Antonio Rafael Mercado Flórez.
En la historia de las religiones y los
mitos existe una recurrencia a pensar o imaginar, que hubo en los tiempos
inmemoriales rebeldías de algunos dioses a la estructura y el funcionamiento de
la jerarquía divina. Eso se ha trasmitido en la tradición y los usos de los
pueblos. De ahí que, lo mundano sea un
trasunto de lo divino. En la cultura Judaica algunas interpretaciones rabínicas
aseguran que durante la Creación
aparece insinuada una tercera presencia humana. Esa presencia en el Génesis se
denomina Lilith, un nombre que hunde sus raíces en la tradición mesopotámica.
El Judaísmo no la ha deificado, pero simboliza el concepto del Mal ligado al
erotismo femenino.
Como expresa el Génesis: «Y de la costilla
que Dios tomó del hombre, hizo una mujer, y la trajo al hombre. Dijo entonces a
Adán: Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne; ésta
será llamada Varona, porque del varón fue tomada». Así pues, no en vano, una
extendida interpretación rabínica considera
que la referencia, en un versículo anterior, a que «Dios creó varón y hembra
los creó», significa que hubo otra mujer antes de Eva. Esa mujer abandona el Paraíso. Ahora bien, según
la tradición judía, Lilith se
convierte en la mujer que precede a Eva. Entonces según el mito Judaico una vez lejos de Adán, se convirtió en un Demonio que rapta a los niños de sus
cunas por la noche y, simboliza la encarnación de la belleza maligna y la madre
del adulterio. Por tanto, aquí podemos darnos cuenta el Mundo Inferior es un
trasunto del Mundo Superior.
Más allá de la tradición hebrea, el origen del mito de Lilith parece
contar con raíces sumerias y acadias. Había en Mesopotamia según
el arqueólogo británico Reginald Campbell Thompson, un
grupo de demonios femeninos derivado de la criatura Lilitú (Lilu,
Lilitú y Ardat Lili), con unas características que responden a la figura
mitológica del relato del Génesis. Que era mitad humanas y mitad divinas, y usaban
la seducción y el erotismo como armas. De
esa forma, la noche era su hábitat natural. Todos estos súcubos, en cualquier
caso, tenían las cualidades de lo que luego se ha representado como los
vampiros, aunque cubiertos de pelo. Que en el origen de las palabras significa «viento» o «espíritu». Esta tradición
mesopotámica pasa más tarde a la judaica a través de los semíticos residentes
en Babilonia. Los judíos adaptaron así al hebreo el
nombre de esta criatura maligna hasta vinculo a la palabra «laila»
(que se traduce como noche).
Así pues, según la
tradición oral Judaica, Lilitú perdió
varias cualidades en su versión hebrea.
Como su carácter divino, pero adquirió una personalidad más compleja. Su
presencia es frecuente en el folclore y los textos del Judaísmo, entre ellos el
Génesis. Así, frente a las dudas que ha generado el fragmento del Génesis que
dice: «y creó Dios al hombre (Adán) a su imagen, a imagen de Dios los
creó; varón y
hembra los creó». Así, han surgido interpretaciones de
diferentes rabinos a lo largo de la historia que plantean que bien, Adán
fue creado inicialmente como un Andrógino –que poseía un cuerpo femenino y
uno masculino unidos por la espalda–. Como diceen su obra el mitólogo
inglés Robert Graves: hubo otra mujer antes que Eva, la rebelde y
lujuriosa Lilith, que finalmente
abandonó el Paraíso. Y ella dice: “Yo también fui hecha con polvo».
Así pues, el Yalqut Reubeni –una
colección del siglo XVII de midrashim (interpretaciones de textos antiguos) por
el rabino Rubén Hoschke Kohen–, «Dios
formó a Lilith del mismo modo que había formado a Adán. Aunque
utilizó inmundicia y sedimento en lugar de polvo puro». La inmundicia habría
convertido a esta criatura en un demonio del que, a su vez, nacieron otras
criaturas malignas que «todavía atormentan a la humanidad». Estos demonios
hembras se dedicaban a atacar a las madres durante los partos con el fin de
robar al recién nacido para luego matarlo, como retrata un sello cilíndrico
expuesto en el Museo de Oxford.
En este sentido, existe otra
interpretación que presenta a Lilith
como una criatura igual a Adán, hecha de polvo puro, que se rebela contra los
designios divinos y muestra un marcado carácter. En el Alfabeto de Ben
Sira (escrito entre el siglo VIII y el XI), se narra cómo Lilith
se resistió a yacer por debajo de Adán: «¿Por qué
he de yacer debajo de ti? Yo
también fui hecha con polvo y por tanto, soy tu igual», afirmó Lilith. Por eso, al ser forzada por
Adán a obedecerle, pronunció el nombre de
Dios en vano y decidió abandonar el Edén con dirección al Mar
Rojo.
Esta versión de Lilith se ha emplazado como una representación de las mujeres cananeas
y su visión de las relaciones sexuales en un periodo, hacia el 586 a.C, en el
que se fusionaron parcialmente los panteones de los canaanitas con los hebreos.
De esta manera, la demonización
de Lilith es una crítica a las prácticas de las mujeres cananeas dadas a
mantener relaciones sexuales pre-matrimoniales y
una sexualidad más abierta que la mostrada por las hebreas. Lilith es el demonio rebelde, el mal
ejemplo que precedió a Eva, más
obediente a lo que Adán esperaba de su mujer. No en vano, algunas de las
cualidades de esta versión de Lilith
parecen haberse inspirado en el principal culto femenino de los canaanitas –el
pueblo que según el Antiguo
Testamento conquistaron los judíos tras el éxodo por el
desierto–, Asheráh, diosa de los partos y la fertilidad.
Tras abandonar el Paraíso, Lilith se asentó en la costa del Mar
Rojo. Esta región se caracterizaba según esta tradición mitológica, por la
presencia de innumerables demonios, con los cuales engendró nuevas criaturas,
«a razón de más de cien por día». Ante este hecho, Dios envió a un grupo de ángeles para
exigirla que volviera con Adán: «Regresa con Adán de inmediato o
te ahogaremos». Ella respondió que ya no podía regresar porque «Dios me ha
ordenado que me haga cargo de todos los recién nacidos, de los niños hasta el
octavo día de vida (el de la circuncisión) y de las niñas hasta el vigésimo
día». Finalmente, Dios
permitió vivir a Lilith, pero
la castigó haciendo que cientos de sus hijos demoniacos perecieran cada día.
Desde entonces, la hermosa
criatura se propuso matar a todos los hijos de Adán y a todas las
madres durante el nacimiento y los días siguientes al parto.
La leyenda Lilith es posiblemente el origen del popular mito griego de la
reina Lamia, que, tras matar a sus
propios hijos por culpa de un engaño de Hera,
sintió envidia de las otras madres y se dedicó a devorar a sus hijos.
Transformada en una bestia, tenía
el cuerpo de una serpiente y los pechos y la cabeza de una mujer. Este
relato dio lugar a que, en la Antigüedad, las madres griegas y romanas
acostumbraran a amenazar a sus hijos traviesos con este personaje. La creencia
grecorromana a su vez se transmitió a leyendas medievales, repartidas por toda
la geografía europea, donde estos seres son representados con rostro de mujer y
el cuerpo de dragón. También se alimentaban de niños.
Así entonces la presencia del nombre de Lilith en la Biblia se
limita a una única mención. Aparece en Isaías 34:14: «Los gatos
salvajes se juntarán con hienas y un sátiro llamará al otro; también allí
reposará Lilith y en él encontrará
descanso», lo cual fue traducido en la Vulgata como Lamia, su
versión medieval. No obstante, resulta imposible saber con
certeza si para el autor del texto era un nombre propio –la célebre criatura
del folklore judío– o simplemente se trata de una bestia salvaje o de una rapaz
nocturna.
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