domingo, 15 de junio de 2025

  

 

                                           ¿Qué está en juego en la Época Moderna?

                                                                    Madrid-España a 15/06/2025

 

Antonio Mercado Flórez. Filósofo y Pensador.

 

Ernst Jünger pensó que la magnitud de las masas informes pasó de ser una dimensión moral y política a un mero objeto, número o cosa. La sociedad de masas y la cultura de masas, representan en la consciencia las relaciones inconexas de la Gran Ciudad, también la segunda consciencia donde éste se percibe como objeto. Así que, la Cultura del artificio posibilita la objetivación del individuo y sus articulaciones. Además, la zona de la sentimentalidad, el sentimiento de cercanía, del valor no simbólico, fundado en sí mismo, se desvanece y a cambio el movimiento de las unidades vivientes es dirigido a gran distancia. Por eso una única maniobra en el cuadro que los dirige a gran distancia conecta las articulaciones de la vida moderna –una red dotada de amplias ramificaciones y de múltiples venas– a la corriente de los lenguajes digitales.

La Gran ciudad es el ámbito donde prevalecen las relaciones inconexas de las sociedades de masas, el lujo, el consumo y el dinero. El lujo posibilita que los hombres amen lo visible, las bellas cosas, las bellas materias. Que el hombre se distancie de sí y de la esencia que lo constituye como tal; el lujo hace que el ser humano dependa de los objetos. Por eso “la existencia de un nuevo lujo que es el del tiempo, el del espacio y el de la distancia respecto a los objetos”, es fundamental para el hombre de hoy –al decir de Gilles Lipovetsky.

Además, la objetivación de las articulaciones humanas posibilita que el hombre responda a los requerimientos del Gran Poder. Estas ramificaciones y múltiples venas se entrelazan con “el orden técnico en sí, con ese gran espejo donde se revela con máxima claridad la objetivación de nuestra vida y se halla impermeabilizado de manera especial contra el acoso del dolor. La técnica es nuestro uniforme” –dice Jünger.

Desde esta perspectiva podemos percibir como el “carácter de confort de la técnica” se entrelaza con “un carácter instrumental de poder”. Es decir, de dominio, de control, de coacción, de vigilancia, de dolor y miedo. Un carácter que porta en sí, el rostro de la barbarie y de la muerte. La técnica y la razón se convierten en algo cruel. En esta época el poder no solo se relaciona con el saber, sino también con la técnica, el odio, el miedo y la crueldad.

Por eso en el espacio y el tiempo donde prevalece la racionalidad, la técnica y el poder, “hay quien se enfrenta a lo místico –y al misterio—sobre la base de la racionalidad. Su racionalidad es cuestionable – observa Kertész. Pero ¿Qué es lo místico? Se pregunta el escritor. “La totalidad universal que no es abarcable con el lenguaje, el gran curso inamovible detrás de los fenómenos, el gran acontecimiento oculto en las honduras de los acontecimientos, tal vez nuestra propia vida en sí, de la cual estamos excluidos debido al individuo y la racionalidad.

Dice Imre Kertész: Una de las formas más desalentadoras de la racionalidad: la racionalidad histórica, la que limita y se limita a la historia […] La mera razón, la árida llanura de lo “objetivo”; y la mera razón nunca es, en el fondo, razón, sino más bien defensa, síntoma de la incapacidad de emprender la aventura espiritual, rechazo. La –mera- racionalidad es carácter, como lo es la irracionalidad, la erotomanía o la cesaromanía”.

Por eso la aventura del espíritu no afluye a quien permanece inmerso en los espejismos de la razón y de la técnica. La crueldad de la razón se percibe en la cotidianidad del mundo: la práctica política, la economía, la ciencia o, los instrumentos técnicos para la guerra. Así la razón adolece de pulcritud espiritual; de ahí que sus hijos son pobres de espíritu. Porque no se hallan a la altura del poder que afluye a ellos. Son incapaz de penetrar en la profunda noche, en “la noche del mundo inconsciente de las pulsiones”, donde “Freud introdujo audazmente la mirada” (en palabras de Thomas Mann). Así que, el espíritu afluye al creador y como “el poema establece marcas que no son alcanzadas en la vida […] Semejantes a la capa de ozono, los misterios otorgan a la vida protección contra un ardor demasiado vivo. La visión directa de la belleza despojaría de lenguaje al espíritu, amenazaría con la muerte al cuerpo” -dijo Ernst Jünger.

Es algo evidente en la actualidad somos pobres de espíritu e incapaz de crear grandes obras como Thomas Mann, Goethe, Milton, Tolstoi, Cervantes o García Márquez, etc., espejos para que el hombre y la humanidad se miren y se conozcan así mismos. Observamos en el presente-ahora que el ethos de la técnica (la forma común de vida de la técnica, su costumbre, su conducta), se entrelaza al espíritu de la crueldad y la barbarie. Esto se expresa en las armas para la guerra. También en las Plataformas Digitales, Internet, redes sociales o, los medios de comunicación de masas.

Pero todavía somos capaces de ver las pérdidas; aún sentimos la aniquilación del valor, la superficialización y la simplificación del mundo”- intuyó Jünger.

Aunque la zona donde se ubica la sentimentalidad esté siendo atacada por el mundo heroico, el cultual o técnico, el dinero bancario o el poder político, la industria militar o la nueva voluntad de poder o las Plataformas Digitales, los valores que dieron forma y sentido a la Época Moderna y, a la cultura occidental, todavía están vivos. Son valores universalistas que dan sentido a la vida de los pueblos y sus generaciones.

Observamos en las Grandes ciudades como se defienden los valores de la Ilustración –el “estatus” de la persona individual, el “sujeto”, la racionalidad, los derechos fundamentales, la justicia social, la libertad individual, de hablar, de escribir, de pensar, la democracia, etc. Somos conscientes que devienen valoraciones nuevas, pero no impiden que bebamos del pozo de los pensadores, del arte o la poesía. Así mismo, se establezca el Estado de Derecho y el Sistema democrático, que instauren la libertad, la justicia social, el respeto a la vida y a la dignidad humana. Eso que nos posibilita dignificar la vida de los pueblos y de las personas.

Ahora observamos como las generaciones nuevas son hijos de la Cultura del artificio. Donde la revolución de los medios de información, la informática, las redes sociales, Internet, la Inteligencia Artificial generativa, hacen que sean nativos del mundo digitalizado. Pero no hay que olvidar que, el ser humano tiene un resto misterioso y divino, que la técnica es incapaz de disolver. Humberto Eco afirmó que: “Toda tentativa de averiguar el sentido último conduce al absurdo y le arrebata su misterio al mundo”.

El desarrollo de los procesos científicos y la técnica, sólo se sitúan en la fina capa que los cubre. La fuente del destino que administra Mímir, está cerrada para el mundo técnico y el colectivo técnico. Aunque se crea que se está evaporando la substancia de la Edad Moderna, es decir, la edad copernicana, por el primado del mundo del artificio, sus valores hay que buscarlos incluso por debajo de la moral y la política.

¿Somos parte del mundo que profetizó Nietzsche, sólo como voluntad de poder y nada más? Este mundo es la voluntad de poder - ¡y nada más! Y también ustedes mismos son esa voluntad de poder - ¡nada más!

En la actualidad el pensar está siendo sustituido por las imágenes; éstas son más fuertes que las palabras y el pensamiento. Asistimos a un nuevo analfabetismo en que las tertulias, la política, las finanzas nacionales e internacionales, la publicidad, el consumo, el lujo, reemplazan al ser, al lenguaje o, al pensamiento. Heidegger propone que hay que volver al ser para poder entender la humanista que ha quedado perdida en la historia de la metafísica. En otros términos, volver a esa realidad superior, a la totalidad que ha quedado perdida en los fenómenos. Por eso en Heidegger se da una Ontología fundamental porque vuelve a su fundamento: el ser. Además, trata de sacarlo del olvido en que ha caído y, así mostrar que el ser está en el abismo.

Se trata de trascender la metafísica occidental, que para él no es otra cosa que negar el sujeto, el Yo, la Ilustración y el Orden Burgués. Tanto él como Jünger creen que los principios de la revolución alemana, unifican lo mítico, lo histórico y lo político, como bandera nacional antijudía y anti-burguesa. Así que, el Estado técnico y el nacionalsocialismo desean un tipo de hombre coagulado en los engranajes de la ciencia y de la técnica; y el ser humano convertido en “obrero” al servicio del orden técnico. Ahí la libertad se expresa como un servidor del Estado técnico y del partido nacionalsocialista. De ahí que el totalitarismo nazi y toda forma de autoritarismo, convierte el espacio público y el tejido de sus relaciones, en uno político. El totalitarismo todo lo politiza, tanto la vida privada como pública.

En la época actual donde prevalece la Cultura de lo efímero, la vida, la mortalidad, la mundanidad, la pluralidad, el lenguaje y el pensar, pierden peso, el sentido que les corresponde. El hombre se aferra al fanatismo religioso o, a la estridencia ideológica o, a la economía o, a los nacionalismos-populistas autoritarios, mítico-rituales, porque no tiene respuesta a los interrogantes esenciales de la existencia. Por tanto, el hombre en la actualidad abandonó el ser en el juego de relaciones de la cuadratura del mundo. De ahí que uno de los lugares fundamentales de la ausencia de lenguaje es la angustia, en el sentido de ese espanto al que destina al hombre el abismo de la nada. La nada, como lo otro de lo ente, es el velo del ser –dijo Heidegger en “Carta sobre el <Humanismo> “.

Si el ser se aleja del elemento (del ámbito, del lugar), reemplaza su ausencia por la techne (las técnicas, las teorías), y se convierte en instrumento de formación, empresa cultural. La cultura en la actualidad, por ejemplo, no le importa la elevación del espíritu en la obra, o el análisis de la sociedad y del mundo, o, que el espíritu advenga al ser humano y lo colme de dicha y tranquilidad, sino percibirla como objeto de entretenimiento en el mercado de la circulación y la demanda. A la cultura y a sus agentes les concierne la Civilización del espectáculo, convertirla en “valor” de cambio.

Ahora, los medios de comunicación –Internet, WhatsApp, Twitter, T.V. Amazon, Baidu, Apple, X, etc. -, presentan un objeto cultural como se hace con un artículo de primera necesidad. Así que, en la sociedad de masas y la cultura de masas, o, en las sociedades individualistas actuales, el fin de los objetos manufacturados es el consumo. Asimismo, alejarse de su elemento significa distanciar el ser de las fuentes del pensar originario, lo que lo hace posible. Esa realidad superior que da sentido a los fenómenos. Por tanto, el ser no es un producto de la historia que permite a ésta realizarse. Sino que determina el movimiento de la historia, porque es independiente del tiempo y el espacio donde ella brota.

Desde el ámbito de la historia, del poder y del saber instrumentalizan la cultura, la educación, falsean el pensamiento y el hacer del hombre. Así, la educación se convierte en instrumento de homogenización, uniformidad, de control y dominio. En la educación se forma o deforma la individualidad para siempre. Porque en la época actual la empresa cultural antepone el “valor”, el dinero o la ganancia, a las verdaderas necesidades espirituales o mentales y, esperanzas humanas. Así el ser se oculta tras el querer de la voluntad de poder y del dinero. Se olvida que el pensamiento y el lenguaje posibilitan la revelación del ser y sus configuraciones en los procesos socio-históricos o, socio-antropológicos.

Por tanto, la existencia-del-hombre-esencial es, la del hombre libre. En la Época Moderna lo que está en juego es la libertad. La lucha por la libertad configura una idea nueva de ésta. En esta época se despliegan poderes que van más allá del hombre particular, “que sólo unas pocas potencias tienen capacidad de adoptar un comportamiento estratégico político que, apoyándose en los grandes medios de combate, están a la altura de unos objetivos planetarios”. La lucha por la libertad será posible, en cambio, en todos los lugares de la Tierra. Parece que estuviéramos inmersos en un dinamismo que induce inexorablemente a la extinción de ésta. Es comprensible la situación en la que se encuentra el hombre de hoy, entrega la libertad por la seguridad.

Sentirse seguro de la crueldad se convierte en parte constitutiva de las instituciones. Seguro de los que rompen el pacto social, del radicalismo religioso, del extremismo ideológico, del nacional-populismo, de los paramilitares, la guerrilla, del autoritarismo y de los avatares de la existencia. Ahora en la actualidad del poder tecnocrático y tecnológico de las Grandes Compañías Digitales, que no sólo manejan los relatos de información, sino que quieren hacer del mundo y de la vida humana, objetos de control, de vigilancia, coerción y dominio. Y, esto es grave para conservar y mantener sobre la tierra, la esencia del ser humano, del pensar y del existir.

Ahora vemos como cada instante el tejido estético de la existencia, su vida privada y su libertad, se convierten en “datos” algorítmicos que estas Compañías utilizan para ejercer el Poder Mundial. Desean destruir el Estado de Derecho, las Democracias representativas y la voluntad popular, para ejercer un poder autoritario en la vida privada o pública de los individuos.

Así que, no podemos olvidar que, en el Mundo Moderno, la libertad se depositó en el Estado y sus instituciones políticas, económicas, sociales, administrativas, religiosas, policivas, militares, de seguridad y culturales. En su devenir diversas formas de dominio y control, se configuraron. Este mundo ha cambiado y sigue haciéndolo, y lo hace por necesidad; más con ello ha cambiado también la libertad; no ha cambiado en su esencia, desde luego pero sí en su forma.                        

No hay comentarios:

Publicar un comentario