jueves, 5 de octubre de 2023

 

                                                               Ernst Jünger

                                         Iluminaciones Sobre la Época Moderna

 

Antonio Mercado Flórez. Filósofo y Pensador.

 

Ernst Jünger pronosticó en los años 30 del siglo XX, una realidad que ahora es cotidiana en la actualidad. El mundo del Titán y del titanismo (del técnico y del colectivo técnico). El predominio científico-tecnológico y, la técnica como “estructura de emplazamiento”. Así como la fotografía: un modo especial de ver, un modo cruel; el cinematógrafo; las relaciones inconexas entre las masas y el dinero; el deporte: que pasó de la competición a un proceso de medición exacta, el rostro carente de alma, trabajado como en metal, en el que se expresa el “tipo”, o sea, la raza del trabajador; el paso de la muerte mítico-ritual a la muerte fría y distante; la cosificación y la objetivación del hombre: la segunda consciencia, vernos como un objeto; el tránsito de la edad de la seguridad, a la época donde predominan las valoraciones técnicas.

Asimismo, el alejamiento de la literatura que describe los más sutiles procesos psicológicos y espirituales, a una especie de relato exacto y objetivo; el trasplante de órganos artificiales; la objetivación de nuestra imagen del mundo, que incide en la relación con el dolor, el sufrimiento, la muerte; los medios de información  como medios totales que esconden formas especiales de disciplina, y que el carácter instrumental no se limita a la zona propia del instrumento, sino que intenta someter también el cuerpo humano. (Ernst Jünger).

Estamos inmersos en una especie de dialéctica artificial en la que el lenguaje natural que comunica contenidos espirituales, da paso a las imágenes y a los lenguajes digitales que responden a la Civilización del artificio. Donde las relaciones artificiales predominan sobre las relaciones de sentido. Igualmente, la cosificación, la numerificación y la objetivación de la existencia, crean la segunda consciencia, en la que ser humano se observa como objeto o número. Tenemos la impresión en que ya han quedado sustraídas las zonas de la sentimentalidad.

Una carne disciplinada y uniformada por la voluntad suscita la idea de que se ha vuelto más indiferente a las heridas. El deporte, por ejemplo, es sólo una de las áreas en que cabe observar que el perfil humano está endureciéndose y aguzándose o también galvanizándose.(Jünger).

En la actualidad son las valoraciones técnicas las que predominan en la Civilización del espectáculo y la Cultura de lo efímero. Ámbitos donde prevalece la futilidad de la vida sobre el sentido de la existencia, del mundo y la realidad. En consecuencia, la objetivación de la imagen del mundo está trastocando el sentido de la existencia y de la muerte. Estamos en una época de tránsito de la muerte mítico-ritual a la cosificación de la vida y la muerte. El “rostro de la muerte” cambia, por una parte, en la sistemática ocultación de ese mismo rostro, su retiro de la mirada colectiva, y, por otra, de manera esencialmente vinculada a lo primero, en lo que se podría llamarse la privatización del morir. Esta transformación en el modo en que los seres humanos se relacionan con la muerte, la de los demás y la suya propia, debe asumirse acaso como la clave desde la cual cabe entender lo que en definitiva está en juego en la valoración benjaminiana de la narración.   

            La muerte es la sanción de todo lo que el narrador puede referir”. 

La muerte, en cierto modo, es la bisagra de la narración. Porque la confirma y adquiere carácter solemne y alcance de autoridad. Además, la índole auratica de la narración, el arcaísmo que porta en sí misma, no es otro que, el fundamento de la comunicación y, así también, fundamento de comunidad. En el presente y el mundo técnico, la narración se encuentra en crisis por la primacía de la técnica, la objetivación de la vida, la estadística y la cosificación de la existencia.

En la civilización técnica, de sociedad de masas y cultura de masas, pasa por alto que, la muerte marca el límite del lenguaje y la posibilidad constitutiva del silencio. Porque en esta civilización predomina la algarabía de los lenguajes digitales y las imágenes en movimiento. Así, la Civilización del artificio se estructura y funciona como un mundo cruel. Donde la segunda consciencia, esto es, la objetivación de la vida quebranta la condición humana. La posibilidad que el ser humano alcance la categoría de persona y una escala de valores horizontal que reconozca y respete los derechos y la libertad humana.

En todo caso, se trata de un concepto que pertenece al núcleo de la filosofía de la historia de Walter Benjamín que anuncia en su época temprana en El origen del drama barroco alemán. Que evocando el relato de Hebel, lo que hace el narrador es reinscribir la historia humana en la historia natural, apelando precisamente a la muerte como la instancia, el lugar, el acontecimiento en que se cruzan de modo absoluto y no resuelto una y otra. Así se puede pensar en los procesos de simbolización de la muerte guiados por el afán de sustraerla a la dimensión puramente natural de su incidencia histórica.

Se trata de ver también, como la narración pasa a un segundo plano en el sistema general de la información, que está dirigida a informar a los sujetos receptores, determinando su interés, y no a suministrar elementos para la conducción de la vida o la orientación en el mundo. (Benjamín). Se trata de iluminar la narración y la comunicabilidad de los contenidos de la experiencia, en la historia humana y la historia natural. Para que la comunicación restaure los contenidos espirituales que le corresponden y comunique el sentido de la existencia animada o inanimada, del mundo y su realidad.

Somos parte entonces de una época de transición donde el ethos clásico da paso al de la ciencia y la técnica. Donde la idea de Progreso no manifiesta en la consciencia de los hombres la esperanza y la seguridad que brindaba en el siglo XIX. En el mismo orden en el progreso se percibe la relación entre el desarrollo de la técnica y los instrumentos bélicos para la guerra. Pero también como la Gran ciudad es el espacio donde la civilización y el progreso se entrelazan y, se oponen al concepto de Cultura.

Y, cómo la idea de progreso se convierte en instrumento de poder, dominio o coacción del ser humano. Como el progreso coarta la libertad y la igualdad entre las personas. Y como vivimos el paso del logos clásico al logos situado en su parte material; en otros términos, el predominio de las imágenes sobre la palabra, de las redes sociales o de las Plataformas Digitales. En este orden del pensar, la lengua se ha situado en su parte material y, deviene cada vez más objetivada y vacía de contenidos espirituales. Esto genera en la vida una degradación de los valores y de la condición humana.

Este tránsito de la cultura occidental posibilitó a Ernst Jünger pensar la ubicación del hombre en la época actual. Así que, por ejemplo, en la edad de la técnica los medios y los métodos de la conducción de la guerra llevan a cabo modificaciones más rápidas y radicales que las realizadas en épocas anteriores. (Jünger). La globalización, por ejemplo, posibilita la comercialización, la producción del rendimiento, la venta y el consumo de mercancías; como también la proliferación de los aparatos tecno-militares y las guerras globales La técnica, por tanto, no sólo influye en la confrontación bélica, sino que crea modos nuevos de combatir.

   Y permite percibir la 

           mortal rivalidad entre la fuerza del hombre y la fuerza de la máquina”.

Desde otra perspectiva la globalización pone en práctica el paradigma ideológico del liberalismo político y económico que confunde la libertad y el mercado, la libertad y la propiedad. El mercado entonces es un espacio de ejercicio del poder, no de la libertad. El poder de los mercados se hace evidente con la globalización. Desde el momento que los mercados trascienden las fronteras nacionales, los poderes económicos han revelado ser el poder global y su fortaleza va más allá de las fronteras nacionales. Porque no existe esfera pública nacional e internacional que los limite y regule en derecho, por eso nada ni nadie está a la altura del poder que ejercen en el mundo.

Precisamente, en la historia de la cultura y la civilización occidental, el espacio de lo técnico se relaciona con los instrumentos técnicos para la guerra y las máquinas como una expresión nueva del espíritu. El espíritu que viene tomando forma desde hace mucho tiempo en nuestro paisaje es, de ello no cabe duda, un espíritu cruel. (Jünger). Porque responde a las apetencias de la razón y no del sentimiento, del amor o la fraternidad humana. Ahora se percibe en Internet y las redes sociales. Donde el Estado técnico es la expresión sofisticada de la crueldad, la discriminación y la segregación de las minorías étnicas y sexuales.

Somos parte de la época de la velocidad, del maquinismo y los medios de transporte, y vemos como la capacidad de los aparatos con que se reproduce la palabra y la escritura, sobrepasan las necesidades. Las energías que la técnica desarrolla más allá de ese umbral son destructoras. En primera línea favorecen la técnica de la guerra y su preparación publicitaria. Dicho desarrollo se realizó a espaldas del siglo XIX. No fueron conscientes de las energías destructoras de la técnica –dijo Walter Benjamín.

De ahí que los Estados son más amenazadores y se hallan más pertrechados de armas que nunca. Que, en cada uno de esos detalles, los Estados se orientan al despliegue del poder; y que disponen de tropas y arsenales sobre cuyo destino no es posible albergar ninguna duda. Estamos viendo cada vez más claramente como el ser humano en las batallas o fuera de ellas, puede ser sacrificado sin reparos. (Jünger). De ahí que las máquinas teletanatologicas producidas por las tecnologías punta de Investigación Artificial –drones, robots, Ordenadores cuánticos, etc.), han sofisticado el dolor, el sufrimiento, la habituación y la insensibilidad ante la muerte. Y expresan un desaliento moral, político y social, en el mundo globalizado. Porque prevalece la segunda consciencia sobre el cuerpo y la vida en general.

El ser humano vive un proceso de aceración. Recordemos a Jünger en Sobre el dolor: “la cuestión que se plantea es que si esa segunda consciencia que vemos entregada tan insaciablemente a su trabajo le está dando también un centro a partir del cual quepa justificar en su sentido más hondo la creciente petrificación de la vida. También la cuantía del dolor susceptible de ser soportado crece a medida que progresa la objetivación. Casi parece que el ser humano posee un afán de crear un espacio en el que resulte posible considerar el dolor como una ilusión, y ello en un sentido enteramente distinto que hasta hace poco tiempo. (Jünger).

Observamos también como en las sociedades diversificadas se están dando articulaciones nuevas en el cuerpo social, que responden al primado de la técnica en los asuntos humanos. Además, en la Cultura del artificio percibimos las articulaciones obedeciendo a “órdenes superiores” que organizan la sociedad de masas y la cultura de masas, en la uniformidad y la objetivación. En el pensamiento de Jünger todas las situaciones se entrecruzan para dar lugar a la “Figura”. Percibe en ella una totalidad, una globalidad, también un tipo significativo. De ahí que reacciona contra la razón disociadora y el pensamiento analítico y, precisa que constituye un conjunto dotado de propiedades que no se encuentran específicamente en ninguno de sus elementos, y así la “Figura” posee un sentido.

          La “Figura” es “un conjunto que posee más que la suma de sus partes”.

Que encarna el espíritu dominante de una época y concede al mundo su principal significación. Por “Figura”, escribe Jünger, entendemos una realidad superior que da sentido a los fenómenos. Desde un punto de vista histórico, la “Figura” no es el producto de la historia como aquello que permite a la historia realizarse. La “Figura” determina el movimiento de la historia, una “Figura” histórica es, en lo más profundo, independiente del tiempo y de las circunstancias de las que ella parece brotar. La historia no engendra “Figura” alguna, sino que se transforma en su contrario gracias a ésta. La historia revela así una metafísica del Ser.

En el Tratado del Rebelde, Jünger dice que nuestra época es pobre en grandes hombres, pero rica en figuras. O, en otras palabras, somos parte de una época de hechos significativos y de actores insignificantes. Esto expresa la cultura de la futilidad, lo pasajero y fugaz de la época actual. En lo político domina la Civilización del espectáculo, la publicidad, las imágenes sobre lo programático del partido; por eso, prevalece la aclamación y la estridencia en la vida pública.

Piensa que la magnitud de las masas informes, pasa de ser una dimensión moral y política a un mero objeto, número o cosa. La sociedad de masas y la cultura de masas, representan en la consciencia del ser humano las relaciones inconexas de la Gran Ciudad, también la segunda consciencia que percibe al hombre como objeto. Así que, la Cultura del artificio está posibilitando la conformación de la objetivación de la persona individual y de sus articulaciones. Además, la zona de la sentimentalidad, el sentimiento de cercanía, del valor no simbólico, fundado en sí mismo, se desvanece y a cambio el movimiento de las unidades vivientes es dirigido a gran distancia.(Jünger).

La Gran ciudad es el ámbito donde prevalecen las relaciones inconexas de las sociedades de masas, el lujo, el poder y el dinero. Así que, la coseidad de las articulaciones posibilita que el hombre responda a los requerimientos del Gran Poder. Estas ramificaciones y múltiples venas se entrelazan con el orden técnico en sí, ese gran espejo donde se revela con máxima claridad la objetivación de nuestra vida y que se halla impermeabilizado de manera especial contra el acoso del dolor. La técnica es nuestro uniforme. (Jünger).

 Así podemos percibir como el

  carácter de confort de la técnica” se entrelaza con el “carácter instrumental de poder”.

Así que, el control de la técnica sobre el hombre, no puede reducirse sólo a algo técnico. En el dominio técnico el humanismo salta por los aires como una costra seca, porque se entiende como el dominio del hombre sobre sí mismo. Técnica y humanismo son dos expresiones de la esencia de la técnica. Así, la planificación total de la vida –coincidente con la objetivación, el pensar y el conocimiento científico-técnico -, nos llevan a creer, que sabremos ordenar y arreglar las cosas y la vida incluso la felicidad. (Josep María Esquirol).

 En la época actual el pensar y las esferas de la vida cotidiana responden a las exigencias del Gran Poder. Que lo induce a caminar por un desfiladero estrecho y funesto que lo lleva al vació total. Y lo compele a vivir en la esfera de la consciencia, de las relaciones artificiales, y de ocuparse de manera exagerada a pensar en la situación en que vive. El Gran Poder le arrebata al hombre la capacidad de asombro, de imaginar o soñar; y lo compele a vivir en las esferas de las necesidades biológicas y materiales.

Se trata de crear la ilusión psicológica que la vida es soportable para todos. Lo cual es mentira. Uno de los senderos que ha de transitar el pensar es develar las mentiras del poder. Que la técnica se extiende por doquier: la política, la economía, la cultura e incluso, la ecología participa de ella. (Esquirol). Que oculta y, a la vez, devela, la miseria y el peligro que representa para el hombre actual. El significado político, económico y social de la crisis, en la cultura.

Existe una correspondencia entre el vaciamiento de los valores de la cultura y la mediocridad. En esta alta civilización técnica y de masas, unos órdenes nuevos han ocupado ya unas posiciones muy avanzadas, pero los valores correspondientes a esos órdenes aún no se han hecho visibles. (Esquirol). Martín Heidegger no percibe el final de la cultura y la civilización de Occidente como Spengler, sino un crepúsculo que deviene oportunidad para iniciar la reconstrucción. Reconstruir desde el montón de ruinas materiales o humanas que han dejado tras de sí –al decir de Walter Benjamín.

Sabemos que la Época Moderna se basan en la peculiar dictadura de la opinión pública. Así pues, lo que se suele llamar “existencia privada” no es en absoluto el ser-hombre-esencial, o, lo que es lo mismo, el hombre libre.(Esquirol). Porque el único hacer de la existencia privada, es, negar la esfera de lo público. Ya que lo público oculta lo privado en las esferas que despliega: en la política, la economía, la educación, lo jurídico, lo técnico, lo científico o lo cultural.

Para Heidegger, la existencia-del-hombre-esencial es, la del hombre libre. Por eso, en la Época Moderna lo que está en juego es la libertad. Parece que estuviéramos inmersos en un dinamismo que induce inexorablemente a la extinción de ésta. Es comprensible la situación en la que se encuentra el hombre de hoy, entrega la libertad por la seguridad. Y olvida que, “la libertad es capaz por sí sola de alimentar los sentimientos de las almas nobles, de dar alas a la esperanza”. (Nuccio Ordine). Porque posibilita reflexionar sobre la crueldad, el miedo, el odio, el amor, la solidaridad, la fraternidad entre los seres humanos. También reflexionar como la crueldad, la violencia, la injusticia, se convirtieron en parte constitutiva de las instituciones modernas. 

Recordemos que

“el mundo ha cambiado y seguirá haciéndolo y, lo hace por necesidad; más con ello ha cambiado también la libertad; no ha cambiado en su esencia, desde luego, pero sí en su forma”.(Esquirol).

Parece que gana terreno cada día la extinción de la libre voluntad o del libre albedrio. Se impone el querer de la voluntad que se quiere así misma, como voluntad de poder y de saber. En la voluntad se esconde también el ser como voluntad de poder.18 (Martin Heidegger). En este orden, el automatismo parece quebrantar con gran facilidad, como si lo hiciera jugando, lo que queda de la voluntad libre. Hemos llegado a un nuevo poder, a unas concentraciones de poder inmediatas, vigorosas. Para poder plantarles cara se necesita una concepción nueva de la libertad, una idea que no tiene nada que ver con los desvaídos conceptos que hoy van asociados a esa palabra. (Jünger).

En la Época Moderna vivimos un tiempo en que la libertad se ha domesticado y diluido no sólo en el huero concepto de sí misma, sino en las relaciones de fuerza –del Estado y sus instituciones, los big data, las imágenes, los números o el Gran Poder. Cada vez gana terreno en la sociedad, la uniformidad y la estadística. Así que, asistimos a una época de vigilancia constante del Estado técnico absoluto. La libertad dejó de ser en el ámbito público, una “figura” del Ser y del hombre. Aquí deja de pertenecer a la esencia del hombre libre e independiente, “autor” de su propia vida. El ser humano ha de saber cuáles son aquellos puntos donde no le es licito traficar con su decisión soberana. (Jünger).

Así, la deriva de partidos autoritarios, la extrema derecha, la xenofobia, el rechazo al otro y a la inmigración; requieren un Estado democrático Social de Derecho, que defienda la libertad de prensa y de expresión, la independencia y la crítica de los medios de información, la lucha contra la corrupción y un sistema judicial imparcial. De esa forma se defiende la modernidad ilustrada y la democracia participativa. También no olvidar que, en Carta sobre el “Humanismo”, Heidegger aparca los principios de la democracia liberal y del mundo burgués; y prioriza el nacionalismo alemán y al Estado técnico totalitario, que niega las libertades y los derechos fundamentales del ser humano.

        Sabemos que,

 algunas veces el pensamiento realiza tareas horribles y degradantes sobre el ser humano.

Estamos entregando la libertad a los instrumentos técnicos y desnudos nos precipitamos a los brazos del Gran Poder. El gran peligro está en que el hombre confíe demasiado en las ayudas de otros y, cuando faltan aquellas, quede desvalido. Todas las comodidades hay que pagarlas. (Jünger). El hombre ha de ser consciente que no ha de perder la esperanza que mora él y la fuerza intima que destruye las barreras del tiempo. Esa impulsa allende de las murallas del tiempo, para asistir al Ser, a los Dioses o, a las Musas.

En esta civilización técnica las seguridades y el miedo funcionan cual muros de contención, así los hombres se conforman con lo establecido. Para que el hombre salga adelante necesita ser libre, al amparo del pensamiento y las formas estéticas. Así puede trascender y criticar el ser que se oculta detrás de la voluntad de poder y, al mismo tiempo, posibilitar caminos y umbrales que permitan ver y entender, la vida y el mundo al que pertenece. Romper las murallas del tiempo para poder enfrentar el enigma de la existencia. Esas herramientas las posibilita la literatura, el arte, la música, la religión, la filosofía o, el encuentro con Dios.

En su defecto, se revelará el ser de la vida, la naturaleza y lo divino, que mora en todos y cada uno de nosotros. Sólo basta que el ser humano se detenga a la orilla del camino de lo fugaz y automático, para que observe y escuche la armonía entre Hombre y Mundo, Hombre y Dios. Porque los signos de lo divino, lo bello y lo eterno, moran en el interior de todos y cada uno de nosotros. Aquí el mundo y la vida se revelarían con un rostro estético y sagrado.

Estamos en un devenir en el que la realidad se falsea en nombre del poder y el dominio sobre el otro. En este ámbito, lo interesante no es el Ser, el lenguaje o el pensar, sino lo automático, lo pasajero y placentero, que ofrece el Sistema como realidad. Todo se consume y pasa en el devenir del tiempo como la tersura de la piel joven a las arrugas de la vejez. Lo sorprendente de la Cultura de lo efímero, consiste en que, lo pasajero y automático no dejan huellas en la vida del ser humano. Todo fenómeno hace parte de lo siempre-igual, la alteridad espacio-temporal de los hechos, la experiencia, se ocultan en la publicidad, el consumo masivo, el deporte, el dinero, el lujo, o, el Gran Poder.

En un mundo como este, la seducción que ejerce la opinión pública sobre el ser humano, se dirige a las pasiones, los sentimientos, los instintos, los mitos, las leyendas, que él crea para legitimar el ejercicio del poder y del saber. De ahí que la opinión pública es efímera como el artificio de la realidad que comunica. Esta tiene una relación intrínseca con la Cultura del artificio. Fugaz al final del día como la noticia que se sostiene sobre el sistema general de la información. El hombre en este ámbito debe dejarse interpelar por el Ser. Sólo así se le vuelve a regalar a la palabra el valor precioso de su esencia y al hombre la morada donde habitar en la verdad del Ser.(Heidegger).

Hay que tener presente que la intromisión del Estado en la vida del ser humano, es, cada vez mayor con pretextos de seguridad, salud pública o sociales. Es algo que resulta sospechoso y hay que manejar con cautela. Porque estamos entregando la libertad, en nombre de la seguridad y la salud. Se recomienda la desconfianza, ya que en tiempos aciagos nos convertimos en objetos del poder. Así, en nombre de un “fichero” o, de una “nube”, podemos ser vigilados, encarcelados o liquidados. De esto se nutren los demagogos, los populistas, los nacionalistas, los autoritarios, para ganarse el favor de las masas.  Frente a la manera en que todo se está volviendo estadístico. Esto es sumamente grave en un Estado democrático Social de Derecho.

Porque una sociedad cuando los demagogos y charlatanes determinan la vida privada o la vida pública, respiramos el aire fétido de las cloacas del poder y las relaciones sociales se degradan en nombre del Sistema o la Estructura. No hay que olvidar que, la sustancia humana permanece y que sólo hay que invocarla para que el hombre desgarre las ataduras de lo funcional, lo siempre-igual; y la done como un presente divino con bondad, con misericordia, con fraternidad, con libertad, con coraje para asumir una responsabilidad diferente.

                  Vivimos gracias a ése elevarnos por encima de las funciones”.   

Recordemos que, en el Estado total, el ser humano es capaz de tratar el cuerpo como objeto. Todas las medidas abocan no a escapar del dolor, sino a resistirlo. Tanto el mundo heroico como en el cultual encontramos una relación con el dolor, el sufrimiento o la muerte, en todo distinta de la que hallamos en el de la sentimentalidad. Mientras que en este último lo que importa es, expulsar el dolor, el sufrimiento, la muerte y excluirlo de la vida; en el mundo heroico y en el cultual es de incluirlos en la vida y de disponer ésta de tal manera que en todo tiempo se halle pertrechada para el encuentro con el dolor, el sufrimiento y la muerte. (Jünger).

En el mundo heroico y cultual, del técnico y del colectivo técnico, la vida va al encuentro del dolor, el sufrimiento y la muerte. Así que, la vida y el cuerpo se objetivan en nombre del Estado técnico absoluto, de Alá o del Líder, que coagula la diversidad de la nación. La lealtad se jura en nombre del Líder, hasta el momento de entregar la vida en sacrificio. Esto sucedió en la Segunda Guerra Mundial con Stalin, Hitler y, ahora en Rusia con Putin.

En el Estado fascista o, autoritario o, nacionalista o, populista, la vida se enajena en nombre del Jefe de Estado, del Presidente, el Primer Ministro, la nación, el partido, la lengua, la cultura o la ideología. La vida individual no tiene valor ante el poder absoluto del Estado y sus instituciones, de la ideología y del partido. En el Estado fascista o, autoritario o, nacionalista, todo se politiza. El Estado incita al ser humano a permanecer en contacto con el dolor, el sufrimiento y la muerte. Aquí predomina la disciplina, tanto la disciplina ascética del sacerdote, dirigida a la mortificación, como la heroica del guerrero, de los grupos de seguridad del Estado, la policía, dirigida a lograr un endurecimiento como el acero, una “aceración”. (Jünger).

Ahora bien, ¿cuál es el rango de los valores existentes? El máximo es tratar al cuerpo como un objeto. En este orden no cabe la esfera de la sentimentalidad, de la subjetividad, ni los Derechos Humanos, tampoco la libertad, el pensamiento, la palabra; lo que importa es la objetivación o, la estadística. Preguntamos, ¿qué respuesta tiene Heidegger o, Jünger, para este mundo in-humano donde prevalece la “aceración”?

Desde una perspectiva metodológica, lo que piensan no se reduce a la solución ni a la superación del problema de la técnica en la época actual. Se trata, por así decir, hacer frente a la penuria y al peligro; a la penuria de la experiencia, del espíritu, del lenguaje, del pensamiento y de la condición humana. Así, el dominio de la técnica coincide con la penuria, que es, a la vez, vecina del peligro. En este orden, el hombre experimenta un vació enorme y al hacerlo se convierte en una pieza más del engranaje. El ser humano piensa que lo que existe lo controla, pero no es consciente de su situación de penuria material, del alma, del espíritu o de la mente. Porque la existencia, la realidad y el mundo, lo trasciende

La penuria es la ausencia de penuria en la vasta extensión de lo disponible –al decir de Heidegger.

La disposición de recursos del hombre moderno, lo condujo a su miseria espiritual, mental y física. En medio de la abundancia, abunda la miseria. Es un sentir del hombre moderno. La miseria predomina en medio de la abundancia de recursos naturales, inorgánicos y humanos. Somos ricos en existencias disponibles, pero pobres en contenidos espirituales, mentales y culturales. Por tanto, dentro del engranaje del Sistema Capitalista, del predominio de la técnica, sólo se cumplen funciones establecidas por el Gran Poder.

Tengamos presente que el peligro que representa la técnica, el mundo como existencia devela que cerca ilumina lo que salva. Se trata de otorgar a los hombres las herramientas conceptuales, sensitivas y reflexivas para develar la verdad del Ser, del mundo y la realidad, para ofrecer a los humanos una nueva oportunidad sobre la Tierra.

Que la esencia del hombre resida en el Ser, el pensamiento y el lenguaje y, no ser tratado como objeto o número. Porque el hombre alberga en su esencia o, la naturaleza que lo constituye, el sentido ontológico de su vida, el metafísico-teológico y el estético de la existencia. Que son los que le dan sentido a la Vida, al Mundo y su Realidad.

          En este orden de ideas:

      La libertad es un complemento de lo posible” –dijo Christian von Wolf.

                                                        Madrid-España a 28/08/2023