lunes, 8 de julio de 2019

La cultura occidental frente a la revolución digital.


            

                                                                                            I


Antonio Mercado Flórez


José María Lasalle acaba de publicar un texto que titula: Ciberleviatán, el colapso de la democracia liberal frente a la revolución digital. Donde devela que los datos y algoritmos conforman un binomio de control y dominio de la técnica sobre los seres humanos. Este ejercicio del poder desemboca en la administración matematizada del mundo. El sujeto de la Ilustración y la democracia representativa, tal como los valores y la civilización de Occidente, están en jaque. La técnica reemplazó al mito en el Mundo Moderno, y su estilo carece magia. Estamos abocados a la disolución del Yo concreto, la coherencia de la personalidad por la matematización y la objetivación de la existencia. El mundo reificado hecho por el hombre, es, un mundo artificial que responde a las élites gobernantes - (Facebook, Twitter, VK, Snapchat, Messenger, Pinteres, etc.); y, los operadores más grandes de las telecomunicaciones: AT y T, NTT, T, Verinzón, Telefónica; en este orden, también las organizaciones y corporaciones transnacionales-, no a las verdaderas necesidades morales, espirituales y materiales de la sociedad global.     

Así pues, se avecina un reino político desprovisto de ciudadanía, sin derechos y libertades. Una época donde se extinguirá la democracia liberal y los principios de la Ilustración. Se instaurará una era mítica tal como la imaginó Hesíodo, de una raza de humanos sometidos al orden y a la seguridad. Una época donde el libre albedrío y la alteridad, la disensión y la crítica, serán vistos como rupturas con el statu quo, las reglas del juego político y el orden social establecido por las minorías selectas. Primará un mundo de fibra óptica y tecnología 5G, dominado por una visión poshumana. Que trasciende el concepto de hombre que hemos heredado de la cultura Grecolatina y Judeocristiana.

El mundo que evoluciona tras la tendencia que la técnica deja tras de sí, es, el de la revolución digital, la robótica y la velocidad. Un mundo que trae consigo una nueva experiencia de la realidad y de la vida. Una pobreza del todo nueva ha caído sobre el hombre al tiempo que ese enorme desarrollo de la técnica […] Pero desde luego está clarísimo: la pobreza de nuestra experiencia no es sino una parte de la gran pobreza que ha cobrado rostro de nuevo […] ¿Para qué valen los bienes de la educación si no nos une a ellos la experiencia? […] Sí, confesémoslo: la pobreza de nuestra experiencia no es sólo pobre en experiencias privadas, sino en las de la humanidad en general […] La pobreza de la experiencia: no hay que entenderla como si los hombres añorasen una experiencia nueva. No; añoran liberarse de las experiencias –dijo Walter Benjamín.

En el siglo XIX el mundo fue sacado de sus goznes y encajado en la ciencia […] En el saber están a punto de producirse modificaciones que aún no cabe calibrar […] La tarea se vuelve anónima, también más peligrosa. Pronto empezará a hablar la materia misma, tras haber estado largo tiempo mascullando […] Las grandes inflexiones de la historia van precedidas de tiempos de transición; las dinastías, de interregnos. Los nuevos valores no están aún vigentes, los viejos ya no lo están –escribió Ernst Jünger. Esto produce en las personas una sensación de desamparo, confusión y caos.

Ahora, ¿Cuál es el papel de la historia, el pensamiento y el lenguaje, en un mundo técnodigitalizado? ¿Cuál es el lugar del hombre en la esfera pública y política, donde predomina la vigilancia, el miedo, el orden y la seguridad? ¿Se trata entonces de la interiorización de la técnica como parte sustancial de la idea de hombre? ¿Dejaría el ser humano el centro del mundo y lo ocuparía la robótica, la digitalización, los algoritmos, la automatización? ¿Qué consecuencias traen en la naturaleza del ser y del existir, el pensar y la experiencia? Son preguntas que están en la atmósfera que respiramos en la cotidianidad. Y, el ser humano trata de dar las respuestas adecuadas de acuerdo a sus necesidades vitales y espirituales.

José María Lasalle traza siguiendo las propuestas posmodernas de Jean-François Lyotard, algunas directrices el pensamiento posmoderno supera las variables que definen la Ilustración del siglo XVII y la Época Moderna. Lyotard plantea que la condición posmoderna es el final de las grandes narrativas, que han interpretado el mundo y la existencia dentro de un relato coherente de progreso y racionalidad. Para Lasalle la estructura y el funcionamiento intelectual de la Ilustración en la actualidad, es insostenible debido a los avances tecnológicos y los cambios posindustriales que priorizaron las telecomunicaciones de la sociedad de la información. La crisis de los relatos y de la Ilustración según Lyotard, dinamita el concepto de progreso, de razón y configura en la esfera política el fracaso de los gobiernos (su institucionalidad) y la legitimidad de las sociedades abiertas, por estar insertas en una crisis de identidad.

Según Lasalle el humanismo y la posición del hombre en el mundo, la cultura y la civilización occidental, son desplazados como ámbitos de interpretación por una visión científica donde prevalece la técnica y la voluntad de poder. Donde la revolución de la <<cultura del artificio y digital>> arrastra tras de sí, la visión posmoderna en que se configura un nuevo poder y los problemas humanos se solucionan con datos que manejan las maquinas. Para Lasalle los datos que genera Internet y los algoritmos que los selecciona, discrimina y organiza para nuestro consumo, componen un binomio de control y dominio. Así, los seres humanos adquieren una fisonomía donde prevalece la parálisis del pensamiento, la incapacidad de juzgar, de criticar y de decidir. Las maquinas gestionarán nuestras vidas como “objetos” a través de una base de datos.

Tiene razón Jünger cuando expresa: la carga que hay en la atmósfera es de naturaleza plutónica y eléctrica. El hecho de que se trasmitan imágenes y sonidos en el cinturón eléctrico que ahora rodea a la Tierra, es un detalle secundario y discrecional en comparación con el hecho de que el cuerpo sea traspasado por ondas que llegan hasta los átomos, incluidos los del cerebro. De ello tampoco quedan libres, claro está, ni los vegetales ni los animales ni los minerales. A pesar de todo ello, hay que tener presente que, los aparatos no pueden sustituir la presencia del ser humano.

Por la revolución en la <<cultura del artificio y digital>>, la humanidad vive un proceso de mutación identitara. Donde los hombres pierden el espesor y el contorno, porque mutan en pos-humanos programables algorítmicamente. Seres tecnológicos y amorales, al convertirse en objetos o números. Así, lo orgánico y psíquico del hombre se diluye en la Red. En esta esfera, el cinturón eléctrico que rodea la Tierra, disuelve las fronteras y la identidad. Los hombres se convierten en un enjambre masivo sin capacidad de crítica, de análisis, de pensar, de aventura o, de experiencias. De esa forma, se entrega inerte al consumo masivo de aplicaciones tecnológicas dentro de un flujo de información que crece exponencialmente.

Para Lasalle la técnica posibilita la configuración de una figura titánica que instaura una dictadura tecnológica. Un poder que descansa sobre la gestión digital. O, lo que es lo mismo, el rostro del Gran Poder se oculta detrás de la <<cultura del artificio y digital>>. De ahí que la gestión tecnológica ofrezca dos umbrales: la que ofrece orden dentro del caos y seguridad en medio de la catástrofe. Así pues, el protagonista político ya está con nosotros. No hemos tardado mucho en reconócelo y nombrarlo. Es el Gran Poder tecnológico. De ahí que los gigantes de la tecnología como son Estados Unidos y China, giren alrededor de la Inteligencia Artificial, la robótica, los algoritmos, los datos, etc.

Jünger devela el enorme valor que hoy se le otorga a la <<protección de datos>> es un testimonio de que las necesidades de seguridad han crecido mucho. Parece perdida de antemano la batalla de la persona singular contra el <<tratamiento de datos>>, si tenemos en cuenta que, además del Estado, de la sociedad, de la economía y, ante todo, de los medios de comunicación, hay también grupos que se ocupan de examinarnos a todos y cada uno de nosotros con rayos X, hasta en los menores detalles. Eso comporta que siempre <<haya algo>> contra uno […] La protección de datos podrá a lo sumo suavizarla algo, pero no podrá hacer nada contra la <<númerificacion>>. En cuestión de segundos se averigua quien es una persona individual. De ello depende que pueda atravesar o no una frontera.

El Gran Poder que ejercen las tecnológicas digitales, es, anónimo y desconsiderado, amoral, ya que acumula una cantidad de energías desproporcionadas, y además no necesita la fuerza ni la violencia, para imponer las reglas de juego, como tampoco unos relatos para legitimar su práctica social. Dice Lasalle al respecto: se vale del monopolio del ejercicio del poder basado en una estructura de sistemas algorítmicos que instaura una administración matematizada del mundo. Esto hace que la participación del individuo en la sociedad vaya convirtiéndose cada vez más en una participación estadística. Son climáticas las causas de tal <<númerificacion>> o <<conversión en cifras>>; es preciso buscarlas por debajo de la esfera política, buscarlas incluso por debajo del lenguaje –dijo Jünger.

Estamos inmersos por la revolución tecnológica en las comunicaciones y la digitalización como en un sistema totalitario. Como consecuencia del colapso de nuestra democracia liberal y el desbordamiento de nuestra subjetividad. Esto se constituye en una mutación antropológica que altera la identidad cognitiva y existencial de los seres humanos. Se está dando una mutación en el <<ser>> y el <<existir>> del hombre sobre la Tierra. O, en otros términos, una mutación epistemológica y ontológica del ser humano. Está provocando una revolución ontológica que afecta la naturaleza del ser humano, cambia nuestra subjetividad, el lenguaje natural por el artificial, crea relaciones humanas inconexas donde prevalecen las redes sociales, el dinero o el poder; y posibilita que el cuerpo se retire de la percepción de la realidad y de la vida. Ora, en términos políticos diluye los ideales de la Revolución Americana y Francesa y la idea de ciudadanía plural. Por una libertad vigilada que controla y coacciona al ser humano y que atenta contra el Estado de Derecho y sustituye la ley por los algoritmos.

Piensa Lasalle que para el siglo XXI, es, inevitable la aparición de un Ciberleviatán. Éste traerá malestar, incertidumbre y miedo, porque ruptura los relatos establecidos, el statu quo y volatiza los puntos de orientación y las bases materiales o teóricas, donde nos asentamos. Instaurará una dictadura sin violencia sin tortura, estableciendo un nuevo orden de vida. Así que, en la esfera política (del ciudadano, el Estado, las instituciones y la sociedad), no habrá ni debate ni conflicto, como producto de una necesidad requerida por la aclamación y no por la deliberación, la crítica y el juicio. Es una civilización tecnológica que responde a las apetencias de una selecta minoría que gasta y concentra la energía del mundo actual. En una civilización como ésta los únicos lamentos que se escuchan no son los de los afligidos y menesterosos, sino los de los poderosos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario