<<Nada
de lo nuestro nos pertenece; ya que, de una u otra forma, otros seres lo han
vivido>>.
Antonio Mercado Flórez.
<<El
sentimiento de lo sagrado; reúne todo un mundo y muestra los gestos de la vida
en toda su belleza>>.
Margarita Yourcenar.
<<Los
pensadores anteriores a esta época no conocen ni una <<lógica>>, ni
una <<ética>>, ni la <<física>>. Y sin embargo su
pensar no es ni ilógico ni amoral>>.
Martín Heidegger
Antonio
Mercado Flórez.
El pensar
futuro no es filosofía, ni metafísica, tiene que venir del cambio en la esencia
del hombre. Se sitúa en el camino del advenimiento del ser humano en la
historia. No provine del conocimiento, ni los instrumentos técnicos, la
política o la economía, sino del espíritu del hombre. Procede de pensar
montando a galope junto a la verdad del ser y la esencia de la existencia.
Donde los conduce a la morada del lenguaje. Allí descasa el ser y la esencia
del hombre. Y se objetivan en las formas de la cultura. No se trata de exponer
la génesis del ser y del hombre, sino la expresión de ellos en su cultura.
En esta época
de alto desarrollo técnico, en cambio, el pensar futuro se encuentra en un
proceso de descenso hacia la pobreza de sus fuentes, es decir, de su origen.
Quien continúa siendo indispensable es el pensador; tiene la tarea de afianzar
a la persona individual en su rango
propio, que no podrá arrebatarlo el siglo en que vivimos. Al filósofo le
corresponde enfrentarse a los poderes establecidos y sus verdades propias. Si
alguien contempla des-interesadamente el pensar filosófico, el trabajo humano
cobra un sentido prodigioso; si dejamos que el hombre crezca primero dentro de sí.
Es
necesario que el espíritu riegue las raíces del <<Árbol de la Vida>>. Tanto
Zeus como Jehová se cuidan de que no le vaya demasiado bien al ser humano –de
que no alargue la mano hacia el <<Árbol
de la Vida>>, una vez que ya ha sido hecho participe del
conocimiento. Los hombres desean ser como ellos. (George Jünger.
Mitos griegos).
Si el pensar futuro recoge el lenguaje en un decir simple. Debe ser el que relaciona el
ser y la esencia del hombre, como los árboles son los árboles del bosque. Por tanto, los
surcos que el pensar traza en el lenguaje son más tenues que los que deja el
campesino en el campo. Necesitan de personas preparadas para leer e interpretar
los asuntos de la palabra y lo actos de los humanos. De lo contrario, se
pierden en la oscuridad del devenir histórico de la existencia humana.
Por tenues que las señales sean hay que apurar el <<decir>> y el <<pensar>>. La traza es la huella que el
pensar futuro deja tras de sí para crear o recrear las obras materiales o
espirituales. El hombre se convierte en obrero del ser y la esencia del
espíritu que mora en él y, también en cada uno de nosotros. La tarea
del pensador es develar las mentiras del poder y las verdades establecidas.
Sólo lo sacro
contiene lo creado y la esencia del hombre, y en su morada se revela la verdad
del ser y de los dioses. En la proximidad del ser y los dioses permanece la
oscuridad de la noche, salvo si lo divino y sagrado alborea en el día de lo
sacro; y, si sucede, Dios se revela a los hombres. Sólo acontece cuando el
pensar y el espíritu del ser humano, rompen las cadenas de la costumbre y la
herencia de la verdad.
Si el hombre
se abre a la verdad del ser y al espíritu de Dios, el pensar lleva a lo sacro. Cuando el hombre deja la indiferencia a su verdad, se descubre el misterio
de lo trascendente y divino. Si no lo hace estará sumido en la oscuridad de los
sentidos y de la mente. Entonces se siente la divinidad, si la luz del espíritu
alumbra los caminos de la existencia. ¿Pero cómo va a poder preguntar el hombre
la actual historia mundial de modo serio y riguroso si Dios se acerca o se
sustrae, si él mismo omite la única dimensión en que se puede preguntar esa
pregunta? (Heidegger). Aquí lo importante no es la respuesta, sino la pregunta.
¿Qué
caracteriza al mundo actual? Que el hombre técnico, abandonado a la masa, sólo
alcanza la verdad del ser en los movimientos del espíritu. Esto consiste en guiarlo a elevarse a la dimensión de lo bello y divino, incluso si está
cerrada a él. Si el pensar trabaja en la construcción de la casa del ser, es
decir, en el lenguaje, el hombre es el pastor del ser. Además, pensar en el
umbral del lenguaje no es un juego etimológico, sino pensar la esencia del
hombre en el advenimiento de Dios. Pensar que en la historia del pensamiento occidental existe una correlación entre la filosofía y la teología.
De todos
modos, el pensar nunca crea la casa del ser, ni la morada de Dios. Este conduce a la esencia histórica, es decir, a la humanidad del ser humano.
Conduce al ámbito donde brota lo salvo. Lo salvo no sólo se refiere a lo
inmanente de la Historia; sino también a lo trascendente y divino. Así, el
pensar futuro de modo más originario ya no es filosofía, ni metafísica, sino
algo que toca al ser y a Dios. O, en otros términos, a las Musas> y lo Sagrado.
El Génesis cuenta que con lo sagrado y
salvo brota el mal. Su esencia no consiste en lo malvado de los actos
humanos, sino en la pura maldad de la ferocidad. Lo salvo o lo feroz,
sólo pueden estar en la verdad del espíritu de Dios, en la medida que es causa
de litigio. Éste contiene lo que es causa de juzgar. ¿Qué se juzga en el mundo
de los hombres? Se juzga la <<conducta>> o el
<<hacer>>. Que, en el fondo, es un juicio estético. Porque la
estética es la madre de la ética. Entonces se revela que lo bueno y bello se
manchan con la ferocidad y la maldad.
De ahí que el
derecho no es sólo un constructo de la razón, sino, ante todo, que el origen
está en el desafuero de los impulsos y la ruptura del pacto. En este acto la
lengua de Dios se separa de la lengua humana y no comunica la esencia de las
cosas. El juicio es una representación de la abstracción del hombre. Y la lengua <<cae>> en la charla maligna, y se separa del espíritu de
la lengua <<pura>>. No olvidemos que la verdad del ser y
la historia del hombre, devienen en el libre elemento donde la libertad
conserva su esencia. Así el manejo irresponsable de la libertad se convierte en
objeto de derecho, y también de <<juicio>>.
El pensar
futuro muestra a ojos vista como dicha ruptura conduce a la pluralidad de las
lenguas y a la historia del ser humano. De otra parte, devela la mortalidad del
hombre, ser un ser destinado a ser disuelto en el tiempo, pasajero del mundo,
porque aparcó el tiempo eterno. De ahí que cuando Dios crea al hombre le
insufla: vida, espíritu y lenguaje. La lengua comunica contenidos espirituales,
y ¿dónde los comunica? En el nombre.
El único ser que nombra es el hombre.
Respecto lo
creado por el verbo, <<Dios dijo y eso fue>>. En la segunda parte
de la Creación, Dios pasa por la mediación de una materia para expresar su
voluntad: el hombre no es creado por el verbo, sino modelado a partir de la
tierra. Dios concede al hombre algo esencial: <<el don del lenguaje, que lo eleva por encima de la naturaleza>>.
(Walter Benjamín).
Como dijo
George Hamann: <<Lengua, madre
de la razón, y revelación, su alfa y su omega>>. Cuando el lenguaje se
sitúa fuera del logos, el hombre lo
falsea y lo convierte en instrumento de mentira y de odio, de dominio y de poder.
El pensar futuro tiene como tarea desenmascarar la función instrumentalista del
lenguaje y comunicar la esencia espiritual del hombre. En este orden, lo importante no es la
respuesta, sino la pregunta.
Así pues, la indiferencia a lo salvo en esta alta civilización técnica, hace del hombre un ser solo y desgraciado. Se olvidó que el hombre es en el advenimiento
del ser y lo divino. El pensar está vinculado al advenimiento del ser y a la revelación de Dios. El ser ya se ha destinado a pensar en lo salvo.
El pensar es en tanto destino de la verdad del ser y lo sagrado. La
historia de lo destinado ha llegado al lenguaje en la palabra de los
pensadores.
Ver los surcos
que el pensar traza en el lenguaje es algo importe en el presente. Desde el
punto de vista de la prehistoria actual posibilita percibir en su oscuridad, la esencia de la técnica. Es tal la embriaguez de la técnica que oculta la voluntad de saber y de amar; y, en consecuencia, exalta la voluntad de poder. Como un relampaguear aparece en la historia de su devenir el <<fin>> del Gran Poder.
El único
asunto del pensar futuro es llevar al lenguaje el advenimiento del ser y lo
sacro. En el mundo que vivimos los pensadores y los <<escribas>> expertos en la Palabra, son esenciales. Se vuelven más indispensables de lo que fueron en la Antigüedad; ya que dicen e interpretan las mismas cosas con palabras
diferentes. La fuerza revolucionaria
de la Palabra muéstrese en que, menos entendida que captada, la
reclaman los de abajo y la cosen a sus corazones. (Ernst Jünger).
Por tanto,
pensar al hombre en el umbral del humanismo, es hacerlo en la esencia que lo
constituye: la vida, el espíritu y el lenguaje, que dan sentido a la
existencia. Significa pensarlo más allá o más acá de lo animal e irracional que
mora en él. Se trata de mirar con ojos encantados lo primitivo de la época
actual y poder develar la verdad del ser y la esencia del hombre. Y el hombre
se eleve como en carros de fuego al encuentro de lo trascendente y divino. Entonces asimismo percibirá la luz de la verdad del ser y la esencia del hombre.
En estados
como esos al ser humano se le caen las escamas de los ojos, y mira las cosas como
en el origen; es necesario que el espíritu de los dioses le concedan un tiempo
de gracia –así lo evoca el poeta Hölderlin:
[Sólo a veces soporta
el hombre la plenitud divina.
Sueño de ello es después la vida. Pero el
desvarío
Ayuda, como el sopor, y la necesidad y la
noche
fortalecen.]
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