Para el hombre fáustico, ¿cuál es la esencia de la técnica? Sólo partiendo del alma humana puede descubrirse
la significación de la técnica. La técnica es la táctica de la vida entera. La
técnica no debe comprenderse partiendo de la herramienta. No se trata de la
fabricación de cosas, sino del manejo de ellas; no se trata de las armas, sino
de la lucha. (Oswaldo Spengler). Lo importante en el mundo de la técnica no son
los instrumentos, sino el uso de ellos. Así, la técnica, la táctica y la lucha
por la vida, van estrechamente unidos en el devenir del tiempo humano. En el
mundo del hombre fáustico no se trata aquí de cosas, sino siempre de una
actividad que tiene un fin.
En el animal no humano existe,
por el contrario, la <<técnica de la especie>>. Es una técnica no
personal, que no hace parte de la naturaleza humana, sino que es fija y
repetitiva. En la técnica del hombre que es táctica de la vida y vida que
lucha, es inventiva y, transforma el trabajo humano. En la esfera animal cada
individuo se limita a ejecutar lo aprendido de generación en generación. No existen
puntos de inflexión históricos, del pensar y el lenguaje; porque se ubican en
la parte biológica del ser animal.
El hombre, por el contrario, se
asombra, imagina, reflexiona, crea, innova y con el manejo de la libertad, la
experiencia y el saber, rompe con el poder y la verdad. El ser humano es
impredecible, ambiguo, contradictorio, insondable e infinito, en estas esferas
descansa lo humano y lo divino de la naturaleza humana. Por eso, rompe las
cadenas del determinismo económico, político, social y cultural, del mundo que
vive. Esto es política.
La Edad Moderna significa
desarrollo de la técnica, la economía y la ciencia, y el despliegue de
pensamientos determinados por la estadística y el cálculo. La experiencia de la
civilización fáustica es el fin de un siclo de la civilización occidental. Así
que, perdiendo el alma se comprende la significación de la técnica; la técnica
de la vida entera. La pregunta por la técnica desde la esfera del pensar
filosófico, es la pregunta sobre el ser y la verdad. Al filósofo no le interesa
el qué de la técnica, sino el destino de ésta en la verdad del ser.
En la Edad Moderna el hombre
fáustico es el hombre de la fuerza y el poder. Un ser que tiene como meta el
dominio de la naturaleza y de los hombres. No es el que nace por generación
espontánea, sino como producto de una espiritualización severa y enérgica. Una
espiritualización que se apropia de la naturaleza y la vida de los otros, y en
su defecto, los convierte en objetos o números, sustituibles y consumibles. La
espiritualización de la existencia tiende a la abstracción y a la estadística
de la vida y, la objetivación se pierde en el tejido de los lenguajes
digitales.
En esta esfera de la existencia
la condición humana y, en particular la acción entra en crisis. Porque la
técnica y la ciencia en la vida de las personas, deteriora la esfera de la política
con distractores que ocultan el sentido de realidad y de la vida del ser humano.
Así, los medios de comunicación de masas, las plataformas digitales, las
técnicas de mensajería rápida y simultánea, implementan la cultura del artificio sobre los valores del momento oportuno. Esos
que posibilitan las preguntas fundamentales de la existencia del hombre sobre
la Tierra.
El hombre fáustico que
conquista y coloniza tierras lejanas está dando paso a la conquista del mundo
interior del hombre: el alma, el espíritu, la zona de la sentimentalidad y el
cerebro. La antigua ciudadela en la que el hombre se refugiaba de los avatares
de la existencia -el sufrimiento, el dolor, la enfermedad, el hambre, las
injusticias, las discriminaciones, el odio o, la muerte-, da paso a relaciones
de fuerza y de poder, que llegan a lo más profundo de la condición humana.
La acción, la esfera donde el
hombre desarrolla la capacidad de ser libre, y de relacionarse con los otros,
de crear valores de cultura y obras de arte, es decir, construir un mundo
común, se remplaza por un mundo en el que predominan las categorías, los
valores y la realidad de la cultura del
artificio. Se olvida que sólo el hombre está implicado en el destino de la
existencia; por eso, es la verdad del ser, lo que posibilita la existencia del
hombre. En Heidegger lo único que es mundo se expresa en la verdad y el
lenguaje.
De ahí que la crisis de la
cultura se manifiesta como del pensar, del lenguaje y del ser. Así, en esta
alta civilización técnica y de masas, el humanismo no se determina en función
de la historia, el mundo y el fundamento del mundo. Sino en función de la
política, la economía, la técnica y las relaciones de poder. La crisis de la
condición humana tiene que ver con la crisis del logos, del pensar y de la libertad, porque la historia, el mundo y
su fundamento, no posibilitan al ser humano los senderos para guiar y poder
dejar ver, la apertura del ser y de la existencia. El Dasein –el ser ahí, la realidad histórica. Se trata no de
respuestas, sino del preguntar, dejar ver lo interrogado y cuestionado, para
que el ser y el hombre alcancen la altura que les corresponde en la historia y
la vida.
El hombre fáustico en esta
época de desarrollo científico-técnico, los convierte en instrumento de coacción,
dominio y poder. Este tipo de hombre impone la voluntad de poder, en la que la
vida se erige como poder y se levanta con la fuerza que contiene sobre el arte,
la música, el mito, la novela y la filosofía. Para esta estirpe de hombres el
núcleo de la historia está en la acción conquistadora de bienes y servicios, el
dinero y el poder. Por eso, la degradación de la condición humana está ligada a
la conversión del hombre en objeto o número.
Ernst Jünger expresó al
respecto: son climáticas las causas de tal <<numerificación>> o
<<conversión en cifras>>; es preciso buscarlas por debajo de la esfera
política, buscarlas por debajo incluso del lenguaje. (La Tijera). Podemos ver
como la estadística determina cada vez más la vida privada y pública del ser
humano. Es necesario que el hombre encuentre el camino para que ordene las
cosas visibles de acuerdo a su rango invisible. Por tanto, toda obra y toda sociedad
deberían estar estructuradas según ese principio. (Jünger). Si procuramos
hacerlo realidad en la palabra, el pensamiento, la política, la economía, o el
sentimiento estético de la existencia, el juego de las imágenes que la vida
trae consigo, posibilitarían la capacidad de ser libre y que el hombre
trascienda las limitaciones de la vida privada y pública, que implementa el Gran Poder.
Por estar inmerso en el mundo
de la fugacidad del tiempo y de la vida, no se percibe que todas las cosas
visibles deben ordenarse de acuerdo a su rango invisible. Es un susurro que se
escucha en la lejanía que se acerca como la alegoría, que lo fundamental de la
existencia, lo que está detrás del forro de los fenómenos, es lo que importa y
cambia nuestras vidas. Aunque el lenguaje envejezca y el pensamiento no
responda a las apetencias humanas, debemos asombrarnos del delicadísimo equilibrio
que se extiende luego a las demás zonas de la vida.