miércoles, 11 de mayo de 2022

ALEJANDRO DURÁN

 

                                   ALEJANDRO DURÁN: UN JUGLAR POPULAR

                                                    DEL MITO AL HOMBRE

 

                                                 A mis amigos de Chinú-Córdoba:

  Julio Betin López, Rafael Mercado Flórez, Rafael A. Figueroa Flórez (Batonio).

                                         

                          <<Poéticamente habita el hombre sobre la tierra>>.

                                                Friedrich Hölderlin

 

Antonio Mercado Flórez. Filósofo y Ensayista.

 

Desde la antigüedad hace 30 o 20 mil años el hombre viene expresando la relación con el entorno y el Yo valiéndose de rituales funerarios, de mitos, de narraciones, de fabulas, del arte, la poesía, el cantar y la música. De esa forma busca darle sentido al mundo, las estrellas, la naturaleza y la vida. Son una manifestación de la existencia espiritual que puede ser concebida como una especie de lenguaje. Don divino que los dioses conceden a los hombres. Es el halito de la voz que comunica contenidos espirituales. Por eso el único ser lingüístico es el hombre. Porque tiene voz y habla; mientras la lengua de las cosas comunica un profundo lamento. Porque carecen de voz; es decir, de palabras. Esto posibilita que el hombre sea un ser simbólico por naturaleza. Un ser histórico y creador de cultura.

El ser humano simboliza y al simbolizar fabula y al fabular poetiza. De ahí que lo que tiene que ver con la espiritualidad humana es histórico y temporal. Así que, la lengua tiene una dimensión social que genera un tipo específico de palabras, palabra hablada o cantada. Un tipo de lenguaje compartido por los miembros de una comunidad especifica. Por tanto, la música no es sólo acompañamiento sonoro de las mudanzas históricas; también capta su esencia, la naturaleza de un pueblo. Por ser movimiento puro, liberado de los objetos, la música como tal no tiene una meta, un objetivo. 

El oído interno es el que capta las grandes composiciones musicales; llegan de otro mundo. La poesía y la música llevan a un mundo de mayor libertad donde queda vencido lo imposible. El placer, el dolor, el amor, la muerte, y la naturaleza –plantas, animales, el ritmo cósmico del día (el amanecer o el atardecer), el canto de los pájaros, las olas del mar o el agua de los ríos-, se sienten en una dimensión diferente. La música hecha raíces en la vida cotidiana; y el canto crea una estructura común que responde a las creencias, esperanzas, deseos, miedos y fantasías de una comunidad o, de un pueblo.

Estas <<formas>> estéticas las han creado los hombres para expresarse, para crear una estructura común que responda a las apetencias materiales, éticas y espirituales de un pueblo. Este <<tipo>> de lenguaje otros hombres pueden comprenderlo a través de la empatía con la poesía o la música. Así que, la música no es un mero adorno: es una voz que habla, un esfuerzo para plasmar una visión inmaterial concreta. El mito contiene la grandeza del hombre, de su alma y de su corazón. El mito del negro Alejo es más fuerte que la historia; ésta lo repite en variantes.

Gilberto Alejandro Durán Díaz (El Paso, Magdalena Grande, 9 de febrero de 1919 – Montería, Córdoba, 15 de noviembre de 1989), se conoce como el negro Alejo, fue un acordeonero, compositor y cantante de vallenato de la Costa Caribe de Colombia. En 1968 gana el primer Festival de la Leyenda Vallenata y, se convierte en el primer Rey Vallenato.

El juglar popular es un <<poseso>>, un <<vate>>, un <<espabilado>>, de las cosas animadas o inanimadas. Un poeta popular que encarna en universalidad la sensibilidad y el espíritu de su pueblo. En él se revela lo profano y lo sagrado de su cultura. En él se funda lo que queda. Como dijo el poeta alemán Hölderlin: <<Lo que queda lo fundan los poetas>>. Alejandro Durán al nombrar las cosas en la lengua de la música vallenata las significa y las da a conocer. Una especie de incitación, de invitación a los múltiples tonos de la vida: el amor, la muerte, lo sagrado, la amistad, lo profano, la vaquería, la lengua de los ríos, el monte, la brisa del campo, el amanecer, el atardecer, el grito del corralero. Alejo expresa la gran <<epopeya>> del sentimiento costeño.

Esta expresión cultural de los géneros literarios según el predominio de los valores masculinos o femeninos, le atribuyen un carácter a la música. Así que, la exclusión del sexo priva a la vida de más de la mitad de su poesía, y a la mitología de su mayor riqueza, pero no las destruye necesariamente. En nombre de todo cuanto existe el juglar establece una conexión rítmica y poética con el mundo que lo rodea. Así con la música vallenata le canta a la vida, a la mujer y a las cosas cotidianas que le dan sentido a la existencia. Por eso el sentido de la existencia tiene su origen en la palabra de la poesía cantada. No sólo hay un instinto de conservación vital, también hay un instinto de conservación ideal, que el juglar los convierte en <<inmortal>>.

El juglar conduce a la existencia histórica de su comunidad, es decir, a la humanidad del ser humano, al ámbito donde brota su poesía y su música. Así, la actividad del espíritu de la música del juglar es como la del pensamiento y del juicio del pensador. Porque a través de la actividad del espíritu y del pensar buscan darle <<significado>> al mundo y a la vida. El mundo en el que no sólo estamos, sino que formamos parte de él, el mundo de los hombres y sus generaciones históricas. Es la actividad subyacente que se revela a las esferas del espíritu de la música y del pensamiento. Porque somos seres dotados de sensibilidad, de razón y de lenguaje. Así que, el ritmo de la música vallenata amplía e intensifica la cadencia natural de la vida, en las notas sentidas de su acordeón.

El negro Alejo es el cronista, el narrador de historias y de anécdotas de los pueblos de la Costa Caribe de Colombia. El juglar, el coplero de la memoria colectiva, que rememora las historias en el folclor de su música. Su pasado es absolutamente necesario para la memoria de los pueblos, para el presente y el futuro de la música vallenata. Es el hombre y el mito representados en una persona que trasciende los linderos del espacio y del tiempo. Así que, después de su muerte su música y él se convierten en una presencia atemporal.

Sí se comprende la relación de la música vallenata respecto del lenguaje poético que la canta; se comprende la íntima correlación del juglar con la tradición cultural de nuestros antepasados. La frecuencia con que recurre a la memoria, a la niñez, a la familia, a la mujer, a los amigos, a las fiestas populares, a los agüeros, a los ritos sagrados o seculares, al trabajo en el campo –porque la mayoría son de extracción campesina-, sus canciones parecen el anuncio de una promesa. De ahí que el en ramaje de la lengua de su música es tejido de tonos y ritmos, que le dan sentido a su historia y su razón de ser.

 

                      Así le canta a uno de sus ideales amores <<Fidelina>>:

 

                                              Voy a coger mi acordeón

                                               pa´ que escuchen mi rutina

                                               Y voy a hacer este son ayayayay

                                               Es pa´que tu te diviertas Fidelina (bis)

                                                Fidelina Fidelina…

                                        

                                                Bella como flor del campo

                                                miren que mujer tan linda (bis)

                                                y te dedico mi canto ayayayay

                                               escucha mi serenata Fidelina (bis)

 

 

El negro Alejo un hombre que dibuja en el lienzo del amor sus notas de acordeón. Nos enseñó que la vida tiene que ser aceptada y para soportarla debe ser poetizada y cantada. Fidelina una mujer que atrapó en la rede de su corazón su amor. Como dice el periodista Juan Rincón Vanegas: a ella le dedicó una de las canciones que más le gustaba, porque llevaba impregnada la melancolía del aire de son en medio de los arreboles del recuerdo. Pensaba llevarla al altar del sentimiento, donde las palabras sobran y los cuerpos cabalgan al ritmo de la serenidad de la noche. 

El vallenato es una especie de canto a la libertad; un cantar <<épico>>, elemental del sentimiento. Por eso se hermana con la literatura y tratan desde la palabra escrita y cantada, dar cuenta de los más sutiles procesos psicológicos y del sentimiento de la condición humana. Así que, la literatura de García Márquez y el vallenato se funden en un abrazo fraternal de una cultura amerindia y negra amamantada por una lengua de millones de hombres a lo largo de siglos. El novelista evoca la traza del acordeón y del canto vallenato, al decir: cómo se podía saber de otros mundos y de otra gente a través de una canción. Después descubrí la literatura y me di cuenta que el procedimiento es el mismo. El acordeón y el canto vallenato se convierten para García Márquez en un emblema que revela la magia de la materia animada e inanimada.

En la música popular vallenata la literatura y el arte captan algo distinto de la realidad física y mental de la Costa Caribe de Colombia. La música del negro Alejo deshoja el árbol del paraíso de la poesía pura; en otras palabras, que no está lejos de su experiencia de hombre mítico e histórico. Es la gracia de la poesía pura, el aletear de la voz cadente y sonora que nace de la raíz del sentimiento. Es la historia de unos pueblos que merecían ser cantadas, ingresar en la memoria del espíritu humano, ser un rumor y una música. No hay episodio trascendental de la historia que no haya dejado un eco en la música verbal de su tiempo o de los tiempos ulteriores –al decir de William Ospina.

 

      Si hablamos de Alejo Durán nos referimos a la canción Alicia adorada,

                aunque su autoría es de otro juglar Juancho Polo Valencia:

                                  

                                       

                              Como Dios en la tierra no tiene amigos

                              como no tiene amigos que lo quieran

                              tanto le pido y le pido ¡ay hombe!

                                            se llevó a mi compañera.

 

                              ¡Ay! pobre mi Alicia. Alicia adorada

                                 yo te recuerdo en todas mis parrandas.

                               ¡ay! pobre mi Alicia. Alicia querida

                                   yo te recordaré toda la vida…

 

                                 Alicia mi compañera que tristeza

                                 Alicia mi compañera que dolor,

                                 y solamente a Valencia ¡ay hombe!

                                               el guayabo le dejó.

 

                                   Aya en Flores de María

                                  donde todo el mundo me quiere,

                            yo reparo a las mujeres ¡ay hombe!

                                       y no veo Alicia la mía.

 

                                  Donde todo el mundo me quiere

                                              Alicia murió solita,

                     donde quiera que uno muera ¡ay hombe!

                                  todas las tierras son benditas.

 

El mundo en el que emerge espontánea y libre la música del juglar es, un mundo en estado naciente, todo pertenece a un orden natural y mítico, y la vida transcurre en el campo o los pueblos de la Costa Caribe de Colombia de un modo inmediato y vigoroso. En la poesía más antigua del vallenato se representa una especie humana que en cuyo ánimo, presenta expresiones muy distintas de las nuestras. Por ser más naturales, más cósmicas y universales; lo podemos percibir en el origen de todas las culturas y civilizaciones del mundo. En este ámbito las palabras hechas de música y poesía se entrelazan con los mitos y las narraciones, deviniendo en lenguaje estético y folclor. De ahí que un hálito de alegría o melancolía recorra desprevenido y libre las tierras altas, los caminos, las sabanas, las calles polvorientas y encendidas de los pueblos y veredas, cuando se escucha el acordeón de Alejandro Durán, Rafael Escalona, Luis Enrique Martínez, Enrique Díaz, Juancho Polo Valencia, Colacho Mendoza, Leandro Díaz, Alfredo Gutiérrez o Máximo Jiménez.

En la aurora de los tiempos en Magdalena Grande, ya se escuchaba un <<son>> que narra el acontecer cotidiano de su gente. Ese valor de eternidad que el filósofo alemán de origen judío Walter Benjamín, asocia a la narración. Sobre todos los acontecimientos se escucha un canto acompañado de guacharaca, caja y acordeón. La vida de las personas se desenvuelve de un modo elemental, sencillo y humilde, en un tono absolutamente terreno. Un modo de vida donde los hechos son diáfanos, todas las afinidades inmediatas, todas las situaciones accesibles y fáciles de abarcar.

De ahí que toda narración está, por así decir, rodeada de un halo de arcaísmo, como si se tratara de una historia que se ha venido contando desde siempre y para siempre. Este es el criterio que permite reconocer la narración genuina que Benjamín llama el <<gran narrador>>. El carácter aurático de la narración vallenata, es el sello de una manera u otro anónimo de la historia que se narra. En otras palabras, es la traza del <<gran narrador>>.

Del modo más natural el juglar narra las aflicciones del alma, el amor a una mujer, el dolor o la alegría que ofrece la vida cotidiana. Por eso es un testigo fiel de la memoria colectiva de su pueblo, que la música simboliza en las vivencias compartidas que borran las fronteras entre realidad y fantasía. El juglar se entrelaza con el mito y éste en las leyendas sentidas y cantadas. Así pues, mito y juglar componen una unidad indivisible en el ideario popular. Su música teje y desteje los hilos de las palabras que dan sentido a la vida de una comunidad.

De ahí que trovadores populares recojan en sus cantares, las tradiciones, la identidad, la lengua y los inventos de una legión secular de creadores. El juglar posee el Don de los dioses de considerar poéticamente en su canto y su música, las comunes circunstancias de la vida y del mundo. Por eso es un labrador de la palabra en la memoria viva de su gente. El negro Alejo es un verdadero cronista de la música vallenata que canta las vicisitudes y las glorias de su pueblo.

También acerca del carácter aurático de la narración, observamos al juglar concatenando el sentido de eternidad y del pensamiento en el factum de la vida y de la muerte, de la dicha y la desdicha, la alegría y la melancolía. Que en la consciencia de la sociedad actual vive un proceso de pérdida de comunicabilidad de la experiencia y el fin del arte de narrar. <<La muerte es sanción de todo lo que el narrador puede referir>> -al decir de Walter Benjamín. Su música y su canto es, en cierto modo, la bisagra de la memoria colectiva. ¿Qué significa que la muerte sea tal sanción?

Una sanción es la confirmación o aprobación de una ley, acto o costumbre. Tiene, por ello mismo, carácter de autoridad. Ello confiere al juglar y a la índole aurática de su narración un sello enteramente peculiar, en la medida que no puede ser explicada sin más por su construcción ideológica, sino por la remisión al fundamento de la comunicación y así, también, fundamento de comunidad. (Pablo Oyarzun R.).

Podemos decir que, la narración del juglar atiende como a su elemento más originario, a la callada interpelación que proviene del morir: esa interpelación es la de lo inolvidable. Sería lícito hablar de una vida o de instantes inolvidables, aun cuando todos los hombres lo hubiesen olvidado. Su esencia exige no ser olvidado, exigencia a la cual los hombres no corresponden, y al mismo tiempo contendría una referencia hacia a la memoria y la rememoración de lo colectivo. Cabría pensar que la narración del juglar concede a lo inolvidable, algo que resiste al tiempo y a la muerte, que pareciera descansar en la posibilidad de la memoria y la rememoración. Así que, he sugerido que el carácter aurático de la narración está directamente vinculado al valor de eternidad, porque el juglar es la voz del narrador anónimo, que existió antes de toda literatura –al decir de Leskov, en La Alejandría-.

Quiero también decir que el <<narrador anónimo>>, anterior a toda literatura, es <<la voz de la naturaleza>>. Esto es: la <<naturaleza del narrador>> es el narrar de la naturaleza, el narrador del mundo de la criatura. Por eso la fuente y la índole de la narración del juglar, es la oralidad. A su vez, el elemento inspirador es la memoria, que trama la red ideal de todas las historias, es decir, la pura voz de aquel narrador primordial. <<No lo que habla por ella, lo que resuena en esa voz es lo inolvidable>>. (Oyarzun).

Aquí percibimos el carácter justiciero de la narración del juglar, que consiste que ello da cuenta del acaecer cotidiano y singular, da cuenta de lo particular en su acaecer. El juglar da importancia al cuidado del detalle, lo prolijo, que caracteriza a la narración en sentido tradicional, y que está asociado al espíritu de la crónica. Como dice Juan Gosaín en una entrevista: <<El vallenato no es un género musical, el vallenato es un género literario. Un género que sirve para echar el cuento, mezcla de crónica y música>>.

Así que, la <<criatura>>, es el humano, el animal, la cosa, en su íntima singularidad que es, a la vez, su imborrable alteridad. Criatura es todo, a condición que se la perciba en su irreductible e irrepetible singularidad, y esto quiere decir, a condición que se la repita en su irreductible e irrepetible individualidad. (Oyarzun). Además, el narrador juglar en su narración, no juzga a la criatura, al humano, sino que le da un espacio de juego para que exprese los rasgos insustituibles de su individualidad. Así, la justicia de la narración y del narrador juglar, consiste precisamente en que ni éste emite un juicio ni ella es un dictamen.

El juglar popular de la Costa Caribe de Colombia, en y con su música vallenata (acordeón, guacharaca y caja), le canta a la criatura, al humano (hombre o mujer), a la cosa, a la naturaleza, a los animales del campo, al tiempo y las estaciones, al sol y a la lluvia, como una celebración y rememoración de la lengua del imaginario colectivo.

Joselina Daza es una de las canciones de Alejo Durán donde hace un homenaje a la mujer, a la belleza y al amor:

                                En el pueblo de Patillal, tengo el corazón sembrado

                        Y no lo he podido arrancar, ay, Tanto como he batallado

                                   

                               Oye Joselina Daza lo que dice mi acordeón Ay! Hombe

                               Oye Joselina Daza lo que dice mi acordeón

                                Y yo no sé lo que te pasa con mi pobre corazón

                      Ay! Oye Joselina Daza por que no das tu amor Ay! Hombe

 

                               No se vayan a extrañar, no les cause maravillas

                            Si me voy pa´Patillal en busca de Joselina ay, Hombe

                            Si me voy pa’Patillal en busca de Joselina ay! Hombe

                             Oye Joselina Daza lo que dice mi acordeón

                             Y yo no sé lo que te pasa con mi pobre corazón

                        Ay! Oye Joselina Daza lo que dice mi acordeón ay! Hombe

                                      

                              Pobre Alejandro Durán dejó su tierra querida   

                           Y se va pa´Patillal en busca de Joselina Daza Ay! Hombe

 

                         Las mujeres colombianas son hermosas, son muy lindas

                              Por eso es que Joselina se ha adueñado de mi alma

 

                             Oye Joselina Daza lo que dice mi acordeón Ay! Hombe

                             Oye Joselina Daza lo que dice mi acordeón

                              Y yo no sé lo que te pasa con mi pobre corazón

                         Ay! Oye Joselina Daza lo que dice mi acordeón Ay! Hombe

                  

En las antiguas culturas –griega, babilónica, hebrea, árabe, china, hindú, egipcia, precolombina, entre otras -, el poeta y el profeta tienen acceso a la <<Verdad>>, no por sus propias fuerzas sino por las potencias del espíritu de las lenguas de los dioses. En la cultura popular de la Costa Caribe de Colombia, las palabras tejidas de música las encarna el juglar popular. El negro Alejo es un prototipo del folclor costeño: la música vallenata. Donde palabra, poesía y canto, entretejen no la <<Verdad>> de los dioses o de los grandes héroes, sino la condición humana del hombre común y corriente.

Así que, el vallenato es una música de encuentros, de diálogos y jolgorios, mediante el buen uso de la parranda; porque libera los requerimientos más profundos del alma y del corazón. El vallenato en el desarrollo de los procesos culturales de Colombia posee una identidad propia. Unas veces critica a las leyes y da un carácter relativo a las normas morales y éticas; otra, deifica los sueños fallidos del pueblo; otra, le canta a las tragedias y a la felicidad humana; otra, manifiesta la magia de las cosas, de la vida y de la muerte. El misterio y el encantamiento que rodea a Alejo, se convierte en fuente de su inspiración artística. Su música es el anuncio de una promesa –confirma lo que dijo Umberto Eco en un ensayo de 1988: toda tentativa de averiguar el sentido último conduce al absurdo y le arrebata su misterio al mundo.

Alejo es un asombrado del mundo, de la vida, del amor y de la muerte. Porque en el centro de las relaciones vitales está la calma, la amistad, el respeto, la libertad y la confianza espontanea. En este mundo profano y profanador, la <<mirada mercantil>>, la <<técnica>> o, las <<relaciones de poder>>, no destruyen en el juglar la libertad reservada a la contemplación y la creación. Él ve asombro donde otros ven costumbre. En Alejo el anhelo admitido de una niñez y digna juventud, le posibilitan la condición primordial para crear.

Como escribió el poeta romántico alemán Friedrich Schiller: <<dígale usted/que cuando sea hombre /respete los sueños de su juventud>>. Al juglar cuanto más le cuesta alcanzar algo grande, más fácilmente encuentra el espíritu de la inspiración en el mundo que comparte con los demás hombres. Zaratustra pensó: <<Uno siempre se vivencia sólo a sí mismo>>, al final de su peregrinaje. Escribió Ciro Quiroz Otero: <<Tendría 23 años cuando Alejo Durán descubre en ese entonces que la voz, el tono y los temas de las canciones rusticas de aquellos vaqueros tienen el perfil de una realidad imposible de contarse de manera diferente a como se escucha fresca y temprana en la garganta de los guías de los caminos. Por eso tarde o temprano ocurriría lo que sucedió. Por influencia familiar o razones tristemente laborales, dejó de ser vaquero para quedarse haciendo cantos de los mismos que inicialmente oía y le gustaban, sin saber tampoco por qué en su infancia los rechazaba. Sería acordeonero>>. (Gaceta Nº 6.).

 

Alejo Durán solía visitar Chinú y parrandear con sus amigos Don Rafael José Ordosgoitia, Don Julio Miger (El Vacano) y, el Currimbe (Fernán Marsiglia) a los que le compuso el disco Ron con Limón. Por sus memorias mis recuerdos a sus hijos y nietos con mucho cariño y respeto:

                                                         Ron con Limón

 

                                                Que me decía Julio Miger

                                                tócame un porrocumbé

                                                vamo’a visitar el Currimbe

                                                 y al compae’ Rafael José

 

                                            Pero tómese ese trago de ron

                                                   gordolobo con limón

                                            Pero tómese ese trago de ron

                                                   gordolobo con limón

                                            Pero tómese ese trago de ron

                                                    gordolobo con limón

 

                                                Esto me decía el vacano

                                                me gusta el porrocumbé

                                           ya que estamos parrandeando 

                                         va a mandá el compae Rafael José

                      

                                           Pero tómese ese trago de ron

                                                  gordolobo con limón

                                           Pero tómese ese trago de ron

                                                  gordolobo con limón

 

La música de Alejandro Durán proviene de los más profundos requerimientos del alma y del corazón. Con ella vivencia el sentido de la existencia o, la condición humana. Sólo el arte puede expresar la angustia y la desesperación, la alegría y la tristeza, es la esfera que capta la totalidad del espíritu y del sentimiento. La creación es parte del sentido que hemos conquistado en tensión con la inmensidad de las cosas y de la vida. De ahí que el negro Alejo esté lleno de sabiduría elemental y de prodigios. En su música la rudeza y la ternura encuentran una expresión elocuente y vivaz. No se dejó deslumbrar por lo <<moderno>>, ya que su música cantaba la memoria y el espíritu de sus antepasados.

Así que, el punto focal para Alejo era la música. A través de la sonoridad, el ritmo, el canto y el ritual, que comunican los sueños, la tierra, el sexo, lo sagrado, la naturaleza y el sentimiento de libertad. Cada una de las canciones va tejiendo la red de su microcosmo. Su mundo le despierta la imaginación y la sensibilidad hacia la vida y lo existente que lo rodea. Alejo es un hombre adherido a lo elemental; tejido de palabras, de palabras de música donde encuentra su razón de ser. Derramó sus cantares sobre el sentimiento de las gentes, cual lluvia sobre la seca tierra. Es una obra divina, pero humana.

Su música concebida como un <<todo>> es fiel reflejo de la raza y la cosmovisión de su pueblo: la lengua, las fiestas de corraleja, el arreo, el ordeño, las zafras, las carreras de caballos, y la religión entroncamiento sincrético: con sus rituales sagrados y profanos. En la vida de Alejo componen una textura visual, de olores o colores que transforma en música. De ahí que la música no se puede percibir desde el espejismo imaginativo de una sola perspectiva. Porque no se puede reducir a una única sustancia, como fuente ideal del ser musical. Ella es multifocal, ambigua, contradictoria e infinita como la lengua que comunica. Además, como toda lengua viva no es estática sino dinámica. Así que, la música vallenata alimentándose de la materia y del espíritu, halito de vida de los pueblos de la Costa Caribe de Colombia. 

Durán fue coherente en sus principios, y la única verdad definitiva en su vida es la moral y la ética. Su prudencia era su virtud suprema. Porque los sentidos lo pudieron engañar, pero su realidad moró en una vida tejida de música vallenata. Así, toda acción o intensión estuvo acorde con sus principios – como dice precisamente el filósofo alemán Johann Fichte: <<La certeza, precisamente por ser moral, es absoluta>>. Alejo se funde en la música vallenata y ésta expresa en poemas cantados su visión estética y ética de la vida.

                                     ¡Porque la estética es la madre de la ética!

 

                                                          

                                                              Bibliografía

 

Araujo Noguera, Consuelo. <<Vallenatología, orígenes y fundamentos>>. Ediciones Tercer Mundo, Bogotá, 1983.

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Abadía Morales, Guillermo. <<ABC>> del folclor colombiano. Editorial Panamericana, 1995.

Bachelard, Gastón. <<El Derecho de Soñar>>. FCE. México, D.F. 1985.

Benjamín, Walter. <<El Narrador>>. Introducción, traducción, notas e índices de Pablo Oyarzun R. Ediciones/Metales Pesados, Santiago de Chile, 2010.

Cobo Borda, J. Gustavo. <<Para llegar a García Márquez>>. Ediciones Temas de Hoy. S.A. Santa Fe de Bogotá. 1997.

Dangoud Castro, Leonor. <<Raíces Vallenatas>>. Editorial Colina. Medellín, 1988.

Ospina, William. <<Las Auroras de Sangre>>. Editorial Norma. Sata Fe de Bogotá, 1999.

Sábato, Ernesto. <<Entre la letra y la sangre>>. Editorial Planeta Argentina S.A.I.C. Buenos Aires, Argentina 1988.

Sánchez Juliao, David. <<Entrevista a Alejandro Durán>>. Caracol, Medellín 1986.

Segrera, Martín. <<Mitos y Sociedad>>. Editorial Labor; S.A. Barcelona, 1967.

Yourcenar, Margarita. <<Con los ojos abiertos>>. EMECE Editores. Buenos Aires, Argentina, 1982.

Revista <<Gaceta Nº 6>>; Marzo – abril de 1990. ¡Viva el Rey! Alejandro Durán ha muerto. Ciro A. Quirós Otero.

Entrevista a Juan Gosaín.

                                                           

                                         Madrid-España a 11/05/2022