viernes, 1 de julio de 2016

FRAGMENTOS SOBRE LA CRUELDAD EN LA ACTUALIDAD.





            A mis abuelos y a mis padres, que no vieron el renacer de una nueva Colombia.


No es anómalo decir que el dolor y el miedo se han situado en el palpito de la vida actual. De ahí que no pueda sorprender que estas categorías hagan parte de la naturaleza material y espiritual del ser humano. No es una sorpresa que un ser humano vuele por los aires en un estadio repleto de gente o, dispare indiscriminadamente en una sala de baile, y lo revindique en nombre de su Dios. Tampoco que el hambre y la enfermedad estén tiradas en las calles de las Grandes ciudades. No es una sorpresa porque la excepción se ha convertido en norma. De igual manera –dice Jünger— que se vea el genio– es decir: la posesión de la salud suprema— como una de las formas de la demencia, de igual forma que se describe el nacimiento como un fenómeno de enfermedad o que ya no se es capaz de distinguir entre el soldado y el carnicero.

Si el ejercicio del poder es indiferente a las necesidades de la sociedad; existen países donde responde con la fuerza y la coacción. Es más, el poder se concatena a maquinaciones malvadas, que expresan la descomposición de los recursos económicos, sociales, políticos y morales. Así, el miedo y el dolor se convierten en elementos constitutivos de las atrocidades del Gran Poder. Y, vemos entonces entregada a la persona individual a las potencias del miedo, del odio y de la muerte. No olvidemos que generaciones de seres humanos crecimos en estrecha proximidad espacial y temporal, con las matanzas, el odio, la muerte selectiva, la violencia y los campos de muerte. Es la estructura y el significado de la proximidad lo que se debe considerar atentamente; si queremos conocer las fuentes de la historia reciente de lo que aconteció en muchos países.

Puedo asegurar que la guerra que se libró en Colombia, por ejemplo, en la segunda mitad del siglo XX, destruyó generaciones de talentos morales e intelectuales. Y dejó a la vera del camino como escombros humanos muchas de las mejores personalidades del futuro del País. Sabemos que <<reservas decisivas de inteligencia, de elasticidad, de talento político quedaron aniquiladas>>. Es más, ¿Por qué los pilares de la educación, del espíritu religioso, la moral o la ética, resultaron frágiles frente a las potencias de la bestialidad política? ¿Por qué la estética y las reflexiones intelectuales, no estuvieron a la altura para responder a las matanzas y la barbarie política? Creo que todo lo que causa dolor o sufrimiento al ser humano, afecta nuestra sensibilidad, nuestros recursos imaginativos, el pensamiento y la creatividad. Y, por ende, los centros vitales de nuestra cultura y civilización. Simple y llanamente por eso y sólo por eso. Pero, el pensamiento crítico, la estética, los movimientos sociales, están dando testimonio de lo que aconteció en el siglo XX. Así pues, ya nos estamos dejando calentar por el espíritu para que mengue el dolor, la desdicha y el miedo, que aumenta la crueldad en la sociedad.

Aquellos que infligen miedo, dolor y sufrimiento al ser humano, son personas poseídas <<por el ansia de deleites gruesos, opulentos […] Siempre ocurre que es el puro miedo el que provoca los horrores. Así, quien emprende la huida incita ya con ella misma a la persecución; y el hombre que trama maldades se halla al acecho de su víctima -cuando advierte en ésta signos de angustia caerá la última barrera. De ahí que sea importante conservar la presencia de ánimo en los encuentros sospechosos; por ejemplo, cuando alguien nos dirige la palabra en el bosque. En nuestra condición de humanos disponemos de sellos de soberanía que son difíciles de romper si no los estropeamos nosotros mismos; aun los animales sienten el sortilegio de tales sellos. Lo único que se precisa es saber, como el romano Mario, que somos invulnerables>>.

Siempre en lugares de despellejar o, de sudarios <<flota en él también un vaho de lugar siniestro>>. En esos sitios todo se convierte en objeto de dolor y de miedo, y <<es totalmente imposible dejar de reconocer los rasgos de un poder espiritual soberano>>. Este <<espectáculo acontece en un mundo enteramente mecanizado>>, objetizado y numerificado. Un mundo donde el malestar de la cultura hace que opere un <<juego de compensaciones entre el ejercicio estúpido de la fuerza bruta y los sufrimientos estúpidos>> del dolor y el miedo. <<Nuestro tiempo guarda semejanza con un desfiladero estrecho y funesto por el que se compele a pasar a los seres humanos>>.

Las personas que ocasionan sufrimiento <<viven casi enteramente dentro de la esfera de la consciencia, y se ocupan de modo exagerado en pensar en la situación en la que se encuentran. Ofrecen síntomas de eso que se llama <<miedo al examen>>; y también están completamente en vela, y resulta extraño que tenga en ellas un desarrollo tan débil la voluntad de suerte y también la voluntad de recorrer caminos no transitados. En estos casos se tiene siempre la impresión de estar hablando con corredores de fondo o, y esto resulta más angustioso todavía, con corredoras de fondo. ¿Qué será lo que el Weltgeist, el Espíritu del Mundo, tendrá reservada hoy para sus soñadores y durmientes?>>

Quizá los instintos estén dando un giro de la parte oscura a la luz; ya se observa algo de eso en la esfera cultual. No podemos desconocer que en algunos ámbitos de la vida, se está dando una regeneración espiritual y moral. Acontece en los lugares <<de fontanal, de sobreabundancia de imágenes y de palabras, en cuyo cause van flotando las partículas sólidas>>. Casi siempre en esos lugares se vivifica el espíritu y la existencia. Cuando acontece se trasciende la Muralla del Tiempo y la vida de los seres humanos se entrelaza con el milagro de la Creación.

Casi siempre la degradación del hombre se relaciona a un simbolismo rastrero y degradante. El nazismo, el fascismo, el nacional-catolicismo y el autoritarismo de Latinoamérica en el siglo XX, utilizaban estos epítetos para referirse al enemigo o, al que consideraban la causa de los males. La degradación del otro, el dolor y el sufrimiento, no sólo tienen que ver con la parte física del que sufre, también con el lenguaje. El lenguaje que se habló en los campos de concentración remplazó al lenguaje comunicativo, y sus contenidos espirituales se ubicaron en su parte material. El lenguaje se degradó en nombre del dolor, del sufrimiento y la barbarie. Además, el lenguaje no estuvo a la altura para responder a las necesidades de la condición humana, es decir, del espíritu, la esperanza y la vida. 

Ni la historia de las formaciones sociales, ni los valores ético y moral, ni los contenidos intelectuales, estuvieron a altura para contener lo que <<ni siquiera Wells pudo profetizar la verdadera dimensión de lo que luego acaeció, el grado de disolución de las normas civilizadas y las esperanzas humanas>>. Además, los gulags y los campos de concentración comprobaron, que donde prima el Mal absoluto no se respira una atmósfera de esperanza y de vida, sino de muerte y de sudarios. Por tanto, cuando se sueltan los perros de la guerra, no tiene valor la labor pedagógica del humanismo, ni la religión, ni los valores éticos y morales de la sociedad.

Así pues, después de dos mil años de cultura y civilización, nos encontramos irremediablemente conviviendo en el siglo XXI, con un panorama dantesco. Como dice George Steiner, En el castillo de Barba Azul: <<Y actualmente, en diferentes partes de la tierra, vuelven a ser incineradas, torturadas y deportadas comunidades enteras. Difícilmente haya una metodología de la abyección y de la tortura que no esté siendo aplicada en alguna parte y en este momento a individuos y grupos de seres humanos>>.

Es en la historia de la literatura moderna, el arte y la filosofía, donde se describe con mayor precisión, la degradación de los centros vitales de la cultura occidental. Ese anhelo de disolución violenta que se respira bajo el plomizo cielo de las grandes ciudades europeas, fue formulado por Freud en El malestar de la cultura. <<El ensayo de Freud es él mismo una construcción poética –dice Steiner-, un intento de idear un mito de razón con el cual contener el terror de la historia. El concepto de un deseo de muerte, operante tanto en el individuo como en la consciencia colectiva, es, como el propio Freud lo hace notar con énfasis, un tropo filosófico que va más allá ciertamente de los datos psicológicos y sociológicos accesibles>>.

Las pinceladas grisáceas y de claroscuro que hace Freud de la cultura occidental, trazan <<las tensiones que la vida civilizada impone a fundamentales instintos humanos insatisfechos>>. Esa confluencia de tonalidades se constituye en una pintura valida. Pero también, el estudio de las pulsiones muestra la interrelación de las pulsiones agresivas y el espíritu de la civilización occidental. Y cómo en <<las interrelaciones humanas existe un inevitable impulso hacia la guerra, un inevitable impulso a la aserción suprema de la identidad a costa de la destrucción mutua>>.  

Así, el dolor, el temor y la violencia, son sólo síntomas exteriores del malestar esencial de nuestra cultura. <<Me parece irresponsable toda teoría de la cultura –dice Steiner-, todo análisis de nuestras actuales circunstancias que no tenga como eje la consideración de los modos de terror que acarrean la muerte por obra de la guerra, del hambre y las matanzas deliberadas>>. El ser humano que <<emplee tiempo y recursos imaginativos en el examen de estos lúgubres lugares>>, no quedará psicológica y moralmente intacto. En esos ámbitos lúgubres está el vaho del malestar de nuestra cultura. <<Si los pasamos por alto, no puede establecerse ninguna discusión seria de las potencialidades humanas>>. Se trata de mostrar la crueldad de la época actual, su ley y su lógica interna independiente de nuestros momentos racionales y de las necesidades humanas.

<<Al inclinarse uno con demasiada fijeza sobre la fealdad, se siente singularmente atraído por ella>>. Así, pues, el ser humano se da cuenta que la realidad trasciende la estructura de la racionalidad y los conceptos generales de nuestra cultura. ¿Es la fenomenología del odio y del anhelo por la disolución violenta un hecho constante en la historia de las formaciones sociales e intelectivas del ser humano? Por supuesto, quizás podamos leer sus rasgos en los actos extremos de una joven generación sin esperanza, una realidad excluyente y agresiva. Así pues, el extremismo religioso está engendrando en la consciencia individual o colectiva de ciertas personas, fantasías de purificación e inminente fracaso. <<El fanatismo se convierte –dice Thomas Mann- en un medio de salvación>>.

Además, la mayor parte de lo que sucede tiene sus orígenes en la larga tensión entre la negación de la realidad, las injusticias sociales y los mecanismos de opresión de las minorías. No podemos negar que este malestar general está en la esencia de nuestra cultura, ni dejar de luchar contra la resignación, porque es renunciar a la vida. Pero, ante todo, tener presente lo que alguien le preguntó Lutero, sí los hombres tenían derecho a la felicidad, el declaró: << ¿La felicidad? ¡No! ¡Sufrir, Sufrir; la Cruz, la Cruz!>>. Lo interesante de esta afirmación es que se convierte en el <<núcleo de ciertas formas de religión cristiana –dice Berlin-; una de las más arraigadas creencias; visiones de la realidad sobre la que ha construido sus vidas una gran cantidad de seres humanos, tremendamente profundos. Sin duda, esto no es trivial>>. Además, <<a fin de descubrir –dice Berlin- lo que esas palabras significan para Lutero, y para otros como él, lo que significan, es este sentido de “significan”, en nada nos ayudan a buscarla en el diccionario>>.

En la actualidad el examen de las palabras y el pensamiento ha de develar los propósitos de futuro del ser humano. Porque hacen visible lo invisible, aquello que las fuerzas del Gran Poder no quiere que veamos o sepamos: la injusticia, el hambre, las migraciones, el desempleo, el odio, la xenofobia, el racismo. En la actualidad este pensamiento se relaciona con la participación de la sociedad en la toma de decisiones y la libertad. <<Ya que en ocasiones las palabras mismas son actos y que, por tanto, el examen de las palabras es el examen del pensamiento y, ciertamente, de todas las perspectivas; de todas las formas de vida>>. El Gran Poder es consciente que el hombre dispone de anillos de soberanía y cual guerrero con una espada flamígera en la mano, defiende los lugares que lo hace invulnerable a los espejismos de la actualidad.

Así pues, lo mejor del hombre se relaciona con el milagro del lenguaje; y hasta ahora la humanidad y ese milagro han sido indivisibles. Si el lenguaje pierde una parte de su energía, el hombre se vuelve menos humano. La historia reciente y la ruptura de comunicación entre enemigos y generaciones de colombianos, muestra de manera inquietante lo que significa esa disminución de humanidad. Por eso, la primacía de la palabra sobre el horror, la barbarie, la violencia y la muerte; es una concepción particular de la identidad humana. De ahí que la paz, la convivencia y la tolerancia, en una sociedad civilizada, han de primar sobre el miedo, el dolor, las armas que atraviesan y cortan, y ante todo, sobre la muerte. Porque no podemos olvidar, que la realidad y la vida, es una forma y una función del lenguaje.



                                    

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