sábado, 4 de febrero de 2023

IMÁGENES SOBRE El LIBRO DEL GÉNESIS


 

Antonio Mercado Flórez. Filósofo y Ensayista.

 

El Libro del Génesis impregna la materia y la vida de lo trascendente y divino. Algo de eso se conserva en la actualidad, aunque su reflejo sea una débil copia. Con razón se considera como el documento de un acercamiento incomparable. Cabe advertir que contiene fragmentos de un texto primitivo trasmitido hasta nosotros como desde una Atlántida sumergida. Imágenes de encuentros numinosos que se desprendieron como chispas de historias que todavía hoy nos dan que pensar. Diferenciaciones como las que se hacen entre el Árbol de Conocimiento y el Árbol de la Vida, es difícil que procedan del Sinaí; lo que sin duda procede de él, en cambio, es la serpiente de bronce y la zarza en llamas. (Ernst Jünger).

Así que, el fallo del ser humano se traspasa al Mundo, a la Naturaleza, tal vez incluso al Cosmos. La razón principal de eso está en el humano afán de novedades, en la curiosidad, que va seguida de petulancia. Desde la antigüedad el hombre quiere ser semejante a los dioses o a los titanes, y sólo es un pasajero del mundo que no sabe de dónde viene y para donde va. En el frágil y diminuto cuerpo humano, el espíritu, el alma y la mente, se asoma ahora en la actualidad lo primitivo y lo bárbaro del ser humano. Por eso es necesario mirar la oscuridad del pasado, para entender la iluminación del presente.

De ahí que el sisma del Paraíso todavía nos afecta en las esferas de la condición humana: la propia vida, la natalidad, la mortalidad, la mundanidad, la pluralidad y la Tierra –nunca pueden <<explicar>> lo que somos o, responder a la pregunta de quiénes somos por la sencilla razón de que jamás nos condicionan absolutamente. (Hannah Arendt). Esta trasmutación en el Paraíso afectó a las plantas, a los animales y a los hombres. A eso podría responderse que lo que adquirió eficacia con la expulsión del Paraíso fue únicamente una función del diente, a saber, su función de arma. También es preciso tener en cuenta que tanto en la Naturaleza como en la técnica echan dientes órganos e instrumentos extremadamente diversos. (Jünger).

En el Jardín del Edén se contenían todos los desarrollos posibles, tanto si luego se efectuaron como si no. El catálogo de las cosas posibles está siempre ahí –para que una posibilidad salga a escena es preciso que se la acepte. La posibilidad de algo está contenida <<en sí>>, <<de suyo>>, <<propiamente>>, en la naturaleza esencial de las cosas y de la vida. (Jünger). Así que, todo lo que respira bajo el cielo y las estrellas, continúa viviendo en el Paraíso. La lluvia, los terremotos, el sufrimiento, la violencia o el amor, están contenidos en la Naturaleza que les es propia. Sólo basta que rasquemos un poquito en la superficie, tal como hace Aladino con la lámpara, y, de inmediato, el mago se brinda generoso a lo que pidas.

Así que, en el Árbol de la Vida estaba contenido el Árbol del Conocimiento y todas las formas posibles. Esto confirma la tesis wolfiana de que <<la existencia es un complemento de lo posible>>, podríamos sacar la conclusión de que también la vida tiene que ser aceptada. (Jünger). Lo que sucede es que la existencia queda determinada, desterrada, a una de sus posibilidades. En la esfera social o política la posibilidad se reduce casi siempre al determinismo económico o del ejercicio del poder. Las posibilidades de que el ser humano desarrolle sus potencialidades, son limitadas. De ahí que se piense que el libre albedrío no existe, sino una red de determinismos que condicionan la existencia. La existencia de lo existente, es parte de una Red de sutiles determinaciones. Esto se observa en la familia, los pueblos, las instituciones o, el Estado.

Lo posible es lo ignoto, lo que viene al encuentro de los hombres desde lo atemporal, allende del tiempo. El ser humano en las horas de soledad corre el riesgo de tener un encuentro con lo luminoso y sagrado, el hombre aquí se enfrenta a un misterio profundo y divino. Se enfrenta a un misterio trascendente, místico y espiritual, como lo expresa el Libro del Génisis. En los que le asaltan pensamientos que lo inducen a obrar. La creación de una obra de arte, una partitura, una novela, un poema, contiene, si es buena, sus raíces en la eternidad, o, en otros términos, en la atemporalidad. Por eso resiste aquende del tiempo-ahora, a la arena del desierto que cae en el reloj de arena, al tiempo mecánico que marcan las manecillas del reloj, o, al tiempo abstracto del presente-ahora. Existen lugares donde el ser humano siente que allí hubo un encuentro con lo numinoso o lo demoniaco. Es licito sospechar que hubo un extraordinario aflujo de fuerzas. (Jünger).

Aquende del muro del tiempo la creación queda degradada y pasa hacer procreación, generación. Es una rama que se separa del eros cósmico y produce seres mortales. Así, visiones cósmicas, mágicas, demoniacas, totémicas, heráldicas, fueron cambiando con el nivel del conocimiento, pero también se conservan en el tiempo recuerdos de la veneración de antaño y los terrores tempranos. (Jünger). De ahí que, la rememoración posibilite entender y comprender, lo que acontece en el presente-actual. En el Libro del Génesis están contenidas todas las historias, los mitos, las técnicas, los conocimientos, las experiencias y las lenguas, que han tomado Figura en la actualidad.

Es evidente que el Libro del Génesis se apoya en versiones más antiguas, trasmitidas por vía oral. En su texto está entretejida la heterogeneidad de aquellos animales y plantas con respectos a los actuales, pero también la heterogeneidad del ser humano. (Jünger). Con el predominio de la cultura del artificio, del tiempo abstracto y los lenguajes digitales, en la actualidad. El ser humano está abocado a separase más y más, del logos numinoso y divino, que reinaba en el Jardín del Edén. Así, la experiencia que mana de boca a oído, es, sustituida, por la que ofrecen los medios de comunicación, Internet, y, las Plataformas Digitales, esto produce en la naturaleza humana, una fractura fundamental. Un horror inimaginable del hombre actual, ser incapaz de comunicar los contenidos espirituales de la lengua humana.

Walter Benjamín en La tarea del traductor, en esa introducción de 1923 para la traducción de los Tableaux parisiens de Baudelaire, pone en juego una posibilidad de invertir la degradación del lenguaje en la actualidad. A partir de ahí, en su opinión, el mundo ha conocido tres edades: la de una palabra divina creadora, cuando el lenguaje coincidía perfectamente con las realidades que designa; la de la lengua humana original mediante la cual Adán nombraba a los animales; por último, la que sucede a la decadencia del estado paradisíaco a través de la transformación de las palabras en vulgares signos de comunicación. Filtrada por ese descubrimiento, la verdadera esencia de la traducción sería devolver el recuerdo de la unidad perdida escrutando la presencia del Verbo tras la diversidad lingüística de la humanidad. (Pierre Bouretz).

En el Jardín del Edén el sentido de las palabras está relacionado con lo elemental, con la naturaleza esencial que comunica. Aquí ha de pensarse en una comunicación que no ha menester ni de una lengua materna ni de un vocabulario. Por ende, toda verdad –dice Benjamín en Las afinidades electivas-, tiene su morada o palacio ancestral en la lengua, que ese palacio está hecho de los más antiguos logoi y que, frente a una verdad así fundada, las aspiraciones de las ciencias particulares siguen siendo algo subalterno. (Bouretz). Aquí el pensamiento de Benjamín se concatena al de Heidegger, ¿hasta qué punto tiene la verdad su morada en el lenguaje? La música, pudo ser en el lenguaje del Edén, el último de la humanidad tras la construcción de la Torre de Babel.

Por tanto, no hay arte más intelectual que la música, en ella, forma y contenido se entrelazan como en ningún otro; son, una y misma cosa. Quizá el deseo profundo de la Música es el de no ser oída, ni tocada o vista, sino percibida y contemplada, en un más allá de los sentidos y del alma misma.  Pero ligada al mundo de los sentidos, es natural que se anhele, su realización sensorial, vigorosa y hasta apasionada. (Mann). El encuentro inmediato con las cosas se da a través de los sentidos: vista, oído y tacto. Así como las sensaciones provocadas por el calor, el sonido, la esperanza y la dureza, las cosas se nos meten literalmente en el cuerpo. (Martín Heidegger).

De los instrumentos musicales el piano es el representante directo y soberano de la música misma considerada en su intelectualidad. La enseñanza del piano es considerada, en su esencia más íntima, la Música misma. Por ello, lo elemental en la música es lo original en el sentido de originario. Su estado primitivo nos acerca a la comunicación primitiva del hombre. A la fuente de los más antiguos logoi. Está en el curso de los siglos, por muy desarrollado que sea el edificio de su creación histórica, nunca se ha desposeído de una piadosa inclinación a tener presente sus más rudimentarios comienzos, a evocarlos con solemnidad, a celebrar, en suma, sus elementos. La música conmemora su identidad con el cosmos. (Mann).

La música en su estado primitivo se hermana con la lengua Adánica. En ella se unifica el mito de la música y el mito del mundo, tal como está descrito en el Libro del Génesis. La música se concatena a las cosas del mundo exterior y estas, a la vez, a la música. Así, entre el mundo de las cosas y la música existe un juego de espejos o de ecos que se escucha desde la eternidad. Las revelaciones de lo elemental y primitivo que se comunica en la música, responde a los más antiguos sentimientos de la humanidad.

Así, el ser humano en su esencia intima es, ritmo, sonoridad, cadencia, voz, que expresa lo más sencillo, lo más fundamental, de la naturaleza humana. Para ser digno de la pureza, de la originalidad de la música, de lo que hay en ella de único, es preciso que el corazón pueda llegar al estado de vacío absoluto de predisposición que las Santas Escrituras imponen como necesario a quien desee recibir el cuerpo de Dios. (Mann). Así que, la música en su esencia más íntima, primitiva, evoca siempre su estado primitivo y elemental. En sus comienzos, la música era algo caótica, sin normas, donde lo sensorial y lo vocal, posibilitaban sumergirse en lo profundo de las cosas y la eternidad. En esta esfera, el tiempo eterno, inmóvil, expresa la lengua y la alegría de Dios; las maravillosas cimas de la más excelsa belleza. 

En la esfera intelectual de la música, un arte que al margen de la época y de su propia corriente histórica, es capaz de crear una manifestación particular como la descrita en la música, y, provoca por secundarios caminos ocultos, tales explosiones de espiritualidad, es ciertamente un arte de primera magnitud. (Mann). La música es para los hombres un regalo celeste a la vida humana. ¿Puede el hombre vivir sin música? Creo que lo más elevado del pensamiento y el sentimiento, se relaciona con la música y los números. La palabra es música y la música es palabra en estado sublime y trascendente. La palabra se entreteje con la música para darle forma y sentido, a la vida y las cosas del mundo. En el arte, la palabra y la música se entrelazan hasta el punto de ser imposible distinguir uno del otro. Para algunas personas el principio de las cosas es, la música y, para otros, los números como creían los pitagóricos. Para ningún ser humano la música le es indiferente; porque el sentimiento que despierta es, como el amor poseído de calor humano. La música hay que amarla como hace el hombre con el ser que adora.

Desde la antigüedad la música viene considerándose en relación con las demás manifestaciones del espíritu, la forma, el pensamiento y la cultura. Todas forman un todo, y conservan su especificidad debida; son como una potencia extraña, un fenómeno maravilloso, que se extiende más allá de aquende del tiempo y se conjuga con el cosmos. En un mundo como el actual, el ser humano es incapaz de oír y escuchar, por estar inmerso en la velocidad y el maquinismo. Ahora, los lenguajes digitales y las imágenes pictóricas en movimiento, no sólo están degradando la naturaleza del ser, sino que, a la vez, ruptura la coherencia del Yo y disuelve en relaciones abstractas y artificiales, los sentimientos, el lenguaje y el pensamiento. Esto trajo consigo en la civilización actual, la crisis del ser y el existir.

                                         Madrid-España a 04/02/2023

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