Dedicado
a la reflexión desde todas las perspectivas: la filosofía y la ética; la
antropología y la sociología; el arte y la literatura; la física y la
metafísica. Este espacio está creado para reflexionar y debatir.
viernes,
7 de agosto de 2015
EL JUDAÍSMO DE HERMANN COHEN: EL FORASTERO
Y EL PRÓJIMO EN LA RELIGIÓN DE LA RAZÓN.
<<A
todos los seres humanos que por el sólo hecho de ser diferentes, sufren
persecución política, racial, moral, religiosa o cultural>>.
A modo de prefacio
I
Antonio
Rafael Mercado Flórez. Filósofo y Pensador.
Hermann
Cohen pensador y filósofo alemán de origen judío. Fundador de la Escuela Neo-kantiana de Marburgo.
Al lado de Heinrich Rickert y con frecuencia a través de Ernst Cassirer,
encarnan el momento neo-kantiano de un procedimiento crítico
extendido a los dominios del hombre y la sociedad. Así establecen la posibilidad
de una re-apropiación del legado de Kant, a partir de la primera
de las preguntas de su sistema: “¿qué puedo saber?”. Pero es en su obra, La
religión de la razón desde las fuentes del judaísmo, donde establece la
unidad de su sistema con el kantiano: “qué debo hacer” y “qué me está permitido
esperar”.1 Lo que le interesa a Cohen, “es asegurar el paso del
hombre universal abstracto a la persona reconocida a través de su sufrimiento,
es decir, la religión completa a la ética”.2
“Heredero
de la ilustración judía inaugurada por Mendelsshon, Hermann Cohen les recordaba
a los estudiantes que partían para combatir en el invierno
de 1914 el ideal profético de una humanidad orientada a la paz
eterna. Símbolo del judaísmo liberal, oponía a los ideales nacientes del
sionismo la idea de Israel presente entre las naciones y que testimonia para
ellas el porvenir mesiánico del hombre”.3 Este simbolismo fue
criticado por Gershom Scholem, que considera su obra, una “metafísica de la
asimilación”. El entrecruzamiento judeo-alemán configura para
Scholem una “inquietante y trágica ilusión”. Confirma que el ideal de Cohen
voló por los aires como una costra seca, cuando el nacionalsocialismo de Hitler
instaura políticas de persecución, exterminio, barbarie y muerte, a todo lo que
tenga rostro judío.
Además,
¿quién hubiera profetizado la catástrofe venidera, el destino que les estaba
reservado a los judíos de Alemania y de otros lugares?4 Cohen
creía que “el espíritu del judaísmo y las formas alemanas de la razón dan cumplimiento
a la herencia de los griegos”. Para Cohen la pluralidad de correlaciones del
hombre con sus semejantes, sirven como conductos para la correlación de Dios y
el hombre. Sitúa el sufrimiento del hombre concreto de carne y hueso, en el
centro de la reflexión ético-religiosa. Sí la ética formal kantiana no responde
en su totalidad a las apetencias y requerimientos humanos, la religión sale al
encuentro de la ética. “Desde un punto de vista de la filosofía de la historia,
en la medida que tiene su base en la Ética, Dios es el redentor de la humanidad”
- afirma Cohen.
Recordemos
que la obra de Cohen contiene una idea fundamental: “la idea monoteísta del
prójimo: con-sanguíneo, vecino, compatriota, pobre, huérfano, forastero,
inmigrante, extranjero, enemigo, singularidad, pluralidad, universalidad,
humanidad”.5 Esto encarna el ideal mesiánico de historia
universal, porque contiene una dimensión lógica, ética, estética y religiosa.
Como dice Andrés Azcona en el prólogo de El Prójimo: “idear es poner
un fundamento, proponer una tarea, crear una forma, ejercer una función. La
idea media conocimiento, tiene eficiencia, construye comunidad, constituye al
ser humano en cuanto ser humano. El ser humano se constituye al generar ideas,
al compartirlas, al realizarlas. Al producir cultura, al enriquecerla, al
purificarla y heredarla”.6
Así
que, por la educación, la globalización de las culturas y de las
civilizaciones, los valores compartidos, la internacionalización de los
conflictos humanos, los pueblos y naciones del mundo, han cobrado consciencia
de sí mismos en cuanto a humanidad. En cuanto a los ojos del Dios Uno, el
Señor, no existe racismo, xenofobia, discriminación, distinción y jerarquía,
por la raza, la lengua, las técnicas, sino que el hombre es todos los hombres
y, estos la humanidad misma. En este tiempo donde prevalece la hibrys del
progreso, predominan sobre el espíritu y los valores humanos, el dinero y el
materialismo. Además, nos duele en lo hondo de nuestro corazón que se persiga,
se torture, se secuestre, a un ser humano. Que millones de seres humanos pasen
hambre, y se inflija sobre ellos la trata de seres humanos, que un niño no
tenga comida, salud, educación, y las familias no tengan donde vivir, y se
violen los derechos y las libertades del ser humano. Somos parte de un proceso
histórico-político, donde se está dañando no sólo la condición humana, sino
también el espíritu del hombre. De ahí la crisis ética, estética y cultural del
ser humano. Por eso al descubrir que el Otro, no es un no-Yo, sino el Yo, un
hombre de carne y hueso, el ser humano se observa como en espejo, y así se
revela nuestra identidad, nuestro Ser en sí y para sí, adquiriendo la jerarquía
de persona. Así pues, Cohen en sintonía con Jesús de Nazaret, tal como está escrito
en el Sermón de la Montaña, nos invita no sólo a amar al prójimo, sino también “amar
a nuestros enemigos”.
II
Es digno de creer que el Dios Uno, Creó al
hombre y, de esta creación nació la humanidad misma. Así, Cohen quiere dejar
claro que el amor al prójimo no es algo particular, nacional, de Israel. Sino
que el amor al prójimo es un concepto universal valido para todos los hombres,
los pueblos y naciones del mundo. En el Antiguo Testamento, Rea significa
el otro, y ciertamente éste es a veces también el compatriota. Esto no podría
ser de otra forma, ya que la Biblia no es sólo un libro religioso sino también
una obra histórica nacional y, finalmente, también un libro de normas jurídicas
y de doctrina del Estado.7
De
ahí que en su réplica al Prof. Rudolf Kittel, exegeta del Antiguo Testamento,
en relación a sus opiniones sobre Judenfeindschaft oder Gotteslästerung,
[…], expresa que en la antigua Biblia está destinado al fracaso el análisis
filológico, sino se pone en primera instancia el amor al hombre. Y expresa
Cohen: “Sólo entonces se podrá comprender también lo que significa el forastero
y el modo en que este concepto sirve de mediación para descubrir al ser humano
como aquel al que se ha de amar. Y lo reafirma con el viejo Michaelis en
su Derecho mosaico (1793): “Moisés manda, como puede
hacerlo todo legislador, amar a los forasteros, y todos los subsume bajo el
nombre del prójimo al que uno debe amar como a sí mismo”. En “subsumir” se
puede barruntar la idea metódica según la cual la legislación jurídico-política
relativa al forastero sirve de medio para descubrir el concepto ético por
excelencia: el concepto de prójimo.8
De
ahí que Cohen exprese, “todas las leyes de excepción que se pueden referir al
extranjero sólo conciernen, en primer lugar, a la erradicación de la idolatría
y, luego, a las relaciones jurídicas rituales, como cobrar y pagar intereses,
exigir el pago de las deudas; una crítica objetiva no puede confundir todas
estas leyes de excepción con el mandamiento fundamental del amor al ser humano.
Este es el pensamiento fundamental del monoteísmo, tal cual llega a su
perfección en el mesianismo de los profetas”. 9 (1Reyes 8,
41, Salmo 15). ¿Quién alcanzará la altura ética, el lugar donde mora
Yahavé-Dios? “Quien no hace mal a su rea”. En su réplica a Kittel, permanece
firme en la exhortación: “Descubrid y aprended, por fin, que es un deber amar
al ser humano simple y llanamente. Porque donde se permiten grados, no se puede
evitar que haya niveles y grados y relativismo y, finalmente, atenuantes y
reducciones en el amor al ser humano”.10
En
el Targum de Jonatán ben uziel, rea, significa
compañero, y añade: “No le hagas lo que te es odioso”. (Lv 19, 33). “En
semejante inocencia original de sentimiento habla una inocente religión
original”. Y concluye esta idea Cohen con la exaltación al amor al prójimo como
fuente de amor a todos los seres humanos. “El forastero es la causa de que haya
surgido el mandamiento del amor. El ser humano fue descubierto en el forastero.
El motivo primordial del amor es el amor al forastero”.11 Dice
algo verídico para los pueblos del mundo moderno, son las contradicciones, los
antagonismos que se dan en la historia geopolítica universal: “¡Qué
florecimiento y que legitimidad habría ganado la cultura política, la cultura
histórica, si el conciso mandamiento de amar al forastero se hubiera
constituido en la ley fundamental de la religión, en lugar de convertir el amor
al prójimo en un eslogan superficial! Nuestra política actual no haría escarnio
de la religión de una manera tan hipócrita, si en el lenguaje de una política
decente fueran inconcebibles las expresiones “elementos extraños al pueblo” o,
incluso, “cuerpos extraños”. Por consiguiente, la ley fundamental de la
moralidad, y probablemente de la religión, es el amor a todo lo que tenga
rostro humano”.12
Así,
la problemática política se ha convertido en tribulación y, así lo esperamos
confiadamente, también en la renovación de la historia universal. Pero el
enemigo, incluso en la guerra, debe ser respetado como prójimo. Sobre esta
figura jurídica descansa el derecho de gentes, que por cierto tampoco fue
concebido sólo para los tiempos de guerra.13 “Pero, si
la sensibilidad estética no es capaz de proteger suficientemente contra la
inhumanidad, entonces debe hacerlo la religión: amarás a tu prójimo como a ti
mismo”.14 Así pues, la sensibilidad estética y la religión
sobre el fundamento ético, en que se basan, se convierten en crítica de la
cultura política y la cultura histórica. Por eso, cuando una es incapaz de
proteger al individuo de la inhumanidad de la barbarie y la muerte, recurre a
la otra para denunciar la violación no sólo del derecho de gentes, en caso de
guerra, sino también los derechos fundamentales del ser humano. Pero, ante
todo, basándose en la dimensión moral del ser humano, denunciar la violación de
la dignidad del hombre.
Además,
en el Talmud se reglamenta la vida
individual y comunitaria del extranjero, desde un ámbito jurídico, político y
religioso en la vida social de la comunidad judía. Así lo concibe Cohen
en El amor al prójimo en el Talmud (1888): “No se exige la fe
en el Dios de los judíos. Ni siquiera está permitido imponerle esta fe a un
esclavo. Quien tiene hijos cuando se convierte al judaísmo, no tiene derecho de
convertir al judaísmo a sus hijos menores de edad: mientras no alcancen la
mayoría de edad y puedan decidir por sí mismos, no dejan de ser noájidas
(Tratado Ketubot 11ª.).
Aunque
el extranjero (noájada), no sea un creyente, en Yahavé-Dios, se considera
ciudadano. El extranjero es considerado un ser moral. Para él, la legislación
descansa sobre los pilares de una “correlación teocrática fundamental,
sobre la idea de separación entre el Estado y la fe”. “Tal es la razón por la
que esta institución constituye a todas luces un factum singular
en la historia de la política religiosa: la última razón que explica semejante
hecho se encuentra en la fuerza de la idea fundamental del monoteísmo: “Moisés manda,
en la medida en que un legislador puede hacerlo, amar a los forasteros, y a
todos ellos los abarca explícitamente bajo el nombre de prójimo al que se ha de
amar como a sí mismo”.15
Este
fenómeno no se da en la Antigua Grecia. Según Ezequiel 47, 21 –
23, los forasteros tienen derecho a gozar del reparto de la tierra de las
nuevas fronteras. Tienen derecho a adquirir esclavos y esclavas. Tienen los
mismos derechos que los nativos.16 El Dt 27, 19 dice: “Maldito
quien fuerza el derecho del forastero, el huérfano y la viuda”. Son designados
en el Talmud como “los justos de las
naciones del mundo”, como “los piadosos de las naciones del mundo”. Por ser
piadosos y justos, adquieren el derecho de la “vida eterna”.
Respondiendo
la pregunta hecha por el Real Tribunal
Regional (de Marburgo), Cohen establece que “La Ley de Moisés” es válida
no “sólo para las relaciones de un judío a otro”, sino, con la misma
exactitud y precisión, también para todas las relaciones morales y jurídicas
del judío con el goy noájida.17
En
cuanto al sectarismo religioso el Talmud
es claro, enfático y preciso: “El Talmud rechaza
a los sectarios con todo el fanatismo de que es capaz la fe positiva. Las
presiones políticas del exterior y las persecuciones religiosas en el seno de
su propio campo son suficiente explicación de esta reacción común a toda la
humanidad: combatir todas las tendencias centrífugas”.18 Así,
el Talmud no se terminó de escribir
hasta el año 500, cuando el cristianismo ya se ha establecido como religión de
Estado. El principio del Talmud: “El
derecho del Estado es Derecho”, tiene fuerza de ley. Este principio es válido
para los Estados persa y romano, que no reconocían “la creación del mundo ni la
doctrina de Moisés”. Sino que eran Estados idolatras. Se
trata de la defensa que hace Cohen ante el Real Tribunal Regional de Marburgo
de los judíos. Se adelanta más de medio siglo a lo que luego acaeció:
el Holocausto.
En
consecuencia, el odio, la envidia, la calumnia, la persecución, no sólo vendrá
del pueblo alemán llano, sino que es alentada por los espíritus lúcidos
del momento. Filósofos, poetas, escritores,
teólogos, científicos, músicos, ensayistas, periodistas, etc. Ya Cohen
en 1888 dice enfáticamente: “Además de las declaraciones, envenenadas por
el odio, que excluyen al idolatra del amor debido al ser humano, hay muchas
otras sentencias que ponen al idolatra en el mismo nivel que el israelita
cuando este no se puede valer más que de haber nacido judío”. Ya en esa época
se aupaba contra los judíos, la razón de ser de su existencia, ser judío. “También ha
de notarse que en los juicios más duros contra la idolatría
se mencionan judíos, no precisamente infieles o sectarios, sino
moralmente malos, como tahúres, usureros, cuatreros que mueven los
mojones que marcan el lugar donde se puede llevar el ganado a pastar”.19
Por
eso lanzar juicios morales contra un hombre o una mujer o una comunidad o una
nación, por el simple hecho de ser diferente. Constituye una violación a la
dignidad humana. Porque alienta las persecuciones políticas y religiosas dentro
de una nación, lo cual constituye una violación de las libertades y los
derechos de los ciudadanos. También un ataque frontal contra la consciencia
religiosa y la vida de las personas. De ahí que el idolatra que excluye el Talmud, se refiere sólo al que comete
asesinato, roba o práctica la sodomía. Estos principios que abarcan el orden
jurídico-político y, moral del ser humano, ya están instituidos en el
Antiguo Testamento, la Ley mosaica, el Decálogo, los usos
y costumbres del pueblo judío.
Para
los exegetas de la Palabra, sólo se comete idolatría cuando se niega al Dios
Uno, al creador del cielo y de la tierra. El Talmud designa al idolatra como alguien que odia a Dios. Pero desde
un punto de vista moral y jurídico, el castigo no se carga sobre los hombros de
los hijos. Sólo dice el Antiguo Testamento: “si me odian”. Es un punto de
inflexión donde se entrecruza el derecho, la moral y el credo de la iglesia.
Además, prohíbe el Talmud, robarse
las ideas del otro: “Está prohibido robarse las ideas de las criaturas, incluso
las de un idolatra”. (Jullin, folio 94 a; Baba Metsia, folio 58 b), “plagio de
ideas” o “engaño verbal” -dice Cohen- son expresiones agravantes por las cuales
se prohíbe decir mentiras piadosas, ni siquiera al idolatra.
Visto
el Talmud con los cristales de la
modernidad, el engaño verbal, la demagogia política, el engaño a la buena fe
del otro, son expresiones agravantes que tocan la ética y, la moralidad de los
dirigentes políticos y empresariales. Por eso, el sentido de la historia
universal mesiánica trata de redimir a la humanidad de los antagonismos y las
contradicciones de la historia geopolítica universal. De esa forma, la
filosofía de la historia descansa en los brazos de la ética y, ha de proporcionar
el fundamento de que Dios es, el redentor de la humanidad. “El redentor de
Israel ha llegado a ser el redentor de la humanidad gracias al ideal mesiánico”.
Hermann
Cohen siguiendo las investigaciones de José Albo y éste de Jasdai(1412),
equipara el amor y la unidad en su libro sobre los fundamentos de la fe
(ikkarim) valiéndose de ese juego de azar que es el simbolismo de los números.
Y Cohen dice que las dos palabras hebreas para decir amor y único (…) tienen el
mismo valor numérico: 13. Y se pregunta, ¿responde este valor numérico a los trece
atributos? ¿o se formaron de acuerdo a las trece reglas hermenéuticas de Rabí
Ismael? Sea de ello lo que fuere, el amor es su quintaesencia, su unidad.20 Así pues,
los trece atributos de Dios están contenidos en las segundas tablas de la Ley
(Ex 34, 6-7) :“El Señor, el Señor, el Dios compasivo y clemente, misericordioso
y fiel, que conserva la misericordia hasta la milésima generación, que perdona
culpas, delitos y pecados, y no deja nada impune>>. Por tanto, lo
importante es que los trece atributos han sido recopilados en el concepto de
amor, uno sólo bajo trece nombres distintos. La sabiduría de Dios le
ha cedido el puesto al amor.21
El
amor de Dios se entrelaza a las palabras expresadas en el Talmud: <<El Señor pasó ante él proclamando (Ex 34, 6). Los
atributos del Santo, Bendito sea tu Nombre –nos recuerda Rabí Yojana- se
muestra bajo el velo de mensajero de la comunidad y se muestra a Moisés el
orden de la oración”. Pero lo que quiere resaltar el Rabí Yojana es,
el perdón y la misericordia del Señor, ante los israelitas. “Mientras
Israel peque, los israelitas procederán ante mí siguiendo este orden, y yo los
perdonaré. Yo soy el Eterno, yo soy el Eterno, aun antes de que el ser humano
peque, y lo siga siendo, aun después de que el ser humano haya pecado y hecho
penitencia”.22 El amor de Dios carga sobre sí el pecado, aun
antes de que el hombre lo cometa, “el amor quiere ser corresponsable en el
pecado”. El amor de Dios se practica con los buenos y los malos, ya está
establecido en el Antiguo Testamento
y el Talmud. Por eso el Talmud instituye esta revelación como
atributos divinos, y, por consiguiente, revelación de la esencia de Dios. “De esa
manera los trece atributos cómo la exegesis de los diez mandamientos. Y como
los atributos determinan la esencia de Dios en la moralidad, así también la
moralidad se convierte en la quinta esencia de los diez mandamientos”. En fin,
lo que se quiere decir es, que los trece atributos “sólo significan amor, y
amor puro”.23
Como
expresa Cohen: “Todos ellos no son sino variaciones del único motivo que es el
amor: el amor es también el apetito, el instinto natural, innato, propiamente
humano. Conduce a los seres humanos a formar una familia. De la horda, el amor
hace la gens y el pueblo. Arranca de raíz el aislamiento que
impide la moralidad. Crea y nutre a la comunidad humana”.24 “Y
no sólo es la condición natural de la familia y del Estado, sino también de
esas comunidades relativas que se tejen en el seno de esas redes coherentes que
son la familia y el pueblo. El amor busca y descubre al amigo y cultiva la
amistad”.25 Así “el apetito amoroso se vuelve inmediatamente
alma y espíritu. El placer sensual mismo se vuelve espiritual. El trato y la
conversación se vuelven necesidad ideal”.26 En Cohen reconocer
la energía del sentimiento, posibilita la igualdad de todos los seres humanos.
Así pues, el amor en su dimensión moral, despierta el sentimiento hacia el
otro, y la moralidad del sentimiento posibilita la igualdad de todos los seres
humanos.
Si el amor es el hontanar de la familia, del pueblo y del Estado, posee también su dimensión estética en la amistad. “El proceso de espiritualización, sin embargo, progresa en y por ella”. Aquí toma altura y fundamento la correlación entre lo que expresa Cohen y Joseph Brodsky, en su obra Del dolor y la razón: “En general toda nueva realidad estética hace más definida la realidad ética del hombre. Pues la estética es la madre de la ética. Las categorías de “bueno” y de “malo” son, ante todo, categorías estéticas, previas, al menos etimológicamente, a las de “bien” y “mal”. El hecho de que en ética no “todo esté permitido” se debe precisamente que en estética no “todo está permitido”, pues su gama de colores es limitada”. Además, el arte enseña que la vida, más que una lección moral es, una elección estética.
“Así
se puede comprender lo que de otra manera nos dejaría perplejos: que en el alba
de nuestros documentos sagrados el amor llegó a ser el concepto fundamental de
la religión y el omnicomprensivo atributo de Dios”.27 Lo
sublime de estas palabras de Cohen, tienen como colofón que en el amor de Dios.
El amor se vuelve amistad. O, en otras palabras, que el atributo de los atributos,
“el amor, el amor puro”, es una actitud estética. Por eso, se instituye como
fuente de la dimensión ética y moral del ser humano. “El amor es ante todo el
amor materno; el derecho materno al amor. La protección de la que el hombre
noble no deja de estar necesitado: el consuelo”: “Cómo a un niño
a quien su madre consuela, así los consolaré yo”.28 (Is 66,
13).
Correlativamente
del amor a la madre –dice Cohen- se transfiere el amor al padre. Y al cuidado y
manutención se agrega la educación. “Cómo un padre siente ternura por sus
hijos, siente el Señor ternura por sus fieles”. (Sal 103, 13). En consecuencia,
“al concebirse el concepto de Dios como padre, se funda también el concepto de
hijo como a sí mismo el de familia. El padre es el padre de familia. Por
consiguiente, los seres humanos no son sólo sus hijos, sino también hermanos
entre sí. El amor de Dios como padre produce el concepto de igualdad de todos
los seres humanos”.29 Ante el padre todos los hijos son iguales
y, así todos los seres humanos son hermanos. Así el concepto de padre, lleva al
concepto de comunidad e igualdad. La comunidad protege como el padre a sus
hijos. Por eso, es un deber moral proteger a los que moran en ella.
De
ahí que el amor de Dios al hombre aparece también en relación esponsal: “Te
desposaré conmigo para siempre. Te desposaré conmigo en justicia y derecho, en
amor y misericordia. Te desposaré conmigo en fidelidad”. (Os 2, 21 s). Y en Jr
2, 2, podemos leer: “Recuerdo tu amor de joven, tu amor de novia, cuando
me seguías por el desierto, por tierra yerma”. Aquí se entrelaza
el deseo, el anhelo tierno y ardiente entre Dios e Israel. “Dios siente gratitud
por el regalo del amor. La imagen estética promueve la idea ética”. Dijo Thomas
Mann, en La Montaña Mágica: “El hombre es divino en la medida
que es sensible. Es la sensibilidad de Dios. Dios le ha creado para sentir a
través de él. El hombre no es más que el órgano mediante el cual Dios realiza
sus bodas con la vida despierta y embriagada. Si el hombre falta a la
sensibilidad, falta a Dios, es la derrota de la fuerza viril de Dios,
constituye una catástrofe cósmica, un terror inimaginable”. Estas
imágenes estructuran y expresan la posibilidad de amar al prójimo. El
hombre es la lengua de Dios, hecha carne en la tierra. Así pues, la fuente de
posibilidad de la existencia y del amor al otro, está en Yahvé-Dios. Desde la
filosofía mesiánica, el Dios Uno, es, la posibilidad de la posibilidad.
Sabemos
tal como lo fundamenta el filósofo de Marburgo, que todos estos conceptos
tienen su consistencia en el concepto de Dios, en el de monoteísmo. Dios es el
Único Dios. Sin el Dios Único la religión no es más que mitología. La mitología
es sólo religión natural. El monoteísmo sólo funda la religión histórica.30 Por
eso la lucha contra Dios y la religión del Antiguo Testamento, no es sólo una
lucha de la filosofía de la religión, la ciencia bíblica, la teología, y del
fanatismo religioso. Sino que en ella están en juego los principios
fundamentales de la filosofía de la historia, cuya condición de posibilidad es
el Dios Único.31
De
ahí que toda forma de fascismo antijudío, xenofobia y racismo, según el Antiguo Testamento, el Talmut y la Mishná, es un atentado contra la esencia del Dios Uno. Esto
representa al Ángel de la historia, perseguido por la tormenta del
progreso, el fascismo y la politización del arte. Somos parte de una
cultura política y de una cultura histórica, que atenta contra la dignidad y el
espíritu del hombre. Somos parte de un Sistema donde el amor, el respeto,
la dignidad, la solidaridad, se sustituyen por el dolor, el odio, el
miedo, el sufrimiento y la muerte. Cohen escribió El Prójimo,
siguiendo los principios de la filosofía y la teología para expresar que la
relación con Dios, pasa inexorablemente por la correlación entre el
hombre y el hombre. Pero en el fondo de esas redes correlativas
se sitúa cual hontanar la ética, en la medida que Dios es el
redentor de la humanidad.
Piensa
Cohen que desde la Antigüedad el conocedor de hombres estableció preceptos y
principios, que reconocen y expresan que el prójimo se constituye como tal,
cuando se reconocen y respetan los derechos y las libertades del noajidas, del
extranjero. Además, que en el prójimo se configura el rostro del ser humano
como hombre de carne y hueso. De ahí que el libro religioso, instituye norma
jurídica y doctrina de Estado.
Quizá
Cohen quiso responder en sus obras El Prójimo y La
religión de la razón desde las fuentes del judaísmo, lo que se venía planteando
desde mediados del siglo XIX en Alemania, el problema de la asimilación.
El judío puede ser ciudadano, pero a expensas de abandonar sus
raíces. Pero el mundo al que tienen que asimilarse el de la modernidad, es
hostil a sus raíces, su memoria y al espíritu del judaísmo. Ese mundo se
derrumba como un castillo de naipes. Como dice Reyes Mate: “Hegel, Nietzsche y
posteriormente Heidegger, lo convierten en un solar. El judío con su
experiencia de exilios y persecuciones, no puede instalarse en lo que hay,
como pide Hegel; ni puede aceptar que el bien y el mal sea cosa de gustos, como
predica Nietzsche; ni puede seguir a un Heidegger que desconoce el
humanismo en nombre de oscuras llamadas del ser”.
Cohen
creía en la asimilación sin abandonar las fuentes del judaísmo. Pensó su
tiempo sobre dos pilares fundamentales, la ética Kantiana y las fuentes
del espíritu judío. Pero no vislumbró la tragedia que se venía encima sobre
todo lo que tuviera rostro judío: Auschwitz, Treblinka, etc. Era un filósofo de
la razón y de razones, que utilizaba sus pensamientos y acciones, para defender
el espíritu del judaísmo en Alemania. No podemos negar que La religión
de la razón, quiere dar cuenta no sólo de la esfera ética y religiosa del
ser humano. Sino que responde a las preguntas sobre la “santidad y las leyes de
la hospitalidad”, contenidas en la Tradición, la Ley oral y la Ley escrita del
pueblo hebreo, fuentes del derecho natural moderno. Cohen –dice Pierre Bouretz-
sabe que “la filosofía moral y religiosa de Kant se cruza con una idea proveniente
de la tradición judía”.32 Pero descubre más allá de la
constitución del sujeto en referencia a la ley moral, su relación con el
prójimo. Un ámbito donde la moralidad deja de verse como “autonomía abstracta
para realizarse como relación intersubjetiva”. De esta depende no sólo el
ámbito de la moralidad “sustantiva” de Cohen, sino también la relación con
Dios.
Así,
las esferas de la moralidad humana dejan de verse sólo como esqueleto abstracto
para fundamentarse en la relación del hombre y el hombre. La moralidad se
convierte para Cohen en la bisagra que une las dos alas de la puerta:
la relación entre el hombre y el prójimo, y la relación del hombre con
Dios. Por tanto, el punto de inflexión llevado a cabo por Cohen en el terreno
de la filosofía, se fundamenta en las fuentes del judaísmo. No es la esfera de
la autonomía abstracta la que determina la moralidad humana, sino la relación
intersubjetiva. Cohen -dice Bouretz- la ve desplegarse en el interior de una responsabilidad
hacia el prójimo que se confirma a través de dos conceptos expresados en el
Deuteronomio: el pobre y el extranjero. Cohen entonces se propone – expresa
Bouretz-: “la voluntad de liberar la Ley del paradigma de una heteronomía
injuriosa; el anhelo de demostrar que la relación ética que une a uno mismo con
el prójimo en el dominio de la intersubjetividad produce un vínculo entre el
hombre y Dios susceptible de ser conocido en el orden religioso”.33
Así
sus alumnos Gershom Scholem, Walter Benjamín y Franz Rosenzweig, concatenan sus
reflexiones colocando el mesianismo en el centro de sus pensamientos. Pero su
heterogeneidad no es causa para no “pensar su tiempo desde la tradición judía.
Su tiempo, del que se ha apoderado el positivismo, es el de un desencanto sin
esperanza”. Por eso, el poeta, el músico, el escultor, el filósofo, son
especialistas en sentir, oír y conocer, el futuro. De esos escombros
materiales y humanos que Cohen no vio y que han quedado a la vera del
camino. Ellos no son visionarios, ni augures, sino “abogados de cusas perdidas,
de sueños incumplidos o esperanzas insatisfechas”. Se trata de refundar la
razón, la razón en la que creía Cohen, para que trascienda los límites donde se
ha recluido. Saben que a la razón también pertenecen la memoria y el recuerdo,
y tienen como obligación hacerse cargo de las preguntas de los vencidos. El
pensador, el historiador o el filósofo, trascendiendo las particularidades y
los nacionalismos trasnochados, quien quiera remover los escombros del pasado y
remitirse al futuro, dice Reyes Mate, “ha de dar testimonio del pasado y
escuchar algo que ocurría, aunque fuera impensable. No se trata sólo
de enriquecer el alcance racional de la razón, como antes, sino de
re-pensar todas las categorías de la razón a la luz de ese impensado que tuvo
lugar”.
Asimismo,
el amor al prójimo, los derechos del inmigrante, a las minorías
étnicas, lingüísticas y culturales, son la piedra de toque para la
defensa de los pobres, los desempleados, los perseguidos, los refugiados y
excluidos del mundo, bajo la luz de las exigencias de justicia universal
propias del mesianismo. Se trata de develar un tipo de pensamiento que ha sido
ocultado por los Sistemas de pensar y la barbarie que vivió el hombre
en el siglo XX. Porque tienen mucho que decir y que contar. Como dice Reyes
Mate elocuentemente: “La diferencia está en que hay pensamientos que responden
a preguntas verdaderas, y otros, que las ocultan”. Por eso en la actualidad de
tiempos confusos, oscuros, es el lugar donde prima la mediocridad, lo
fugaz y pasajero, la Cultura del
artificio. El pensador ha de estar alerta, ojo visor, contra el fascismo
antijudío, la xenofobia y el racismo, de cualquier ser humano. Porque el
pensador se convierte en luz de la verdad, indiferente a la raza, la
lengua, la religión, la cultura, de donde provenga. Ese es el testimonio
que ha de dar todo aquel que tiene un compromiso ético, estético, moral,
histórico, filosófico, con la realidad del momento actual.
Bibliografía
1.
Bouretz, Pierre. Testigos del futuro. Filosofía y mesianismo.
Editorial Trotta, S.A. Madrid. pág. 23.
2.
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Cohen, Hermann. El Prójimo. Anthropos Editorial, 2004. Barcelona.
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