martes, 28 de septiembre de 2021

 

                         LA CRISIS DEL LENGUAJE EN LA ACTUALIDAD

                                                 GEORGE STEINER

 

               <<El Sistema democrático es un espacio público 

                                  constituido por los productos 

                       del trabajo, la cultura y las instituciones>>.

                                                                    Hannah Arendt

 

Antonio Mercado Flórez. Filósofo y Ensayista.

 

En la historia de la humanidad el lenguaje se ha ubicado en el centro del tejido del ser. Aristóteles define al hombre como un animal que habla; la lengua se ubica en el palpito de la naturaleza del ser. Vico piensa que hace parte de la conciencia y con ella forma un todo; Heidegger que es la casa del ser; Steiner piensa que el hombre es animal que habla. ¡Eso es el hombre! ¡Esa es nuestra humanidad! Pascal cree que en definitiva hay una trascendencia, la posibilidad de entendimiento humano y, ese entendimiento se produce entre los humanos, porque posee lengua; Benjamín piensa que lo que diferencia la lengua de los hombres de la lengua de las cosas, es la voz. Porque la lengua de éstas es un profundo lamento. Ahora bien, Steiner sugiere que entramos en una civilización de lo aleatorio, lo artificial, de la mentira, de la duda fundamental y total, sin apuestas, podría suceder que ciertas grandes categorías del arte, del sentido de la vida y de la realidad, ya no volvieran.

Estamos en los umbrales de un mundo diferente al de nuestros mayores. Donde el común de los mortales no tiene ni idea de lo que trama el Gran Poder. Se están tejiendo relaciones de poder entre la ciencia, la técnica, la política y la economía. Es el ámbito donde se ubica y se proyecta el hombre en la actualidad. Que el sentido de identidad, de diferencia con el otro, se está diluyendo en la técnica, la estadística y el poder. Que la gramática de los procesos vitales, el modelo orgánico de articulación secuencial y genética del que surgió el lenguaje, están seriamente cuestionados. En el mundo actual hemos olvidado que la historia del pensar es la historia del lenguaje.

Existe un paralelismo entre la crisis del lenguaje en el siglo XX y la del umbral del XXI. En el XX por la Primera y Segunda Guerra Mundial y, las guerras y violencias periféricas, el hombre llega a perder confianza en el lenguaje; en el XXI la primacía de la técnica y los lenguajes digitales en la vida biológica y mental de los seres humanos. El humanismo que había alimentado la consciencia europea y occidental, se desmoronó. Y esta inflexión en la historia occidental afectó los centros vitales de la cultura y la civilización.

Sabemos que las imágenes del mundo, del hombre, la naturaleza y la historia y la sociedad, son imágenes semánticas y lingüísticas. Imágenes que no responden a las necesidades humanas. Que todo lenguaje está en relación activa y eventualmente creadora con la realidad y el mundo. Y, si se pierde esa facultad lingüística del hombre, cae en el hoyo profundo y oscuro de la desesperanza, del odio, la violencia, el instinto y la muerte. Ahora bien, ¿qué desea el populista, el demagogo, el poder financiero e industrial y empresarial? No sólo el control del cuerpo humano, también la mente, los sentimientos, la sexualidad, el espíritu y el lenguaje. Desean que la relación de lenguaje y mundo, de lenguaje y realidad, de lenguaje y libertad, se convierta en algo aleatorio. En esta civilización técnica, del espectáculo y de masas, lo fundamental de la existencia pierde el sentido que le corresponde.

Así que, la crisis del lenguaje lo convierte en instrumento de opresión, coacción y dominio. Existen gobiernos, partidos políticos y personas, que desean extirpar el pasado de la memoria verbal; y ubicarnos en un presente sin pasado, así la memoria, el recuerdo y la rememoración, son borrados por decretos. Donde una colección de ficciones y mentiras, reemplacen la diversidad de la memoria individual. En la gramática del lenguaje autoritario, populista y demagogo, las conjunciones verbales se producen en un presente impersonal y un futuro utópico. Que hay que estar preparados para hacerle frente a estas relaciones de poder y para plantarles cara se necesita una concepción nueva de la libertad.

Como expresó Ernst Jünger en La emboscadura: el ser humano ha de ser consciente que ha de edificar no sobre los aparatos, sino extraer la energía de las fuentes que le son propias. El ser humano ha de saber cuáles son aquellos puntos donde no le es lícito traficar con su decisión soberana. La situación de animal doméstico arrastra consigo la situación de animal de matadero. Allende la civilización y las seguridades que son procuradas por ella, la salud y las esperanzas de vida dependen de que una cuando menos una de las raíces continúe nutriéndose directamente del reino telúrico.

Así que, Steiner en la década del 70 del siglo pasado predijo lo que ahora acontece. Que la prevalencia de la técnica, la sociedad de consumidores, la sociedad de masas y la cultura de masas, atentan contra la coherencia de la identidad y del lenguaje. Así pues, vivimos rodeados de oleadas de mendacidad. Millones de palabras y de imágenes, absolutamente vacías de significado nos rodean. El silencio se convierte en una prerrogativa de las elites o de los marginados enjaulados. Como resultado, las formas expresivas sufren una enorme inflación. Su precisión, su contenido claro y verificable, se ha degradado para comodidad de los usuarios.

Vemos una drástica disminución y estandarización del vocabulario y la sintaxis. Existe tanto derroche de las imágenes y las palabras, que experimentamos un vacío enorme de la existencia y el lenguaje. Esto ha provocado una crisis del lenguaje, del pensar y la esencia del hombre. Ahora el lenguaje se ha ubicado en su parte material y no comunica los contenidos espirituales que le corresponden. Parece que el lenguaje no fuera la <casa del ser> –al decir de Heidegger. Que Steiner llama: <un retraimiento de la palabra y el pensamiento>. Porque el pensamiento es una <<forma>> del lenguaje. Y la función del pensamiento es relacionar la verdad del ser y la esencia del hombre.

Asistimos a que la palabra vacía de demagogos y populistas, los códigos no verbales como las matemáticas y las imágenes, controlen y definan gran parte de la realidad. Ellos han posibilitado un aura nueva, una epidermis más sensible. Las ondas, en sí carentes de lenguaje, están a disposición de cualquier texto o imágenes, que golpean con la virulencia de la ola al romper –al decir de Jünger. Ora, las palabras que reposan en las fuentes profundas del lenguaje se están profanando en nombre de la publicidad, el consumo, la política y la economía. Nos preguntamos, ¿está la membrana viva del lenguaje alejándose de la identidad y la muerte del hombre? ¿han tomado el lugar del lenguaje y del pensar, las <<nuevas utopías de lo inmediato>>, que hacen que nuestras vidas sean insignificantes y estén destinadas al olvido?

Sabemos que a medida que crece el automatismo, el poder político y económico, y los poderes colectivos sustituyen a la persona individual, las instituciones y los valores de nuestros mayores, se sustituyen. Por eso, ante los espejismos de los poderes técnicos; de lo único que el hombre sale garante ahora es de sí mismo. Ahora es cuando se convierte en antagonista de Leviatán, más aún, en su domeñador, en su vencedor –dijo Jünger. No se trata de un concierto automático, de relaciones numéricas organizados por el Gran Poder -del cual no hay escapatoria-, sino de la libertad y la autonomía de la voluntad. Que el hombre siga bebiendo de las fuentes espirituales que manan del poder telúrico y divino que posibilitan ir allende del tiempo en busca de lo trascendente que mora en él. Para que se revele la justicia, la verdad, la libertad, la fraternidad, que mora en todos y cada uno de nosotros.

De ahí que las tecnocracias populistas, la sociedad de masas y la cultura de masas, deterioran la política, la libertad y el lenguaje. Vemos que no existe correspondencia entre la realidad y el lenguaje, la práctica política y las necesidades de la sociedad, porque la crisis del lenguaje se expresa en su cultura. Porque la cultura que predomina es, la publicidad y el consumo de masas, que trajo una especie de semialfabetismo. Así que, la preocupación por la situación actual y la vitalidad del lenguaje, no se puede considerar como algo <<coyuntural>>, ya que equivale a no comprender lo que sucede. La reducción de la sintaxis y el vocabulario, la semántica y la gramática, por los medios de comunicación de masas y los lenguajes digitales, tienen un cometido político y económico que intensifican los procesos de falsificación y deshumanización. Que escenifican las difíciles relaciones entre el lenguaje y la política. El <<fracaso de la palabra>> es un tema esencial en la literatura moderna, desde Lichtenberg y Kafka hasta Paul Celan y Beckett.

Estamos en los frontispicios de una alta civilización técnica y de masas, donde las humanidades pasan a una situación de pos- humanidades y se expresan en una <<general retirada de la palabra>>. Además, la palabra y el verbalismo se reemplazan por las imágenes y los números, que implementan la mediocridad y la cultura del artificio. También los sistemas políticos los podemos conocer por su lenguaje. El vocabulario que de alguna forma institucionaliza un sistema político nos dice mucho de las poderosas corrientes subterráneas que lo alimentan. Para Orwell y Steiner, las mentiras y la barbarie autoritaria o totalitaria, son fenómenos íntimamente ligados a la corrupción del lenguaje y a su vez exacerbados por esa misma corrupción. El lenguaje de la mentira y el odio, reemplaza al de la convivencia, la tolerancia, la paz y respeto a la otredad.

De ahí que el lenguaje autoritario, totalitario es diferente al lenguaje de la democracia. Palabras inclusivas: la Constitución, Estado de Derecho, solidaridad, libertad, partidos políticos, tolerancia, fraternidad, respeto, democracia, igualdades, diálogos, pactos, consensos; componen todo el vocabulario del Estado democrático Social de Derecho y del Sistema democrático. Ahora, en un Sistema democrático el poder de las palabras es importante, ya que el uso habitual de ellas, su socialización, sirve para interiorizar y afianzar los valores que designan. En este orden de ideas, las palabras trabajan a favor de la democracia y del Estado de Derecho. Entonces transforman en cultura los valores proclamados en el texto constitucional.

                                     Madrid-España a 28/09/2021

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