lunes, 8 de mayo de 2023

DE LOS ELEMENTOS A LA CIVILIZACIÓN DE LA TÉCNICA

Fragmentos sobre el texto Carta sobre el “Humanismo”, de Martín Heidegger.

 

Antonio Mercado Flórez. Pensador y Ensayista.

 

La impresión que hay en la actualidad es, que la economía, la técnica, la industria se han alejado de los elementos y situados por encima de ellos, se nutren más o menos de su sustancia. (Ernst Jünger). En la época actual el ser humano es incapaz de ver las perdidas. En el desarrollo de la técnica se han podido percibir los progresos de las ciencias naturales, biológicas o químicas, pero no los retrocesos de la sociedad. (Walter Benjamín). No se percibe el lado destructivo del desarrollo de la tecnología, porque somos extraños al lado destructivo de los elementos.

Así, los elementos se deterioran en nombre del poder, el dinero, la técnica y el progreso. Si la iluminación técnica nos enceguece, no podemos ver lo que oculta tras de sí. Estamos anestesiados por la técnica e incapaces de percibir el dolor, la destrucción, el sufrimiento, el peligro, el miedo o la muerte, que arrastra tras de sí. Sólo se percibe como instrumento, pero no la esencia que la determina.

Ya empiezan a verse en sus grietas personas que luchan por conservar la estabilidad del sistema ecológico y la relación que tiene el hombre con las estrellas. El ser humano se ha dado cuenta que la técnica sirve a la sociedad no sólo para la producción de mercancías o, de armas para la guerra o, la acumulación de ríos de oro en selectas minorías, sino también para dar “confort” y bienestar al ser humano. La técnica no es algo neutro. La esencia que la constituye obedece a relaciones de poder. La esencia de la técnica esconde también el ser de la voluntad de poder. Se trata de convivir con la técnica y llevar a cabo un punto de inflexión para que esté al servicio del hombre.

Sabemos que el Estado tecnológico actual expresa la voluntad de poder y de saber, que es insaciable con los elementos. En el Génesis el mundo es dado al hombre por Dios como despena y morada. Una despensa que el hombre alteró y está agotando ahora. El cambio climático y su efecto invernadero. Ora, la abundancia de los elementos a la que se refiere Hesíodo, tocan su fin. Se necesita un nuevo reordenamiento del mundo, de las sociedades y una relación distinta con los elementos y el universo.

Quizás podría establecerse la tesis que el “orden visible” se ordene de acuerdo al “orden invisible”. Así, las cosas visibles que aumentan la sensibilidad -el dolor, el sufrimiento, el odio, el horror, el hambre, la guerra, la muerte-, den paso a las cosas invisibles, inefables, sagradas. El hombre técnico abandonado a la sociedad de masas y a la cultura de masas, está perdiendo la armonía interior. Como, asimismo, aumenta el número de médicos en la misma proporción en que se pierde la capacidad curativa. (Jünger).

Es necesario que se nos caigan las escamas de los ojos como se le cayeron a Pablo en el camino de Damasco. Para que los elementos se abran a los hombres llenos de magia y color como campos en flor. Entonces, con los ojos abiertos veamos lo íntimo e inviolable de los elementos y de esa manera brille la luz del ser o, de las musas. En momentos como esos la naturaleza y la vida cobran a menudo un sentido prodigioso. Un sentido sagrado y eterno para el hombre, que va allende del espacio y el tiempo. En este acto humano, divino y estético, se transustancia la palabra y la vida de los hombres.

En esos momentos acuden poderes mágicos o sagrados que llenan el vaso interior de cada uno de nosotros. Son encuentros numinosos que ayudan a soportar el peso de la existencia y, además, ver que se oculta detrás del forro de los fenómenos. 

En esta época de alto desarrollo tecnológico, estamos anonadados por los instrumentos técnicos, la función y la utilidad que desempeñan en la sociedad. Hemos ido entregando la libertad a cambio de unas pocas monedas de lo actual. La seguridad y la vigilancia brindan la experiencia de lo estable. El hombre planifica y su hacer está supeditado a la técnica, la ciencia y la estadística. Se trata que el pensar futuro desenmascare lo que oculta la experiencia de lo estable en el Estado, las instituciones, el orden jurídico o los parlamentos.

Además, el Estado técnico absoluto, los técnicos y el mundo técnico, darán paso a la ciudadanía libre, igualitaria y fraterna para la democracia. Sabemos que el mundo técnico y el colectivo técnico ponen en tela de juicio la esencia de la civilización democrática. Se necesitan actores significativos que prevalezcan sobre el mundo técnico y el colectivo técnico; así se develaran a los hombres, cosas prodigiosas y divinas jamás imaginadas.

Por eso Heidegger dice que, la esencia de la técnica porta en sí la iluminación y la verdad del ser. Se trata de develarla en su claro para que se manifieste la verdad del ser y la esencia del hombre y del lenguaje. Esto posibilitaría un mundo más humano y vivible.

Abriéndose en el camino del ser y la esencia del hombre, la experiencia de lo estable llega al lenguaje. En efecto, en su decir, lleva al lenguaje sólo lo inexpresable, las mentiras del poder. De este modo, el lenguaje se alza por encima de la experiencia de lo estable y comunica el brillo de los contenidos espirituales en medio de la oscuridad del mundo. La verdad no como algo establecido e inamovible, sino como advenimiento del ser y la esencia del hombre. Sólo así el lenguaje es misterioso y reina en nosotros. (Martín Heidegger).

Sabemos por los anales de la historia y de la cultura, que lo misterioso, la miseria y la grandeza del ser humano, desembocan en el lenguaje. Éste comunica las desdichas y las grandes virtudes de los seres humanos. Desde la antigüedad se expresa en las formas estéticas, los mitos, los rituales, la música, el arte, la religión, la filosofía; el arte es una voz que habla, un esfuerzo para plasmar una visión en una forma material concreta- al decir de Giambattista Vico.

El lenguaje posibilita que advenga el ser y el hombre exista, que aclara y oculta su esencia. Sólo cuando el lenguaje es llevado a la plenitud de su esencia es histórico, el ser queda preservado en la memoria. (Heidegger). De este modo, el ser humano y las generaciones históricas, alcanzan la memoria y la rememoración. Por eso, el decir que piensa trae a colación la relación de la verdad del ser y la esencia del hombre. Entonces, podemos percibir la humanidad del hombre en el lenguaje y en su obrar. 

Cuando el lenguaje oculta la verdad del ser y la esencia del hombre, el decir se falsea. Hace que lo aparente, fútil y mentiroso ocupen la “casa del ser” y la morada del hombre. Esto posibilitó que el lenguaje se convirtiera en signo o, en imagen.

En la actualidad las imágenes son más fuertes que las palabras. Estas no necesitan ser traducidas y actúan de manera directa. Así, la enorme afluencia de imágenes favorece un nuevo analfabetismo. La escritura se sustituye por signos; pues, observamos una decadencia de la ortografía. La consecuencia que se sigue es una vulgarización de la gramática. (Jünger). 

Recordemos que, en la década del treinta del siglo XX, toma el poder en Alemania el totalitarismo nazi. Entonces, el lenguaje es vaciado de sus contenidos, y se convierte en instrumento de poder, de demagogia, de engaño y de odio.

Como también en la actualidad hace el lenguaje de los populistas, los nacionalistas, los autoritarios, el radicalismo religioso, los demagogos, que se valen de las necesidades humanas y de la parálisis de los partidos tradicionales y de las elites del poder, para destruir la acción política desde dentro de las instituciones y las libertades democráticas. Destruir la vida en común entre los ciudadanos. Entonces, en un Estado democrático Social de Derecho agrietan las bases donde se asienta.

Sabemos que la democracia es frágil como un niño recién nacido, por eso tenemos que cuidarla y fortalecerla cada día de nuestra vida. Porque el destino de los pueblos se fundamenta en la libertad, la libre decisión, la libertad de actuar, la libertad de pensar, la voluntad popular y la democracia participativa, y, no en el odio, el racismo, la xenofobia, la discriminación, la violencia, la guerra, el hambre, el sufrimiento o la muerte.

Estamos caminando sobre un desfiladero estrecho y funesto, que impele a los hombres a la destrucción de la vida, del pensar, de la experiencia y del lenguaje. En cada uno de los niveles es posible una mutación, igual que en cada momento es posible la muerte. (Jünger). Asistimos por la primacía de las imágenes sobre el sentido de las palabras, al final de un ciclo. Lo que sigue es un tiempo sin historia, de duración indefinida, que puede resultar agradable o, en todo caso, no trágico, según el modelo de ese “último hombre” que nos anunció Nietzsche y que nos ha descrito Huxley. (Jünger).                                                                         

Se necesita un “tipo” de hombre que contribuya a restaurar la esencia que mora en él y en cada uno de nosotros. Que todos formemos parte de un nuevo “orden” en la historia universal y que la capacidad de juicio como una actividad importante, permita compartir-el-mundo-con-los-demás. Que nos posibilite orientarnos en el ámbito público y en el mundo común. Un orden que trascienda el nihilismo, los anti-valores o el irracionalismo, y posibilite la proximidad Tierra y Cielo, Mortales y Divinos. Para que así de esa manera, pueda advenir la verdad del ser, la esencia del hombre o, la Revelación divina.

En esta proximidad es donde se consuma, si lo hace, la decisión si acaso Dios o los dioses se niegan a sí mismos y permanece la noche, si acaso alborea el día de lo sacro, si puede comenzar de nuevo en ese amanecer de lo sacro una manifestación de Dios o de los dioses y cómo será. (Heidegger). Así que, en el mundo actual lleno de atrocidades, mentiras, discriminación, odio, violencia, guerras y muertes; hora es, que los dioses salgan de sus escondites – como dijo el poeta Hölderlin. 

Heidegger piensa que lo sacro, el único espacio de la divinidad, posibilita la dimensión de los dioses, y que llega a manifestarse si previamente, y tras largos preparativos, el ser se ha abierto en su claro y llega a ser experimentado en su verdad. Sólo así comienza, a partir del ser, la superación de ese desterramiento por el que no sólo los hombres, sino la esencia del hombre, vagan sin rumbo.

No podría ser menos, la atmósfera que reina en el mundo es contradictoria e inextricable -en unos sitios es prometeica, con grandes fuegos y manos tendidas hacia las estrellas, en otros es apocalíptica, con sentimientos de culpa que remuerden la conciencia. Nietzsche es optimista, Spengler ve parcialmente la fatalidad –como el acabamiento normal de una cultura. (Jünger). 

Algunos seres humanos perciben el milenio con optimismo y alegría; mientras otros, con el pesimismo de la fatalidad. Se perfila un tiempo en que los lenguajes digitales abarcarán el espectro humano, que se esconde detrás de las Redes y las imágenes para ocultar su verdad. Y, otro donde las calamidades elementales y las guerras globales darán cuenta de la existencia del hombre sobre la Tierra. Entonces, una única maniobra ejecutada en el cuadro de distribución de la energía conecta la red de la corriente de la vida moderna –una red dotada de amplias ramificaciones y de múltiples venas- ponen en movimiento el Gran Poder.

Desde ese umbral se configura un mundo donde los seres humanos son incapaz de ver y detenerse a pensar. Un mundo donde somos incapaz de tenerlo en común y compartir con otros. Un mundo determinado por las Plataformas Digitales, la Inteligencia Artificial, que condicionan la vida “subjetiva” y “objetiva” de los seres humanos. En este orden, cada ser humano cumple la función que le corresponde y está ubicado fuera de la obra, se ha salido de ella. Ésta se ha vuelto autónoma, y ahora el ser humano deviene más sustituible y prescindible. (Jünger). Parece que nos convirtieran en esclavos, y, por ende, no disfrutamos de la libertad ni de la realidad que vivimos. Porque ésta es un constructo velado de la técnica, de las selectas minorías y del Gran Poder.

Además, el ámbito construido por las máquinas, la física, la Inteligencia Artificial, la neurobiología, el ciberespacio, la biotecnología, se convirtió en prisión para la mente y el espíritu. Se trata de trascender el sentido instrumental de la técnica y ponerla al servicio del hombre. Entonces, viviríamos una especie de catarsis y los fenómenos naturales o los elementos, tanto como los hechos humanos, se percibirían no sólo con los sentidos, sino, ante todo, con los ojos del espíritu.

En el mundo actual el hombre masa es siervo de las máquinas y del Gran Poder; niegan la libertad y afirman el determinismo. Estamos vigilados las 24 horas del día, saben dónde estoy, qué hago, qué pienso, cómo actúo, qué gustos tengo. El ejercicio del poder necesita que se diluyan los sueños, las esperanzas y el amor, en el ámbito de objetos virtuales. Se trata de destruir la capacidad de asombro, de percepción, de análisis o, de crítica. O, en otros términos, que el sentido de realidad esté prisionero en las imágenes y las representaciones del mundo y su realidad, que ofrece el Gran Poder como verdad.

Por eso el mundo de las máquinas y de las redes de información rápida y simultánea, se expresan sustituyendo la experiencia de lo estable. La experiencia del sentido común que nos desvela la naturaleza del mundo y su realidad en la medida que se trata de un mundo común. (Hannah Arendt).

Sabemos que en este ámbito no existe correspondencia entre el mundo simbólico de la mitología y el mundo de la técnica moderna. Y, esto produce una cierta angustia respecto al destino del hombre sobre la Tierra. Porque no sólo destruye el hilo de la historia, sino también los usos, las costumbres, las tradiciones, los mitos, los rituales, los lenguajes naturales y el pensar, aquello que ha dado coherencia a los pueblos con sus generaciones.

                                    Madrid-España a 08/05/2023