martes, 20 de abril de 2021

TREINTA AÑOS DE LA CONSTITUCIÓN POLÍTICA DE COLOMBIA

 

 

    

 Julio César Betín López (Abogado –Universidad Autónoma de Colombia, Especialista en Derechos Humanos y Derecho Internacional Humanitario – Universidad Sergio Arboleda – Bogotá, D.C.

 

La Constitución Política de Colombia proclamada el 4 de julio de 1991, cumple 30 años de avatares en medio de tantas contradicciones que se posicionan en el ámbito de los bienes económicos, morales, políticos, jurídicos y culturales de los colombianos.  Se convierte en un armazón político donde se pretende garantizar constitucionalmente a la sociedad, la vida, la convivencia, el trabajo, la justicia, la igualdad, el conocimiento, la libertad y ante todo la paz.

 La vida y la dignidad humana que toda persona en su fundamento ontológico alcanza, por su naturaleza del ser en cuanto ser, son derechos fundamentales plasmados en la Constitución de 1991.Donde la relevancia de los derechos individuales y sociales, aunados a los derechos inalienables de la persona humana, están inscritos en la corriente de pensamiento contemporáneo como seres libres y creadores. Derechos que son preexistentes al derecho positivo, ámbito donde se determinan las categorías fundamentales del individuo, como realidades humanas –sociales, morales, éticas, políticas o económicas-; así como, la manera en que se relacionan entre sí formando el tejido de nuestra sociedad.

Es necesario destacar que, en la última década del siglo pasado, y especialmente en los primeros dos decenios del nuevo milenio, la violencia ha ocasionado tantas lágrimas, sufrimientos y dolor humano, que están representados en más de 6.402 “falsos positivos” y continuos asesinatos sistemáticos a líderes sociales, masacres y crímenes de lesa humanidad. Y, también se han registrado miles de personas desaparecidas, asesinadas y desplazadas por la violencia. Además, se convierten en hechos terroríficos y espantosos que nos dejan sin esperanza de vivir en paz, en tolerancia y fraternidad, entre todos los colombianos.

Por tanto, la conciencia de los colombianos en el transcurso del siglo XX y las dos primeras décadas del siglo XXI, se convirtió en una actitud social y psicológica caracterizada por una aversión a la vida humana. Porque el odio, el sufrimiento y la muerte, en la cultura de la guerra dan prioridad al ejercicio del poder, el dinero y los intereses de una selecta minoría, sobre la vida, el bienestar y la convivencia, entre los colombianos. Que en la esfera de la política y del ejercicio del poder, han posibilitado que nuestra Constitución vuele por los aires en algunos aspectos como una costra seca. Ernesto Sábato dijo que, como ciudadano, como persona con sentido común, el escritor o cualquier individuo tiene el deber moral, por ser parte de la sociedad y del devenir histórico de sus pueblos, de denunciar y protestar cuando se comenten atrocidades contra la libertad, la justicia social, la igualdad, la democracia, la dignidad humana y la vida. Son acontecimientos importantes que debemos enfrentar para referirnos a estos treinta años de nuestra Constitución Política de 1991.

El economista colombiano Jorge Child, en su libro <<Fin del Estado>>, señala que después del derrumbamiento del bloque socialista soviético, se dejó el campo libre tanto al neo-individualismo y al neo-capitalismo, al desaparecer la razón de ser de la <<guerra fría>>. De allí, el reacomodamiento normativo constitucional de 1991, con la apertura, la internacionalización y la globalización de la economía; también las reformas constitucionales latinoamericanas, que posibilitan la conversión de los EE.UU. en una potencia económica, tecnológica, militar y política en la esfera internacional, mientras el pueblo colombiano se debatía en una guerra fratricida entre connacionales. Una guerra aupada por los recursos naturales y los intereses de una selecta minoría de colombianos y de Empresas Transnacionales.

Reflexionando sobre la ola de violencia y la guerra vivida en Colombia durante estas últimas tres décadas, aunque nuestra Constitución Política garantiza la vida y la dignidad humana. Se observa una flagrante y constante violación de las normas constitucionales, de los derechos humanos y las libertades, que han incrementado la barbarie y los asesinatos contra la población civil.

En ese sentido, el modelo económico implícito en la Constitución de 1991, muestra los entresijos de nuestra Carta Superior y el enorme poder de los que imponen las reglas sobre los Estados, por ser los dueños de las fuentes petrolíferas y de los hidrocarburos. Así pues, su influencia a través de las Grandes Corporaciones, las Empresas Transnacionales, el Capital Financiero Internacional, la Industria Militar y las Nuevas Tecnologías de la Información, se posesionan en el ámbito internacional como un poder hegemónico.

En Colombia y otros países latinoamericanos, en cambio, utilizan estrategias como la del narcotráfico que no sólo degradan el Poder Público, sino que deslegitiman el Estado democrático Social de Derecho y en contubernio con la selecta minoría que gobierna a Colombia, violan la Constitución y la soberanía nacional. Y, esto es sumamente grave cuando está en juego la legitimidad del Estado de Derecho, la democracia, la libertad, y el futuro de las nuevas generaciones de colombianos.

Hoy se ha dejado al descubierto el complot de los silencios alrededor de todos los hechos que han ensombrecido los derechos individuales y sociales consagrados en la Constitución de 1991, que hubiesen salvado la paz y la convivencia pacífica en Colombia. Es evidente que los poderosos del mundo no develan los móviles o los medios reales de sus acciones y siguen utilizando el narcotráfico como cabeza de turco, en las estrategias para ejercer el poder en Colombia sin consideración alguna.

En estos tiempos al cumplirse 30 años de promulgada la Constitución Política de 1991, con 55 reformas y los impactos del desarrollo tecnológico, la singularidad tecnológica, los avances de las tecnologías 5G; es decir, las cuatro grandes tecnologías del futuro: la nanotecnología, la biotecnología, la infotecnología, la congnotecnología y la crisis sanitaria que agobia a la humanidad entera con el Covid 19, y, en su defecto, el misterio de una Tercera Guerra Mundial Biológica, que impelen al Gran Poder del mundo a acordar nuevas formas de gobernar y convertirnos en ciudadanos sin fronteras. Así, todos estos avances vertiginosos podrían dar paso a una Nueva Carta Política Global, con el deseo que sea real y efectiva.

Finalmente, se espera que el 2022 traiga nuevas luces de esperanzas para la paz, la vida digna, la convivencia pacífica y el cumplimiento de los derechos inalienables de la persona humana en Colombia. Porque el tejido social y cultural en el siglo XX y los dos decenios del siglo XXI, demuestran que están seriamente dañados en sus “centros vitales” y reservas decisivas de inteligencia, de elasticidad intelectual, de talento político quedaron aniquiladas. Ese conjunto de potencialidades mentales y físicas, se perdieron a fin de que se preservaran y pudieran ir evolucionando el hombre colombiano y sus instituciones.

Pero el odio, el horror, el sufrimiento, el dolor, se interiorizaron en el cuerpo social y las instituciones, generando en Colombia un malestar mental, espiritual y material. Que se expresó en la violencia, el hambre, el desempleo, la inflación, el caos, el resentimiento y el despropósito en la sociedad, el Estado y las instituciones. Así que, el derramamiento de sangre, la desaparición forzada, el sufrimiento y la muerte, prevalecen ante la cordura y la convivencia pacífica. Esa, que en sus posibilidades ofrece que, el hombre adquiera la cualificación de humano; o, lo que es lo mismo, la semejanza entre los hombres. Como dijo Ernst Jünger: “Estamos refiriéndonos a la persona libre, tal como fue creada Dios. Ese hombre no representa una excepción, no es una minoría selecta. Antes, al contrario, se halla oculto en el interior de todos y cada uno de nosotros”.