lunes, 14 de diciembre de 2020

PINCELADAS SOBRE EL CUADRO DE LA EDUCACIÓN Y LA CULTURA EN LA ACTUALIDAD

 

     

 

Antonio Mercado Flórez. Filósofo y Ensayista.

 

Jorge Luis Borges dijo que, la mente que una vez lo soñó volverá a soñarlo; mientras la mente siga soñando, nada se habrá perdido. Schopenhauer pensó en la posibilidad de la mente humana como una y única, donde la forma permanece, sólo cambia la máscara de esa forma en el devenir histórico. Que no es otra cosa que la Historia misma. Así, el pasado es indestructible; porque siempre vuelve en las formas del mito, la historia, el saber y la cultura. Aun en medio de la felicidad que viva el ser humano está condenado a soportar sobre sus hombros el peso de la historia y la tragedia de su vida. Así, la visión del espíritu y del alma es inconmensurable, abarca más allá del horizonte donde se ancla la visión sensible; y explora con las herramientas que ofrece el arte, la música, la filosofía; la condición humana y la cultura.

La cultura no goza de libertad, sí se identifica con el Estado y sus instituciones, el <valor>, que la convierte en mercancía en el mercado de la circulación y la demanda. Así que, la cultura no es el Estado, ni el ejercicio del poder, ni el dinero bancario, tiene que ver con el espíritu, la sensibilidad, la imaginación, y <<la facultad peculiar de todos los objetos culturales: la facultad de captar nuestra atención y conmovernos>>. (Arendt). Por tanto, el Estado y la cultura no son lo mismo, porque al ponerse al servicio de éste degrada sus cualidades fundamentales y se convierte en mendiga de las dadivas del ejercicio del poder. En otros términos, de los intereses de los gobernantes y del Gran Poder.

La hybris del progreso exalta la avidez, la economía, el despilfarro material y vital. Dice Rafael Argullol: <<Aprender sería aprender a desarticular la civilización de la hybris. Educar al hombre en un nuevo contrato existencial, con sus derechos y sus deberes, en que la vida, lejos de ser un objeto de saqueo, fuese un objeto de armonía. Claro que eso implicaría hacer una verdadera revolución espiritual, algo más delicado que cualquier revolución de otro tipo>>. Se trataría de una transformación pedagógica que forma o distorsiona la individualidad para siempre. <<Un nuevo concepto de educación desbordaría, con mucho, el marco de las escuelas y universidades para afectar la mente del hombre>>. Se trata de despertar la inquietud, la imaginación, la sensibilidad, y elevar el espíritu del educando a las esferas del arte, el conocimiento, la sabiduría y la cultura. En un ámbito como este hay que tener en cuenta que al hombre hay que dejarlo que crezca primero dentro de sí. (Jünger). 

En la sociedad de masas y la cultura de masas, los iconos de la sociedad de consumo, son el equivalente proletario de la riqueza burguesa, y la ostentación vulgar del bienestar de los trabajadores proporcionado por el Estado social de Derecho […] La privacidad de los pobres se esfuerza en disimular esa penuria espiritual en una aparente opulencia que se acredita mediante su exhibición constante. (Argullol).

Somos parte de una época que ha convertido en irrisorio todo lo que tiene valor y, en particular, los valores éticos y morales que dignifican la vida humana. En el mundo actual los valores ligados al individuo: la libertad, la justicia, la igualdad, el derecho, la razón, etc., pierden su contenido teórico para entrar en ligazón con la soberana violencia, el autoritarismo, la guerra o, la dictadura de la fe. En los últimos tiempos los conceptos de los que dominan no han sido siempre los espejos en los cuales ha nacido la imagen de un <orden>. Que posibilite al hombre confrontar la vida objetiva (las injusticias, el dolor, el hambre, la dignidad, el sufrimiento, la libertad, etc.), con los saberes inútiles: como el arte, la música, la literatura, la filosofía o, la cultura. En la actualidad hay que tener presente que, en todo movimiento vital, las fuerzas demoniacas se ocultan detrás de las cualidades ordenadoras. (Jünger).

La pérdida de confianza en sí mismo del hombre moderno, lo obliga a recurrir a un violento sentimiento subjetivo, que lo induce dice Nuccio Ordine: a apropiarse la utilidad de los saberes inútiles. Saberes que se contraponen a la utilidad dominante del interés económico que mata de forma progresiva la memoria del pasado, las disciplinas humanísticas, las lenguas clásicas, la enseñanza, la libre investigación, la fantasía, el arte, el pensamiento crítico; aquí el horizonte civil debería inspirar toda actividad humana.

En las esferas del utilitarismo, a saber, una maquina vale más que un poema, un coche más que una novela, una vaca más que una sinfonía: porque es fácil hacerse cargo de la eficacia y la eficiencia, mientras que resulta cada vez más difícil entender para qué sirve el arte, la música, la literatura, o, la filosofía. Nadamos en un mar de mendicidad espiritual y mental, donde en las olas de la vida del ser humano prevalece lo abstracto y cuantitativo, las máquinas y la velocidad, que desembocan en la cultura del artificio. Donde predomina lo fugaz, el consumo, y las cosas vacías del mercado de la circulación y la demanda. En momentos de crisis de la condición humana como la actual, ciertas personas deberían abstenerse de hablar de libertad, de justicia, de razón, de humanidad; deberían abstenerse de ello por escrúpulo espiritual. (Arendt).

De lo que se trata en la actualidad es, mostrar y trasmitir que la educación, la sabiduría y la cultura, pueden desafiar una vez más las leyes del mercado, el poder y el progreso. Yo puedo poner en común mis conocimientos sin empobrecerme. Puedo ensañar a un alumno la teoría de la relatividad o leer junto a él una página de Montaigne dando vida a un proceso virtuoso en el que se enriquece, al mismo tiempo, quien da y quien recibe. (Ordine). Por eso, la educación y la cultura son algo mágico, ya que forman o, transforman la cualidad del ser. Eso que posibilita a los hombres alcanzar la categoría de persona.

En este orden, sí lo sublime y eterno se envilecen, desaparece el sentimiento del humanismo: la semejanza entre los hombres. Y, así, <<precipitándose en la parte baja de la rueda de la Fortuna, toca fondo. El hombre se empobrece cada vez más mientras cree enriquecerse:

Como dice Cicerón en las paradojas de los estoicos: Si diariamente defraudamos, engañamos, buscas y hacer componendas, robas y arrebatas con violencia, si despojas a tus socios, si saqueas el erario entonces, dime: ¿significa esto que te encuentras en mayor abundancia de bienes o que careces de ellos?

Así también lo percibe el Pseudo Longino (vivió entre el Siglo I y el III d. C.), en Sobre lo sublime: <<Ese afán insaciable de lucro que a todos nos infecta […] es lo que nos esclaviza […] La avaricia es, ciertamente un mal que envilece>>. Siguiendo estos falsos ídolos, el hombre egoísta no dirige <<ya su mirada hacia lo alto>> y <<la grandeza espiritual>> acaba marchitándose. En esta degradación moral <<se cumple la paulatina corrupción de la existencia, no queda espacio para ningún sitio de sublimidad. Lo sublime dice el Pseudo Longino, para existir requiere también libertad: <<La libertad es capaz por sí sola de alimentar los sentimientos de las almas nobles, de dar alas a la esperanza>>. (Ordine).

En un mundo limitado por las necesidades biológicas, la técnica y el Gran Poder; la libertad, la educación y la cultura se domestican y se diluyen en el huero concepto de sí mismas. El ser humano tiende a edificar la existencia sobre los aparatos, la economía y el poder; por eso ha de saber cuáles son aquellos sitios donde no es licito traficar con su decisión soberana. Y, frente a esto la única esperanza que queda es no entregarse indefenso de la mente y el espíritu, a la crueldad, la violencia, el odio, la discriminación, el racismo, la pobreza, la xenofobia y la muerte, por unas pocas monedas de lo actual. O, desde otra perspectiva, por así decir, el predominio en el espacio público y privado, de la civilización del artificio.

 

                                                               Madrid, España 12/12/2020