Al Dr.
Julio Betin López con respeto y admiración.
<<A la memoria de su madre Dña. Julia Isabel López Guzmán,
que en la Casa de la Cultura, me enseñó amar los libros y a pensar>>.
Antonio
Mercado Flórez. Filósofo y Ensayista.
Al Mundo Moderno lo define el
humanismo europeo y la modernidad ilustrada, y toma como principio la
centralidad del hombre: un ser como sujeto de acción y pensamiento crítico; su
capacidad de clarificación y teorización de la naturaleza y el mundo; y, su
poder para transformarlo. La modernidad se construye sobre la idea del
individuo que inventa, que persigue ideales como la libertad, la justicia, la
igualdad y la fraternidad. En este umbral se ubica el “vitalismo” de Nietzsche
y el espíritu de Hegel. En la modernidad el individuo también está atrapado en
las redes de la sociedad, su cotidianidad y pierde su autenticidad; la razón de
ser de su existencia individual.
Siguiendo la lectura de Heidegger
sobre la modernidad y el humanismo, el hombre como <<pastor del
ser>>, se ubica en los márgenes, como ser meditativo que espera alguna
iluminación. Y ubicado en el umbral de la tradición judeo-cristiana dice:
<<Sólo un dios puede salvarnos>>. A su alrededor hay un montón de
escombros humanos y materiales, que Benjamín y Adorno definen como
<<catástrofes>>: el peso de la técnica y la ciencia que ha caído
sobre el hombre; la Primera y Segunda Guerra Mundial; el Holocausto judío; las
bombas atómicas; la visión mecánica-materialista de la naturaleza y
tecno-capitalista del mundo. En el que el ser humano se vuelve objeto o número,
y todas las relaciones humanas y sociales se transforman en meras relaciones de
consumo de unas personas respecto a otras. Eso que Arendt denomina reificación del ser humano consciente y
libre como si fuera objeto o cosa no consciente ni libre.
Preguntamos, ¿esto que acontece
ha posibilitado en el hombre moderno una transformación de su modo de pensar y
ser? ¿por qué no piensa su relación con lo fundamental y las motivaciones
últimas de la existencia? Porque el pensamiento se encuentra en dique seco
–dijo Heidegger. La humanidad europea y occidental sigue jactándose de su
humanismo, que sólo es una costra seca que voló por aires ante las exigencias
del presente. Y también por las crisis y las catástrofes que el siglo XX dejó
tras de sí. El logos (el lenguaje)
está situado en su parte material (medios de comunicación de masas, el predominio
de la imagen sobre la palabra, las redes de información rápida y simultanea),
y, las lenguas naturales, el ámbito antropotécnico de la palabra, la escritura
y el pensamiento, están en retirada. Entonces, la tradición ilustrada se
encuentra en crisis; porque no responde a las necesidades morales, espirituales
y materiales del ser humano.
De lo que existió las nuevas
versiones humanistas del existencialismo y del marxismo, fueron intentos
fallidos. El devenir histórico ha cambiado y la instrumentalización, la
coacción, la domesticación y el ejercicio del poder, pasa a otros
protagonistas. Así, las diferentes técnicas de dominio y control, pasan por un
proceso civilizador de la <bestia> humana. Que dan como resultado eso que
llamamos falta de imaginación, perdida de la capacidad de asombro, de pensar y
de los contenidos espirituales del lenguaje. En la época actual predomina
aquello que el griego antiguo denominó filisteo, un hombre adherido a la banausía, a la vulgaridad y, ahora es
una mentalidad exclusivamente utilitaria, una incapacidad de pensar y juzgar
las cosas como no sea por su función o utilidad. (Arendt). Esta incapacidad de
discernir, de discriminar, proviene de la capacidad llamada gusto. El hombre se
entrega desnudo y desprevenido, a la falta de gusto de la cultura del
entretenimiento y el consumo masivo.
Ahora, ¿podría ser que el gusto
fuera una de las facultades políticas? (Arendt). Si la política se expresa en
la acción y el discurso, el gusto por las cosas bellas y buenas para el hombre,
se relacionan con lo justo, la vida del ser humano en sociedad, la
participación activa en los asuntos públicos, la justicia y la seguridad de los
ciudadanos. Es decir, el gusto por la buena vida, privada o pública, es una
facultad de la política. Así, la apreciación estética de la existencia se
relaciona con las esferas de la política y la participación de los ciudadanos
en los asuntos públicos. Esta es una de las razones que la cultura y las obras
de arte, se relacionan con un conjunto de variables que van más allá de la
función y la utilidad de las cosas y la política como fin en sí misma. Y esto
es sumamente grave para la democracia y la convivencia pacífica entre los seres
humanos.
Porque al corromperse la práctica
política toca todas las esferas de la sociedad. Y, en su defecto, manifiestan
dos principios estéticos: libertad o cohibimiento. Ese es el destino que decide
sobre la dicha o la desdicha, que permite a los unos considerar este mundo como
un hogar y condena a los otros a un incurable y soberbio aislamiento. (Thomas
Mann). En una atmósfera así el deseo del ser humano es abrirse paso o romper el
cerco. En el mundo actual la cultura, las obras de arte y el gusto como
facultades políticas, se transforman en vehículos de salvación; o, en otros términos,
en facultades que posibilitan salvar a la humanidad de lo inmediato y efímero
de la civilización del artificio. Por
eso, la acción política es reflejo, expresión, instrumento, del espíritu
profundo de los pueblos. De ahí que el porvenir encontrará en el arte y la
cultura, una fuerza al servicio del ser humano y de la sociedad; un elemento de
educación y libertad. Que estará al lado de otras esferas del saber y del
conocimiento, al servicio de la Humanidad.
Se trata que frente a la
inactividad de la existencia y el pensar, se situé la meditación y la
vigilancia intelectual, para enfrentar con valentía los tranquilizadores
presupuestos del poder y el saber. De esta manera, el pensamiento de Heidegger
nos situaría en lo inhóspito, los márgenes e inquietante, de las seguridades,
del bienestar del humanismo ilustrado y el Gran
Poder. La auténtica esencia del hombre tiene que ver con la verdad, la
libertad, el lenguaje y el pensamiento. O, en otros términos, su relación con
el ser: el lenguaje como <<casa del ser>> y el hombre como
<<pastor del ser>>.
La naturaleza del hombre
fáustico, de expansión y dominio, del mundo y del hombre mismo, Heidegger las
sustituye por habitar la proximidad del ser; el silencio más que la retórica;
la escucha y la espera más que las prácticas sociales, discursivas o políticas.
Por eso, su pensamiento da prioridad al silencio y la soledad del individuo que
se escucha a sí mismo, que a la algarabía de las sociedades de masas y la
cultura de masas. Heidegger propone en Carta
sobre el Humanismo, ir más allá del humanismo, pero no lo hace en la
dirección adecuada. Se remite al griego antiguo y, a la historia y el
nacionalismo alemán, que desembocó en totalitarismo. Dice Peter Sloterdijk:
<<qué amansará al ser humano, si hasta ahora sus esfuerzos para
autodomesticarse a lo único que en realidad y sobre todo le han llevado es a la
conquista del poder sobre todo lo existente?
No podemos olvidar que, el hombre
existe en el mundo y se relaciona con los otros. El individuo en su particularidad,
Heidegger lo define como <<inauténtico>>, que ha sido despojado de
su esencia y, ahora nada sin rumbo empujado por las olas de la civilización del
espectáculo, el artificio del artificio, el consumo, la publicidad y la cultura
de masas. Y al respecto reflexiona:
<<El uno (“el individuo, el Sistema o la
Estructura”), despliega una auténtica
dictadura. Gozamos y nos divertimos como se goza; leemos, vemos y juzgamos
sobre literatura y arte como se ve y se juzga; pero también nos apartamos del montón
como se debe hacer; encontramos irritante lo que se debe encontrar irritante.
El uno que no es nadie determinado y que son todos (pero no como la suma de
ellos), prescribe el modo de ser de la cotidianidad>>.
La uniformización del individuo
en las sociedades de masas, se convierte en <norma>> y
<medianía>>. La nivelación de la sociedad obstruye las cualidades espirituales,
mentales y físicas del individuo. Por tanto, las posibilidades del ser y de la
existencia, se diluyen en las colectividades abstractas y uniformes. Y expresa
Heidegger al respecto:
<<En la previa determinación de lo
posible o permitido intentar, la medianía vela sobre todo conato de excepción.
Toda preminencia queda silenciosamente nivelada. Todo lo originario se torna de
la noche a la mañana banal, cual si fuera cosa ya largo tiempo
conocida>>.
En las sociedades modernas y la
cultura del espectáculo, el catálogo de las cosas posibles, que marca la
diferencia con lo siempre igual, lo oculta la banalidad, la función y la utilidad.
Cristian von Wolf expresó que, la palabra Dasein
(existencia) es, un complemento de lo posible. Para Hölderlin los dioses
griegos no sólo eran posibles, sino que estaban presente. (Jünger). La persona
individual representa lo posible, pero sus formas posibles y excepcionales, son
borradas por <<decreto>>, por la uniformidad y la nivelación de la
sociedad. Todo cambio individual es precedido por una exigencia: un llamado a
la puerta, que viene desde lo posible, desde lo imparcelado. La persona individual
vive eso en horas silenciosas en que la asaltan pensamientos incitándola a
obrar. (Jünger).
En el Mundo Moderno se superponen
los pensamientos viles, vulgares, feos, que ascienden desde las cloacas de la
existencia, sobre los nobles, buenos, fantásticos o trascendentes, que
provienen de las corrientes del espíritu. En momentos de soledad y de charla
consigo mismo, es lícito sospechar que hay una extraordinaria afluencia de
fuerzas, que vienen del más allá, allende del tiempo y del espacio.
Un mundo desgarrado, conquistado
y convertido en <<existencias>>, naturales o humanas, como el
actual. Se convierte en el ámbito propicio para actuar como los demás actúan,
pensar según las imágenes o, las categorías de los medios de comunicación y las
plataformas digitales. Un mundo donde prevalecen las relaciones inconexas
determinadas por el dinero o el poder, se convierte en un mundo demoníaco.
Armados con los cocimientos de las ciencias y los instrumentos de la técnica,
vivimos una época de transito respecto al lenguaje, el pensar y la experiencia.
Lo que llama la atención en las utopías de nuestro siglo es que se presentan
con el estilo de la ciencia y que son pesimistas. No hay en ellas magia con la
técnica basta. (Jünger).
De ahí el avance del cálculo y de
su apreciación práctica hace imparable la transformación de la sociedad en
puras cifras o números. La técnica ha evolucionado tanto hasta transformarse en
lenguaje mundial; ello hace que la participación de los individuos en la
sociedad se convierta en una participación estadística. (Jünger). Los
<<medios>> y las <<redes sociales>> no sólo anticipan
la opinión y las imágenes del mundo; sino que se convierten en el <Ágora>
de nuestro tiempo. Estamos asistiendo a una especie de analfabetismo y de
ignorancia, por la incapacidad de juzgar, de discernir y de analizar del hombre
actual. Así que, el planeta adquirió un aura
nueva, una epidermis más sensible. Las ondas en sí carentes de lenguaje, están
a disposición de cualesquiera textos o imágenes, que golpean con la virulencia
de la ola al romper. (Jünger).
En el Mundo Moderno la ciencia
por antonomasia es la de la naturaleza y se presenta como fundamento de la
técnica. Pero ésta no es un hecho puramente científico-natural; al mismo tiempo
es un hecho histórico. Además, las cuestiones que la humanidad expone a la
naturaleza están condicionadas por el estadio de su producción. En el
desarrollo de la técnica se han podido percibir los progresos de las ciencias
naturales, pero no los retrocesos de la sociedad. (Benjamín). El lado
destructivo del desarrollo, no reconoce el lado destructivo de la sociedad. La
técnica al servicio del capitalismo industrial, empresarial o financiero, tiene
como meta la producción de mercancías. Su proceso de producción está
determinado por el <<valor>>, la conversión de las cosas en dinero
intercambiables en el mercado de la circulación y la demanda, sociales o
individuales.
En el siglo XX se vivió como la
velocidad de los medios de trasporte, o la capacidad de los aparatos con que se
reproduce la palabra y la escritura, llevan a cabo una revolución en la
percepción, el sentido de la vida y del mundo. Nos dimos cuenta que las
energías que la técnica desarrolla más allá de ese umbral son destructoras. En
primera línea favorecieron la técnica de la guerra y su preparación
publicitaria. (Benjamín). Y se constató en la Primera y Segunda Guerra Mundial
y los conflictos de las naciones del mundo; y también como el hombre no fue
consciente de las energías destructoras de la técnica.
De otra parte, la revolución en
los medios de comunicación de masas y los lenguajes digitales, posibilitan el
paso de las leguas naturales a las artificiales. Se da una ruptura
epistemológica y lingüística en el hombre. En este orden, la sociedad de masas
y la cultura de masas, exaltan la futilidad de la existencia, el
entretenimiento y la diversión, la función y la utilidad, de las cosas y de la
vida. Las unas y la otra, se devalúan y pierden su valor intrínseco,
independiente, y se convierten en puro medio: de la industria de la cultura, el
dinero, la política y el ejercicio del poder. Ahora, la crítica (literaria, de
la obra de arte, de la música, de la poesía o de la filosofía), que asesoran a
las personas en la tarea de juzgar, analizar, criticar, comprender el mundo y
la vida del ser humano, es una <<forma>> de la cultura que propaga
el conformismo, la complacencia y la autosatisfacción. De este modo, las
industrias del entretenimiento y la publicidad, sustituyen las preguntas
fundamentales de la existencia: sobre la libertad, la justicia, el odio, el
hambre, la violencia, el racismo, la tolerancia, la guerra, la paz y el amor,
entre otros.
Somos parte de la civilización
del espectáculo, vacía y oropel, donde el actor de cine o el futbolista,
sustituyen a los grandes creadores de la alta
cultura: la filosofía, la ciencia, la literatura y las artes. Personas que
nos enseñan a afrontar los problemas y no los trivializan, que intentan dar
respuestas serias y no fútiles a los grandes enigmas, interrogaciones y
conflictos de la existencia humana. Ahora, una de las características de la
época actual es la poca importancia que tiene el intelectual y la ínfima
vigencia del pensamiento. Entonces el empobrecimiento de las ideas es la fuerza
motora de la cultural. Los medios audiovisuales, la televisión, el cine y las
plataformas digitales, sustituyen a los libros, los conciertos, el dialogo, la
experiencia y la aventura interior. De ahí que el individuo se encuentra en una
ambivalente encrucijada, de privilegiar el ingenio sobre la inteligencia, las
imágenes sobre las ideas, la burla sobre la seriedad, la banalidad sobre lo
profundo y lo frívolo sobre lo serio; a eso se enfrentan los seres humanos en
la actualidad.
Madrid-España,
11/02/2021