Antonio Mercado Flórez
Ante
la crisis de la política y la filosofía de la historia, Hannah Arendt cree que
es necesario percibir los valores del ser humano: la vida, el amor, el dolor,
la libertad, la fraternidad, ya que hacen parte de la esfera política y la
historia. De ahí que se pregunte, ¿Cómo es posible vivir en el mundo, amar al
prójimo –o incluso tú mismo- y no aceptas quién eres? El totalitarismo es
un fenómeno histórico y político de principal importancia, así se convierte
en objeto de reflexión filosófica. Pone en la esfera social, el protagonismo
de las masas; el surgimiento de un nuevo sujeto histórico y su relación con las
élites. De ahí que porte en sí unos rasgos que lo determinan: en él todo se
presenta como político -el orden jurídico, el económico, la esfera científico-técnica,
la educación o la cultura. En el totalitarismo todas las cosas se vuelven
públicas. Para comprender su fenómeno en la sociedad, hay que hacerlo en su
cultura.
Además,
la experiencia en que se funda el totalitarismo es la soledad. Porque ésta
brota en la ausencia de las demás personas; la soledad es ausencia de identidad,
porque ésta se manifiesta en relación con los demás. La soledad que caracteriza
a la vida humana encuentra en la política totalitaria su complemento en el
aislamiento. Con el totalitarismo empieza para el hombre una nueva etapa de
soledad, porque <<padece cada vez más a causa de la sociedad; también
esta empieza a desmoronarse>>. En fin, lo que <<desea la persona individual es liberarse>>.
Así,
el totalitarismo tiene como objeto destruir la vida privada e incrementar el
desarraigo del hombre respecto al mundo, ya que anula el sentido de pertenencia
a éste. De ahí que profundiza la experiencia de la soledad. Exalta el
individualismo gregario que <<comprime los unos contra los otros, y cada
uno está absolutamente aislado de los demás>>. Se convierte en una
característica fundamental de organizar a las masas. Lo que caracteriza a las
masas es, ser puro número, mera agregación de personas incapaces de integrarse
en ninguna organización basada en el término común: <<Las masas […]
carecen de esa clase especifica de diferenciación que se expresa en objetivos
limitados y obtenibles>>.
Ahora
bien, ¿De qué instrumentos se sirve el poder totalitario? La mentira, la
ignominia, la delación, el odio, la discriminación, el miedo, la xenofobia, el
racismo, la inseguridad, la violencia, la guerra y la falta de novedad.
Entonces, ¿Cuál es la lógica profunda del totalitarismo? Posibilitar pensar
tales dimensiones como efectos. Si se accede a ellas se revela el mal radical;
el mal absoluto que invade la totalidad de la vida humana. En el totalitarismo
el catálogo de las cosas posibles está siempre ahí –para que una posibilidad
salga a escena es preciso que se la acepte. En él todo puede ser destruido, todo es
posible. Como dijo David Rousset: <<Los hombres normales no saben que todo
es posible>>. Así que: <<El totalitarismo deja a la persona
singular en la estacada>>.
El
totalitarismo aísla a las personas para que se incapaciten para actuar, las
sume en un vacío existencial, un desgarramiento de la voluntad, de pensamiento,
de fuerza y de poder. Por eso <<busca no la dominación despótica sobre
los hombres, sino un sistema en que los hombres sean superfluos>>. Busca
un hombre solo, aislado, insolidario, desprotegido, sustituible, vacío,
gregario, numerificado u objetivado. Que responda a la norma, la ley, el orden,
la publicidad, la ideología, el sistema, la estructura, los ideales del Estado
fascista. Se centra en la superficialidad de los actos humanos, sin conexión
alguna con la profundidad de sus motivaciones.
En
el totalitarismo no existe la individualidad, ni el proyecto común, ni el telos plural. Porque estas acepciones
necesitan de la esfera social, esto es, de las relaciones políticas,
económicas, sociales o culturales. Que en el totalitarismo el ser humano es
incapaz de alcanzar, porque todo está mediado por el Estado, las instituciones,
la ideología, la masa, que niega los principios de la Ilustración: la libertad,
la solidaridad, la fraternidad y la otredad. Por eso, el totalitarismo se
contrapone al Estado democrático Social de Derecho. Él representa la estructura
y la función del Estado Total.
En
el totalitarismo <<el hombre del montón
es un hombre de la masa, y la
característica principal del hombre-masa no es la brutalidad ni el atraso, sino
su aislamiento y su falta de relaciones sociales>>. El poder no consiste
en la instrumentalización de la voluntad plural o social, para alcanzar unos
fines determinados, sino en la formación de una voluntad común orientada al
entendimiento. Una voluntad que pone en el centro de las relaciones comunitarias
al dialogo.
En una sociedad democrática <<el poder se deriva de la capacidad de actuar en
común>>. También en la voluntad de dialogar en común. <<El poder
surge allí donde las personas se juntan y actúan concertadamente>>. La política en tanto que disciplina contiene en su telos un fin práctico: la conducción de
una vida buena y justa en la esfera social.
Hannah
Arendt dice:<<La dominación totalitaria como un hecho establecido, que en
su carácter sin precedentes no se puede aprehender mediante las categorías
habituales del pensamiento político y cuyos <<crimines>> no se
pueden juzgar según las normas de la moral tradicional ni castigar mediante la
estructura legal de nuestra civilización, rompió la continuidad de la historia
de Occidente [...] La
ruptura de nuestra tradición es hoy un hecho consumado>>.
Sabemos que <<la ruptura nació de un caos de incertidumbres masivas en la escena
política y de opiniones masivas en la esfera espiritual, que los movimientos
totalitarios, merced al terror y la ideología, hicieron cristalizar en una
nueva forma de gobierno y dominación>>. La ruptura se manifiesta en la historia de Occidente
como catástrofe. Catástrofe de la cultura y la civilización, las categorías
políticas, la moral y la ética, el orden jurídico de la civilización
occidental, consuman la ruptura con nuestra tradición.
<<El hecho real de la dominación totalitaria va mucho más allá de
las ideas más radicales o más aventuradas>> de los pensadores modernos, como
Marx, Kierkegaard o Nietzsche. Ellos <<desafiaron las premisas básicas de
la religión, del pensamiento político y de la metafísica tradicionales>>;
sin embargo, no ocasionaron la ruptura en nuestra historia. <<La dominación totalitaria como un hecho establecido […] rompió la continuidad
de la historia de Occidente>>.
Rompe con la tradición del pensamiento
político occidental y las normas de la moral, la cultura y la civilización. El propio hecho marca la división entre la época moderna y la
estructura del siglo XX. <<Que llegó a la existencia a través de la
cadena de catástrofes ocasionadas por la Primera Guerra Mundial>>. El totalitarismo no sólo rompe con <<el hilo de la continuidad de
la historia, sino también con la autoridad y las creencias del pasado>>.
Ni Marx, ni Kierkegaard, ni Nietzsche; que se rebelan contra la
tradición no son responsables <<de la estructura y las condiciones del
siglo XX>>. Además de ser un juicio irresponsable, injusto y peligroso,
no responde a la realidad histórica. La grandeza de ellos consiste en que
<<percibieron su mundo como un ámbito invadido por nuevos problemas e
incertidumbres que nuestra tradición de pensamiento era incapaz de
enfrentar>>. Sin
embargo, rompen el orden de las cosas, los valores y los rasgos
que nos identifican como cultura y civilización.
Según
Arendt, el nazismo no debe nada a ninguna parte de la tradición occidental, sea
germana o no, sea católica o protestante, sea cristiana, griega o romana. Nos
gusten más o menos Tomás de Aquino, Maquiavelo, Lutero, Kant, Hegel o Nietzsche
[…], lo cierto es que ninguno de ellos tiene la más mínima responsabilidad por
lo ocurrido en los campos de exterminio. En términos ideológicos, el nazismo
comienza sin ninguna base en la tradición, y convendría tomar conciencia del
peligro que entraña esta negación de toda tradición, que fue el rasgo
principal del nazismo desde su comienzo.
Arendt cree que el nazismo no tiene ningún basamento en la tradición del
espíritu alemán ni europeo. <<Las propias atrocidades del régimen nazi
deberían habernos puesto sobre aviso de que aquí nos enfrentamos a algo
inexplicable incluso en relación con los peores períodos de la historia. Y es
que nunca antes ni en la historia antigua ni en la medieval ni en la moderna,
se había desarrollado semejante programa explícito de destrucción, jamás dicha
destrucción se había ejecutado mediante un proceso altamente organizado,
burocratizado y sistematizado>>.
<<Muchos signos premonitorios anunciaban la catástrofe que amenazaba la
cultura europea desde hacía más de un siglo, y que Marx previó, aunque no la
describió correctamente, en sus famosas palabras sobre la disyuntiva entre
socialismo y barbarie>>. Una catástrofe que no sólo destruyó las obras más insignes del
espíritu europeo, la tradición y la cultura, sino que <<se hizo visible
en forma de la más violenta de la destructividad jamás experimentada por las
naciones europeas. En ese momento, el nihilismo cambió de significado>>.
El nazismo se basa en <<la embriaguez de la destrucción como experiencia
real, cayó en el estúpido sueño de producir el vacío. La devastadora
experiencia se reforzó enormemente en la posguerra, cuando la inflación y el
desempleo arrojaron a la misma generación de la guerra a la situación opuesta
de completo desamparo y pasividad en el marco de una sociedad aparentemente
normal>>.
Además,
existen varias causas para el surgimiento del nazismo, entre otras, el
Estado-nación, que había sido el símbolo del pueblo alemán, ya no representaba
a ese pueblo, se había vuelto incapaz de salvaguardar la seguridad interna o
externa. Que los pueblos europeos habían sobrepasado la organización de sus
Estados nacionales y no respondían a las expectativas de esos Estados. A la
disgregación de los Estados nacionales, los nazis responden
con la mentira y el odio, basados <<en la complicidad en el crimen y
regida por una burocracia de gásteres. Se trataba de una respuesta con la que
los desclasados podían simpatizar>>.
Si los pueblos europeos creyeron las mentiras de los
nazis, fue porque <<las mentiras de estos aludían a ciertas verdades
fundamentales […] Pero al menos esos pueblos han aprendido una gran lección:
ninguna de las antiguas fuerzas que produjeron el Maelstrom de vacío es tan terrible como la nueva fuerza surgida del
propio Maelstrom, cuyo propósito es
organizar a los pueblos de acuerdo con la ley de esta corriente trituradora
–que es la destrucción en sí misma>>.
<<Los nacionalistas de todo pelaje y los
predicadores del odio>>, en la historia reciente de Occidente, han sido
colaboracionistas del fascismo. Y estas acciones han quedado registradas y
<<probadas a ojos de poblaciones enteras>>. Ahora, con el desmembramiento
del Estado-nación y lo que simbolizaba para los europeos, la lucha contra el
fascismo se convierte en <<piedra angular>>, para la consecución de
la libertad.
Europa <<bajo la opresión nazi no sólo no
han reaprendido el significado de la libertad, sino que además han recuperado
el significado por sí mismos y el apetito por la responsabilidad>>. Además, la resistencia y
los diferentes sectores de la sociedad que hicieron frente al nazismo, abogan
por una Europa federativa y Estados federados, porque el <<Estado
centralista, está abocado a volverse totalitario>>.
De
igual forma las exigencias económicas, sociales o culturales, son de
importancia para todas las sociedades que componen los Estados de Europa.
<<Todos quieren un cambio en el sistema económico, control de la riqueza,
nacionalizaciones y propiedad pública de los recursos básicos y las grandes
industrias>>. Políticas que de una u otra forma se llevan a cabo en
Europa de posguerra con el Keynesianismo. De ahí que los franceses en boca de
Louis Saillant digan, no deseamos <<una reedición de algún programa
socialista o de otro tipo>>, les importa principalmente <<la
defensa de esa dignidad humana por la que los hombres de la resistencia
combatieron y se sacrificaron>>.
En
mi texto Sobre el dolor, el sufrimiento y
la muerte, expreso que, después de la Segunda Guerra Mundial, Europa y la
civilización occidental, vivió una época de prosperidad y seguridad relativa.
El Estado de Bienestar en Europa posibilitó que gran parte de la población
tuviera una vida digna. Se extendió la cobertura de la educación, la saludad
universal y la asistencia social a gran parte de la población. De esa
forma, el dolor, el sufrimiento, la discriminación y la inseguridad, fueron
trasladados a la periferia de los barrios de la gran ciudad. Ahora bien, los
problemas fundamentales del ser humano que componen el tejido vivo de la
existencia no se tocaron ni resolvieron. Además, ¿qué tipo de felicidad, de
bienestar espiritual o material trajo el Estado de Bienestar?
Los
problemas que surgen como productos intelectuales del estado particular de las
tecnologías de su tiempo, de las relaciones de propiedad y, por tanto, de las
relaciones sociales permanecen sin resolver. Es más, los conceptos
fundamentales del hombre –la justicia y la injusticia, lo bueno y lo malo, la
dicha y la desdicha, la percepción estética de la realidad, la moral y la
ética, como los propósitos de la existencia-, nos acompañan como preguntas sin
resolver.
Desde hace cuatro décadas se vienen implementando políticas
neoliberales que han desmontado el Estado de Bienestar. Posibilitando la
quiebra de los valores heredados, el hilo de tradición, la pobreza, el
desempleo, el desamparo, la privatización del Estado y el Modelo de Desarrollo
del capitalismo global. Este Modelo de Desarrollo trajo políticas de austeridad
extensivas, de recortes en educación, salud y bienestar social, que degradan la
dignidad del ser humano.
Detrás
de las políticas neoliberales, se esconden mecanismos de poder y de dominio que
responden a los intereses del capital bancario, de las empresas multinacionales
y del poder político, y a los requerimientos de las élites que gobiernan el
mundo. Estos son los cimientos donde descansan las políticas populistas, el
nacionalismo-neofascista, que actualmente recorre las calles y los campos de
Europa, Estados Unidos y Latinoamérica.
No hay comentarios:
Publicar un comentario