<<Los que no
encuentran la salida de la historia están perdidos, y también se pierden sus pueblos>>.
Elias
Canetti
Antonio Mercado Flórez
Una de las penurias de
nuestro tiempo consiste en que la revelación de la luz se oculta en los instrumentos de la técnica y la voluntad de poder. Consecuencia de un vaciamiento del espíritu y del pensar. Y los escasos hombres de espíritu que encuentran la justificación de su actividad y de su existencia personal, pierden todo crédito, el carácter de élite intelectual, verdadero y creíble en la sociedad de masas. Porque se disuelven en la estructura y función del Gran Poder. Ante todo, los contenidos de la
lengua y de la reflexión, que portan en sí. Nuestra época es una época de penurias, de penurias
de <<estar>> y de <<ser>>.
Somos indigentes de la luz
del misterio y damos más importancia a lo pasajero. Ahora, la esencia de la
técnica se oculta en el resplandor del día de la técnica. El día técnico, no es
día, sino oscuridad en la densa noche. Este devenir dialéctico y plástico del
día y la noche, Heidegger lo expresa de la siguiente forma: <<La esencia
de la técnica no surge a la luz del día lentamente. Ese día es la noche del
mundo transformada en mero día técnico. Ese día es el día más corto. Con él nos
amenaza un único invierno infinito>>. (Heidegger).
Un invierno que trae hongos de fuego que se elevan a lo infinito del universo y abrazan con
su fuego devorador lo que encuentran a su paso. También despierta en el hombre
el saber, por ejemplo, que en el más profundo peligro reside lo sagrado y lo
bello, que revela un nuevo comienzo. Saber que el lenguaje abarca la lejanía y
lo que está cerca; <<es a un tiempo la casa del ser y la morada de la
esencia del hombre>>.
Sólo cuando el hombre se
eleva a la plenitud de su esencia y se convierte en pastor del ser, se enfrenta
al peligro que destruye lo que existe. Por eso, el pensar y el sentimiento
estético de la existencia, emergen de las fuerzas espirituales que hacen frente
al fuego devorador. Y los conducen hacia el camino que asciende a reinos que
están en las alturas donde moran las musas y los dioses.
Sabemos que el hombre es
la casa del ser, significa, situar allí el pensar como experiencia humana. Hablar
de casa es ya apreciar la cercanía y encaminarse hacia ella. El hombre como
casa posibilita el decir mismo. Así pues, el lenguaje surge de la cercanía. En
la casa del ser se manifiesta el lenguaje, y también expresa su vecindad con
las cosas. Dice Heidegger al respecto: <<El hombre es ese ente cuyo ser,
en cuanto existencia, consiste en que mora en la cercanía del ser. El hombre es
el vecino del ser>>.
<<Lo inhóspito
reside en nuestra propia esencia>>.(Heidegger). Somos habitantes del
mundo, porque corresponde a nuestra manera de ser. La técnica aleja lo próximo
y cercano al hombre. Allí sitúa el artificio entre el hombre y la tierra; y lo
desarraiga de lo natal, el lugar donde habita. Asimismo, lo aleja de las
tradiciones, las costumbres, los usos, la iglesia y la familia. De ahí que el
hombre añore el pasado en la oscuridad del presente; ya que está exiliado de
las raíces del origen.
Heidegger dice: <<La técnica arranca al hombre de la tierra y lo
desarraiga>>. El desarraigo lo aleja de la comunidad, del pueblo y lo
aliena en la Gran ciudad. Ese lugar
donde los hombres hablan el lenguaje de la técnica. Y perdidos en las masas
informes pierden las huellas de la memoria y lo que fue suyo: abuelos y padres,
tíos y primos, amigos que compartieron la lengua que una vez mamó.
Ahora, ¿Quién discutiría
que la civilización tiene con el
progreso una ligazón más íntima que la que posee la Cultura y que aquella es capaz de hablar en las grandes urbes su
lenguaje natural y sabe manejar medios y conceptos a los que la cultura se
enfrenta sin tener ninguna relación con ellos e incluso de manera hostil? La
cultura no es algo que se pueda aprovechar propagandísticamente, una actitud
que quiera aprovecharla en ese sentido es una actitud que se extraña de ella.
(Jünger).
Esto significa que la Gran ciudad diluye los lazos
comunitarios, lo natural de las relaciones humanas, aunque la comunidad se
defina en lo plural. El primado de
ésta sobre el pueblo produce una sensación de quiebra de la autoridad
tradicional; existen hijos que se rebelan contra el padre, las tradiciones, los
usos, y en las relaciones vitales prevalece la dificultad de distinguir lo
natural de lo no-natural. Lo correcto de lo no-correcto. Esto supone un
problema ético: cómo manejar responsablemente la libertad. En este ámbito se
vive el abandono del sentido común y la posibilidad de distinguir a los suyos,
de los extraños.
Hay que tener presente a
Heidegger: <<Todo lo esencial y grande sólo ha podido surgir cuando el
hombre tenía una patria y estaba arraigado en una tradición>>. Esta
palabra, la patria, no es pensada por Heidegger, ni en sentido nacionalista ni
patriótico, sino en sentido de la historia del ser. O, otros términos, la estancia que procura la experiencia de lo estable. Al mismo tiempo, piensa
el desterramiento desde el devenir de la cultura occidental. El último que
experimentó tal desterramiento fue Nietzsche. (Heidegger).
La patria de este morar
histórico, trasciende los límites de la nación, la lengua y el territorio. Se
define como anti-nacionalista, anti-patriótica, anti-populista y anti-fascista,
ya que descansa sobre los pilares de la libertad y la historia universal.
Porque echa de menos que, en y por la palabra, la magia del lenguaje se eleve allende de la libertad esencial. Y,
los hombres se valgan del pensar y la memoria para alcanzar un nuevo
renacer.
¿Qué ocupa el lugar del
arraigo en la época de la técnica? La disolución de la cercanía, lo natural,
que se remplazan por relaciones artificiales. Las imágenes sustituyen las
palabras y hay una decadencia de la dicción y el pensamiento. Ya que el
pensamiento es una forma del lenguaje. En ese acto adviene la cuadratura del
mundo: tierra, cielo, noche y día. Allí también deviene lo sagrado y lo bello, que
dan un sentido estético a la existencia. En esos lares la añoranza del hombre
trasciende los límites del mundo; y rompe las murallas del tiempo.
El Mundo Moderno prioriza
la velocidad y es necesaria la serenidad. Debemos tener serenidad con las cosas
que nos rodean y posibilitar en su fugacidad el desvelamiento de lo verdadero y
duradero. Aquello que permanece en la esencia de ser hombre y no cosa. Aquello
que se graba con hierro candente en la tabla del corazón. Ella permite captar
lo que está cerca y aun lo que está lejos. Nos acerca al misterio de la
existencia y del mundo. <<Defino la actitud por la que nos mantenemos
abiertos al sentido oculto del mundo técnico la apertura al misterio.
(Heidegger).
<<Misterio>>,
cosa secreta, que no devela la esencia de la técnica, sino que la oculta. El
hombre en la verdad del ser posibilita que se revele el misterio, para bien o
para mal de la existencia. Abrirse a lo desconocido, es estar abierto a lo no
revelado. Estar abierto al misterio es hacerlo a lo que somos. La apertura al
misterio nos acerca a la esencia del hombre: a la ambigüedad y contradicción de
la vida, a los contenidos espirituales del lenguaje y de los pensamientos.
Pero ¿Qué es lo místico?
La totalidad universal que no es abarcable por el lenguaje, el gran curso
inamovible detrás de los fenómenos, el gran acontecimiento oculto en las
honduras de los acontecimientos, tal vez nuestra propia vida en sí, de la cual
estamos excluidos debido al individuo y a la racionalidad. Una de las formas
más desalentadoras de la racionalidad: la racionalidad histórica, la que limita
y se limita a la historia. (Imre Kertész).
La sabiduría abre a los hombres
el Espíritu del Mundo, de la Creación y se tiene obligaciones frente
a este hecho. ¡Que todo sucede por voluntad de Dios! Y esto no es una mera
opinión, sino una actitud frente a las cosas y los acontecimientos. Eso tiene
que ennoblecer al ser humano, elevarlo a la nobleza, y los movimientos del alma
hacia la bienaventuranza. Quien no cree en Dios, está inmerso en el abismo
oscuro y profundo. Entonces tenemos un concepto incorrecto cuando nos enfadamos
con el destino. Satisfacción con tu destino tendría que ser el primer
mandamiento de la sabiduría. (Ludwig Wittgenstein).
Quien ha estado en el
abismo donde moran los demonios, ya no vuelve a ser el mismo. Ahora, ¿Qué es el
abismo? Un despeñadero donde el ser humano pierde el sentido del equilibrio, la
humanidad y aparece la banalidad, el materialismo, el odio, la envidia, el
dolor, la muerte y la insensibilidad hacia el Otro.
Como dice Salomón en el Libro de los Proverbios:
El
principio de la sabiduría
es el
temor de Yahvé;
los
insensatos desprecian la
sabiduría y la enseñanza. (Prov.
1: 9).
¿En qué consiste la
serenidad en el mundo de la técnica? En una actitud que dispone a la apertura,
la cercanía y la escucha; que proviene de las fuentes del ser. En la serenidad
se escucha el susurro de las palabras más originales. En la serenidad
encontramos el sentido del mundo y de la vida. Ella distingue lo efímero de las
cosas ante lo que permanece. La serenidad ensancha el horizonte de apertura a
la vida y al misterio. A lo trascendente y divino que mora en el hombre.
La serenidad se abre al
pensar y al silencio que están a la espera de lo verdadero y divino. En este
orden, Lutero escribió que la teología es la <<gramática de la palabra de
Dios>>, esto es, la Sagrada
Escritura. Los términos del mundo técnico se sierran a la proximidad de las
regiones de lo divino. En el mundo técnico lo existente (el ente) hace parte de
la producción y el consumo, y el hombre es un existente más.
Se trata de resarcir al
ser de la indigencia de la técnica. La vida no puede estar determinada
absolutamente por los instrumentos, el poder y el dinero. << ¡No puede
estar ahí para eso! Tiene que ser algo mucho más absoluto. Tiene que tender a
lo absoluto. Y lo único absoluto es defender victoriosamente la vida luchando
como un bravo soldado por ella hasta la muerte>>. (Wittgenstein).
No puede reducirse a los
espejismos de la técnica y de los poderes con sus placeres y dolores no es
nada. Entonces la vida es mucho más que eso, lo demás, por supuesto, es
vacilación, cobardía, comodidad, miseria. (Wittgenstein). Ahora el ser humano
se mueve en espacios racionalistas y materialistas que debilitan el espíritu y
los movimientos del pensar. Se intensifican los sentidos para que no trascienda
el tiempo presente, y se atenga a lo que dice el Gran Poder.
La exigencia de la vida es
algo grande y enigmático, y su revelación no puede provenir de los poderes del
mundo. Para vivir correctamente tendríamos que exigirle algo que no estamos
dispuesto a cumplir; ya que tendríamos que vivir de modo completamente
diferente a como nos gusta. <<De que la vida es mucho más seria de lo que
parece en la superficie. La vida es de una seriedad terrible>>.
(Wittgenstein).
Por estar viviendo en un
estado permanente de estupidez, la imagen de la existencia y del ser, no es lo
adecuado a las exigencias de la existencia. Nos inclinamos como súbditos ante
los valores de la cultura del artificio, las imágenes y la velocidad y,
olvidamos lo que encierra el misterio de la vida y la muerte. Entonces, ¡vive
de tal modo que puedas morir bien!
No hay comentarios:
Publicar un comentario