EL MIEDO
Antonio Mercado Flórez. Filósofo y Ensayista.
En la historia moderna de
Occidente, la degradación del hombre se relaciona con un simbolismo rastrero y
degradante. El nazismo, el fascismo, el nacionalcatolicismo, el autoritarismo
de Latinoamérica en el Siglo XX, se valen del miedo, el sufrimiento y el dolor,
para degradar al otro mental y físicamente. El nacionalismo y el populismo en
la actualidad, se valen del miedo para implementar políticas homófonas y
discriminatorias, que erosionan la cohesión social y la democracia. No hay
libertad con miedo. Porque la libertad es la lucha contra el hambre, las
injusticias sociales, las desigualdades entre los seres humanos, la violencia,
la corrupción, y también la búsqueda de un mundo mejor, más justo e
igualitario.
No es anómalo decir que el miedo
se ha situado en el pálpito de la vida actual. Existen países donde se responde
a las apetencias de la sociedad con la fuerza y la coacción. En este orden, el poder se
concatena con maquinaciones malvadas, que expresan la descomposición de los
recursos económicos, sociales y políticos de la sociedad. El miedo se convierte
en elemento constitutivo del nacionalismo y el populismo actual. Que, de una u
otra manera, se escurre y se expande en el Estado, las instituciones sociales y
políticas, que expresan las atrocidades del Gran
Poder. Entonces vemos a la persona particular entregada a las potencias del
miedo, del odio y la discriminación. Y esto es grave en un Estado democrático Social de Derecho.
Puedo asegurar que la guerra que
se libró en Colombia, en la segunda mitad del Siglo XX destruyó generaciones de
talentos morales, éticos e intelectuales. Y, dejó a la vera del camino como
escombros humanos, a muchas de las mejores personalidades del futuro del país. De
ahí que todo lo que causa miedo, dolor y sufrimiento afecta nuestra
sensibilidad, el pensamiento y la creatividad. También los centros vitales de
la sociedad, la cultura y la civilización. Por eso, para luchar contra el miedo
es necesaria la Palabra, el dialogo, el respeto a la vida, la justicia social y
la paz.
El miedo es un síntoma de nuestro
tiempo. Síntoma de una enfermedad que padecen todos los seres humanos, bien
inoculadas por las fuerzas del Gran Poder,
el dinero, los medios de información, los partidos o los Sistemas Políticos.
Así, estos síntomas confirman que la consternación causada por el miedo es
tanto mayor en cuanto que ese miedo viene acompañado de imágenes en movimiento,
de palabras sin contenido o por balas y puñales que atraviesan el cuerpo
humano. Pero los que causan miedo desconocen que, en su defecto, generan tanta impresión
que arman al espíritu, para poder confrontarlo con tenacidad, o con ternura, o
con amor, o con pasión, o con la libertad que llama desde lo hondo de la Condición Humana. En tiempos como estos
es necesario que acudamos a la imaginación, al pensamiento, la experiencia, la
cultura y la libertad.
En un artículo de 12 de Sept de
2021 del País – España, Joaquín
Estefanía escribió: El miedo ha sido históricamente uno de los aliados más
fieles de la extrema derecha, que intenta que la población viva inmersa en él.
El miedo como arma de dominación. La creación artificial de atmósferas de miedo
obliga a los ciudadanos más concernidos a blindarse, ya que trata de
desarmarlos y paralizarlos en su acción pública. El historiador británico Tony
Judt que estudió el ambiente de temor en Europa en el período de entre guerras
mundiales, escribió una especie de testamento intelectual (Algo va mal; Taurus) en el que teorizó sobre la enfermedad social
del miedo. Allí rebatía la tópica idea que el miedo es libre y describía cómo
las crisis (políticas, económicas, sociales, de identidad…), lo multiplican por
mil. En circunstancias difíciles como la que vivimos, el miedo resurge como un
ingrediente activo de la vida de las democracias.
De lo que sí estamos seguros que
el miedo tiene muchas máscaras como el demonio. Miedo al otro como diferente a
Ti o a Mí, al extranjero que viene a quitarte el puesto de trabajo, al creyente
de otra religión, al color de piel, de lengua o cultura allende de la
occidental, a la velocidad del cambio tecnológico, a la exclusión social en la distribución
de la renta y la riqueza en las sociedades del conocimiento, a la globalización
y al multiculturalismo, a perder el control de las circunstancias y las rutinas
de la vida cotidiana, al poder político que no responde a las verdaderas
necesidades materiales, morales y espirituales de la sociedad, al autoritarismo
que se viste con el traje del populismo y el nacionalismo. Miedo a manejar
responsablemente la libertad, la capacidad de juicio y de pensar.
Así que, estamos lejos de dejar atrás
los temores que nos acompañan desde la aurora de la humanidad, los temores del
presente y del pasado, que desean controlar las vidas y domeñar las fuerzas del
caos social, político, económico, religioso o cultural. De ahí que el miedo se
presenta a la vida de los seres humanos como una segunda naturaleza; de ahí que
quien vence al miedo es digno de la libertad y del poder que fluye de ella. En la
actualidad predomina el miedo a hacer el ridículo y eso paraliza la acción, las
reflexiones del pensamiento y las tomas de decisiones libres y sin coacción.
Así, somos parte de una época de inseguridades y ésta produce miedo y éste
diluye el tejido social, el Estado democrático
Social de Derecho y el libre
albedrio.
En Colombia, está latente en la
atmósfera de la sociedad, el miedo a ser secuestrado, desaparecido, torturado,
asesinado por fuerzas oscuras del Sistema o fuera de él; el miedo a los que
propagan el odio, la fuerza, las palabras que torpedean las herramientas de la
ley, las instituciones políticas o sociales. Es un deber moral y político desterrar
de la vida cotidiana a los agentes que causan miedo. Estamos inmersos en el
vaho oscuro y nauseabundo de aquellos que generan miedo en la sociedad; que
despiertan en los ciudadanos los instintos de dolor y sangre que acompaña al
hombre desde la aurora de la humanidad.
George Steiner en el texto La barbarie de la ignorancia. Diálogo con
Antoine Spire, dice lo siguiente: Freud creyó que el estrato entre cultura
y barbarie era muy delgado. Como la costra de un volcán. Que jamás la cultura,
la civilización podrían resistir a las pulsiones profundas de destrucción y
sadismo. ¿Cómo el ser humano puede resistir las fantasías de destrucción, de
aniquilación, de regresión animal a la barbarie? Si en la actualidad se ofrece
a la vida cotidiana en los medios de información, las Plataformas Digitales,
Twitter, WhatsApp; alentados por políticos nacionalistas y populistas de
derecha o extrema derecha, que lo que desean es destruir la democracia y
coactar la libertad desde dentro de las instituciones democráticas.
Por tanto, las redes sociales no están
estructuradas, ni organizadas para crear consensos o acoger diálogos racionales.
Tampoco para defender la libertad de expresión y la
coexistencia pacífica en la vida real. En otras palabras, lo que buscan estos
partidos de derecha o extrema derecha es crear caos, odio, violencia homófoba, la
mentira como alimento mental, instintivo y espiritual para los ciudadanos. Por
eso, debemos cuidar la democracia y la libertad como hace una madre con el recién
nacido.
Madrid-España a 13/09/2021
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