EL LENGUAJE DEL ODIO Y LA
MENTIRA
EN EL ESPACIO
DEMOCRATICO
Por su indigencia y soledad, el
hombre siempre necesita una ayuda, bien de la sociedad o del otro hombre, así
afirma su identidad y su libertad.
Antonio Mercado Flórez. Filósofo
y Ensayista.
En los últimos tiempos vemos que
la democracia se degrada y uno de sus fenómenos más sobresalientes es, la
proliferación de la política del lenguaje del odio y la mentira. El discurso
político como continuación de la violencia por otros medios. El lenguaje del
odio y de la mentira, lo utilizan el totalitarismo y el autoritarismo de
derecha o de izquierda, los nacionalistas o los populistas, y se empeñan en
destruir la democracia, la libertad y los valores democráticos desde dentro de
las instituciones.
Por los medios masivos de
comunicación, las plataformas digitales, los platós televisivos, la radio, la
prensa, quieren imponer sus ideologías. Sorprende que han vuelto con una furia
incontrolable para destruir la libertad, la tolerancia y la convivencia
pacífica. Su lengua ponzoñosa denigra a las mujeres y a los homosexuales, a los
inmigrantes y a los musulmanes, humillan a los judíos y las minorías étnicas, y
así, de esa manera, pregonan en público el asco y el desprecio que les provocan
sus contrincantes políticos.
Estamos viviendo en EE.UU.
Brasil, Francia, Alemania, Bélgica, Hungría, Rusia, Polonia, España, Colombia,
la misma situación que se vivió en Alemania en la década del 30 hasta la
ascensión de Hitler al poder. El lenguaje del odio y la mentira construye <sentido> basado en idealismos y
conceptos falsos y vacíos de contenido histórico. Que tienen como fin confundir
la mente y la capacidad de juicio de los ciudadanos, para alcanzar sus
objetivos políticos y de poder. El lenguaje en un Sistema democrático no debe implementar el odio, la exclusión y la
destrucción del otro, sino el dialogo, el respeto, el consenso y la inclusión
social y política de todos los ciudadanos. La coacción y el miedo que utilizan
algunos políticos, destruye los valores culturales de la democracia y la
libertad. Y esto es sumamente grave en un Estado
democrático Social de Derecho.
Este <tipo> de lenguaje
degrada el fin de la democracia parlamentaria, injuria, miente y odia, y
traslada a los parlamentos la estigmatización, la humillación y la exclusión
del opositor político. Cuando en un sistema parlamentario no se argumenta, sino
que se descalifica, se elimina la réplica, entonces el dialogo político
desaparece de la escena pública. Al señalar al otro indigno y sicofante de
lampo lato, se obstruye el juego político que dinamiza la democracia y la
libertad. Así que, el lenguaje totalitario y autoritario, designan al otro,
vicho, gusano o escoria de la sociedad. Ellos encarnan lo inferior y repugnante
de la sociedad y además carecen de toda protección ante las inclemencias del
tiempo y de la vida.
Así hay individuos y políticos
que provocan a las personas brutales a perpetrar actos de brutalidad. Ora, esa clase de angustia y de dolor se
encontrará con frecuencia en gente que se halla enteramente poseída por el
ansía de deleites gruesos, opulentos. Siempre ocurre que es el puro miedo el
que provoca la violencia y los horrores. (Ernst Jünger). Por eso, quien vence
el miedo está capacitado para ejercer el poder y el saber. Así pues, quien
emprende la huida incita ya con ella misma a la persecución; el hombre que
trama maldades se halla al acecho de su víctima. (Jünger). Los que ejercen el
poder de la palabra y las acciones en el ámbito de lo político desconocen que,
en nuestra condición de humanos disponemos de sellos de soberanía que son
difíciles de romper si no los estropeamos nosotros mismos. (Jünger). Entonces,
lo único que necesitamos saber es que somos invulnerables.
Los que practican el discurso del
odio y del miedo son arrogantes, en defensa de una democracia mancillada,
incitan al odio y a la exclusión social. Así lo que deberían saber es que la
democracia parlamentaria es posible a partir de la oportunidad de réplica y
discurso, del intercambio de argumentos o de opiniones o de razones políticas,
bajo la forma de un respeto moral y ético respecto al adversario político. El
lenguaje del argumento y la contestación política genuina está desapareciendo
en favor de la descalificación, el desprestigio y el insulto: como traidores,
enemigos, comunistas, socialistas, extremistas, castro chavista, todo forma
parte del discurso dogmático que exalta la mentira y el odio, que mutila
cualquier vestigio de conversación.
El Editorial del País-España del 07/11/2016
decía: el disenso es la condición de posibilidad para iniciar un diálogo, y la
escucha, el prólogo de una conversación responsable. En una sociedad abierta,
el enemigo no es quien piensa de otra manera o nos quiere convencer con sus
argumentos, sino quien quiere destruir el diálogo y la mera posibilidad de
discrepancia legítima. En este país, donde tanto y con tan funestas
consecuencias se ha practicado el odio, deberíamos haber aprendido ya que el
lenguaje del odio no produce nada, salvo más odio, desprecio y desafección
política. Ese lenguaje debe ser desterrado de la política democrática, porque
es incompatible con ella.
Uno de
los principios fundamentales de la democracia parlamentaria es la pluralidad.
La pluralidad de personas y de partidos conforman la política. Política, el
cuidado de toda la sociedad humana o el arte de dominar sobre todos los
hombres. Para que pueda mandar a los otros en relación con lo común (aquello
que es común a todos), ha de poderse dominar a sí mismo como individuo,
persona. Así, el dominio y el poder de la palabra donde el político se ejercita
no para el insulto, el odio, el sinsentido del mundo, la vida y la sociedad,
sino para darle un sentido a la realidad donde todos puedan convivir en paz y
fraternidad.
La
democracia y la pluralidad se entrelazan en aquello que es común a todos, la
pluralidad de los hombres y los pueblos, la pluralidad de las ideas y de las
acciones, y su desigualdad fundamental; sin esta pura multiplicidad no
habría política, sin esta desigualdad fundamental no se necesitaría ninguna ley.
En democracia el uno ha de contar ya siempre no con un segundo, sino con otros
y está referido a ellos. (Hannah Arendt).
En la
comunidad política todo es reciproco, <<mutuo>>. Así pues, la palabra
no es el instrumento para destruir al otro, lo reciproco y común, sino
la naturaleza que define al hombre para crear un mundo común. Algunos
políticos han perdido el contacto: ya no son el exponente, los portavoces de
este tiempo; la época ya no habla a través de ellos. Porque han vaciado los
contenidos del lenguaje político y han hecho de ellos una sarta de mentiras e
improperios. De ahí también la nueva falsedad de la comunicación social,
distinta del mero poder de expresarse.
Como dijo
Arendt en Diario filosófico, 1950 – 1973:
<<Hay que ver como la flor retórica se transforma de nuevo en palabra,
como de la metáfora sale de nuevo la verdad, pues la realidad se ha abierto.
¿Cómo se podría soportar el sobresalto de la realidad sin ese hacerse palabra?
En ese momento en que la realidad se abre y surge la palabra, a fin de captarla
y hacerla soportable para el hombre, surge la verdad>>. Quizás esto está
como base para la acción y la política del hombre y los hombres. Como base no
sólo para alcanzar la verdad, sino también la convivencia humana que destierra
el lenguaje del odio y la mentira de la práctica política, de aquello que es
común a todos.
Madrid-España a 30/09/2021
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