sábado, 20 de marzo de 2021

LA IDEA DE LO TRANSITORIO EN OSWALD SPENGLER

               

 

 Antonio Mercado Flórez. Filósofo y Ensayista.

 

Estamos en las postrimerías de un tiempo y de una forma de la historia que contiene en sí misma, el nacimiento y la muerte, la novedad y lo viejo. La cultura y la civilización occidental están llegando a su fin como forma de vida. De este modo, todo lo que existe es frágil y transitorio. Los pueblos, las naciones, los Estados, las instituciones, las lenguas, las religiones, las artes, en su cultura. Porque la forma interior de un pueblo se desvanece con sus generaciones. Así como desaparecieron un día las Grandes culturas (la babilónica, la persa, la egipcia, la hebrea, la griega, la romana, etc.), también lo hará la civilización y la cultura occidental. Desaparecerá el espectáculo de la historia universal y el hombre y con él la vida animal y vegetal sobre la Tierra. Y, también el sol con sus sistemas solares. Todo es transitorio.

 Llegará un día en que habrá cesado de existir el último retrato de Rembrandt, de Goya o de Picasso y el último compás de Mozart, aun cuando siga habiendo todavía lienzos pintados y partituras grabadas; ese será justamente el día en que hallan desaparecidos los últimos ojos y los últimos oídos capaces de entender el lenguaje de esas formas. Entonces, transitorio es todo pensamiento, todo dogma, toda ciencia, toda religión, que dejan de existir tan pronto se extinguen las almas y los espíritus en cuyos mundos sus <<eternas verdades>> parecieron verdaderas. Tan pronto dejan de existir las civilizaciones y las culturas donde tomaron forma y sentido en la historia universal.

Transitorio son los pueblos y sus generaciones, que contemplaron los mundos esterales, el sol, la luna y las estrellas, en su devenir cósmico. El rio de Heráclito, que simboliza el tránsito del tiempo, de la vida a la muerte. Un animal no sabe del tiempo ni de las figuras que toma en la historia universal; porque no tiene consciencia, ni reflexiona ni sabe de lo sido ni del futuro. Él está anclado en el presente-actual, ya que lo que le interesa es la vida biológica, no la mente ni el espíritu. Pero cuando desaparece la imagen del pasado, desaparece asimismo el anhelo de dar a lo transitorio un sentido más profundo. Así pues, puede expresarse la idea del macrocosmo humano con las palabras: todo lo transitorio es un símbolo.

El hombre por naturaleza es un animal simbólico. Las culturas viven mientras vivan sus símbolos. La función de los símbolos es defendernos del terror. Ni el movimiento trágico ni el movimiento técnico –si es licito emplear estos términos para distinguir los fundamentos de lo que es vivido- agotan la realidad del ser viviente. Somos seres en constante movimiento; aun cuando las cortinas de la noche cierran los ojos y el espíritu y los sentidos duerman.

De ahí que, todo movimiento propio tiene expresión, todo movimiento ajeno produce impresión; de suerte que todo cuanto se da en nuestra conciencia, sea cual fuere su forma –alma y mundo, vida y realidad, historia y naturaleza, ley y sentimiento, sino, Dios, futuro y pasado-, todo, para nosotros, encierra otro sentido, que es el más profundo. Y el único medio, el supremo para hacer comprensible lo incomprensible, consiste en una especie de metafísica, para lo cual todo, sea lo que fuere, tiene la significación de un símbolo.

Los símbolos son signos sensibles, impresiones últimas, indivisibles y, sobre todo, involuntarias, que poseen una significación determinada. Un símbolo es un rasgo de la realidad que, para un hombre con sus sentidos alerta, designa inmediatamente algo que no puede comunicarse por medio del intelecto. De este modo, todo lo que existe en la naturaleza y en el mundo hecho por el hombre, es símbolo. Así que, todo es impresión simbólica que el universo produce cuando estamos despiertos. Percibimos ese lenguaje en las horas de recogimiento. Por otra parte, el sentimiento de una comprensión homogénea es el que, sobre la humanidad universal, reúne y destaca ciertos grupos, familias, clases, tribus y, finalmente, todas las culturas.

Esa es la idea del macrocosmos, de la realidad como conjunto de todos los símbolos de un alma. Por tanto, en el momento que el hombre empieza a reflexionar sobre la muerte, y la incluye en su espíritu, sus sentimientos, sus obras, previsiones, manipulaciones, cesó la inmediata e instintiva vida animal, y nace lo que Spengler llamó: la Cultura.

Desde el momento de la existencia, cuando el hombre se hace hombre y conoce su inmensa soledad en el universo, es cuando despunta en su corazón el terror cósmico, bajo la forma puramente humana del terror a la muerte. Toda religión, toda filosofía, toda ciencia natural, tiene aquí su punto de partida. El lenguaje de todo gran simbolismo va unido al culto de los muertos, a la forma del enterramiento, al adorno de la tumba. Así que, el terror primigenio es el origen de todo sentimiento histórico. La solicitud vigilante por la vida, que aún no ha pasado, es la que inspira la solicitud por el pasado. Toda nueva cultura despierta también con una nueva <<intuición del mundo>>; esto es, con una súbita visión de la muerte. 

En este orden, las cosas no son realmente reales en el mundo; tienen también un sentido, que depende de cómo nos aparecen en la intuición que tenemos del mundo. Todo lo que existe se convierte para el hombre en una magnitud simbólica. Por tanto, la esencia de todo simbolismo auténtico -inconsciente e íntimamente necesario— tiene su origen en el conocimiento de la muerte, que nos descubre el misterio del espacio. Así, todo producto es transitorio.

Dentro de pocos siglos no habrá cultura y civilización occidental; y no porque la serie de generaciones humanas se hubiese acabado, sino porque no existe ya la forma interior de un pueblo, la que había reunido a un gran número de generaciones en un gesto común. Cuando se degrada en sus contradicciones el halito de un pueblo, desaparece la esencia que lo determina. Esa forma interior que posibilita la expresión de un pueblo, en las formas del conocimiento o en sus sentimientos: como el arte, la música, la arquitectura, la poesía, la literatura, la técnica, la ciencia o la religión. etc.

Bueno bien, lo que trata de hacer Spengler es comprender la era fáustica, la esfera política, económica, social, artística, religiosa, mitológica, y la ciencia y la técnica, por el espíritu de los siglos precedentes. Así, poder comprender, analizar y criticar, la Época Moderna y sus diversas formas de expresión, en el ámbito de la civilización occidental. Comprendió que un problema político, económico o social, no puede entenderse partiendo de sí mismo; hay muchos rasgos esenciales que actúan en las profundidades. Efectivamente, la imagen histórica, la imagen natural del mundo, no contiene nada que no sea la encarnación de las más profundas tendencias. 

Se da cuenta que, con los ojos de las Antiguas culturas y civilizaciones, podemos comprender los avatares del presente-actual. A partir de aquel momento aparecieron ante sus ojos, una multiplicidad de relaciones, que no se perciben en la superficie de los hechos actuales. Se da cuenta de la afinidad que existe entre las formas de las artes plásticas con la guerra y la administración del Estado. Comprendió la profunda afinidad entre las formas políticas y las matemáticas, la música y la plástica, la economía y el conocimiento. Como también las relaciones internas que unen las modernas teorías de la física y la química a las representaciones mitológicas de los antepasados germánicos.

Así pues, todas las formas de cultura y de civilización, tienden a seguir la misma tendencia espiritual; como los grupos de afinidades morfológicas, expresan simbólicamente una índole humana en el conjunto de la historia, y poseen así mismo, una estructura rigurosamente simétrica. Esta perspectiva es la que descubre el verdadero concepto de la historia. Y como ella, a su vez, es síntoma y expresión de una época. Como dijo Walter Benjamín: queremos leer en la vida y en las formas perdidas y aparentemente secundarias de aquella época, la vida y las formas de hoy.

 

                                                         Madrid-España- 20/03/21