viernes, 19 de mayo de 2023

LA INSTRUMENTALIZACIÓN DE LA EXISTENCIA EN LA ÉPOCA ACTUAL - EL PROBLEMA DE LA LIBERTD.


Antonio Mercado Flórez. Pensador y Ensayista.

 

En la Edad Moderna cuando el hombre instrumentalizó la técnica al servicio del Gran Poder, negó su esencia. Porque la voluntad de poder sólo es una manifestación del querer del hombre para dominar a la naturaleza o, al otro hombre. Por eso la insaciabilidad del querer se alimenta del dominio o la extinción del Otro. Una de las tareas del pensar es, como resarce la esencia del hombre y la verdad del ser, en un mundo dominado por las imágenes artificiales, lo pasajero y fugaz de la existencia humana.

Aquí es donde tiene relevancia el pensar y el lenguaje, como modos de revelación de la verdad del ser: pensado en el sentido de realidad absoluta. Que se reconcilie consigo mismo de la escisión que ha establecido la historia de la cultura y de la civilización, el conocimiento científico y la técnica.

La Edad Moderna se basa en la peculiar dictadura de la opinión pública. Así, pues, lo que se suele llamar “existencia privada” no es en absoluto el ser-hombre-esencial, o, lo que es lo mismo, el hombre libre. Asimismo, el único hacer de la existencia privada es, negar la esfera pública. Ya que lo público oculta lo privado en las esferas que despliega: la política, la economía, la educación, lo jurídico, lo técnico, lo religioso, lo científico o lo cultural.

Así, la existencia-del-hombre-esencial es, la del hombre libre. En la Edad Moderna lo que está en juego es la libertad. Parece que estuviéramos inmersos en un dinamismo que induce a la extinción de ésta. Es comprensible la situación en la que se encuentra el hombre de hoy, que entrega la libertad por la seguridad. Sentirse seguro de la crueldad que se convierte en parte constitutiva de las instituciones, del ejercicio del poder y los discursos que lo legitiman. Seguro de los que rompen el pacto social, el radicalismo religioso, el extremismo ideológico, el nacional-populismo intolerante y xenófobo, los paramilitares, la guerrilla y los avatares de la existencia.

En el Mundo Moderno la libertad se depositó en el Estado y sus instituciones políticas, económicas, sociales, administrativas, religiosas, policivas, militares, de seguridad y culturales. Y en su devenir diversas formas de dominio y control se configuraron. Este mundo ha cambiado y sigue haciéndolo, y lo hace por necesidad; más con ello ha cambiado también la libertad; no ha cambiado en su esencia, desde luego, pero sí en su forma. (Ernst Jünger).

Vivimos en unos tiempos en que resulta difícil distinguir la libertad de la seguridad, la guerra de la paz.  Los matices han borrado las fronteras entre unas esferas y otras. Son tiempos en que se han disminuido las fuerzas de la totalidad, es decir, los acuerdos de paz (lo constata la guerra entre Rusia y Ucrania, la guerrilla, los paramilitares y el Gobierno de Colombia), la justicia, la tolerancia, la vivacidad plural y la convivencia, y los acrecentamientos en la vida humana y sus generaciones. Como expresa Jünger: “Antes, al contrario, las fuerzas quieren vivir de la totalidad; no son capaces de mantenerla y aumentarla mediante una riqueza interior: mediante el ser”.

Parece que ganara terreno cada día la extinción de la libre voluntad o del libre albedrio. Se impone el querer de la voluntad que se quiere así misma, como voluntad de poder y de saber. La voluntad que esconde el ser como voluntad de poder. (Heidegger). En este orden, el automatismo parece quebrantar con gran facilidad, como si lo hiciera jugando, lo que queda de libre voluntad. Y, entonces hemos llegado a una concepción nueva del poder, a unas concentraciones de poder inmediatas, sumamente vigorosas. Para poder plantarles cara se necesita una concepción nueva de la libertad, una idea que no tiene nada que ver con los desvaídos conceptos que hoy van asociados a esa palabra. (Jünger).

La libertad es hoy el gran tema de nuestro tiempo, ella es el poder que vence al miedo, al sufrimiento y la muerte. Ella es la luz que ha de guiar al hombre libre e independiente; y hacerla posible eficazmente y hacerla visible en la resistencia, se convierte en principio fundamental en la actualidad. El mero hecho de que el hombre libre sepa cuál es su papel en la actualidad hace disminuir el miedo. En los sitios donde el hombre libre se decida a servir romperá con la coacción, el autoritarismo, la violación de los Derechos Humanos o, contra el crimen organizado.

Ese es el legado que deja tras de sí a sus contemporáneos y a las generaciones por venir, hacerle frente con la antorcha de la libertad a las crisis en la que no se mantienen firmes ni el Estado de Derecho, ni la democracia, ni la ley ni la moralidad. Las masas se dejarán llevar por la propaganda y lo que ofrecen los medios y las redes sociales como verdadero, pero no el hombre libre que bebe del pozo de los pensadores y se sostiene sobre el suelo de la experiencia, del dolor y el sufrimiento. Que son fuentes de sabiduría y de saber estar y enfrentar las adversidades que el mundo y su realidad le ofrecen. De ahí que tenga consciencia que los sacrificios son importantes para alcanzar la libertad, la justicia, la igualdad y el respeto a la vida y la dignidad humana.

Así, por la técnica en el Mundo Moderno vivimos una época en que la libertad se ha domesticado y diluido no sólo en el huero concepto de sí misma, sino en las relaciones de fuerza –del Estado y sus instituciones, del Gran Poder o los big data, las imágenes o los números. Cada vez gana terreno en las sociedades actuales, la uniformidad y la estadística. Asistimos a una época de vigilancia constante del Estado técnico absoluto. La libertad dejó de ser en el ámbito público, una “Figura” del Ser y de la esencia del hombre. Aquí deja de pertenecer a la esencia del hombre libre e independiente, “autor” de su propia vida. Ese que Jünger llama en el texto La emboscadura: el emboscado.

El ser humano ha de saber cuáles son aquellos puntos donde no le es licito traficar con su decisión soberana. (Jünger). Estamos asistiendo por la primacía del Estado técnico, el recorte de las libertades y el autoritarismo en algunos países, a que haya un punto de inflexión en la vida privada y la vida pública. Porque el populismo, el nacionalismo, el autoritarismo, el racismo, la xenofobia, se correlacionan con la desaparición del “sujeto”, del “Yo” como consciencia crítica de la sociedad y protagonistas de la historia actual. 

De otra parte, el Sistema Capitalista Global desea romper los lazos comunitarios de los valores de la vida en común. En países como Hungría, Polonia, Rusia, EE. UU, están destruyendo los valores culturales y políticos del Humanismo y, la modernidad ilustrada, que toman como principio fundamental al hombre de carne y hueso: como individuo de acción y de reflexión crítica; con capacidad de análisis y de teorización del mundo; y su poder para transformarlo. Esto es sumamente grave en un Estado de Derecho y un Sistema democrático en el momento actual.

Así que, la deriva de partidos autoritarios de extrema derecha, incrementan el rechazo al Otro y a la inmigración, basados en principios falsos: la diversidad de razas y de lenguas trae el caos y la violencia, el trabajo de los nacionales se sustituye por la mano de obra extranjera, la educación y la salud universal debe ser sólo para los nacionales, etc. Para hacerles frente se requiere un Estado democrático Social de Derecho que defienda la libertad de prensa y de expresión, la independencia y la crítica de los medios de información, la lucha contra la corrupción y un sistema judicial imparcial. De esa forma se defiende la modernidad ilustrada y la democracia.

Estamos entregando la libertad a los instrumentos técnicos y desnudos nos precipitamos a los brazos del Gran Poder. Así que, el gran peligro está en que el hombre confíe demasiado en las ayudas de otros y, cuando faltan aquellas, quede desvalido. Todas las comodidades hay que pagarlas. (Jünger). El hombre ha de ser consciente que no ha de perder la esperanza que mora él y la fuerza intima que destruye las barreras del tiempo. Esa impulsa allende de las murallas del tiempo y del espacio, y así podamos asistir al lugar donde mora el Ser, los Dioses o las Musas.

 En esta civilización técnica las seguridades y el miedo funcionan cual muros de contención, así los hombres se conforman con lo establecido. Para que el hombre salga adelante necesita ser libre, al amparo del pensamiento y las formas estéticas. Así puede criticar y trascender el ser que oculta la voluntad de poder y, al tiempo posibilitar caminos y umbrales que permitan ver y entender, la vida y el mundo al que pertenece. Romper las murallas del tiempo-ahora-continuo para poder enfrentar los enigmas de la existencia. Esas herramientas las posibilita la literatura, el arte, la música, la religión, la filosofía y el encuentro con Dios. En su defecto, se revelará el ser de la vida, la naturaleza y lo divino, que mora en todos y cada uno de nosotros.

 Sólo basta que el ser humano se detenga a la orilla del camino de lo fugaz y automático, para que observe y escuche la armonía entre Hombre y Mundo, Hombre y Dios. Porque los signos de lo divino, lo bello y lo eterno, moran en el interior de todos y cada uno de nosotros. Aquí el mundo y la vida se revelarían con un rostro estético y sagrado.

En el Mundo Moderno el lenguaje cayó en un vacío profundo y oscuro que obstaculiza comunicar los contenidos espirituales que le corresponden. En este ámbito el lenguaje cae al servicio de la mediación de las vías de comunicación a modo de acceso uniforme de todos a todo, pasando por encima de cualquier límite. (Heidegger). En la actualidad la objetivación del lenguaje en la comunicación rápida y simultánea es lo único que perdura: efímero por sí mismo se sostiene sobre el sistema general de la información, que hace de las noticias conmensurables de acuerdo al interés que el sistema administra. Degradan la experiencia de cada uno de nosotros, la experiencia singular y concreta de cada ser humano. A la vez, degradan el tejido vivo de la existencia, de la percepción y participación en lo diferente de los acontecimientos, que se oponen a lo inefable y eterno de la verdad.

En este caso, la uniformidad del lenguaje posibilita la objetivación de la existencia. Entonces el ser humano se percibe como objeto o número. La “existencia privada” cae en los espejismos del sistema general de la información, que corrompe los contenidos espirituales del ser humano. La “opinión pública” es la que materializa la “existencia privada”. Así, el individuo deriva la existencia individual a la esfera de lo público. 

En esta civilización de lo efímero los medios de comunicación o las redes sociales, le otorgan al individuo la objetivación de su existencia. Por eso la coherencia de la individualidad se quebrantó en nombre de lo efímero de la vida. La “opinión pública” decide lo “comprensible y lo desechable por incomprensible”. Así degrada no sólo la esfera privada, sino que sustituye los hechos por opiniones falaces y vacías.

De ahí que,

 Antes de poder actuar sobre un proceso es preciso haberlo comprendido”, al decir de Jünger.

                                              Madrid-España a 19/05/2023

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