Imágenes Sobre la Guerra en la Actualidad
Madrid-España a
17/06/2025
Antonio
Mercado Flórez. Filósofo y Pensador.
La
inflexión de los tiempos actuales por la primacía de la técnica y su
repercusión en el arte de la guerra, perfilan el declive de las batallas
convencionales. La guerra propiamente dicha en la actualidad, se sitúa en el
umbral de las tecnologías y las comunicaciones globales. La mecánica
armamentística e industrial no se puede pensar sin las comunicaciones
inmediatas y simultáneas, sin las redes sociales y la Inteligencia Artificial,
el Chat GPT, la computación cuantitativa, que influyen en la naturaleza de los
combatientes y el escenario político mundial.
El
campo de batalla tradicional –dice Víctor Hanson– ahora puede cartografiarse
hasta el último detalle. Las fotografías aéreas y las imágenes de vídeo
actualizadas minuto a minuto hacen difíciles las sorpresas. Los enemigos
potenciales pueden calcular de antemano sus probabilidades de victoria. Pueden
descargar información pormenorizada sobre su adversario de Internet. Los
generales pueden hacer grabaciones directas de sus preparativos para la batalla
y calcular hasta cierto punto sus costes potenciales.
Somos
parte de una época en la que la vigilancia continua es una realidad. Va de la
vida privada a la profesional o pública. Además, la numerificación del ser
humano expresa la transformación del hombre sentimental, espiritual, sensitivo
y racional, en un ser objetivado que
responde a los requerimientos del poder, o de los instrumentos técnicos. Si
cada instante, cada día, cada hora, las vidas están vigiladas, ¿cómo podemos
neutralizar estos instrumentos técnicos que hacen de nuestra existencia meros
objetos o números?
Desde
la perspectiva técnica –dice Hanson-, inhibiendo las conexiones por videos,
destruyendo satélites o provocando cortocircuitos eléctricos a gran escala, de
una parte; de otra, pienso, permitiendo que el hombre de carne y hueso tome a
los instrumentos técnicos y les dé un giro en el tiempo, para que cumplan la
función social que les corresponde y se pongan al servicio del hombre concreto.
Pensamos
que, por el cambio radical de la tecnología para la guerra, que se ha
experimentado en los últimos espacios de tiempo, en particular, por el avance
en las ciencias de la información y sus aplicaciones prácticas en los
frontispicios del siglo XXI, los principios de la guerra se han transformado.
En la historia militar los diseños y las nuevas armas para la guerra están
concatenados al avance de las tecnologías. De ahí que “los cinco años que duró
la Segunda Guerra Mundial, el sonar, el radar, los misiles balísticos pasaron
de ser meras hipótesis en realidades mortíferas y de probada eficacia en el
campo de batalla”.
La
tecnología no sólo cambia la naturaleza de los combatientes y el escenario
político mundial, sino también las variables de las tácticas o las estrategias.
Porque se está pasando del escenario de las guerras convencionales, al de
contra-insurgencias, vigilancia y control, o de ganarse el corazón o la
confianza de los nativos y de técnicas de interrogación “astutas”, que
respondan a la logística y al fin de ganar la guerra. Estamos pasando, a otras
formas de combate y en ese escenario es importante la interrelación de
variables para ganarle la partida a la insurgencia, al narcotráfico, o al
terrorismo internacional. Pero también a aquellos que desde el Estado y sus
instituciones implementan la violencia, la guerra, el odio, el sufrimiento y el
miedo, para ejercer el poder.
Así que, la guerra por el
predominio de los lenguajes digitales y las imágenes en movimiento, está
pasando del campo de batalla y del enfrentamiento entre combatientes, al
ordenador, la ciencia de la computación y los algoritmos matemáticos.
Deseo
resaltar que el conocimiento de las ciencias de la información y las técnicas
al uso, están alterando el rostro de la guerra. Los instrumentos técnicos para
la guerra pueden subvertir en cuestión de horas o de días el curso de una
batalla, o la política de un país, o el destino de millones de seres humanos.
Aunque no son las únicas variables que participan en el triunfo o derrota en
una guerra, sino que, se convierten en decisivas para alcanzar las estrategias
políticas o militares del combate. Nos preguntamos, “¿hay algo en la tecnología
militar del siglo XXI, tanto en su letalidad como en su vertiginosa expansión,
que haya alterado por completo el rostro de la guerra?”.
En
el “núcleo” del movimiento de las guerras modernas existen dos factores
fundamentales, el que tiene que ver con los ciclos continuos de
desafío-respuesta al desarrollo de las armas; y el otro, el mundo global de las
comunicaciones instantáneas. En los asuntos militares los cambios del “logos” humano se aplica a la
Inteligencia Artificial e Informática, y a la globalización que incide en el
comportamiento bélico. Es decir, la revolución en los asuntos militares, no se
pueden desconcatenar de las revoluciones en las comunicaciones instantáneas e
inmediatas. El paso del “logos” clásico
al “logos” artificial se representa
en los instrumentos bélicos para la guerra. De su lectura e interpretación
depende comprender la cultura de la
que somos parte. De ahí que, todo conflicto bélico en la actualidad hay que
percibirlo en su cultura.
Aunque
la literatura del griego Antiguo, de Homero, de Hesíodo, de Tucídedes, exalten
la guerra como un mal necesario y recurran al mito y la configuración de la
ciudades-Estado, y luego la Edad Media le dé un carácter divino, y la Edad
Moderna un carácter secular –poder, riquezas, domino, técnica, ciencia,
política, etc. La consciencia que se tiene es la representación de lo
antinatural, absurdo, abominable, que atenta contra el verdadero sentido de
Humanidad.
De
ahí que la teoría de la cultura, la antropología, la historia de las ideas
políticas, la filosofía, representadas por profesores, estudiantes, activistas
cívicos, académicos, trabajadores sociales, profesionales de la medicina, la
biología, escritores, periodistas, poetas, pintores, dramaturgos y políticos
occidentales, y la sociedad civil en su conjunto, tengan la convicción que las
batallas son algo retrógrado y primitivo.
Entonces,
¿qué es lo que está en juego en un mundo como el nuestro? ¿quién puede afirmar
que la defensa del Sistema, del capital financiero internacional, de las
empresas transnacionales, del poder político, compensan el dolor humano causado
por la violencia, la guerra, el hambre, o por la muerte de un niño en medio de
una conflagración? Además, ¿qué le queda al ser humano en un estado de
postración espiritual y físico como éste? Hay que empezar avanzar en las
tinieblas, un poco a ciegas, porque los espejismos de los instrumentos técnicos
y las armas son tan fuertes, que no dejan vislumbrar otra salida que el dolor o
la muerte. Por lo demás, hay que perseverar y optar por otros caminos que aún
por un instante, desvelen el rostro de la jovialidad. Éste no es otro que el
rostro de Dios transfigurado en el del Hombre.
Las
personas que se alían criminalmente con la técnica, ignoran que “un mundo sin
amor, es un mundo muerto”. El lenguaje del amor se pierde cuando no se lo
ejercita. De ahí que, en el juego natural de los egoísmos, los sufrimientos y
el dolor, graven más en el corazón de los hombres el entendimiento de la
injusticia. Porque en un estado de postración espiritual y sensitivo como éste,
cae como una angustia sorda sobre el hombre desprotegido y solo, el insaciable
deseo de la carnicería. Ese tipo de ralea está poseída por el furor del crimen
y no puede hacer otra cosa. Creen aceptar como buenos los principios y los
actos que los originan. En los lugares de sudarios y de despropósitos humanos,
juegan a ver quién mata más. No les importa la Vida, les importa el asesinato,
su naturaleza descarnada, abominable y sufriente.
De ahí que algunos “no tengan vergüenza, que
no se mueran de vergüenza de haber sido, aunque desde lejos y aunque con buena
voluntad, un asesino también”. Y, nos damos cuenta que, en la guerra, o, un
estado de violencia generalizada, existen individuos que “no son capaz de
abstenerse de matar o dejar de matar, porque está dentro de la lógica en que
viven”. Y, en la vida civil tienen la desfachatez de ponerse la máscara de
ciudadanos de “bien”.
Además, “en los sitios donde
domina la canalla se notará que esta práctica la infamia más allá de lo
necesario e incluso contra las reglas del arte de la política”. Por esto, en el
mundo nuestro no se tiene afición por los santos ni por el heroísmo, sino por
el hombre de carne y hueso, por el afligido, solo y desprotegido.
Entonces,
¿cuál es el gran sufrimiento de nuestra época? La soledad, el sentimiento de
destierro, de exilio, de desprotección, de desolación, de miedo, de debilidad,
de dolor y de muerte. En un estado de excitación violenta siempre se observa
una atmósfera espesa y nauseabunda planear sobre las veredas, los pueblos y las
ciudades. Ahora bien, ¿qué buscan los que planean las guerras o la violencia
cotidiana? Naturalmente, que todo, absolutamente todo, se perciba con los
cristales de la desgracia, la confusión, los lamentos o el sufrimiento.
Justamente
por eso, el desastre de la guerra se convierte en hábito, porque el hábito del
desastre es peor que el desastre mismo. Y, desean borrar la memoria y la
esperanza de los seres humanos, porque quieren instalarnos en la monotonía del
presente. Para que en el fondo del corazón de los hombres prime, “esa
indiferencia distraída que se supone en los combatientes de las grandes guerras
–nos recuerda Albert Camus-, agotados por el esfuerzo, pendientes sólo de no
desfallecer de su deber cotidiano, sin esperar ni la operación decisiva ni el
día del armisticio”.
En
el mismo orden existen otras herramientas, la Palabra y la Razón, o la
intuición, para evitar o acabar con un conflicto bélico. El ser humano cuenta
con el Don de la Palabra y de la reflexión para llegar a acuerdos que interrumpan
por un lapso de tiempo, el derramamiento de sangre. Ya que cuando se sueltan
“los perros de la guerra” no hay poder humano que sacie la insaciabilidad de su
deseo. Hay que tener en cuenta que la guerra expresa la degradación absoluta
del ser humano, a través del egoísmo, la tortura, la venganza, el derramamiento
de sangre, o el poder de la muerte.
Nunca
hay que olvidar que una mirada donde se lee tanta bondad, será siempre más
fuerte que la muerte. Los sentimientos humanos son más fuertes que el miedo a
la muerte entre torturas. Ahí están los Desastres
de la guerra de Goya, que expresan el estudio profundo de la naturaleza
humana y sus problemas recurrentes, intemporales, sin resolver, como es el de
la guerra. Goya percibe el Mal absoluto, que afecta a la Naturaleza, como
inmanente al mecanismo natural, al Tiempo, y su configuración en la vida del
ser humano.
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