<<El Gran Poder y sus ramificaciones tratan
de destruir el mundo de la persona individual, que se complace a sí misma y se
valora a sí misma. Porque destruir el mundo interior del hombre, significa
destruir el espíritu y su relación con lo divino que mora en él>>.
Antonio Mercado Flórez
Antonio Mercado Flórez
Durante el siglo XX hubo
pensadores que se preocuparon por la técnica. El mundo que surgió de la
catástrofe vino con el ropaje de la técnica. El lenguaje de la técnica se
convirtió en lenguaje universal. Que <<aumentó la índole abstracta y, por
tanto, cruel de todas las relaciones humanas>>. Posibilitó que el ser
humano se convirtiera en número, en objeto, y las <<relaciones artificiales>> sustituyeran las <<relaciones de sentido>>. La idea
de progreso se convierte en punta de lanza y las masas el mango que la impulsa.
El progreso viene acompañado de una cantidad menor de libertad, de pensamiento,
de sentimiento y del sentido estético de la existencia.
Son muchos los sitios
donde el humanismo ha dejado de cumplir el fin que lo determina; <<en su
lugar aparece un fetichismo medio grotesco medio bárbaro de la máquina, un
ingenuo culto de la técnica>>. Y eso está ocurriendo precisamente en
lugares donde la gente no posee una relación dinámica con el espíritu, el
pensamiento y el lenguaje. Somos más pobres en contenidos espirituales y más
ricos en la sensibilidad, que aumenta el dolor, el sufrimiento, el odio y la
muerte. Esto se puede percibir en el desarrollo armamentístico, la destrucción
de la naturaleza y de la vida humana.
Además, la <<vida privada>> sede su espacio a
la <<vida pública>>.
Donde la esfera de la política se entrelaza a la cantidad de asentamiento de
las masas en la Gran ciudad. Aquí pues, el Gran
Poder y la <<selecta minoría>>,
han estado durante más de un siglo cegando a las masas con el derecho al
sufragio. <<Es un espectáculo grandioso y terrible ver los movimientos de
las masas –unas masas de conformación cada vez más uniforme-, a las que está
tendiendo sus redes el Weltgeist, el
Espíritu del Mundo>>. (Jünger). Y este no es otro que, el poder de la
técnica, el dinero y la política. Cada uno de estos movimientos contribuye a la
captura de lo natural y libre del ser humano; y lo empuja a la uniformización y
la objetivación de la existencia.
Los que ejercen el poder
saben que, en estos lugares actúan especies de coacción más fuertes que la
tortura, el dolor y la muerte. <<Están al asecho detrás de cada salida
marcada con los símbolos de la felicidad. Afortunado quien penetre bien
equipado en esos espacios>>. (Jünger). Pero la inmensa mayoría de las
personas trata de integrarse en el ámbito del movimiento de esa marcha. Un movimiento
que está derivando a lo absoluto, convertir al hombre en existencia consumible
y desechable. Así pues, <<el ser humano se ha colocado fuera de la obra,
se ha salido de ella; y ésta se ha vuelto autónoma, y ahora aquél deviene cada
vez más sustituible y prescindible>>. (Jünger). Me pregunto, ¿Qué
terminará saliendo de ello?
En esta alta civilización
técnica se trata de desenmascarar valiéndose de la técnica y los lenguajes
digitales, la violencia, la barbarie, el dolor y el sufrimiento, que el Gran Poder ejerce. Elevar al hombre, de
otra parte, a conservar la esencia que lo determina: adquirir la categoría de
persona. Este es el gran reto que atraviesa en la actualidad; que el Gran Poder no diluya en sus redes su
individualidad y se enfrente a sí mismo con criterios liberados del tiempo y de
la historia. O, en otros términos, el hombre se libere de la coacción y los
espejismos de la técnica y las relaciones de poderío. Ya que <<el ser
humano ha penetrado demasiado en las construcciones y ahora es valorado en poco
y pierde pie. Esto lo acerca a la catástrofe>>. (Jünger).
El ser humano no debe
olvidar que las ilusiones ópticas y auditivas, lo arrastran a lugares donde no
hay caminos, y lo conducen a ámbitos de espejismos. Lo sorprendente consiste
que, en esos sitios el ser humano hace contacto consigo mismo y la esencia
inmóvil que mora en él. También con la sustancia indivisa e indestructible, que
atraviesa los espejismos y adquiere el conocimiento del poder que tiene.
(Jünger).
Así toma consciencia que
un nuevo conocimiento y los contenidos de la experiencia humana, no es más que
un nuevo relampaguear del espíritu. En épocas como ésta hay que dejarse
calentar por el espíritu. <<Todas esas cosas son, sin embargo, parábolas,
nada más que parábolas; las fórmulas que la ciencia humana va encontrando con
la mudanza de los tiempos conducen siempre a algo que era ya conocido de mucho
antes>>. (Jünger).
Ha de admitirse, que hoy
resulta difícil sostener la libertad; oponerse a las configuraciones del Gran Poder: populistas, nacionalistas,
xenófobos, militaristas, fascistas e imbéciles, que dominan el mundo actual.
Son expertos en imponer lo necesario, y acercarlo a nosotros en diversas
modalidades; la coacción, la disciplina, lo uniforme, la enfermedad, el caos –y
que todo se conciba como necesario en los quehaceres de la vida. Se trata,
empero, de concebir la Historia, como la impronta (la dirección, el fin), que
el hombre libre da al destino. Es una destinación del sino al igual que hacer
salir lo oculto del Gran Poder.
No es con las armas en la
mano, ni el terror, ni la muerte, con que se enfrenta el Gran Poder; sino haciendo que desaparezca el miedo, el dolor y el
sufrimiento que vive el ser humano. Y en esta civilización técnica sólo podrán
disminuir si el ser humano encuentra un nuevo acceso a la libertad. Ese acceso
<<es el tema de la historia como tal y es lo que la deslinda por un lado
frente a los reinos de los demonios y por el otro frente al acontecer meramente
zoológico. Esto se haya prefigurado en el mito y las religiones y es algo que
retorna siempre; los Gigantes y Titanes aparecen siempre con la misma
prepotencia>>. (Jünger).
Ahora no hay que fijarse
sólo en la neutralidad del instrumento; porque olvidamos el fondo del problema.
¿Qué es, en el fondo, la técnica? Un medio para unos fines y, de otra parte, un
hacer del hombre. En ambos éste ocupa el centro, Heidegger nos habla de la
definición instrumental y antropológica de la técnica. Se colige como
instrumento en la mano del hombre, neutra en cuanto tal; así que, todo depende
de la finalidad y del uso que se haga.
En el presente ha tomado
un tinte acelerado y obedece al Gran
Poder, donde prevalece la organización y el funcionamiento abstracto de la
sociedad. Por eso, el despliegue mundial de la técnica y la objetivación del
ser humano, es concomitante con la degradación del espíritu y la zona de la
sentimentalidad. Sólo desvelando lo que oculta la técnica, puede adquirir poder
y figura una idea nueva de la libertad.
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