y el odio, pero existe una filiación casi biológica entre el odio y
la mentira>>.
En el mundo el odio se pone la máscara de la mentira. Se constituye
en una de sus armas, quizás la más pérfida y la más peligrosa. <<El odio
no puede tomar otra máscara, no puede privarse de esta arma. No se puede odiar
sin mentir. E inversamente, no se puede decir la verdad sin sustituir el odio
por la compasión>>. Si la gran prensa, la radio, la televisión, Internet,
<<en grados diferentes son portavoces del odio y de la ceguera>>.
Es más, <<cuanto mejor odian, más mienten>>. Ellos se han convertido
en el instrumento adecuado para sembrar el fruto del odio y la mentira en el
corazón de los hombres. No sólo porque son porta voz del Gran Poder, sino de la
cultura de lo efímero donde la vida se trivializa para que reine la brutalidad.
Ellos no generan pensamiento crítico, ni movimientos sociales contra el orden
natural de las cosas, el odio y la mentira. Sino apaciguamiento de nuestros
sentimientos, parálisis del pensamiento, la imaginación y el lenguaje.
Ahora bien, ¿cuáles son los rostros del odio en la
actualidad? La violencia, la guerra, el odio frío con el maridaje de la
objetizacion y la numerificación del ser humano. Las matanzas de inocentes y
los ajustes de cuenta, la xenofobia y el racismo. La amenaza y el miedo que se
ejerce contra la sociedad civil. Los millones de personas –hombres, mujeres y
niños-, que son privados de hogar, deportados o asesinados. He ahí en lo que se
ha convertido el mundo, en una tierra donde prevalece la injusticia, la tiranía
y la falta de libertad.
Es más, la embriaguez de lo irracional posibilita que las
desgracias sean inevitables. No podemos olvidar que el sufrimiento es parte de
la vida; pero la existencia no puede negar el mundo para agarrarse a una
felicidad venidera. La felicidad no es un concepto metafísico, ni un presupuesto
religioso, es el placer de vivir cada día. El odio en la actualidad se pone la
máscara de lo llamativo, pero lo que importa es el rostro de lo significativo.
La persona que odia sabe que ningún sentimiento es más rico en variantes que el
miedo. Buscan que el miedo a la vida se le una el miedo a la muerte, como al
tono fundamental sus innumerables armónicos. Uno de los rostros del odio en la
actualidad, es crear miedo e incertidumbre en la sociedad. Porque en la
silenciosa inmersión que hace el hombre en sí mismo, el miedo se manifiesta en
toda su crudeza y paraliza al ser humano. Se trata que el odio utilice el miedo
y el sufrimiento como instrumentos de control y dominio. Por eso la maldad y el
odio prosperan cuando los hombres de bien se quedan cruzados de brazos.
El privilegio de la mentira consiste en que <<ninguna
virtud puede aliarse con ella sin perecer. Siempre vence al que pretende
servirse de ella. Por ello los servidores de Dios y amantes del hombre
traicionan a Dios y al hombre desde el momento que consienten la mentira por
razones que creen superiores. Ninguna grandeza se ha establecido jamás sobre la
mentira. La mentira, a veces, hace vivir, pero nunca eleva>>. La justicia
no consiste en perseguir y encarcelar al hombre solo y desprotegido; tampoco en
<<abrir unas prisiones para cerrar otras>>. La libertad entonces es el paso previo a
un sentimiento íntimo de derecho y justicia. La libertad no consiste en la
proliferación de medios de información o, del manejo de Internet, sino en la
lucha contra la mentira, la pobreza, el odio, el miedo, la violencia y el Gran
poder.
<<La libertad consiste, en primer lugar, en no mentir.
Allí donde prolifera la mentira, la tiranía se anuncia o se perpetua>>.
La tiranía y la demagogia se ponen la máscara de la democracia y la libertad,
para legitimar el odio y la mentira. La libertad no se reduce sólo a la
libertad de opinión, pensar o escribir. Sino que es como una espada flamígera
en manos de las personas que desenmascaran el Gran Poder, el odio y la tiranía.
Ahora bien, ¿dónde están los hombres justos, los misericordiosos, los
bondadosos, las personas que creen en la justicia y la ética del ser humano? La
mayor parte en las prisiones, las casas de acogida a los pobres, en los barrios
periféricos de las grandes ciudades, en los pueblos olvidados por los que
ejercen el poder, en los conventos, en los seminarios, en las fábricas o en las
oficinas para llevar un mendrugo de pan a su hogar. <<Pero también están
allí los hombres libres. Los verdaderos esclavos están en otra parte, dictando
sus órdenes al mundo>>. El hombre libre sabe reconocer la fuente más
honda del dolor, el miedo y el sufrimiento del ser humano. La libertad es la
impronta que el hombre libre da al destino.
La libertad –dice Jünger- es, la que posibilita que seamos
<<nosotros los que nos formamos
el mundo, y lo que nosotros vivimos
no está sujeto al azar. Es nuestro estado interior el que atrae y selecciona
cosas: El mundo es como lo hemos creado nosotros. Cada uno de nosotros es capaz de trasformar el mundo
–ese es el enorme significado que le ha sido conferido al ser humano. Y de ahí
que sea también tan importante el que trabajemos en nosotros>>. De ahí
que <<hoy el mero sobrevivir representa ya un mérito>>. Existen en
el mundo cierta clase de personas que no rehacen a los hombres. Pero tampoco
los rebajan. <<Por el contrario, los levantan un poco a fuerza de
obstinación, de lucha contra la injusticia, en nosotros mismos y en los
demás>>. Pero también hay hombres que protegen a la humanidad a fuerza de
luchar contra la resignación.
En nuestro tiempo
donde el reino de las sombras abarca casi todo el espectro humano. Es necesario
mirar hacia las estrellas y el lugar donde moran los dioses, pero ante todo lo
que tenemos a nuestro alrededor. Porque el tiempo de las musas y los dioses
está cerca. El odio y la maldad que moran en lo profundo de la condición humana,
sustituyen la diversidad y la personalidad. Sustituye lo que nuestros
antepasados llamaban costumbre, usos, tradiciones y, en último término cultura.
El odio se concatena al sufrimiento y, se constituye en enemigo de las cosas rítmicas,
el arte, la música, la diversidad de la vida y de la realidad. El odio no
aporta nada a la calidad del arte, ni a la riqueza de la existencia y la
realidad; salvo dolor, sufrimiento y muerte. El arte, en cambio, abre puertas y
ventanas para mirar que hay detrás del mundo que vivimos. Así pues, el odio y
la mentira son la máscara de los enemigos de la época actual, por eso producen
desdicha, soledad, dolor y sufrimiento en el ser humano. El amor, la ternura,
el arte, la música, en cambio, se abre a las personas como si despertaran de un
sueño invernal, posibilitando que se acerquen más a sí mismas. De ahí que las personas
que generan odio, dolor y muerte, son enemigas de las que beben del pozo de los
pensadores, de la verdad y del amor.
Así, podemos darnos cuenta que existe una relación entre el
odio, la maldad, el aburrimiento y el despilfarro de la existencia. Lo que
desean los poderes actuales es separarnos de lo que despierta la imaginación y
la creatividad estética, las ideas y la filosofía. En nuestra época se trata de
aunar el mundo y el espíritu; porque todo lo que existe es creación del
espíritu. Es más, la religión, el arte, la música, la lengua y la poesía, son
contenidos espirituales. Nos ayudan con sabiduría a confrontar la desesperanza,
los desaciertos humanos y la resignación. En nuestro tiempo cabe observar que
ya disponemos de una relación nueva con el dolor, el odio y la maldad. Pero también
con el espíritu que vivifica la vida. Se trata que la libertad desvele que el
mundo que vivimos es un mundo cruel y siniestro, donde el odio y la muerte
acampan a sus anchas. De ahí que ningún ser humano pueda sustraerse a sus
espejismos y padecimientos. El destino nos impone los poderes establecidos,
tanto si queremos o no, se trata de sopórtalo y eludir sus fintas, para que
reine la vida sobre la muerte.
Nota: La entrevista a Albert Camus fue hecha por Le Progrès de Lyon en diciembre de 1951.
No hay comentarios:
Publicar un comentario