viernes, 29 de abril de 2016

LA ENCRUCIJADA DEL HOMBRE ACTUAL.






               Uno sólo no aprende de las derrotas, sino también de los dolores.




Antonio Rafael Mercado Flórez.



En el mundo global interconectado en Red podemos observar la estrecha conexión que hay entre el miedo, el dolor y el sufrimiento, con los peligros que nos amenazan. Por eso resulta difícil decir cuál mecanismo activa al otro para que se generen estás angustias particulares. De ahí que es necesario ir a las fuentes del miedo, del dolor y del sufrimiento, para conjurar sus acechanzas. Más cuando en la sociedad actual la soledad es nuestra compañera. Entonces lloramos y creemos que estamos solos, pero no, los dioses nos acompañan y muestran la luz al final del camino. Esto ha sido así desde los tiempos ancestrales de la humanidad. Así pues, tomamos conciencia que el Árbol del Mundo es manantial inagotable de la vida cósmica, ya que deposita lo sagrado en la vida de los seres humanos. Las culturas arcaicas de Asía septentrional se concatenan con las precolombinas, en que el Árbol simboliza el Cielo y la Sabiduría. Entonces el Árbol de la Vida, representa el universo humano en continua regeneración. Manantial inagotable de la vida de los seres humanos.

Sabemos que es peligroso ponerse en el lugar del que amenaza. <<Si tratamos de hacernos más peligrosos que aquellos a quienes tememos no contribuiríamos a la solución>>. Lo agravaríamos más incluso. En momentos de angustia y de miedo, las armas de la razón, la sensatez y el espíritu, son más fuertes que las de fuego y las bombas. Son más poderosas que aquellos que buscan en el fuego purificador, el más allá. Porque lo que busca quien impone miedo, dolor y terror, es la destrucción de los valores, las costumbres y los signos de unificación de la sociedad. <<El terror es semejante a un fuego que se dispone a devorar el mundo entero>>. De ahí que destruya todo lo que encuentra a su paso, porque necesita espacio para construir un mundo donde se impone el Caínismo, la ironía diabólica y la destrucción. Sabemos que los signos globales son como el azar, no tienen miramientos con nadie. Se trata de poner fin al terror y al dolor, por eso <<quien pone fin al terror y al miedo se legitima como llamado a ejercer el dominio. Y quien pone fin al terror es el mismo que antes ha vencido al miedo>>.

Sabemos que no es posible expulsar el miedo, el dolor y la desdicha de nuestras vidas. <<Tal cosa no llevaría tampoco allende el automatismo –dice Ernst Jünger- al contrario, lo introduciría en el interior del ser humano. Siempre que este delibere consigo mismo continuará teniendo al miedo como su gran interlocutor en el diálogo. En esa operación el miedo aspira al monólogo, a ser él el único en hablar; el miedo se reserva la última palabra tan sólo cuando representa ese papel>>. Pues bien, a medida que se disuelven los poderes colectivos, el hombre individual y su libertad, adquieren poder. Por eso ante la agresión de las potencias atávicas o del Estado; <<de lo único que el hombre sale garante ahora es de sí mismo>>. <<Y es ahora cuando se convierte en antagonista de Leviatán>>, de las fuerzas atávicas, lo irracional, los Sistemas y los mecanismos de poder, que lo dominan.

En la actualidad se trata es de la importancia de la persona individual. Nos estamos refiriendo al hombre común y corriente, al hombre de carne y hueso. Nos referimos al diminuto y frágil ser humano, <<a la persona libre, tal como fue creada por Dios. Ese hombre no representa una excepción, no es una minoría selecta. Antes al contrario, se halla oculto en el interior de todos y cada uno de nosotros; las diferencias que aquí aparecen son únicamente el resultado de la diferencia de grado en que el ser humano haya sido capaz de hacer realidad la libertad que le ha sido otorgada. Para eso es preciso prestarle ayuda  –y se le ha de prestar con el pensamiento, con el conocimiento, con la amistad, con el amor>>. En estos momentos de lazos disueltos y de valores en entredicho, la libertad, el pensamiento y el carácter, son las tres herramientas adecuadas para confrontar los poderes que se entrelazan criminalmente con la técnica, las armas y la muerte. Casi siempre habitan las regiones del mundo subterráneo, oscuras y frías, donde moran los demonios.

En el orden mundial irónico, diabólico que vivimos, el ser humano se está convirtiendo en número o, en objeto; esto expresa el gran malestar de la cultura actual. Porque detrás del concepto de cultura, de la técnica y el progreso, se esconde la destrucción y la catástrofe. Así que, todo lo que abarca el arte <<tiene una procedencia -dice Walter Benjamín- que no podrá considerarse sin horror. Deben su existencia no sólo al esfuerzo de los grandes genios que lo han creado, sino en mayor o menor grado a la prestación anónima de sus contemporáneos. Jamás se da un documento de cultura sin que lo sea al mismo tiempo de la barbarie>>. Sabemos que el malestar de la cultura que hemos arrastrado detrás de sí, <<estaba recogido de una vez por todas en los graneros del presente>>. Si el futuro abre un resquicio de esperanza, sólo podrá devenir del hombre individual, del hombre de carne y hueso, Tú y Yo, con sus dolores y sufrimientos a cuesta. Porque los poderes actuales no sólo reclaman nuestras vidas, sino también la esperanza, el espíritu y la imaginación. De lo que tiene necesidad el hombre es de liberarse.

En el orden mundial es necesario <<dar al ritmo de la historia –dice Jünger-, la interpretación siguiente: el ser humano se redescubre a sí mismo periódicamente>>. Siempre en la historia de la humanidad los poderes establecidos han tratado de <<colocarle sus máscaras propias, poderes que unas veces son totémicos, y otras mágicos, y otras técnicos. Entonces aumenta la rigidez; y al aumentar la rigidez, crece también el miedo>>. Y como colofón <<las artes se petrifiquen y el dogma se absolutiza>>. Los que beben del tiempo abstracto creen que se debe al reinado de los Titanes y del titanismo, del técnico y del colectivo técnico. Y los que se sitúan en el tiempo cósmico, piensan que cada cierto tiempo retornan los dioses y los elementos con sus frutos y destrucciones. Los que así piensan, se ubican detrás del Muro del Tiempo, donde mora el misterio, lo mágico y absurdo de la existencia. Sabemos que los dioses y las musas, retornan cada cierto tiempo, ya que traen y restituyen cosas. Hoy en día se trata de rebelarse contra lo establecido y posibilitar que el hombre ocupe el lugar que le corresponde. Lo importante en la actualidad es <la rebelión de la indulgencia>. Esa que posibilita ver que <<las horas dispensan obsequios. También son distintas pues hay horas cotidianas y horas festivas. Hay ortos y hay ocasos, hay mareas altas y mareas bajas, constelaciones y culminaciones>>.  

Se trata de la vida y su organización, que no esté determinada por el tiempo abstracto, frío, de la estructura, el Estado y los hombres poderosos que ejercen el poder. Que el tiempo valido para la vida, no es sólo, el tiempo cuantitativo, sino que existen otros estratos de tiempo, desde donde podemos mirar la existencia del ser humano. Una especie de tiempo que posibilita la alegría de vivir, y no sólo, la temporalidad que genera dolor, sufrimiento y miedo, al ser humano. Se trata de destruir esa forma de temporalidad que simboliza la vida como un castillo al que el ser humano nunca puede acceder. Según Imre Kertész sólo el castillo podría simbolizar un mundo trascendental. Un mundo dice Kafka donde <<la mentira se convierte en principio universal>>. Ahora porqué K. quiere entrar al castillo: <<por el paradigma, para romper el orden mundial>>. Como dice Kertész: << El castillo no es más que la imagen universal de la servidumbre del consenso […] no deja de ser la imagen universal de la servidumbre del consenso>>. Pues bien, ahora se trata de romper esa simbología y dar a los hombres otras posibilidades de vida.

Ahora sabemos que el tiempo de los Titanes y del titanismo, del técnico y del colectivo técnico, es <<el tiempo que avanza, que progresa –dice Jünger-, no se mide por siclos y rondas, sino por escalas graduadas; es el tiempo uniforme. A cambio, el tiempo mismo adquiere más peso>>. En el mundo actual estamos situados sobre el lomo del tiempo lineal, uniforme, de las manecillas del reloj. En la época actual el tiempo que predomina, es el que camina, que fluye, se escurre y se desliza. Por eso, los poderes actuales se preocupan por el tiempo, como lo hacen por el hombre de carne y hueso, la individualidad y la libertad. Somos parte de una época que responde a las apetencias del capital, de los Sistemas, del dinero bancario, las tecnologías del poder. Así pues, los que se sitúan en el umbral del tiempo abstracto, no son capaz de ver el tiempo que retorna. El de los astros y las estaciones, los dioses y las musas. La idea del eterno retorno –expresa Mircea Eliade- la encontramos en las hierofanías donde manifiestan <<un “eterno volver a empezar”, un eterno retorno a un instante intemporal, un deseo de abolir la historia, de borrar lo pasado, de recrear el mundo>>.

 En la época actual, en cambio, <<nuestros ojos han experimentado una modificación>>. El hombre es incapaz de ver, por ejemplo, como poderes que creíamos conjurados por la razón, el conocimiento y la técnica, se levantan de sus tumbas. Son fuerzas atávicas que destruyen lo que encuentran a su paso. Aunque el tiempo tome la máscara del horror, del dolor y la muerte, desde las épocas remotas viene repitiéndose el mismo espectáculo: <<El hombre se quita la máscara y a ese acto sigue la jovialidad, la cual es el reflejo luminoso de la libertad>>.  Es posible que la servidumbre y la creatividad no sean compatibles en plano ético, tampoco en el de la libertad; porque <<la creatividad es manifestación de lo ético, es decir, en el plano de determinadas formas del arte y el pensamiento>>.

Se trata de darnos cuenta que la vida vivida en la servidumbre y la quietud, es una vida muda. Porque el lenguaje se refiere a la experiencia; la designa y le otorga valor. Esto es: el lenguaje le otorga sentido a la vida. <<El ser humano –dice Kertész- habla preferentemente sobre sus problemas. El pensamiento es el lamento de los hombres: pensar sobre la vida equivale a cuestionarla; ahora bien, sólo cuestiona su propio elemento vital aquel que se ahoga o se mueve en su interior de manera contraria a la naturaleza>>. Se trata de no resignarse, como dijo Platón: una vida que no se cuestiona, no merece la pena vivirla.


                                                          













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