lunes, 15 de mayo de 2023

POLÍTICAS SOBRE EL CUERPO EN LA ACTULIDAD


Antonio Mercado Flórez. Pensador y Ensayista.


Ernst Jünger en el texto Sobre el dolor expresó que, la técnica no sólo se limita a la zona propia del instrumento, sino que intenta someter también a si el cuerpo humano.1 En el mismo orden Michel Foucault dijo en Microfisica del Poder: el cuerpo, y todo lo que se relaciona con el cuerpo, Herkunft, la fuente, la procedencia; es la vieja pertenencia a un grupo –el de sangre, el de tradición, el que se establece entre aquellos de la misma altura o de la misma bajeza-- Con frecuencia el análisis de la Herkunft hace intervenir a la raza o el tipo social.

Allí donde el alma pretende unificarse, allí donde el Yo se inventa una identidad o una coherencia, el genealogista parte a la búsqueda del comienzo -de los comienzos innombrables que dejan esa sospecha de color, esta marca casi borrada que no sabría engañar a un ojo poco histórico-; el análisis de la procedencia permite disociar al Yo y hace pulular, en los lugares y plazas de síntesis vacía, mil sucesos perdidos hasta ahora.2

Por tanto, la procedencia se enraíza en el cuerpo. Se inscribe en el sistema nervioso, en el aparato digestivo. El cuerpo -y todo lo que se relaciona con él, la alimentación, el clima, el sol-, es el lugar de la Herkunft: sobre el cuerpo se encuentra el estigma de los sucesos pasados, de él nacen los deseos, los desfallecimientos y los errores; en él se entrelazan y de pronto se expresan, pero también en él se desatan, entran en lucha, se borran unos a otros y continúan su inagotable conflicto. El cuerpo: superficie de inscripción de los sucesos (mientras que el lenguaje los marca y las ideas lo disuelven), lugar de disociación del Yo.3

En Foucault representa un sentimiento fantasmagórico, la idea de un cuerpo social que estaría constituido por la universalidad de las voluntades. No es el consensus el que hace aparecer el cuerpo social –piensa Foucault-, es la materialidad del poder sobre los cuerpos mismos de los individuos. En las relaciones de poder, de dominio, la conciencia del cuerpo no ha podido ser adquirida más que por el efecto de la ocupación del cuerpo por el poder: la gimnasia, los ejercicios, el desarrollo muscular, la desnudez, la exaltación del cuerpo bello. Todo está en la línea del deseo del propio cuerpo mediante un trabajo insistente, obstinado, meticuloso que el poder ha ejercido sobre el cuerpo de los niños, de los soldados, sobre el cuerpo sano.

Pero en el momento en que el poder ha producido este efecto, en la línea misma de sus conquistas, emerge inevitablemente la reivindicación del cuerpo contra el poder, la salud contra la economía, el placer contra las normas morales de la sexualidad, del matrimonio, del pudor. El poder se ha introducido en el cuerpo, se encuentra expuesto en el cuerpo mismo. De hecho, la impresión de que el poder se tambalea es falsa porque puede operar un repliegue, desplazarse, investirse en otra parte, y la batalla continua.4

Según Foucault, el cuerpo pasa por el filtro de la vigilancia y el control. Son relaciones de fuerza que abarcan al Estado, las instituciones, la esfera pública y política de los ciudadanos, también la sexualidad, el deseo, porque tienden al control, la normalización de la sociedad. Pienso –dice Foucault-: que desde el siglo XVIII hasta comienzos del XX, se ha creído que la dominación del cuerpo por el poder debía ser pesada, maciza, constante, meticulosa. Pero a partir de los años sesenta, se da uno cuenta que este poder tan pesado no era tan indispensable como parecía, que las sociedades industriales podrían contentarse con un poder sobre el cuerpo mucho más relajado. 

La distribución del poder en el Estado y el cuerpo social, es lo que permite su elasticidad y ejercicio. Que se ejerza no sólo en las instituciones, sino también por encima, por debajo, a los lados y atraviese los puntos y las cuerdas donde se solidifican. Es decir, se expresan como poder que disciplina y normaliza el cuerpo social o a los individuos en particular.

Foucault llegó a la conclusión que el ser humano no existe. Sino que es consecuencia de una multiplicidad de variables reales o supuestas, por las circunstancias en que transcurre su vida. Que el poder no está localizado en los aparatos de Estado, y que nada cambiaría en la sociedad si no se transforman los mecanismos de poder que funcionan fuera de los aparatos de Estado, por debajo de ellos, a su lado, de una manera mucho más minuciosa, cotidiana.

Si se consiguen modificar estas relaciones o hacer intolerables los efectos de poder que en ellas se propagan, se dificultará enormemente la funcionalidad de los aparatos de Estado. El poder, lejos de estorbar el saber, lo produce. Si se ha podido constituir un saber sobre el cuerpo, es gracias al conjunto de una serie de disciplinas militares y escolares. Es a partir de un poder sobre el cuerpo como un saber fisiológico, orgánico ha sido posible.6 

Foucault cree que los seres humanos son efectos corporales de fuerzas que interactúan incansable sobre él. Así que, en el decurso histórico nunca es el mismo, la identidad se convierte en una categoría metafísica. En el tiempo y el espacio siempre se encuentra en perpetua transformación. Son las representaciones que tenemos de la realidad las que permiten nuestra razón de ser. 

Por tanto, para que el hombre tenga la posibilidad de llevar sobre la Tierra una vida de gran estilo sobre elevados criterios. Debe cambiar los mecanismos de poder que funcionan fuera de los aparatos de Estado, que se ejercen en las instituciones, el cuerpo, la sexualidad, el deseo, el saber, y lo nombra, lo toca, lo designa, lo atraviesa, lo circunda y lo interroga, en la medida que lo convierte en objeto o en número. Si se modifican las variables o se hacen insoportables las relaciones de fuerza que actúan sobre él, se dificulta la estructura y la función del Estado, pero también el pulular de los micropoderes.

Asimismo, las políticas sobre el cuerpo y el valor del dolor en él, no es la misma en todas las épocas. Existen actitudes que capacitan al ser humano para alejarse donde el dolor manda como dueño absoluto. Semejante apartamiento se manifiesta en que el ser humano es capaz de tratar el cuerpo –es decir, el espacio mediante el cual participa en el dolor– como un objeto. Además, la objetividad del cuerpo es la expresión más elevada que pueda considerar la vida.

Como afirma Jünger: es considerada como un puesto avanzado que el ser humano es capaz de lanzar al combate y sacrificar desde gran distancia. Así, todas las medidas que se toman abocan no a escapar del dolor, sino a resistirlo. Foucault cree, en cambio, que el poder se ha introducido en el cuerpo, se encuentra expuesto en el cuerpo mismo. Se convierte en objeto de preocupación, análisis y reflexión, pero también en blanco de vigilancia y control. Esto engendra al mismo tiempo la intensificación de los deseos de cada uno por, en y su propio cuerpo. 

Entonces en los combates de la vida, a cada uno de los movimientos del adversario responde el movimiento del otro. La vida libra luchas indefinidas, lo cual no quiere decir, que no terminen alguna vez. Y, uno de los puntos donde terminan las luchas de la vida es la muerte.

En el ámbito de la ciencia se llevan a cabo investigaciones y experimentos al borde de lo trascendente y divino. La neurociencia, la biología genética, la cibernética, la física cuántica, la medicina deportiva, la Inteligencia Artificial, están demostrando que el cerebro puede convertirse en objeto. Que el cerebro humano puede ser clonado por un cerebro digital, en la que éste puede llegar a ser mejor que el cerebro biológico. 

Desarrollar una máquina o un ordenador que no sólo supere al cuerpo humano, sino que sean más eficientes que el cerebro biológico. Por ejemplo, el cuerpo es el ámbito donde se mueve el guerrero o el deportista. Donde se implementan relaciones de fuerza, de coacción y dominio, que responden a dispositivos, que están situados más allá de la sentimentalidad y el amor.

Son expresiones objetivas de la cultura del artificio, que imperceptible y sutil disciplinan, normalizan, al cuerpo, la mente y la personalidad. Se trata, en este orden de destruir todo vestigio espiritual y sentimental, para convertir al ser humano en objeto. Esto es algo degradante para la condición humana, el ser existencial y los valores espirituales, que configuran la existencia. Afortunadamente todavía existen personas que son capaces de ver las pérdidas: la numerificación, la aniquilación del valor y la simplificación de la existencia.

Asimismo, el cristianismo concibe el cuerpo como el templo donde mora el Espíritu de Dios. Simbólicamente la Iglesia es el cuerpo de Cristo en la Tierra. Afirma el evangelista: si se profana con adulterio, fornicación, inmundicia, disolución, idolatría, hechicería, contiendas, disensiones, herejías, homicidios. No se hereda el Reino de los cielos. Más el fruto del Espíritu es, caridad, gozo, paz, amor, tolerancia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre. Contra tales cosas no hay ley. Porque los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos.7 

Para el cristiano el Espíritu de Cristo, rescata el cuerpo de los espejismos de la carne y de la idolatría. Para la Cábala mística, en cambio el cuerpo es producto de las doscientas treinta y una combinaciones posibles de las veintidós letras del Tetragrámaton, que componen el alfabeto del Nombre de Dios; si se violenta como un campo de batalla, se violenta la esencia de Dios, el Nombre, configurado en el cuerpo, el alma, el espíritu, el mundo y el tiempo.

Jünger piensa que, en el marco de la edad de Acuario, de la que cabe aguardar una elevación del nivel medio espiritual. El cuerpo es divisible; no lo es, en cambio, el individuo al que el cuerpo sirve de vestido. Esto toca uno de los motivos por los que los médicos antiguos declinaban tratar con la lanceta a los pacientes. Un eco de eso se ha conservado en la relación del internista con el cirujano. El individuo es único e invulnerable; el fuego no puede causarle ningún daño.

La objetivación del cuerpo se percibe con mayor claridad en el proceso peculiar que denominamos “deporte” y que cabe diferenciar de los juegos de la Antigüedad en la misma medida en que cabe diferenciar nuestras olimpiadas de las griegas. La diferencia esencial es la siguiente: para nosotros no se trata tanto de una competición cuanto de un proceso de medición exacta. Es algo que se deriva ya del hecho de que no se requiere que estén presentes ni el adversario ni los espectadores. 

Lo decisivo es, antes bien, la presencia de la “segunda consciencia”, que registra el resultado con la ayuda de la cinta métrica, del cronómetro, de la corriente eléctrica o de la fotografía. (Jünger).

Ahora en la actualidad se tienen una serie de instrumentos, de redes artificiales, de medios, que proporcionan las imágenes pictóricas en movimiento, los lenguajes digitales y analógicos. Al contemplar a los deportistas de elite, al soldado, tenemos la impresión de que ya han quedado sustraídas en gran medida las zonas de la sentimentalidad. Esa carne disciplinada y uniformada por la voluntad con unos cuidados tan meticulosos suscita la idea de que se ha vuelto más indiferente a las heridas.

En el deporte y la disciplina del soldado observamos las áreas, en que el perfil humano está endureciéndose, aguzándose o también galvanizándose. Se trata de estar informados con máxima exactitud de los resultados que es capaz de alcanzar el cuerpo humano como instrumento. A la vez, cómo es lanzado a la vanguardia del combate y capaz de entregar la vida en sacrificio. El hecho de que ya hoy nos encontramos en condiciones de soportar con mayor frialdad la visión de la muerte se explica en no pequeña medida porque ya no estamos en nuestro cuerpo, a la manera antigua, como en nuestra casa. (Jünger).

En este orden, la objetividad de la vida se concatena con la disolución de los valores espirituales, la sentimentalidad y la profanación del misterio de la muerte. Se constata en las imágenes, los periódicos y revistas ilustradas, al mostrar el rostro carente de alma, frío, distante, trabajado como en metal, tallado en maderas especiales, y que posee una auténtica relación con la fotografía, los medios y modos de comunicación.

 Se observa en el mundo actual como la objetivación del ser humano, se concatena con relaciones de poder, de saber, de dominio y control; así entonces, estamos en una época de transición donde preponderan las valoraciones técnicas. Con alta convicción moral Jünger dice: pero nada de eso exime de responsabilidad al ser humano.

 Además, las personas formadas para pensar tienen una responsabilidad ética y moral, con la sociedad. De ellos depende desvelar que ocultan los fenómenos técnicos y a qué voluntad de poder obedecen sus exigencias. Poner los fenómenos en una situación crítica, de crisis, depende el contexto de la representación de una idea para que sus fuerzas explosionen en el mundo de la Revelación –que es la Historia.

Como dice Benjamín al respecto de la alegoría: todo lo que la historia desde un principio tiene de intempestivo, de doloroso, de fallido, se plasma en un rostro; o, mejor dicho: en una calavera. Por eso la alegoría pone en escena la secularización de la existencia y del mundo, expone la historia sufriente de los hombres, sin hacer referencias teológicas que transfiguren su dolor. De esa manera, se podrán restaurar los portillos que la historia deja tras de sí. Es decir, el detritus de la vida urbana y del mundo en general

Recordemos que el principio erótico que posibilita la conversación y fluye bajo el follaje del Árbol de la Vida, anuncia un nuevo despertar. Se entronca con las cosas rítmicas, que son las que se oponen a los espejismos de la ciencia, la técnica y la cifra. El cuerpo y la sexualidad, el cuerpo y la moda, la técnica y el cuerpo, la ciencia y el cuerpo, el saber y el poder, habitan un mundo diferente al del lector, del poeta o del artista. 

Esto lo corrobora Jünger: “El oído interno es el que capta las grandes composiciones musicales; llegan de otro mundo”. Así pues, “los cuentos y las poesías” se mueven en un orden superior de aconteceres. La realidad atraviesa diversos grados, semejante en eso a la materia, que puede aparecer como sólida, como liquida, como gaseosa y que puede asimismo tornarse invisible. (Jünger).

La poesía y la novela llevan a un mundo de mayor libertad, donde también queda vencido lo imposible. El placer y el dolor del cuerpo son sentidos en una dimensión diferente; también el lector tiene su Olimpo. De ahí que el Aladino que reposa en el lecho junto a la princesa esté más cerca del mundo de la tijera que no corta que el insaciable Don Juan. La rosa amenaza con la espina. A la vez crece el impulso instintivo que lleva a emprender tanto excursiones ideales como excursiones fantásticas. Ese impulso echa raíces en la vida cotidiana; pone en peligro el mundo real. El poema establece marcas que no son alcanzadas en la vida. En diversos niveles amenaza el destino de Hamlet –al decir de Jünger.

Asimismo, la crítica de la experiencia histórica hay que situarla en el lenguaje y los movimientos del pensar. Porque la actualidad representa una crisis del lenguaje, asociada al olvido de sus secretos. El lenguaje como instrumento de revelación podrá restituir los escombros que la historia y el ejercicio del poder deja a la vera del camino y los celebra como patrimonio. Entonces podrá perfilar algo más elevado y digno para el hombre contemporáneo. Si la Revelación es el saber que anida en la historia, la filosofía, el arte, la teología, la literatura, la poesía, la teoría de la cultura, etc. Han de posibilitar las herramientas estéticas, gnoseológicas e históricas, para que los fenómenos develen su verdadero gesto. Lo que el Surrealismo llamaba: el gesto estético.

 Sabemos que estamos en los umbrales de las nuevas tecnologías del poder, que están configurando el espíritu de la época actual. Tienen que ver con el cuerpo como campo de batalla. Donde convergen placer y dolor, dominio y objeto; figuras donde se hace patente la vida actual. También con el espíritu, donde se llevan a cabo los combates más atroces entre las huestes celestiales y las demoniacas, el mundo del titanismo y del espíritu. Además, el fin de la voluntad de poder es menguar las corrientes del espíritu, para batirlo con las fuerzas del sin-sentido y la barbarie. En la medida que lo consiga se intensifica el dolor, el miedo y el sufrimiento en la vida del ser humano. Pero, el ser humano es capaz de levantarse de sus cenizas como hace la Lechuza de Minerva al anochecer.

 En este mundo de alto desarrollo técnico, de sociedad de masas y cultura de masa, tengo la absoluta convicción que el pensamiento no se puede separar de la dimensión corporal, espiritual, ética y moral del ser humano, como lo percibe la antropología semita-hebrea. Es en el lenguaje donde la consciencia moral adquiere prestancia para el hombre. De ahí que,

   la razón se mal interpretó como racional. Y lo racional en tanto engendro de lo irracional impensado, presto curiosos servicios” –dijo Martín Heidegger.

 

                                         Bibliografía

        1.  Jünguer, Ernst. Sobre el dolor. TusQuets Editores, 2003. pág. 77.

2. Foucault, Michel. Microfisica del Poder. Madrid: Las Ediciones de la Piqueta, 1979. pág. 20.

3.         Ib. pág. 12.

4.         Ib. pág. 12.

5.         Ib. pág. 104.

6.         Ib. pág. 107 y 108.

7.         Los Evangelios. Galatás 5: 16 – 24.

 

                                        Madrid-España a 15/05/2023

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