II
Antonio
Mercado Flórez.
Ernst Jünger en el texto El Trabajador dice que el siglo XXI, es, el siglo de las luchas
titánicas: enfrentamiento entre dioses. Se está formando la <<Figura>> de un nuevo tipo de
hombre. Visto bajo el principio de las ideas y las formas platónicas, se
percibe una visión de la substancia titánica. Una lucha infinita e intemporal. En
estos momentos el tiempo está en floración. El enfrentamiento entre tiempos e
intemporalidades crea un nuevo tipo de hombre. Un cambio en la substancia
espiritual y material del hombre. Será un hombre más especializado en algunas
funciones de la vida, pero más espiritual. Porque el contacto con lo intemporal
posibilita que la espiritualidad esté contenida en la luz.
El enfrentamiento titánico entre dioses y
hombres, se reflejará en el Universo. Las huestes celestiales y las titánicas
lucharán por el dominio de la Tierra. En este espacio la substancia de la
historia no tiene razón de ser; y si el hombre permanece sobre la tierra se
interesará por la técnica, la ciencia, la filosofía, las artes, la música, por
Dios o el Demonio, y en ese momento, la lucha ocupa un sentido trascendental,
metafísico, porque afecta la naturaleza del ser y de la existencia. La lucha
política, religiosa, económica o militar, entre los hombres será un débil
reflejo de la cósmica. Ya que lo fundamental permanece y el hombre de la
civilización, el hombre del movimiento y de los fenómenos históricos ha de
tomar sus criterios de su esencia inmóvil y sobre temporal, la cual se pone de
manifiesto y se modifica en la historia. Aquí en estos lugares de fontanal se
alimentan los espíritus fuertes. En el siglo XXI se augura, y no sólo por parte
de los astrólogos, que habrá en él una espiritualización formidable.
Como no podía ser menos en el comienzo de un
milenio, la atmósfera que reina en el mundo es contradictoria e inextricable –
en unos sitios es prometeica, con grandes fuegos y manos tendidas hacia las
estrellas, en otro es apocalíptica, con sentimientos de culpa que remuerden la
consciencia. El planeta está adquiriendo un aura nueva, una epidermis más
sensible. Los titanes actúan y padecen en el tiempo y con el tiempo. Asimismo,
lo acortan y lo alargan. El movimiento se hace cada vez más preciso y a la vez
gira sin fin; los ruidos se convierten en una tortura y a la vez en una
amenaza. Las noches están pidiendo un Bosco. Quien entra en esta posada queda
afectado por todo lo que en ella ocurre. A eso corresponde la esperanza de que alguna
vez quedemos liberados de la posada de este mundo, de que estemos en ella sólo
en calidad de huéspedes –dijo Jünger. Por tanto, la voluntad de poder del Ciberleviatán tiene sed de dominio y de
sangre. Ha traído una dimensión nueva a nuestra vida. La conversión del hombre
en número o en objeto, la velocidad, el automatismo y los espejismos de la
ciencia y la técnica.
Cuando los algoritmos biométricos y el machine learning, sean capaces de
interpretar las emociones, los sentimientos, traerán como correlato la
sustitución de la libertad, de la autonomía de la voluntad. Seremos parte de un
determinismo cognitivo donde el pensamiento obedecerá a los algoritmos
matemáticos. En el orden del mundo
vemos como los algoritmos son el
instrumento a través del cual, las corporaciones y la tecnocracia manejan los
bienes transables en el mercado de valores - (energéticos, metales, alimentos e
insumos), -con datos. En este orden, la numerifición del mundo está permitiendo
una nueva naturaleza del capitalismo global; está generando una riqueza sin
propiedad; ya que los datos no poseen propiedad. Por tanto, es necesario en
esta esfera de la vida saber dónde reside lo mío y lo tuyo y, delimitar el
espacio público de los datos. Ahora bien, quien controla la información o los
datos, hace parte del ejercicio del poder. Así, las empresas tecnológicas se
desarrollan exponencialmente.
Además, lo que unas décadas era una fantasía,
ahora se ha convertido en la realidad del presente. Donde los riesgos
distopicos están ahí y convivimos con ellos diariamente. O, en otros términos,
las utopías de la revolución tecnológica se están concretando en el mundo de la
digitalización. Así que, la tecnocracia que domina el mundo tiene una idea
nietzscheana del hombre que se expresa en el transhumanismo o el poshumanismo.
Una idea global y tecnológica que diluye los límites, los contornos que
diferencian al uno del otro, a una cultura de otra y, esto es sumamente grave,
porque hace volar por los aires como una costra seca, la coherencia de nuestra
cultura y civilización. Aquello que da razón de ser a la esencia de lo humano
en una cultura determinada.
Lasalle plantea que el modelo del capitalismo
global -basado en las tecnologías de la información, la digitalización, el
algoritmo-, posibilita un capitalismo cognitivo que despoja al poder político
de las tomas de decisiones y neutraliza la democracia liberal parlamentaria.
Así pues, posibilita la concentración de la riqueza mundial. En consecuencia, el
capitalismo global donde prevalece la cognición y la digitalización, fomenta la
concentración del poder y la riqueza en una selecta
minoría.
Las cuestiones que la humanidad expone a la
naturaleza o, a la vida, están condicionadas por el estadio de su producción.
Es el ámbito en el que fracasa el conocimiento científico y la <<cultura del artificio y digital>>.
En el desarrollo de la técnica hemos percibido los progresos de las ciencias
naturales, biológicas o digitales, pero no los retrocesos de la sociedad. Dice
Walter Benjamín al respecto: las energías que la técnica desarrolla más allá de
ese umbral son destructoras. En primera línea favorecen la técnica de la guerra
y de su preparación publicitaria. En consecuencia, en el proceso de desarrollo científico,
el ser humano no es consciente de las energías destructoras de la técnica.
Además, lo que configura la época actual es,
un tipo de determinismo tecnológico que se presenta a los seres humanos como autónomo
y libre. Así, el desarrollo del capitalismo técnoglobal avanza sin control de
las apetencias humanas. Los que ejercen el Gran
Poder olvidan que existe un resto alquímico en el hombre, que el desarrollo
es incapaz de disolver. En los Estados Unidos y en China se está dando un
proceso de control social a través de las tecnologías y la Inteligencia
Artificial, una forma disciplinización y reglamentación de las sociedades.
Además, el desarrollo tecnológico tiende
inexorablemente a un punto disruptivo con lo que <<somos>> o <<hemos
sido>>. La experiencia y la memoria histórica son vaciadas de sus
contenidos y sólo perdura en el mundo digital, la <<cultura del artificio>>. Y, esto es sumamente grave para la
coherencia del Yo concreto, la subjetividad y la condición humana. Porque lo
que prevalece en la civilización del artificio es, el dinero, el poder, la
esfera de lo útil –lo que se produce o consume-, pero no la utilidad de lo
inútil: la literatura, la poesía, la filosofía, las artes, la música, las disciplinas
que posibilitan alcanzar la categoría de persona. Y, precisar el interior de
todos y cada uno de nosotros.
Ahora, el mundo digitalizado entronca la
revolución ontológica y epistemológica con el desarrollo de la técnica. La
naturaleza del ser-en-la tierra y su forma-de-ser, se trastoca y afecta la
esencia del ser-de-lo humano; esto es, el tejido del Yo concreto y la
subjetividad. Por tanto, la percepción de la realidad, de la historia, la
experiencia, la ética, la moral y la cultura, se sustituye por la base de datos
y los algoritmos. La esfera política disuelve en las redes globales, la
identidad, la pluralidad de la ciudadanía, el discurso –tal como lo percibe Hannah
Arendt: Dónde quiera que esté en peligro el discurso, la cuestión se politiza, ya
que es precisamente el discurso lo que hace al hombre un ser único.
Si ajustamos el discurso a las necesidades
del pensamiento científico, el discurso dejaría de tener significado, ya que
las ciencias de hoy utilizan un lenguaje de símbolos matemáticos que, si bien,
al principio eran expresiones abreviadas del discurso hablado, ahora contiene
otras expresiones imposibles de traducir a discurso. Así pues, los científicos
se mueven en un mundo donde el discurso a perdido su poder […] Tal vez haya
verdades más allá del discurso, y sean de gran importancia para el hombre en
singular, es decir, para el hombre en cuanto no sea un ser político, pero los
hombres en plural, o sea, los que viven, se mueven y actúan en este mundo, sólo
experimentan el significado debido a que se hablan, y se sienten unos a otros a
sí mismos.
Vivimos en el mundo de la automatización, que
libera al hombre del trabajo y la servidumbre de la necesidad; el progreso
científico y el desarrollo técnico sólo han sacado partido de la liberación del
trabajo, que otras épocas ya han experimentado. El deseo de liberación de la
“fatiga y molestias”, no es moderna sino tan antigua como la historia registrada.
La realización del deseo puede ser contraproducente; se trata de una sociedad
de trabajadores que está a punto de ser liberada de las trabas del trabajo, y
dicha sociedad desconoce esas otras actividades más elevadas y significativas
por cuyas causas merecería ganarse la libertad. Esas causas en la actualidad
son: el maquinismo, la robótica, la Inteligencia Artificial, los lenguajes
digitales, los algoritmos, etc. Nos enfrentamos a una sociedad de trabajadores
sin trabajo, es decir, sin la única actividad que les queda.
La cultura
del artificio, la digitalización algorítmica, están configurando unas
categorías políticas, morales, éticas, sociales, económicas, que responden a
los intereses de las corporaciones, el capital financiero internacional, el Gran Poder y no a las necesidades más
apremiantes del ser humano. Además, al perder el hombre el contacto con el
otro, la sentimentalidad y el espíritu, se reemplaza por el mundo
de la instrumentalización y las funciones. Y los sentimientos como el dolor, la
crueldad, el sufrimiento o la muerte, se materializan. En un mundo como éste
las maquinas se constituyen en los instrumentos adecuados para solucionar los problemas
sociales. Cada vez más, las matemáticas y la estadística sustituyen al hombre de
carne y hueso en la libre voluntad, la elección y las tomas de decisiones. En
la esfera política observamos como la aclamación reemplaza a la libre elección.
Por eso, se observa en la práctica política una crisis de la democracia parlamentaria
liberal.
La Salle cree que la esclavitud de la
antigüedad se está sustituyendo por la esclavitud de las máquinas y los robots.
Así que, los esclavos del siglo XXI serán los robots. Se trata, de otra parte,
de darle un sentido humanístico a las máquinas; sino los trabajos manuales se
sustituirán por robots. Los trabajos técnicos remplazarán a las disciplinas
liberales y esto creará una crisis humanitaria que va desde la supervivencia a
la disolución de las clases sociales y la personalidad. Somos parte de una época
de desconcierto y zozobra por lo desconocido, y, a la vez, de esperanza en lo
venidero. En cada época, el pasado es la tendencia que el cadáver deja tras de
sí. Cada época sueña con la que viene y soñando se acerca a un nuevo despertar.
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